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20 junio 2023 2 20 /06 /junio /2023 10:24

LOGOI 306

IA: APRENDIZ DE BRUJO

Se alzan voces por doquier sobre los efectos indeseados y la vampirización de conocimientos que comienza a ejercer la llamada Inteligencia Artificial (IA), desde la aparición de los “chatbots”. No solo los colegios profesionales o los pensadores del fuste del coreano Byung Chul Han, Naomi Klein, Zygmunt Bauman, Noam Chomsky, Noah Harari y otros…o el mismísimo padrino de la IA, Geoffrey Hinton, sino la globalidad de los profesores de la enseñanza a todos los niveles, escritores, periodistas y filósofos o del mundo del arte, desde la pintura a la música. Todos claman por una regulación político-técnico- legal del fenómeno IA.

La actual sociedad en casi todos los estamentos y jerarquías ha sido seducida por las promesas de la IA, hasta ahora pasto de los escritores de ciencia ficción y ahora muy ocupada socavando de forma descarada los fundamentos de la cultura humana, gracias a la tecnología descontrolada. ¿Cuál es el problema? Que, en última instancia, tratar de controlar la IA  es una decisión política. Y todos sabemos el oportunismo, cortoplacismo e intereses profundos  de supervivencia particular de la actual clase política en todo el mundo (con respetables  y escasas excepciones, que haberlas, haylas). La humanidad está haciendo con la IA el papel del “aprendiz de brujo”, aquel poema de Goethe, parábola de la falta de sentido común, que –por un descuido o un error- ponía en manos de un chiquillo ignorante las artes de la alta brujería (Disney lo reflejó en un Mickey adolescente  alborotando gracias a la varita mágica de su maestro ausente, con música de Paul Dukas como fondo).

¿Qué está haciendo, por ejemplo el ChatGPT?: entra a fondo, sin permiso alguno y sin medida, en el acervo común humano de ideas, datos, estudios e inspiraciones… y cocina y sirve un plato aparentemente brillante de manipulaciones, imitaciones y robos de ideas, ante la pasmada bobería del ciudadano. La palabra con la que se define el fenómeno es “alucinante”, vocablo que refuerza el carácter “mágico” de ese “chapapote digital”. Cuando en realidad es, como dice la Klein, “basura algorítmica”. No es, o no debería ser un rival de empleo, profesión o sabiduría para los humanos. Es una creación del ingenio humano que podría devorarlo.

No debemos frivolizar con la aparente banalidad de la IA (por otra parte, con interesantes aplicaciones tecnológicas en medicina e investigación). El problema es serio y requiere reflexión, serenidad y claridad de juicio. Lo cierto es que no es una “moda” o una “tendencia”. La IA ha venido para quedarse.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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20 junio 2023 2 20 /06 /junio /2023 10:17

LOGOI 307: CALIGULA TRUMP 

Albert Camus escribió para la escena, con resultados discretos, el drama “Calígula” en 1945, en la época en que el escritor estaba obsesionado con el absurdo de la existencia humana. La reescribió varias veces hasta que en 1957, estrenó una nueva versión. Evidentemente, Camus no llegó a conocer a Donald Trump, ya que murió en un accidente de automóvil en 1960. Pero por esas paradojas de la literatura en relación con la vida (ambas se retroalimentan mutuamente) el Calígula de Camus parece inspirar acciones, palabras y actitudes del ex presidente norteamericano.

Calígula se pavonea en escena y formula frases como  “Gobernar y robar es una misma cosa”. “Lo que más admiro es mi insensibilidad”. “Tengo necesidad de lo imposible ya sea la luna, la felicidad o la inmortalidad. Las cosas  tal cual son no me satisfacen”. “Soy el único hombre libre del imperio. Aunque siempre se es libre a expensas de alguien: enojoso pero aceptable”. Calígula maneja el poder sin límites morales de ningún tipo. Es codicioso, cínico, depravado y sanguinario. Vive en la “lógica” del absurdo total. El exceso trágico del personaje histórico recreado por Camus no podría existir en nuestra época –aunque algunos se han acercado: Stalin, Hitler, Ceausescu, Idi Amin, etc.- pero sí inspirar una comparación nada disparatada. Respecto a Trump hay una diferencia: la apasionada sumisión y apoyo de una buena parte de la sociedad  norteamericana que ignora todas las acciones, gestos y desafíos chulescos y delictivos de ese aprendiz de Calígula. Y no es un apoyo sostenido por el terror –como en los tiranos citados- sino por una incondicional admiración. A pesar de comportarse como un payaso carismático, se trata de un líder político corrupto, mentiroso, narcisista y agresivo, -otro ejemplo actual es el inglés Boris Johnson-, al que la miopía de sus adeptos convierte en héroe y “mártir”.

¿Se trata de miopía cognitiva, de simple estupidez o de un absurdo remedo de orgullo y vanidad que les hace echarse a los pies de un bufón porque no quieren reconocer que se han equivocado? No les importan los 37 cargos contra Trump por robos de documentos secretos, falsedad y obstrucción a la justicia. Ni sus llamamientos a la guerra civil –que ya ha causado víctimas-, ni las denuncias sexuales  o los apaños electorales y financieros…Según un columnista de “The New York Times”, Trump “trata a  la ley con el desdén de un capo mafioso; con la diferencia de que el capo hace  un mayor esfuerzo para cubrir sus huellas”. Como Calígula, Trump podría clamar: “El poder brinda una oportunidad a lo imposible. A partir de hoy y en lo sucesivo, mi libertad dejará de tener límites”. Y recibiría los aplausos y la complicidad de sus seguidores.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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7 junio 2023 3 07 /06 /junio /2023 17:30

LOGOI 305

SUECIA, MOLA

 Para los españoles de los 70, Suecia era el legendario reino de Trebisonda, un lugar mítico donde todos los deseos se cumplían: la libertad sexual (las turistas suecas aterrizaban en el país por esos años) la libertad política y la acogida amistosa para todos los refugiados de izquierdas en una Europa y una Hispanoamérica escoradas a la derecha. En ese tiempo, me mandaron a Suecia para hacer reportajes sobre la realidad sueca. Conclusión: casi todo lo que vi era envidiable. Una educación modélica, un civismo de una corrección abrumadora, trato respetuoso y elegante, calles limpias, honestidad política, económica y comercial, justicia social, solidaridad con los valores humanos y un Olof Palme genial, que no tardaría en ser asesinado.

Pues bien, los  suecos nos han vuelto a asombrar. Con el tema de la revolución digital y la generalización abusiva del uso de móviles, ordenadores y tablets, sin olvidar la IA (inteligencia artificial, que ya cuestiona la inteligencia natural humana), los suecos, benditos sean, han frenado la estrategia del aprendizaje digital en las escuelas y han decidido que los libros de texto de papel vuelvan a las aulas de los niños. ¿Revolución numantina de resistencia? No. Simple sentido común y aplicación de algo que  se sabe y se teme: la digitalización de la enseñanza provoca una bajada notoria del rendimiento escolar y un retroceso de la comprensión lectora en los niños. A añadir los efectos negativos –en algún caso, patológicos- en la psique y los comportamientos de los chiquillos abducidos por las pantallitas, con el consentimiento o la pasividad de los padres…y de las autoridades escolares, de segunda enseñanza y universitarias,  a las que también concierne.

Las pantallas son ya como extensiones de los cuerpos humanos. No las apagamos ni para ir al lavabo, comer o incluso quedarnos dormidos. Los efectos perniciosos son evidentes en todos los ámbitos de la vida personal, familiar, social y laboral. Estamos permitiendo que una evolución técnica, de por sí positiva y enriquecedora, se  convierta en la maldición del rey Midas: todo lo que toca se convierte en algo perturbador.

Sigamos, una vez más, el ejemplo sueco: volvamos a los libros en las escuelas y en toda la vida social. No por los libros en sí, sino porque su lectura exige algo que cada vez nos falla más: sosiego, atención y paciencia. Pongamos a lo digital en su sitio: son útiles o herramientas para el trabajo y el placer, no prótesis sustitutorias. Por eso, por empezar a hacerlo, Suecia, mola.

ALBERTO DIAZ RUEDA

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3 junio 2023 6 03 /06 /junio /2023 19:09

Este trabajo ha sido publicado por "Compromiso y Cultura" de junio2023

El que fue  el “niño malo” de las letras británicas, irreverente, divertido, cáustico y sensible, crítico feroz de la vulgaridad y la decadencia de los valores sociales, entra en el panteón de los grandes literatos ingleses del siglo XX.

Cuando supe que Martin Amis había fallecido, a los 73 años, de un cáncer de esófago, durante la madrugada del sábado día 20 de mayo, en su casa de Florida, mientras dormía, comprendí aquello que él definió en su novela “La información”. “Esa información que recibimos de noche hacia los cuarenta años y que nos dice que vamos a morir y que ya nos queda poco tiempo de vida”. Amis es de mi generación y supongo que esa “información” ya la tenía muy asimilada. Se dio el lujo de morir 33 años más tarde y añadiendo el dato de fallecer de la misma enfermedad que su “alter ego” humano y literario, Christopher  Hitchens - “un amor casi gay, pero sin sexo” como lo definió Amis --, aunque 12 años después de él. Amis estaba casado, en segundas nupcias, con Isabel Fonseca, una bellísima chilena de la que se sentía muy orgulloso.

Los personajes de Amis en su novela “La información”, Richard Tull y Gwyn Barry, no son más que las dos caras del multiforme y camaleónico Amis, el “pope” intelectual que despellejaba a Inglaterra usando los estiletes de un humor despiadado y una ironía salvaje y anárquica. En 2011, tras la muerte de Hitchen, Amis fijó su residencia en Nueva York, en el barrio de Brooklyn (más tarde de mudaría a Florida). Todo en la obra sarcástica y satírica de Amis obedece a una dinámica agresiva entre fuerzas que se contradicen entre sí para prevalecer el reflejo oscuro pero también cómico de un mundo detestable en general, con algún amago de ternura en contados momentos. Amis fue al mismo tiempo el escritor Tull, erudito y minoritario, comido por la envidia y la ira frente al éxito de su amigo Barry, un autor de best seller de mediocre calidad con gran encanto mediático y popular.

La publicación en 1983, en la revista cultural londinense Granta,  de un análisis del grupo de los siete escritores más prometedores y sólidos de Gran Bretaña, entre los que figuraba él, rodeado de nombres del nivel de Salman Rushdie, Julian Barnes, Ian McEwan, William Boyd, Kazuo Ishiguro (que se llevaría el Nobel años más tarde, en 2017) y Graham Swift,  fue el pistoletazo de salida de un prestigio y una fama picante debida a sus escándalos y arrogancia -pasto de su “odiada –amada” prensa amarilla- que habría de acompañarle hasta la muerte.

Los excesos temáticos y argumentales de Amis, el “enfant terrible” díscolo y disoluto, estaban servidos por un estilo bastante elegante y una indudable inteligencia lúcida y crítica de  demoledora contundencia cáustica, servidas con los guantes de seda del humor, la ironía y la sátira moral. Su producción estaba al nivel de su avidez económica, su indudable encanto ante los medios -equilibrado por ráfagas de arrogancia petulante, y un elitismo vanidoso que solía mantener a raya- : Quince novelas, relatos cortos, ensayos y memorias desde “El libro de Raquel”. Esta primera novela, publicada a sus 24 años, recibió en 1974 el Premio Somerset Maugham. En España se editó en 1985. Después vendría “Bebés muertos”, “Éxito” y “Otra gente”. Fue en el año 1984 cuando publica la primera novela de su trilogía de Londres, “Dinero”, una sátira inclemente de una sociedad volcada en el consumismo. Después “Campos de Londres” (1989), donde la sociedad inglesa se acerca al apocalipsis moral y la ya citada “La información” (1995) que sale publicada rodeada de un escándalo de anticipos y cambio de agente; también el fin de la amistad con Julian Barnes, cuya esposa había sido hasta ese momento la agente literaria de Amis. Los críticos suelen opinar que dado el conjunto de la obra de los escritores del “team” de Gramma, tanto Barnes como McEwan eran escritores más sólidos y regulares en la calidad que Amis, algo que a éste le soliviantaba (observe el lector como se repite en la vida real el esquema de los dos escritores simbólicos enfrentados en “La información”).

Sin embargo nadie puede restar mérito y valía a obras como “La flecha del tiempo” (1991) en la que el tiempo corre al revés como posibilidad de anular los terribles errores de la historia reciente (un recurso argumental usado ya por algunos otros escritores) donde comienza a tratar literariamente un tema que le horrorizaba y atraía a partes iguales: las pesadillas nazi e  estalinista. “La viuda embarazada” (2010), “La flecha del tiempo” o “La zona de interés” muestran los horrores nazis y “Koba el conquistador” el estalinista. Justamente el día en que murió Amis, en Cannes proyectaban la película basada en “La zona de interés” donde Amis se atreve a llevar su ironía, sarcasmo y humor negro nada menos que al Holocausto. Ya cuando publicó “La flecha del tiempo” Amis consideraba que ese horror irrepetible de los nazis merece ser narrado y tratado de manera diferente, ya que “los nazis tenía mucho de ridículos” y si se invirtiera el sentido del tiempo (hipótesis de la novela)  también veríamos “cómo se invierten las imágenes y los valores”.

 

Su último libro, “Desde dentro” (2020) es una mezcla de géneros, desde la novela autobiográfica, al ensayo literario y, en el fondo, un homenaje a las personas fallecidas que habían sido importantes para él como creador, su padre el novelista Kingsley Amis (del que heredó su tendencia al humor crítico arrogante, al estilo de Swift o de Sterne), el poeta Philip Larkin, amigo de su padre,  Saul Bellow y su “más que hermano” el también escritor y periodista Christopher Hitchens. Salvando a este último, Amis mantuvo una relación profunda y contradictoria con los otros dos, por lo que su obra postrera –que le costó 20 años escribir-  podría ser una forma literaria del freudiano “matar al padre”. Por cierto, su padre, novelista y profesor universitario  (trabajó una temporada en España) fue un autor de enorme éxito en los 50 y su obra “Lucky Jim” lo convirtió en una celebridad nacional. Los enfrentamientos padre-hijo fueron tan sonados que la prensa amarilla –detestada ferozmente por Amis- se cebó con ellos. Sin olvidar a Vladimir Nabokov, el “padre literario muerto”, escondido en el armario hasta que publicó “Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones” en 1993. Martin estuvo bien servido de figuras “paternales” más o menos controvertidas (quizá no llegó a superar el estadio freudiano de joven rebelde y airado, impulsado por la frustración del rechazo o el juicio paterno).En todo caso se comportó como tal ante la prensa y la sociedad inglesa durante muchos años.

En “Desde Dentro” Amis narra su `primer encuentro y “descubrimiento freudiano” del premio Nobel Saul Bellow, en 1982, aprovechando el envite para nombrar “padre espiritual”  a Philip Larkin  y “destronar” a su progenitor real Kingsley, mientras rememora las noches de juergas londinenses con Christopher Hitchens, con el que compartía trabajo en el New Statesman. Es una fase más de la construcción-deconstrucción de su personaje real-literario favorito: él mismo. Así que la autobiografía  narrada  en “Desde dentro” se convierte en una ficción donde los personajes reales se confunde y mezclan con los literarios, como la casi protagonista del libro Phoene Phelps, que es presentada como la amante del joven Martin. Nuestro héroe se divierte mezclando personajes, datos y anécdotas. Pero todo se da por bueno ya que el lector también se divierte. Lo más relevante de Amis es su capacidad lúdica para jugar con lo real y lo imaginario. Cuando se le preguntó por su actitud ante “Desde dentro” dijo: “Una de las grandes recompensas de ser escritor y tener amigos es que cuando ya no están vivos, aún puedes acercarte a un simulacro de lo que era estar con ellos simplemente escribiendo sobre ellos y leyéndoles. Hago esto todo el rato con mi padre, que junto a Christopher, son las personas que echo de menos para conversar, ponernos al día, bromear, todas esas continuidades tan amenas que engrandecen una amistad. Simplemente, abres sus libros y están de vuelta.”

El lector de estas líneas haría bien en acercarse a su libro de memorias “Experiencia” (2000) que, en cualquier caso, es una obra extraordinaria, de una finura y vigor intelectual sobresalientes. Quizá la novela donde Amis se supera a sí mismo en sus virtudes y defectos –por exceso- sea “Lionel Asbo: el estado de Inglaterra” (2012) que le valió el anatema de la sociedad inglesa pero que es –al margen de su tendencia a la sátira cruel- un retrato inclemente de ciertos aspectos de esa misma sociedad. El retrato del delincuente casi psicótico que gana la lotería y se transforma en un héroe de la prensa sensacionalista, es de una crudeza histriónica indudable, pero al mismo tiempo sumerge al lector en una pesadilla moral donde apenas hay atisbos de ternura con algunos personajes. Todo está impregnado de acerba crítica y desprecio, pero al mismo tiempo, de un atractivo malsano cruzado por ráfagas de humor estrafalario.

Tal como dice Laura Fernández, una de sus entrevistadoras, “en las novelas de Amis los hombres son el sexo débil y lo son de una forma cruel, menos ingenua, más fría y autodestructiva. Las mujeres siempre saben lo que quieren y se disponen a conseguirlo”. Eso da una idea de la inteligencia tan afilada como un bisturí de Amis que, cuando presentó su libro “La información” en el Instituto Británico de Barcelona (creo que fue en el 1996), aseguró enfáticamente: “El gran enemigo del escritor es lo políticamente correcto. El escritor debe contar su verdad”. Y su verdad no tiene por qué ser demasiado razonable o moralmente correcta. El prefirió siempre la sátira, la provocación y la ironía. Por eso se define egocéntrico, ambicioso y con un “desdén absoluto” hacia sus rivales. “Es embarazoso reconocerlo, pero Gore Vidal decía que su corazón se alegraba cuando veía los libros de sus rivales en la sección de saldos de las librerías. No es suficiente con triunfar; los otros, además, tienen que fracasar”.

En el 2019, a punto de llegar a los 70 años, Amis que conservaba toda su enorme vitalidad, su mordacidad y su sarcasmo verbal, publica “El roce del  tiempo” (medio centenar de cortos ensayos sobre temas diversos, desde Maradona, a la princesa Diana, Nabokov o Travolta), hace sonoras y desvergonzadas declaraciones contra el presidente Trump, al que detesta, la amenaza del Brexit que le alarma y le hace establecerse en Estados Unidos. En una entrevista admite que es un escritor poco popular, aunque no controvertido. Y deja una frase que termina de dibujar el aspecto polemista de nuestro autor: “No buscas la polémica, pero si te la encuentras tienes que estar preparado y no debes intimidarte. Así que cargas hacia delante. Yo todavía sigo en esto”.

El escritor nos ha dejado un legado literario de bastante valor y solidez. Irregular y a veces por debajo de su calidad habitual. Pero eso queda compensado con la coherencia  entre su obra –novelas, ensayos y  libros inclasificables- y el estilo de vida que mantuvo desde su alborotada y airada juventud hasta su madurez inteligente, provocativa y siempre autopublicitaria. Amis fue un escritor insolentemente triunfador, un Barry, que secretamente quizá envidiaba la figura romántica y angustiada de un gran erudito literario, un Tull, autor de una obra maestra, que sólo se descubriría cuando él hubiera muerto, lejos de todos los focos de la fama y de una sociedad fagocitaria, vulgar e inclemente.

En mi mundo de referencias literarias, Martin Amis fue, desde el principio, “uno de los nuestros”. Me refiero a mi generación. Recuerdo que comentábamos su osadía y desparpajo en el bar de la Facultad de Filosofía y Letras, en el viejo edificio de la Plaza Universidad de Barcelona donde alborotaba el ágora literaria estudiantil de la época. Más tarde, con el paso del tiempo, algunos nos sentíamos más cerca de Barnes o de McEwan. Pero el “grupo Granta” nos atraía más que el “nouveau roman” francés o la disciplinada novela alemana o la vocinglera - y forrada de dólares- pandilla literaria de los USA. E incluso que la cuadrilla hispanoamericana, que ya rompía moldes, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa…

En suma pocos escritores en la historia de la literatura han utilizado un estilo tan brillante, tristemente cómico y agudo para narrarnos las historias sucias, desesperantes de vulgaridad y tan gratuitamente agresivas; ni han dudado en ofrecernos de una manera impecablemente irónica y sarcástica los defectos y lacras de la sociedad --consumista y abducida por las pantallas y el sensacionalismo-- en que vivimos. Como el mismo dijo: “El mundo entero es ‘fast food’, shows y delitos sexuales y revistas y tabloides chabacanos e insultantes”

Por tanto, amigo Martin Amis, descansa en paz. Siempre serás uno de los nuestros.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

FICHAS

Prácticamente todos los libros de Amis se pueden encontrar en la Editorial Anagrama, excepto “El infierno imbécil” (El Aleph editores) o “La invasión de los marcianitos” en Malpaso Ed. La selección que sugiero es: “La información”, “Dinero”, “Experiencia”, “Lionel Asbo”, “La zona de interés” y “El libro de Rachel”. Todos en Anagrama.

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2 junio 2023 5 02 /06 /junio /2023 16:36

LOGOI 304

PARADOJA PETER PAN

Ya les hablé en otra ocasión (comentaba el incremento juvenil de suicidios) de unos alarmantes informes de psicólogos y psiquiatras. A menudo nos preguntamos qué estamos haciendo mal –como sociedad y como cultura “avanzada”- con nuestros niños y jóvenes. Unos aseguran –citan pruebas estadísticas de peso- que sobreprotegemos a los niños y jóvenes y cada vez más los hacemos vulnerables a los correlatos patológicos de ansiedad, depresión, conductas adictivas, violencia y agresividad, sexo prematuro (las violaciones en edades infantiles aumentan también), unidas a carencia de normas de educación y respeto e ignorancia de la cortesía o del bien común.

Otros afirman que la paradoja es más compleja: los chicos y chicas desde muy temprana edad adolecen de falta de firmeza educativa, de excesiva permisividad, de ausencia de estructura familiar jerárquica, de ignorancia ética en los padres, incapaces de señalar límites lógicos a la “libertad” de los hijos y de formar equipo educativo con los maestros y profesores, apoyando la autoridad de éstos sobre las manipulaciones emocionales de los alumnos. La pérdida del esquema tradicional de la “autorictas” familiar ha sido cuestionada desde la “modernidad” tras los sesenta y setenta del pasado siglo. Aquella formula familiar tenía evidentes defectos pero no ha sido sustituida por ninguna otra, excepto un inadecuado “coleguismo” y la desorientación del infante que percibe que se le da “vía libre” para la aventura de vivir en un momento en que no están preparados para ello.

La paradoja de Peter Pan (el niño creado por J.M. Barrie que odiaba a los adultos y no quería crecer) queda equilibrada por la de “El señor de las moscas” (la historia de William Golding, que narra la aventura de un grupo de niños abandonados sin adultos por accidente en una isla desierta, que acaban convirtiendo la vida en común en la dictadura fascista del más fuerte y salvaje).

Tolerancia cero a la frustración, nula o débil gestión del estrés o de los deseos y apetencias, incapacidad de respuesta ante las dificultades (con opción directa al suicidio), falta de comunicación no sólo horizontal  -entre compañeros y amigos- sino vertical, con padres, abuelos o profesores, malos resultados escolares o académicos, solipsismos provocados por la adicción al móvil o la tablet, episodios de salud mental vulnerable, fácil recurso a la violencia como respuesta o como incitación.

La cuestión es: ¿es razonable optar entre convertir a nuestros hijos en unos “Peter Pan” que se aíslan en sus cuartos o en sus pantallas mientras gimen su soledad y la incomprensión en que viven? O, ¿en siervos de “El señor de las moscas” - el diablo que azuza la maldad humana- que se creen que pueden vivir a tope sin respeto a nada  ni a nadie, sin responsabilidades, hasta que sucumben? Hay que buscar una vía con sentido común. This is the question.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

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20 mayo 2023 6 20 /05 /mayo /2023 18:15

LOGOI 302

BUROCRACIA

Hay quien piensa que siempre estoy protestando. Pero no soy de los que gritan “Non piove, porco gobierno”. Es decir la protesta porque sí y siempre apuntando a  lo que tenemos y soportamos en lo alto. No me refiero a los dioses del Olimpo, sino a los de la Administración pública. Tenemos una larga tradición crítica de la burocracia, desde Quevedo a Larra, Baroja o Galdós y en estos días, sólo por citar a uno, mi admirado colega de la “tribu” de Manu Leguineche, Arturo Pérez-Reverte. Todos ellos, a su manera, han puesto en la picota, a una función pública y un funcionariado, lento, abusón, elefantíaco, inamovible, celoso de sus derechos, indiferente a los padecimientos del ciudadano y de unas exigencias formales, llevadas hasta la náusea por la pandemia, que convierten el tan español “vuelva usted mañana” en un recuerdo amable. Una vez dicho esto, vaya mi sombrerazo más respetuoso por los buenos y eficientes funcionarios, que también los hay, gracias a los dioses, aunque sean minoría.

Cita previa (se dice que hay un mercado negro de citas en ventanilla), firma electrónica, instancias demoníacas, formularios inapelables, todo estudiado por sádicos para agotar al pobre ciudadano. Y si éste es algo longevo, se vuelve víctima del Castillo de Kafka, sin posible redención. Es una burocracia blindada por los millones de funcionarios que la pueblan y se reproducen sin cesar, de todas las administraciones, desde las centrales a las periféricas (y sus familias, que viven gracias a ellos): es decir un poder dentro del Poder y ante el que el Poder calla, por si los votos.

En las familias se adoctrina a los jóvenes. Haces una “carrerita” y luego oposiciones para cualquier funcionariado. Empleo seguro, eterno y dotado de todos los privilegios. Cualquier pifia propia se pierde en el mar de los Sargazos de toda la administración…Y ni siquiera tienen que dar la cara, ya la darán los políticos, que para eso cobran un poco más y se llevan la fama.

Los que viven  y trabajan fuera de las administraciones, pero han de pasar por ellas, lo quieran o no, en algún momento de sus vidas, soportan todo esto con una resignación y una paciencia de esclavos. Y, ¡ay!, si se les ocurre protestar. Les mirarán con desprecio y de forma más o menos evidente dejarán su gestión para revisar “ad calendas graecas” (sin plazo a la vista). Y contra eso no hay recurso. El “esprit de corps” o conciencia de clase, es un pacto vigente en la función pública. Apañados vamos.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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9 mayo 2023 2 09 /05 /mayo /2023 19:03

LOGOI 302

LUZ, MÁS LUZ

                                           Dedicado a Anna, una luciérnaga cuya luz ha iluminado mi vida

Goethe murió, o así lo quieren sus hagiógrafos, pidiendo luz, más luz. “Licht! Mehr licht!”, dicen que susurró con lo que serían sus últimas palabras. ¿Era la metáfora última de más conocimiento o la luz de la razón iluminando el término de su existencia?  Quizá el hombre solo pretendía que le acercaran el candil para recibir a la Dama Oscura leyendo. Lo cierto es que la frase se ha convertido en el símbolo de una demanda intelectual frente a la turbia realidad y la franca oscuridad de muchos aspectos de nuestro tiempo. La luz del pensamiento crítico racional frente a la ignorancia agresiva  que nos rodea desde los medios a la Red, la política, la educación y la familia.

Necesitamos más luz, más luciérnagas. Me refiero al animalito luminoso como metáfora. Annah Arendt, María Zambrano, Passolini o el filósofo Didi-Huberman  la usaron para nombrar a esas personas fugaces, intermitentes, casi siempre anónimas, que aparecen en un ambiente dominado por la codicia, la insolidaridad, la ignorancia y a menudo la barbarie;  ellas llevan en sí una suave luz, como testimonio de actitudes y comportamientos a contracorriente respecto al caos ético habitual. Son seres íntegros, “resplandores del contrapoder”, lucecitas que iluminan las oscuridades del mundo.

En mi larga vida he conocido algunas “luciérnagas”. Ahora, cada vez menos (ni  animalitos, ni personas). Annah Arendt  decía que siempre aparecerá alguna de esas personas en los momentos duros. Son las portadoras de una luz que suaviza las tinieblas de la época. Personas que cumplen su deber sin aspavientos, con puntillosa corrección; que no esperan reconocimiento y piensan que los demás son como ellas, a pesar de las abrumadoras pruebas en contrario. Lo normal es lo opuesto: personas que siempre se quejan de lo mucho que trabajan o exigen que se les reconozca todo lo que hacen y cuya propia valía sobredimensionan, que creen su deber poner obstáculos y presumen de una fastuosa ineficacia que sólo ellos valoran. ¿Las reconocen? Son legión.

Por eso la presencia de “luciérnagas” en nuestra sociedad es la única razón para esperar que el género humano pueda superar las actuales dificultades que comprometen su futuro. Nunca tanto ha dependido de tan pocos. Las personas desinteresadas, serviciales, modestas, eficientes sin presunción, eficaces y útiles sin demanda de pago, educadas, corteses y con vocación de servicio anónimo, son tan escasas como abundantes las que practican lo contrario. ¿Pesimismo? No. Creo que siguen ahí, a pie de trabajos y  ayudas, sin hacerse notar. Incluso en ámbitos de cierto poder…cosa difícil, dada la servidumbre que tiene la política respecto a la fama y la vanidad. Confío  que en algún momento crítico aparecerán las luciérnagas para salvarnos de nuestros errores. ¿Es solo una ilusión?

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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4 mayo 2023 4 04 /05 /mayo /2023 10:45

Ensayo publicado en la revista "Compromiso y Cultura", mayo de 2023

“Si una noche un viajero leyera estas páginas: homenaje al centenario del escritor italiano”

En 1980 la editorial Bruguera editó “Si una noche de invierno un viajero” (1979); en 2023, la editorial Siruela ha reeditado los principales libros de Italo Calvino, incluido el citado, en una nueva colección, la Biblioteca Calvino, que recoge toda la obra de este autor italiano, cuyo centenario se cumple este año. Son libros rediseñados en base a una estética que parece haberse inspirado en el mundo fantástico e intemporal de Calvino, en el que los vizcondes demediados, los barones rampantes o los caballeros inexistentes crean en el lector una curiosa e insistente necesidad de participar y convivir con sus historias.

Calvino nació en Cuba en 1923, donde sus padres, italianos, trabajaban como agrónomos y botánicos. Dos años más tarde la familia vuelve a Italia y se instala en San Remo, donde dirigen una estación experimental de floricultura. En los convulsos 40  Italo realiza una licenciatura en Letras –presenta una tesina sobre Josep Conrad- y durante la ocupación alemana lucha como partisano de la Columna Garibaldi y se inscribe en el PC. Esta vida comprometida tiene un fruto literario “Los senderos de los nidos de araña” (1947) y le lleva a un estilo de vida relacionado con la literatura y los libros (gracias a Cesare Pavese –otro grande de la literatura italiana- , trabaja como editor en la famosa editorial Einaudi). En 1985 murió, con 62 años, de una embolia cerebral.

Así que relájate, lector. Estás leyendo un artículo sobre la nueva colección de los libros de Calvino. Adopta una postura más cómoda, alarga los pies sobre un cojín, regula la luz, en cuanto te hayas sumido en la lectura, ya no habrá forma de moverte. El Cronista te informa de que ha salido la nueva colección de los libros de Calvino y ya  programas una visita a tu librería preferida. Un día, compras tres volúmenes de la nueva colección, que hablan de “Nuestros antepasados”,  una serie de entrevistas realizadas a Calvino con el título de “He nacido en América” y  “Si una noche de invierno…”. Pero  te dispones a leer este artículo y antes de entrar en él, miras si es muy largo, echas un vistazo rápido a las ilustraciones y te preguntas si el Cronista te va a contar algo que no sepas o interesante sobre Calvino, o sobre su novela o alguna novedad que ignorabas en sus entrevistas realizadas desde 1951 a 1985, el año en que el autor italiano falleció. En 1980 el Cronista había leído en una edición de Bruguera  “Si una noche de invierno…” y se había sentido atraído por Calvino. Ahora, en 2023, en el centenario del autor, recupera esas lecturas. Y es que este girar en torno a los libros de Calvino forma parte del placer de los tres libros nuevos que tú, Lector, ya tienes sobre la mesa. Aún en la bolsa de papel de la librería, los libros de Calvino te esperan con sus hermosas portadas, prometiendo unos placeres que han de consumarse con la lectura. Tú, Lector, aún no te has dado cuenta de que el Cronista, que es un admirador de Calvino, está siguiendo contigo el mismo juego que el novelista italiano establece con el Lector y la Lectora de su novela “Si una  noche del invierno…”.  En esa novela, tras el primer capítulo, el Autor provoca consecutivas  inmersiones  en nueve nuevas novelas totalmente distintas a la que el Lector había empezado a leer. Y es que, se produce un problema muy enojoso: tras  leer unas pocas páginas, el Lector descubre que el libro está defectuoso. Va a la librería  para cambiarlo y allí se encuentra con  Ludmilla, la Lectora. Pero el incordio vuelve a aparecer. Una u otra vez, cada vez que comienzan la lectura del nuevo libro engastado en el anterior, se volverá a frustrar la lectura en el momento más apasionante, para iniciar una nueva novela igual o más atrayente. Y así  en nueve ocasiones. El Lector no llegará a completar la lectura de ninguna de ellas. Y este proceso acabará  junto a la Lectora, que le ha acompañado desde la segunda inmersión en esa aventura literaria  --con ecos de “Las mil y una noches” --y con la que más tarde se unirá en matrimonio y descubrirán ambos, en la última página, que hay otra novela que tiene como título la suma de los títulos de las nueve anteriores.

Y ahora añadimos a todo esto una pequeña variación: el Cronista no hará ir al Lector de un inicio de novela a otro -como ocurre en “Si en una noche de invierno…”-  sino de un libro de Calvino a otro. Y para seguir con el paralelismo sólo te dará algún detalle esencial de cada uno de los libros para llamar tu atención y provocarte para que vayas a una librería y te hagas con ellos para leerlos cuanto antes. Así ganamos todos: Italo Calvino, por ser más conocido; el Cronista para que las personas que le lean descubran y gocen de un escritor genial y el Lector, para vivir un tiempo con la obra de un novelista que estimulará su fantasía, su imaginación y su inteligencia. Y, puede que el Lector de estas páginas de “Compromiso y Cultura”, conozca a través de comentarios intercambiados sobre este artículo a una Lectora de dicha revista y se embarquen ambos en leer las novelas de Calvino que vamos a recomendar. Y, tal vez, acabe casándose con ella. Cosas más asombrosas ocurren en las obras de uno de los mejores narradores italianos del siglo XX.

Quizá  la más original obra de nuestro autor sea la trilogía “Nuestros antepasados”, formada por las novelas “El vizconde demediado” (1952), “El barón rampante”  (1957) y “El caballero inexistente”  (1959) –publicadas cada una de ellas en la década de los cincuenta y reunidas por Calvino en dicha  trilogía en 1960-. Las narraciones transitan por los tiempos de Carlomagno en  la Edad Media;  la guerra de Bohemia contra los turcos, en el siglo XV  o el final del siglo XVIII, en la época  de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas. Calvino diseña en la trilogía una genealogía fantástica del individuo contemporáneo a través de tres personajes dotados de características singulares. Estos tres personajes encarnan aspectos de la naturaleza social y política popular italiana que quedaron afectados por el desencanto de la posguerra  que vivió el país. De ahí el juego de preguntas y respuestas que el autor propone a sus lectores, reflejadas en imágenes que sugieren significados sorprendentes. Una dialéctica imagen-palabra que constituye una de las características más llamativas del peculiar estilo poético narrativo de Calvino. Él, dice, escribe y publica la trilogía para “salvar la esperanza”  en el humanismo de la época, a través de tres personajes alegóricos y unas anécdotas surrealistas: una figura partida por la mitad, una armadura deshabitada y un hombre que vive su vida subido a un árbol.

Recordemos: el vizconde  Medardo de Torralba recibe un cañonazo y queda partido en dos. Ambas mitades sobreviven por separado. Y no solo el cuerpo, también su espíritu. De ahí que una de las mitades es malvada y la otra tan buena que parece tonta. Se trata de la dicotomía del mal y del bien en una sola persona, como el doctor  Jekyll  y el malvado señor Hyde de Stevenson. En la fábula, el Lector verá reflejarse nítidamente la naturaleza humana. En “El caballero inexistente”, Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, Caballero de Selimpia Citerior y de Fez, tiene una digna prosapia familiar histórica, pero un pequeño inconveniente: en el interior de su armadura, tras la celada empenachada  no hay ningún rostro y bajo el formidable aspecto de fuerza y poder de su armadura no existe ningún cuerpo. Agilulfo no tiene “ser” pero si una voluntad profunda y una fe intensa en “querer ser”. Calvino derrocha imaginación, humor e ironía en esta parábola que, una vez más, induce al Lector a encontrar paralelismos. Y, para terminar, la historia increíble de Cósimo Piovasco di Rondó, el Barón Rampante, que el día de 15 de junio de 1767, con doce años de edad, sube a un árbol y decide no volver a poner el pie en el suelo. Dotado de una gran inteligencia y de medios suficientes para mantener su decisión, Cosimo se convierte en Enciclopedista, como cabía esperar de un personaje ilustrado en la Europa del Siglo de las Luces. En su atalaya natural, el Barón es testigo del paso de la historia de su tiempo, conoce el amor, la violencia y la muerte y se convierte en una figura dinámica en la guerra y la revolución…sin bajar de su árbol. Todo ello a través de una imaginación poética extraordinaria y un dominio del absurdo filosófico, la alegoría, el simbolismo y la fantasía. Calvino nos ofrece, tras el espejo deformado de su fuerza narrativa, una visión crítica del hombre contemporáneo, de su soledad, sus temores, sus mentiras y la busca de la libertad que justifique su existencia.

Esta misión de intelectual comprometido  con su tiempo es aún más evidente en otra trilogía temática: la que forman las obras “La especulación inmobiliaria” (1957) “La nube de smog (1958) y “La jornada del interventor electoral” (1963). Calvino novela los paisajes disruptivos de una Italia inmersa en un progreso económico que arrasa con su identidad cultural. El asedio inmobiliario de los paisajes y las costas italianas a finales de los 50 y 60, provoca que el talante crítico de Calvino nos muestre los problemas sociales y psicológicos que provoca un crecimiento económico especulativo y fuera de control.  En “La nube de smog”, una novela extrañamente actual, plena de ironía y humor, se nos cuenta los entresijos del problema de la contaminación industrial, la población sometida y los medios de comunicación financiados por el consorcio de industriales. En la época en que Calvino publica estas tres novelas, finales de los 50, el escritor ha perdido su confianza en el comunismo y abandona el partido públicamente, hastiado y confuso, tras la invasión de Hungría por la URSS.Y refleja su estado en “La jornada de un interventor electoral” que se desarrolla en el Cottolengo de Turin y refleja la manipulación electoral que se hace de la pobre y enferma humanidad de la zona. Esas tres obras muestran el compromiso intelectual crítico de Calvino contra la alienación y corrupción de su tiempo.

Dentro del formidable catálogo de la obra de Calvino en Siruela –casi cuarenta novelas y ensayos-  hay algunos dedicados a los libros y los autores en sí mismos, no sólo a la lectura –como el volumen de correspondencia “Los libros de los otros”, “Los cuentos populares italianos”, “Cuentos fantásticos del XIX”  “Mundo escrito y mundo no escrito” o “Por qué leer a los clásicos”.  En este último aseguraba: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Y precisamente eso es lo que ocurre, por ejemplo, con su obra  “Las ciudades invisibles” (1972).  Tengo sobre mi mesa la edición que Minotauro (Edhasa) hizo en el 1983 de esa curiosa y onírica novela, en la que un triste y melancólico Gran Kan o Kublai Kan, recibe a un Marco Polo cansado y crepuscular para que éste le cuente sus viajes a ignotas y extraordinarias ciudades perdidas en la vastedad de los dominios del gran conquistador. En brevísimas descripciones, Marco Polo va desgranando un firmamento de legendarias ciudades inexistentes, todas con nombres de mujer, como estrellas en el cielo impasible del Fin de los Tiempos. En todas ellas pervive algún elemento lleno de belleza y misterio y otros como pesadillas del Bosco, hasta ir conformando la megalópolis informe y monstruosa que como una ameba gelatinosa va cubriendo el planeta. “Creo haber escrito –dijo—algo como un último poema de amor a las ciudades… lugares de trueque de palabras, deseos y recuerdos”. Lugares donde se intercambian los rescoldos de la memoria, del pasado y los reflejos del presente huidizo. Un libro de nostalgia donde flota eterno e inexistente el espíritu de un escritor universal.

Como afirma Calvino en “Seis propuestas para el próximo milenio”: “En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas o lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de la vida”.  Esa es una lúgubre impresión que más o menos vamos compartiendo todos los que nos dedicamos al análisis y comentario del curso actual de las cosas del mundo y del talante de los ciudadanos sometidos a todo tipo de crisis sistémicas. Pues bien, quizá la obra de Calvino, y la de unos pocos clásicos más, sean un remedio homeopático y casi salutífero para equilibrar un poco a los ciudadanos del siglo XXI. La inyección de optimismo, imaginación y humor irónico pero contagioso que proporciona la lectura es, en sí misma, un suplemento vitamínico espiritual para tiempos de agobio como los que nos infligen y los que nos esperan en un horizonte cercano.

 

Con esto, amigo Lector y amiga Lectora, este artículo en “Compromiso y Cultura” dedicado a Italo Calvino llega al final. El círculo se cierra con unas palabras del escritor italiano, surgidas del libro de entrevistas “He nacido en América”. Nos dice Calvino: “Requiero de un gran esfuerzo de voluntad para empezar a escribir algo, porque sé que me aguarda la fatiga, la insatisfacción de intentarlo una y otra vez, de corregir, de reescribir…pero lo más importante es dar una impresión de espontaneidad”.  Y esa confesión engrandece la figura de Calvino, ya que la impresión que prevalece  durante su lectura es que uno asiste a un derroche de espontaneidad creativa.  Y se cierra el broche que el Cronista había abierto con “Si una noche de invierno, un viajero”. Porque al igual que Calvino es un Autor dotado de las alas de la fantasía y la imaginación y de un espíritu simbólico y alegórico borgiano, el Lector y la Lectora se han trasmutado de seres de ficción en una novela de un autor italiano de mediados del siglo XX, en unos personajes reales parejos del siglo XXI , lectores de una revista llamada “Compromiso y Cultura”, que casi seguro no conocen la obra de Calvino y a los que el Cronista ha desafiado a que lo hagan, con la confianza en que el Autor nos llevará a todos por buen camino. Es decir: nos contagiará el maravilloso virus de la lectura.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

FICHAS

Casi cuarenta obras de Italo Calvino, editadas en la nueva colección que lleva su nombre por ED. SIRUELA. He trabajado con dos de esos libros  “Nuestros antepasados”, “He nacido en América” y con ediciones antiguas de mi biblioteca particular con el sello de Ed. Bruguera y Ed. Edhasa. “Si una noche de invierno, un viajero”, “Las ciudades invisibles”, “La nube de smog”, “La especulación inmobiliaria” y “La jornada de un interventor electoral”.

 

 

 

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2 mayo 2023 2 02 /05 /mayo /2023 10:55

LOGOI 300

Los 300

Publicado en La Comarca, 020523

Trescientas semanas con ustedes, cada martes, en esta esquina de la página de “La Comarca”. Trescientos ‘logois’, algunas veces amables y optimistas; otras veces, sombríos y doloridos…peticiones para que pensemos juntos, para que agudicemos nuestro espíritu crítico en estos tiempos inciertos, llenos de dificultades y amenazas. Que si el cambio climático; que si la violencia en las calles, en las Redes, en el ámbito político; que si la necesidad de leer, de sonreír, de amar, de respetar; que ojo con los jóvenes y con los niños, con el sexo fácil y distorsionado, con la fatal tentación del suicidio, con las drogas químicas y con las drogas informáticas y digitales. Que las nuevas tecnologías son instrumentos útiles, pero no hay que permitirles que controlen nuestra existencia cotidiana. Que hay que hacer deporte, mover el cuerpo seducido por las pantallas y salir a relacionarte cara a cara con los demás.

En el primer ‘logoi’ que publiqué, hace 300 semanas, les decía: “El vocablo griego ‘logoi’, designa la palabra ‘que cura’, los argumentos racionales que nos obligan a pensar. El propósito es sugerirles ciertas formas de reflexión crítica. Quizá que se planteen un estilo de vida, una manera de percibir el mundo que nos acerque al bienestar que la filosofía ha buscado siempre. La ‘vida buena’, que uno examina cada día según aconsejaba Sócrates. Ofrecerles elementos de reflexión serena, de indignación o de curiosidad en torno a lo que nos hace compartir este siglo  XXI tan vertiginoso”.

Un lector, historiador y además amigo, me dice con cierta guasa  que estos 300 escritos son como los 300 espartanos que, con Leónidas a la cabeza, lucharon en el Paso de Termópilas contra la invasión de los persas al mando de Jerjes, el sátrapa asiático que como un Putin cualquiera quería someter al mundo libre. En esta comparación jocosa de mi amigo,  los 300 logoi publicados intentaban defender al mundo de la razón, la lógica, el sentido común, el humanismo en suma, de la dictadura de los extremos y abusos de nuestros tiempos. Desde los tecnológicos hasta la ignorancia y la brutalidad que se infiltran en todos los ámbitos sociales. Claro que Leónidas y sus 300 perecieron, debido a la traición del deforme pastor Efialtes y durante unos años toda Grecia gimió bajo la esclavitud. Hasta que se liberó. La historia nos enseña a mantener la esperanza. Como decía Gramsci, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”.

Alberto Díaz Rueda

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28 abril 2023 5 28 /04 /abril /2023 18:10

OBSERVORIO POLITICO INTERNACIONAL (publicado en La Comarca el 280423)

Un proverbio político-histórico bien conocido viene a decir que si la necesidad estimula el ingenio, la guerra es la comadrona de la innovación tecnológica, del cambio de costumbres sociales y de la sustitución de los principios y los valores morales. Una prisa angustiosa y poco reflexiva impulsa esos cambios. Siempre hay quien cree que lo nuevo es mejor, sólo por ser distinto.

La guerra de Putin no rescatará a Rusia de su declive, ni cambiará el desconcierto político internacional en Europa, Asia. África y Estados Unidos. Las innovaciones en todos los aspectos marcarán la lucha por la hegemonía mundial (es decir, por el enorme negocio de sacar cada vez mayores beneficios al menor gasto posible). Uno de los muchos factores-incógnita en esta demencial ecuación global más económica que política, es la respuesta planetaria a la demencial carrera ciega hacia el desastre ecológico. La miopía de las naciones que cuentan y su renuencia a abandonar unos estilos de vida basados en el consumo sin freno, el desperdicio y el arrase de elementos naturales (calificados de “estratégicos”) llevan a la Naturaleza a un peligro de extinción.

Ucrania está sobreviviendo y afronta al poderoso oso ruso con cierta capacidad de neutralizarlo gracias a un aspecto del que se habla poco: la superioridad tecnológica de los ucranianos (y, sin duda, la ayuda militar occidental y las represalias económicas que van debilitando las arcas rusas, poco a poco) y, por supuesto, la inesperada debilidad del poderoso ejército ruso que se revela anticuado y con una jerarquía militar anquilosada y burocratizada. La sangría en vidas humanas está siendo una de las más horribles pesadillas de estos tiempos que provocará en un próximo futuro un brutal ajuste de cuentas. La consecuencia de esa “guerra” de innovaciones que acompaña la situación bélica, es que la situación de crisis sistémica que ha agudizado la guerra y sus secuelas financieras, bancarias, comerciales están propiciando un cambio profundo de paradigma, igualmente sistémico, en espejo con las crisis: el tecnológico, dotado de una potencia auto perpetuadora jamás vista. La IA no sólo abre puertas al nuevo conocimiento en todas las áreas, sino que multiplica la capacidad de los científicos e ingenieros para avanzar en innovación tecnológica y ello está cambiando y remodelando el mundo.

En relación con la sensación amarga y premonitoria que provoca la situación, reflexionaba sobre el desafío global que supone la alianza entre un estado de guerra en Europa y el asalto progresivo de las nuevas tecnologías. Ello provoca la impresión cada vez más acentuada de que la Humanidad se enfrenta por primera vez en la historia a un paradigma muy especial, diferente al de los anteriores cambios históricos, culturales, económicos y científicos (desde Copérnico, Newton, Freud, Einstein, la Revolución Francesa, la revolución industrial o la era digital). Eliot estaba fascinado por la violenta muerte de una época y de un sistema de valores y horrorizado por el ignoto futuro que vendría y cuyo motor había sido una guerra mundial devastadora. Las circunstancias del momento actual, tras una pandemia de la que no hemos aprendido nada, diseñan un escenario mundial amenazado y cuyos recursos y defensas han quedado obsoletos, así como su arrogancia. Pero es donde la fuerza innovadora de las nuevas tecnologías emiten cantos de sirena: resolveremos todos vuestros problemas si os ponéis en nuestras manos. Es la misma promesa envenenada y populista de los dictadores totalitarios de nuevo cuño, que nada tienen que envidiar a las de los líderes nazis o soviéticos en los 40 del pasado siglo.

El lingüista y filósofo Noam Chomsky reivindicaba en una entrevista reciente el “optimismo de la voluntad” ante lo que calificaba de “cuatro jinetes del apocalipsis actual: las pandemias, inevitables –no invencibles-  en un futuro próximo; la crisis climática, que nos supera por falta de voluntad económica; el exterminio nuclear, cuyo “border line” ha cruzado Putin; y la destrucción de las democracias por el populismo infiltrado en los Parlamentos, con el lamentable ejemplo norteamericano, el duelo Biden-Trump y la deriva protofascista, de gran parte de su sociedad. Y el escenario se complica si tenemos en cuenta el “poder chino”, emboscado pero activo, que se está desplegando poco a poco pero con firmeza por África, Asia y el Pacífico. Con un Trump en la Casa Blanca, las provocaciones a China, vía Taiwan, podrían desencadenar una guerra que se extendería como una mancha de petróleo.

¿Qué haría Europa ante esa posibilidad nada descartable? Lo más sensato sería no tomar una postura de apoyo a Estados Unidos y aplicar un “perfil cero” en esa situación, como sugiere el presidente francés, Macron. No en vano la “troika” europea, Alemania, Francia e Italia, son los principales socios comerciales de China en la UE. Con lo cual el escenario del cambio de paradigma en Europa y en el mundo se complica un poco más, ya que China no es precisamente una democracia ni va camino de serlo (aunque actualmente Estados Unidos comienza a desviarse hacia una democracia que, con un no descartable Trump, sería irreal o simplemente formal).

Una célebre novelista de ese país, Ursula K. Le Guin, escribía: “Vivimos en el capitalismo: su poder parece ineludible” y añadía: “También lo era el derecho divino de los reyes”. El mismo Chomsky, que empezaba un análisis con la frase “Me parece poco probable que la civilización pueda sobrevivir al capitalismo y la democracia debilitada que le acompaña. ¿Podría una democracia operativa cambiar la situación? Hay razones para pensar que sí:” Y cita: “hay que aumentar la conciencia y la reflexión y remodelar nuestras instituciones básicas. Y, por encima de todo, superar la crisis inmediata y urgente a la que nos enfrentamos, a través de unas acciones corporativas y organizaciones sociales que privilegien la educación y la información honesta, con medios de comunicación independientes sostenidos por instituciones populares”. Como decía Gramsci, el activista obrero italiano de izquierdas, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Hay que aprovechar todas las oportunidades disponibles para superar los síntomas malsanos del viejo mundo que se derrumba y avanzar hacia un mundo más justo y decente. No nos queda otra opción. Busquemos la forma de apoyar a esas grandes masas de seres humanos que viven en la más atroz supervivencia básica. Grupos de ayuda, de educación, de promoción, promover una revolución de los oprimidos por la vía del conocimiento y la información.

La realidad actual es testaruda. El mundo va a ser multipolar. Y en la anciana Europa –cada vez más con menos peso en el poder global—ni siquiera sostenemos el principio del humanismo con el que nacimos. Las políticas antiinmigración del continente, con el ejemplo sangrante de Italia y su gobernanta de extrema derecha, la señora Meloni, comienza a ser una evidencia de inhumanidad. Pero es que con una población europea crecientemente envejecida deberíamos volver al criterio tradicional de acogida. Es una cuestión de sentido común, haciendo salvedad de su talante ético. En cambio permitimos que el instinto xenófobo depredador de los populismos extremos, dé auge a una política de suicidio colectivo. O peor, ya que en Italia se ha abolido la llamada protección especial, que había permitido la acogida, la integración y,  el acceso a un empleo a millares de inmigrantes sin asilo político y en condiciones de grave vulnerabilidad. Anular esa protección convierte a esas personas en clandestinas e ilegales, lo que enriquecerá a las mafias, con todas sus secuelas de delitos, injusticias y opresiones.

Europa ha dejado de ser un lugar ansiado.  Hay odio contra nuestra sociedad y nuestras instituciones. Se criminaliza la solidaridad y las ayudas humanitarias, se multa y amenaza a los barcos de salvamento marítimo y las ONG. La sociedad comienza a “normalizar”  la inhumanidad, la falta de ética y la indiferencia ante los sufrimientos y las muertes en el mar y en las fronteras valladas. Se está produciendo un efecto contagio que las legitima, secunda y alimenta. Siembran el miedo y el odio hacia los diferentes. Y socavan los principios de humanidad que constituyen la base esencial de la democracia. ¿No ven la semejanza con el mecanismo diabólico que los nazis sembraron en la sociedad alemana de los años 30, que provocaría una cierta complicidad e ignorancia culpable hacia los campos de exterminio?

El cambio de paradigma lleva plomo en las alas. Porque los fallos éticos apuntados crean cierta desidia en el pensamiento crítico de las sociedades europeas y el mundo desarrollado. Hay una evidente  contradicción entre los principios constitucionales de libertad e igualdad de nuestras democracias y las políticas de exclusión de principios éticos en el comportamiento y actitudes, sociales o particulares, que son la clamorosa negación de tales principios. Eso nos puede llevar, cuando aparezcan las carestías y los problemas causados por las crisis sistémicas, a una relativización de los derechos humanos fundamentales, que son universales e indivisibles, o no son. ¿Vivirá nuestra generación la vergüenza de asistir al fin de los valores de Occidente, esa conquista de la Humanidad, en perjuicio de gran parte del género humano?

 

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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