CLAVES Y MISTERIOS DEL CLIMA Y DE LOS OCÉANOS DE NUESTRO AGREDIDO PLANETA
“La roca que se desintegra, la lluvia que nutre, el sol que estimula, la semilla, la raíz, el ave: todo son uno”.- Nan Sepherd
Leer en estos días los dos libros que en esta ocasión les recomiendo es un ejercicio de humildad y casi de reparación ética –si tal cosa fuera posible- para con el planeta que nos cobija y al que estamos, lastimosa pero porfiadamente, destruyendo. Tanto el del aventurero, explorador y naturalista Tristan Gooley (una especie de avatar de Indiana Jones) sobre “El mundo secreto del clima”, como el del biólogo marino Alex Rogers, oxfordiano asesor de las Naciones Unidas y de Greenpeace, “Misterios de las profundidades” (“Las maravillas ocultas de nuestros océanos y cómo protegerlas”), son libros cuya lectura y sola existencia constituyen un valioso testimonio para nuestra historia como especie, en las sombrías horas que están por venir, cuando es más que probable que la huella homicida del carbono y los combustibles fósiles acaben con el clima y los océanos tal como hasta ahora los conocíamos.
Ambos volúmenes editados por Ático de los Libros de una forma sencillamente formidable, profusamente sembrados de fotografías, dibujos e ilustraciones de todo tipo, dejan al lector –al menos a mí me ha ocurrido, mientras leía y, al margen del libro, veía las imágenes televisivas de los inmensos incendios que asolaban nuestra tierra en ese mismo momento- con una sensación de amarga desolación, de estar asistiendo al principio del fin de una era en la que podían escribirse y publicarse libros como estos porque mostraban algo que aún existía tal como lo conocíamos históricamente….y ante lo que pensábamos que siempre tendríamos la posibilidad de conocerlos en vivo y en persona. Y también nuestros hijos y nietos. Pensar en que ese mundo está desapareciendo provoca tristeza y rabia, culpa como especie y rencor contra los intereses y personas que lo han propiciado.
El gráfico e impactante título del reportaje lo tomo prestado de una vieja, olvidada y deliciosa novela de Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes y del profesor Challenger (el de “El mundo perdido”). En ella se nos describe como un experimento científico logra llegar al “corazón vivo” de nuestro planeta y éste reacciona como un ser ofendido y ultrajado. Y lanzó un alarido de dolor. Metafóricamente la Tierra está lanzando últimamente muchos alaridos: los incendios, la sequía, las pandemias, las tormentas e inundaciones… Como los antiguos griegos con “Gea”, el novelista inglés flirteaba con la idea de que la Tierra era un ser vivo al que se debía respeto y cuidado.
Esa ha sido siempre mi actitud ante la Naturaleza. Llevo medio siglo de dinámico trato con las montañas, los senderos y la vida al aire libre, así que el libro de Gooley ha sido un bello regalo para mí y lo será para cualquier persona curiosa por las cuestiones naturales: aunque quizá estemos viviendo el “Canto del cisne” de la Naturaleza del último siglo: nuestro autor dice al principio de su libro: “el clima se ha desvinculado de su hogar: la tierra”.
Gooley nos enseña a “mirar de cerca el paisaje”, a observar los pequeños detalles, zonas de sombra, vientos y brisas, la orientación de árboles, arbustos, colinas y montes; sin olvidar a los animales presentes en un momento dado, las plantas y las flores, los insectos, riachuelos y manantiales, fenómenos como granizo, lluvia y nieve, hongos y líquenes, la niebla y el maravilloso mundo de las nubes, sus formas, sus claves y la información que llevan consigo.”Cada fenómeno meteorológico puede descomponerse en estos tres ingredientes: calor, aire y agua” Y las nubes nos indican las variaciones del clima si sabes leer sus formas. “Si crecen en vertical, mucho más altas que anchas y no parecen alcanzar un tope, la atmósfera es inestable”. Para facilitarnos las cosas, Gooley nos habla de los “siete patrones de oro” para conocer los cambios del tiempo a través de las nubes. Y reconocer las tres familias fundamentales: cirros, estratos y cúmulos. Y, naturalmente sus “primas”, cirroestratos, altoestratos, nimboestratos, cumulonimbos.
De vez en cuando Gooley se permite un momento de relajo y nos regala una experiencia propia, como el paseo por el Sahara con un musulmán en pleno Ramadán y la delicia de los “hoodoos” (chimeneas de hadas) y el terror (justificado, aunque muy irónico) del autor hacia los osos, que proporciona alguna que otra sana carcajada. Como dice nuestro autor: “el tiempo, sea amable o malicioso, moldea nuestra esencia y lo ha hecho desde el principio de nuestra historia”.
Y también nos ha moldeado el agua, el misterio de los mares y océanos. Esa es la materia de los sueños del biólogo Alex Rogers. Y en este libro sale a flote de entrada la necesidad urgente de proteger los océanos del planeta, ante el uso depredador que se hace de ellos, desde la pesca abusiva, a las prospecciones petrolíferas o de gas, o el vertido indiscriminado de tóxicos químicos o de plásticos –auténticas islas flotantes con la extensión de países- y microplásticos que envenenan a los peces y, siguiendo la cadena trófica, a los humanos.
Como se dice en el libro, la parte más profunda del océano es aún menos conocida que la Luna. En realidad no solo vivimos de espaldas a los océanos o usándolos de forma utilitarista sino que sigue siendo un lugar todavía no muy explorado por los científicos y alejado del interés y la atención de la mayoría de los seres humanos.
Hemos actuado de tal manera que en lugar de aprovechar la capacidad oceánica de ayudar en la lucha contra ese cambio, absorbiendo los excesos carbónicos incompatibles con la vida, estamos provocando el agotamiento de esa capacidad, lo cual acelerará el proceso. Rogers nos informa de la sorpresa alarmante de haber encontrado microplásticos en lugares de las profundidades marinas que han sido descubiertos recientemente por la nueva tecnología exploratoria. Lugares a los que jamás había llegado la criatura humana. Como escribe Rogers, “Dado que el conocimiento humano disminuye con la distancia a la costa, existe la tentación de creer que estas aguas profundas y oscuras no tienen vida y que podemos hacer lo que queramos con pocas perspectivas de daño. En los últimos 30 años he oído a los gobiernos y a las empresas vender esa tontería una y otra vez. Nada más lejos de la realidad, y cuanto más descubrimos sobre el océano, más comprendemos la importancia de la vida que contiene para el mantenimiento de nuestro ecosistema planetario, del que dependemos para sobrevivir”.
Desde las pozas irlandesas donde un niño, que luego sería un famoso biólogo marino, observaba la maravilla diversa de las criaturas marinas que vivían en una humilde charca rocosa junto al mar, hasta la defensa activa de la supervivencia de los corales (con éxitos tan sonados como detener las prospecciones petrolíferas de la Shell en aguas escocesas donde había colonias coralinas), la carrera profesional de Rogers se concentró en una defensa en distintos foros de la integridad de los océanos y la defensa de su variadísima fauna propia.
Todo ese formidable currículum queda reflejado en los interesantísimos capítulos del libro. En el dedicado a la pesca de altura, donde condena inexorablemente los excesos salvajes de la industria pesquera mundial (sobre todo por el sistema de arrastre), pregunta irónicamente “¿Talarías un bosque para atrapar a los ciervos?”. En cuanto a su numantina defensa de los arrecifes, le dedica el capítulo 5 y lo titula “¿Cómo evitar la destrucción del ecosistema más emblemático del mundo?” Lo cierto es que el lector ni siquiera sospechaba la extraordinaria riqueza que atesoran los arrecifes, así como su labor en el vulnerable equilibrio homeostático del ecosistema marino.
Quizá lo más alarmante es algo que ya nos es dolorosamente familiar: la premura, la urgencia y la escasez del tiempo que nos queda para tomar medidas antes de que el mal sea irreversible. Rogers nos cuenta cómo se va reduciendo el nivel de oxígeno en los océanos y una acidificación del mar que ya es 10 veces mayor que la peor registrada históricamente hasta el momento.
Pero el mundo sigue con la codiciosa ceguera neocapitalista al mando de la nave, mientras las temperaturas han subido 2,2 º C, sigue disminuyendo las capas de hielo en los Polos, aumenta el nivel del mar (9 centímetros desde 1993), se pierden millones de litros de agua potable por el deshielo, la sequía aumenta y se extiende, al igual que los incendios incontrolables y devastadores…¿Hasta cuando no nos percataremos que ya no se trata de encontrar remedios circunstanciales a estos problemas sino de cambiar radicalmente el estilo de vida que los ha causado?
ALBERTO DÍAZ RUEDA
FICHAS
EL MUNDO SECRETO DEL CLIMA.-Tristan Gooley.- Trad, Luz Achával Barral.- Ático de los Libros.- 399 págs.
MISTERIOS DE LAS PROFUNDIDADES.- Alex Rogers.- Trad. Joan Eloi Roca.-Ático de los Libros.- 335 págs.
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