Este trabajo ha sido publicado por "Compromiso y Cultura" de junio2023
El que fue el “niño malo” de las letras británicas, irreverente, divertido, cáustico y sensible, crítico feroz de la vulgaridad y la decadencia de los valores sociales, entra en el panteón de los grandes literatos ingleses del siglo XX.
Cuando supe que Martin Amis había fallecido, a los 73 años, de un cáncer de esófago, durante la madrugada del sábado día 20 de mayo, en su casa de Florida, mientras dormía, comprendí aquello que él definió en su novela “La información”. “Esa información que recibimos de noche hacia los cuarenta años y que nos dice que vamos a morir y que ya nos queda poco tiempo de vida”. Amis es de mi generación y supongo que esa “información” ya la tenía muy asimilada. Se dio el lujo de morir 33 años más tarde y añadiendo el dato de fallecer de la misma enfermedad que su “alter ego” humano y literario, Christopher Hitchens - “un amor casi gay, pero sin sexo” como lo definió Amis --, aunque 12 años después de él. Amis estaba casado, en segundas nupcias, con Isabel Fonseca, una bellísima chilena de la que se sentía muy orgulloso.
Los personajes de Amis en su novela “La información”, Richard Tull y Gwyn Barry, no son más que las dos caras del multiforme y camaleónico Amis, el “pope” intelectual que despellejaba a Inglaterra usando los estiletes de un humor despiadado y una ironía salvaje y anárquica. En 2011, tras la muerte de Hitchen, Amis fijó su residencia en Nueva York, en el barrio de Brooklyn (más tarde de mudaría a Florida). Todo en la obra sarcástica y satírica de Amis obedece a una dinámica agresiva entre fuerzas que se contradicen entre sí para prevalecer el reflejo oscuro pero también cómico de un mundo detestable en general, con algún amago de ternura en contados momentos. Amis fue al mismo tiempo el escritor Tull, erudito y minoritario, comido por la envidia y la ira frente al éxito de su amigo Barry, un autor de best seller de mediocre calidad con gran encanto mediático y popular.
La publicación en 1983, en la revista cultural londinense Granta, de un análisis del grupo de los siete escritores más prometedores y sólidos de Gran Bretaña, entre los que figuraba él, rodeado de nombres del nivel de Salman Rushdie, Julian Barnes, Ian McEwan, William Boyd, Kazuo Ishiguro (que se llevaría el Nobel años más tarde, en 2017) y Graham Swift, fue el pistoletazo de salida de un prestigio y una fama picante debida a sus escándalos y arrogancia -pasto de su “odiada –amada” prensa amarilla- que habría de acompañarle hasta la muerte.
Los excesos temáticos y argumentales de Amis, el “enfant terrible” díscolo y disoluto, estaban servidos por un estilo bastante elegante y una indudable inteligencia lúcida y crítica de demoledora contundencia cáustica, servidas con los guantes de seda del humor, la ironía y la sátira moral. Su producción estaba al nivel de su avidez económica, su indudable encanto ante los medios -equilibrado por ráfagas de arrogancia petulante, y un elitismo vanidoso que solía mantener a raya- : Quince novelas, relatos cortos, ensayos y memorias desde “El libro de Raquel”. Esta primera novela, publicada a sus 24 años, recibió en 1974 el Premio Somerset Maugham. En España se editó en 1985. Después vendría “Bebés muertos”, “Éxito” y “Otra gente”. Fue en el año 1984 cuando publica la primera novela de su trilogía de Londres, “Dinero”, una sátira inclemente de una sociedad volcada en el consumismo. Después “Campos de Londres” (1989), donde la sociedad inglesa se acerca al apocalipsis moral y la ya citada “La información” (1995) que sale publicada rodeada de un escándalo de anticipos y cambio de agente; también el fin de la amistad con Julian Barnes, cuya esposa había sido hasta ese momento la agente literaria de Amis. Los críticos suelen opinar que dado el conjunto de la obra de los escritores del “team” de Gramma, tanto Barnes como McEwan eran escritores más sólidos y regulares en la calidad que Amis, algo que a éste le soliviantaba (observe el lector como se repite en la vida real el esquema de los dos escritores simbólicos enfrentados en “La información”).
Sin embargo nadie puede restar mérito y valía a obras como “La flecha del tiempo” (1991) en la que el tiempo corre al revés como posibilidad de anular los terribles errores de la historia reciente (un recurso argumental usado ya por algunos otros escritores) donde comienza a tratar literariamente un tema que le horrorizaba y atraía a partes iguales: las pesadillas nazi e estalinista. “La viuda embarazada” (2010), “La flecha del tiempo” o “La zona de interés” muestran los horrores nazis y “Koba el conquistador” el estalinista. Justamente el día en que murió Amis, en Cannes proyectaban la película basada en “La zona de interés” donde Amis se atreve a llevar su ironía, sarcasmo y humor negro nada menos que al Holocausto. Ya cuando publicó “La flecha del tiempo” Amis consideraba que ese horror irrepetible de los nazis merece ser narrado y tratado de manera diferente, ya que “los nazis tenía mucho de ridículos” y si se invirtiera el sentido del tiempo (hipótesis de la novela) también veríamos “cómo se invierten las imágenes y los valores”.
Su último libro, “Desde dentro” (2020) es una mezcla de géneros, desde la novela autobiográfica, al ensayo literario y, en el fondo, un homenaje a las personas fallecidas que habían sido importantes para él como creador, su padre el novelista Kingsley Amis (del que heredó su tendencia al humor crítico arrogante, al estilo de Swift o de Sterne), el poeta Philip Larkin, amigo de su padre, Saul Bellow y su “más que hermano” el también escritor y periodista Christopher Hitchens. Salvando a este último, Amis mantuvo una relación profunda y contradictoria con los otros dos, por lo que su obra postrera –que le costó 20 años escribir- podría ser una forma literaria del freudiano “matar al padre”. Por cierto, su padre, novelista y profesor universitario (trabajó una temporada en España) fue un autor de enorme éxito en los 50 y su obra “Lucky Jim” lo convirtió en una celebridad nacional. Los enfrentamientos padre-hijo fueron tan sonados que la prensa amarilla –detestada ferozmente por Amis- se cebó con ellos. Sin olvidar a Vladimir Nabokov, el “padre literario muerto”, escondido en el armario hasta que publicó “Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones” en 1993. Martin estuvo bien servido de figuras “paternales” más o menos controvertidas (quizá no llegó a superar el estadio freudiano de joven rebelde y airado, impulsado por la frustración del rechazo o el juicio paterno).En todo caso se comportó como tal ante la prensa y la sociedad inglesa durante muchos años.
En “Desde Dentro” Amis narra su `primer encuentro y “descubrimiento freudiano” del premio Nobel Saul Bellow, en 1982, aprovechando el envite para nombrar “padre espiritual” a Philip Larkin y “destronar” a su progenitor real Kingsley, mientras rememora las noches de juergas londinenses con Christopher Hitchens, con el que compartía trabajo en el New Statesman. Es una fase más de la construcción-deconstrucción de su personaje real-literario favorito: él mismo. Así que la autobiografía narrada en “Desde dentro” se convierte en una ficción donde los personajes reales se confunde y mezclan con los literarios, como la casi protagonista del libro Phoene Phelps, que es presentada como la amante del joven Martin. Nuestro héroe se divierte mezclando personajes, datos y anécdotas. Pero todo se da por bueno ya que el lector también se divierte. Lo más relevante de Amis es su capacidad lúdica para jugar con lo real y lo imaginario. Cuando se le preguntó por su actitud ante “Desde dentro” dijo: “Una de las grandes recompensas de ser escritor y tener amigos es que cuando ya no están vivos, aún puedes acercarte a un simulacro de lo que era estar con ellos simplemente escribiendo sobre ellos y leyéndoles. Hago esto todo el rato con mi padre, que junto a Christopher, son las personas que echo de menos para conversar, ponernos al día, bromear, todas esas continuidades tan amenas que engrandecen una amistad. Simplemente, abres sus libros y están de vuelta.”
El lector de estas líneas haría bien en acercarse a su libro de memorias “Experiencia” (2000) que, en cualquier caso, es una obra extraordinaria, de una finura y vigor intelectual sobresalientes. Quizá la novela donde Amis se supera a sí mismo en sus virtudes y defectos –por exceso- sea “Lionel Asbo: el estado de Inglaterra” (2012) que le valió el anatema de la sociedad inglesa pero que es –al margen de su tendencia a la sátira cruel- un retrato inclemente de ciertos aspectos de esa misma sociedad. El retrato del delincuente casi psicótico que gana la lotería y se transforma en un héroe de la prensa sensacionalista, es de una crudeza histriónica indudable, pero al mismo tiempo sumerge al lector en una pesadilla moral donde apenas hay atisbos de ternura con algunos personajes. Todo está impregnado de acerba crítica y desprecio, pero al mismo tiempo, de un atractivo malsano cruzado por ráfagas de humor estrafalario.
Tal como dice Laura Fernández, una de sus entrevistadoras, “en las novelas de Amis los hombres son el sexo débil y lo son de una forma cruel, menos ingenua, más fría y autodestructiva. Las mujeres siempre saben lo que quieren y se disponen a conseguirlo”. Eso da una idea de la inteligencia tan afilada como un bisturí de Amis que, cuando presentó su libro “La información” en el Instituto Británico de Barcelona (creo que fue en el 1996), aseguró enfáticamente: “El gran enemigo del escritor es lo políticamente correcto. El escritor debe contar su verdad”. Y su verdad no tiene por qué ser demasiado razonable o moralmente correcta. El prefirió siempre la sátira, la provocación y la ironía. Por eso se define egocéntrico, ambicioso y con un “desdén absoluto” hacia sus rivales. “Es embarazoso reconocerlo, pero Gore Vidal decía que su corazón se alegraba cuando veía los libros de sus rivales en la sección de saldos de las librerías. No es suficiente con triunfar; los otros, además, tienen que fracasar”.
En el 2019, a punto de llegar a los 70 años, Amis que conservaba toda su enorme vitalidad, su mordacidad y su sarcasmo verbal, publica “El roce del tiempo” (medio centenar de cortos ensayos sobre temas diversos, desde Maradona, a la princesa Diana, Nabokov o Travolta), hace sonoras y desvergonzadas declaraciones contra el presidente Trump, al que detesta, la amenaza del Brexit que le alarma y le hace establecerse en Estados Unidos. En una entrevista admite que es un escritor poco popular, aunque no controvertido. Y deja una frase que termina de dibujar el aspecto polemista de nuestro autor: “No buscas la polémica, pero si te la encuentras tienes que estar preparado y no debes intimidarte. Así que cargas hacia delante. Yo todavía sigo en esto”.
El escritor nos ha dejado un legado literario de bastante valor y solidez. Irregular y a veces por debajo de su calidad habitual. Pero eso queda compensado con la coherencia entre su obra –novelas, ensayos y libros inclasificables- y el estilo de vida que mantuvo desde su alborotada y airada juventud hasta su madurez inteligente, provocativa y siempre autopublicitaria. Amis fue un escritor insolentemente triunfador, un Barry, que secretamente quizá envidiaba la figura romántica y angustiada de un gran erudito literario, un Tull, autor de una obra maestra, que sólo se descubriría cuando él hubiera muerto, lejos de todos los focos de la fama y de una sociedad fagocitaria, vulgar e inclemente.
En mi mundo de referencias literarias, Martin Amis fue, desde el principio, “uno de los nuestros”. Me refiero a mi generación. Recuerdo que comentábamos su osadía y desparpajo en el bar de la Facultad de Filosofía y Letras, en el viejo edificio de la Plaza Universidad de Barcelona donde alborotaba el ágora literaria estudiantil de la época. Más tarde, con el paso del tiempo, algunos nos sentíamos más cerca de Barnes o de McEwan. Pero el “grupo Granta” nos atraía más que el “nouveau roman” francés o la disciplinada novela alemana o la vocinglera - y forrada de dólares- pandilla literaria de los USA. E incluso que la cuadrilla hispanoamericana, que ya rompía moldes, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa…
En suma pocos escritores en la historia de la literatura han utilizado un estilo tan brillante, tristemente cómico y agudo para narrarnos las historias sucias, desesperantes de vulgaridad y tan gratuitamente agresivas; ni han dudado en ofrecernos de una manera impecablemente irónica y sarcástica los defectos y lacras de la sociedad --consumista y abducida por las pantallas y el sensacionalismo-- en que vivimos. Como el mismo dijo: “El mundo entero es ‘fast food’, shows y delitos sexuales y revistas y tabloides chabacanos e insultantes”
Por tanto, amigo Martin Amis, descansa en paz. Siempre serás uno de los nuestros.
ALBERTO DÍAZ RUEDA
FICHAS
Prácticamente todos los libros de Amis se pueden encontrar en la Editorial Anagrama, excepto “El infierno imbécil” (El Aleph editores) o “La invasión de los marcianitos” en Malpaso Ed. La selección que sugiero es: “La información”, “Dinero”, “Experiencia”, “Lionel Asbo”, “La zona de interés” y “El libro de Rachel”. Todos en Anagrama.