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25 julio 2012 3 25 /07 /julio /2012 07:49

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He aqui una excursión bellísima por la tres zonas lacustres que limitan las pistas del Grau Roig andorrano, acercándonos al Pas de la Casa y la frontera francesa. Hay que armarse de paciencia y de vigor ya que tiene exigencias de larga duración y de fuertes desniveles (casi 2000 m de desnivel acumulado en una caminata que puede acercarse a las 8 o 9 horas, según  la alternativa que se escoja, siendo de 5 a 6 horas, la más corta).

Llegamos al punto de salida después de atravesar el pequeño país, viniendo de España. Por la carretera CG2 vamos hacia el puerto de Envalira y nos desviamos a mano derecha hacia la estación del Grau Roig. Una vez en el parquing, si llevamos un turismo debemos dejar el coche y, en verano, coger el minibus que sube hasta el Estany Primer (a 2300m), donde está el restaurante. Si se lleva un 4x4 se puede acceder por la irregular y difícil pista hasta arriba, junto al lago, y también se puede subir andando cruzando la pista por algunos lugares (casi una hora de subida).

El primer arrobo estético nos dará cuando veamos las grises cumbres reflejadas en el lago, rodeadas de matorrales, flores y árboles. El camino sale de la misma orilla, bordeando el lago hacia el este siguiendo las señales amarillas  y rojas del GRP (sendero de gran recorrido del país). Caminamos paralelos al rio dels Pessons, un riachuelo cantarino que va bajando la montaña de forma rauda. Aqui hay dos opciones: seguir el GRP que sube por la collada de Montmalús y hacer el circular hasta reencontrar el collado dels Pessons y bajar por la ristra de lagos del Circ dels Pessons (de esa manera dejamos la larga bajada para el final, viendo el maravilloso rosario de lagos desde arriba) o seguir el GR-7 que hace el recorrido contrario hacia el Pic dels Pessons.

Nosotros seguiremos la primera opción con la dura subida a la collada de Montmalús (2707m) y luego al Pic de ese nombre (2782m). El paisaje desde la collada y el Pic es soberbio. Tenemos a la derecha el Circ dels Colells con su aspecto volcánico y desolado, al fondo a la izquierda el Grau Roig y las pistas de esquí vacías y sin nieve, los lagos del Circ dels Pessons y hacie el lado opuesto los agudos picos del centro y el sur de Andorra, con algunas cumbres catalanas como telón espinoso de fondo. A nuestros pies la profunda hondonada del Estany de Monmalús (hay un refugio libre que estos días está en obras de remodelación, los obreros son transportados cada dia en helicóptero junto al material: el pequeño edificio no se ve hasta que uno llega al alargado valle lacustre). Se trata de un paraje idílico en el que hay una serpiente, como en todos los paraisos, en forma de nubes de mosquitos. Salimos por piernas del lugar y nos enfilamos hacie el Pas Alt del Ribuls a 2646m, una especie de mirador panorámico sobre la comarca del Montmalús. Camino bien marcado, pedreras enormes en los que se pierde el sendero, bosques atravesados por riachuelos, caballos pastando en las herbosas laderas y una nueva subida muy fuerte hacia la picuda cornisa que nos rodea con sus farallones grises y sus cortadas vertiginosas. También aquí hay una alternativa que recomendamos: bajar por la vertiente opuesta hacia el Estany de l'Illa, uno de los más hermosos de Andorra (destino final del hermoso sendero del Vall del Madriu). Este desvío aumenta en más de dos horas la excursión (con dos fuertes subidas y bajadas) por lo que hay que medir las fuerzas y el tiempo.P10603882.jpg

Llegamos al pie del Pic de Ribuls o del Aguila, se trata de una durísima cresta que contemplamos desde la corriola o sendero entre cumbres. En la Portella del Pessons (2779m) tenemos a nuestra derecha la profunda sima del Canal dels Isards, rodeado de grandes bloques de granito y una vertiginosa caida, casi una sima que se lanza pendiente abajo por un terreno erosionado y deslizante. Nsotros subimos siguiendo un sendero que flanquea la montaña entre fitas. A la mitad del recorrido del sendero que nos lleva al Pic dels Pessons (donde iniciaremos la dura bajada hacia los lagos y el regreso) hay una confluencia entre el GRP y el GR7, el punto donde se cierra el circular y por donde llegan los que han seguido la otra opción).

Hemos de bajar hasta la collada dels Pessons donde se abre la brutal bajada hacia el rosario de lagos que configuran el circ dels Pessons. Seguimos las señales del GR y en la tensa bajada las fitas que van marcando las lazadas que el empinado sendero va haciendo entre roquedales, tarteras y tramos de camino bastante deteriorado. Eso sí, con un paisaje extremecedor en torno nuestro, los lagos al fondo, las laderas cortadas a pico y las cumbres dentadas como monstruos de piedra sobre nuestras cabezas, donde quedan las crestas del Gargantillar, uno de los "skylines" de roca abrupta más hermosos y severos del pais pirenaico.

A partir de aquí nos vamos encontrando con los hermosos lagos del rosario lacustre, uno de los parajes más magníficos del Pirineo. El primero es el estany del Cap dels Pessons (2582m), que aun conserva alguna placa de hielo, como una condensación de cristal sobre las heladas aguas azuladas. Bajamos por entre enromes bloques de granito, el sendero parace ir buscando los huecos entre ellos, jugando al laberinto con el caos rocoso. El siguiente lago (que en realidad forman dos o tres más pequeños, hilados entre sí por vastas zonas lacustres o corrientes minimas de agua) es el de las Fonts y unos quince minutos más tarde, el del Meligar (uno de los que no bordeamos, lo vemos desde lo alto del camino, que va subiendo y bajando haciendo lazadas entre bloques de rocas y buscando zona firme entre las marismas plenas de verdor y de vida).

Llegamos al Estany Rodó (2374m) que flanqueamos por el lado este y tras un ascenso breve entre bosquedales llegamos al estany Forçat, cerca del cual ya nos encontramos con el punto de confluencia de los dos GR (donde nos desviamos al ñprincipio) y ya adivinamos la cercanía del Estany Primer, con las edificcaiones del restaurante. Llegamos cansados pero llenos de luz, color, paz, silencio y ese aire vitalizante de las solitarias cumbres.

 

NO SE PIERDA

Si dispone de tiempo es aconsejable hacer una pernocta en uno de los dos refugios que pasamos, ya sea el de Montamlús o el de la Illa. Ambos tienen plazas suficentes, nunca están llenos, disponen de agua cercana y leña para la chimenea o para cocinar alguna cosa. Desde los dos se tiene acceso a varias cumbres conocidas y, francamente, pasar una noche en ese entorno es una experiencia muy recomendable en verano.

 

DOCUMENTACION 

Aconsejo la guia Alpina de "Estanys d'Andorra" de F.Xavier Gregori y Rosa M. Comamala. El mapa Andorra, también de Alpina, de 1:40.000 es excelente. Como complemento la "Guia muntanyenca de Andorra, de Manel Figuera y Alfons Brosel de la editorial vasca SUA. Tambien la Guia Alpina andorrana dedicada a "Excursiones, travesias y ascensiones" de Manel Figuera. Todas en librerias especializadas o en la de Octavi Serret de Valderrobres.

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26 junio 2012 2 26 /06 /junio /2012 09:02

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Un circular bellísimo que hay que  ir a buscar a tierras tortosinas. Antes de llegar a Tortosa (podemos acceder a través de Horta de San Juan) nos desviamos hacia Reguers y Alfara de Carles por la T-342. A poco menos de dos km encontramos la pintoresca obra pública inacabada del canal Xerta-Sénia, nos desviamos a la derecha por una pista que va paralela al Canal. Hemos de pasar dos grandes puentes y hay que estar atento para desviarse a la izquierda (está señalizado) hacia "La Font Nova". El camino es estrecho y va discurriendo primero sobre el llano entre sembrados y cultivos y pronto empieza a subir (ojo con la circulación, dada la estrechez de la pista) hasta llegar al área recreativa de la Font Nova, a 400 m de altitud, con sus grandes edificaciones semiruinosas, la fuente con una magnífica agua (suele haber gente que sube hasta allí sólo para llenar botellones y garrafas), árboles, plátanos sobre todo, que dan sombreay frescor al lugar, bancos y mesas de madera, zona de picnic y el inicio de tres senderos: a la Moleta, al Vall d'Infern y a Las Fonts.

Cogemos el primero y justo encima del área recreativa, tras unos metros de sendero de subida, está el refugio que toma el nombre de Font Nova, con una parte libre y otra con llave que hay que pedir a Xerta (te.977473369). Para seguir la ruta que nos proponemos, la de la Moleta (unos 4km de subida incesante, un desnivel de 460 m) debemos pasar por la puerta del refugio y luego subir a mano izquierda entre olivares, márgenes de piedra formando dificiles terrazas y pequeñas masias en ruinas.Tras un primer tramo muy empinado sobre terreno de piedra desmenuzada, llegamos al primer coll. En él se disfuta ya de una buena vista y aunque no vemos aún la Moleta, si vemos, destelleando al sol, recortadas y puntiagudas rocas blancas que se recortan contra el azul del cielo.

Debemos seguir por la izquierda por una especie de valle en forma de canal, todo alfombrado de arbustos bajos y matorral, e iniciar otra subida hacia el coll siguiente que nos llevará a la Moleta, por un sendero de piedra desmenuzada en algun punto bastante resbaladizo por lo empinado. La zona se llama los Avenquets y padeció un incendio devastador en los 90.

Subimos al cordal que nos llevará a la Moleta, una gigantesca roca blanca plana que  forma meseta en la cima y que tiene cierto parecido con la Caixa de Vallderrobres. Tiene 683 m. y como su hermana del Matarraña, solo tiene una vía de acceso y también hay que hacer alguna grimpada y superar pasos aéreos sin mucha dificultad,. En la Moleta hay cables y grandes grapas de acero clavadas en la roca para utilizarlos en la subida. Son solo un par de metros de ascenso y vale la pena. En la cima, el panorama es espectacular. Vamos la cinta azul del Ebro dirigiéndose hacia el cercano Delta, la sierra del Boix, se distingue el caserío de Pauls al norte y detrás las murallas calcáreas del Montsagre, a la izquierda las cumbres desnudas de los Rasos del Maraco y la cadena del Montaspre. Y más al noreste las azules y lejanas cordilleras de Els Ports con el Monte Caro en un extremo, visibles las antenas que lo coronan. En la cima hay un cubilete de cemento en cuyo interior está la libreta de la cumbre por si quieren dejar constancia de su paso.

Antes de iniciar el descenso hacia la font de Domingo, les sugiero subir a la Coscollosa (está a 879m sobre los 813 de la Moleta) que se alza a la derecha y al norte, con un sendero visible de subida (que luego va a Pauls).

Rodeada de vistas panorámicas de todas las tierrras que la rodean, la subida a la Moleta y a la Coscollosa, puede ser complementada con una bajada distinta y más larga. Y así en lugar de hacer el ángulo recto de la bajada por la Fuente de Domingo, podemos bajar al coll entre las dos montañas citadas y allí a mano izquierda está señalizado un PR que marca "Vall d'Infern". Bajo ese nombre alarmante, se esconde un muy hermoso valle, las fuentes de Nadal y Perera y panoramas sobre la ribera del Ebro. En una hora y pico volveremos a la Font Nova origen de nuestra excursión.Con esta variante hay que calcular en total unas 4 horas y pico. Para los que tienen más ganas de caminar hay un tercer sendero señalizado, "Las Fonts" que pemite en menos de dos horas hacer un recorrido por diversas fuentes del macizo, con salida y regreso a la Font Nova.

  

DOCUMENTACION

El mapa Topográfico Nacional 496 de Horta de San jJan, permite ver con claridad la excursión propuesta y el encuadre del lugar en el contexto geográfico de Els Ports. No se pierdan las recomendaciones que Joan J. Tirón Ferré hace en su libro "Lo Port. 52 rutes" publicado en Editorial Piolet. También los dos mapas de Piolet sobre "El Port". Todo ello fácil de encontrar en librerias especializadas y en la de Octavi Serret en Vallderrobres.

 

NO SE PIERDA

La abundancia de construcciones en piedra seca, la fórmula magistral de edificar tan peculiar en estas tierras. La belleza natural de los parajes donde los antiguos pobladores de estos lugares edificaban sus masías, ahora en ruinas. La presencia de una fauna salvaje, las cabras, que sólo podrán disfrutar los que guarden silencio y respeto en los senderos. Son muy asustadizas. Todo el sendero apuntado es bajo el sol, con muy pocos resguardos. Vaya bien provisto de gorro, cremas antisolares y mucha agua.

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13 junio 2012 3 13 /06 /junio /2012 09:58

 

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Salimos de Palas del Rei por la ermita de San Tirso, de escaso interés artístico y bajamos las escaleras que llevan hasta la carretera N-547 a la que acompañamos unos 100m y nos desviamos a la derecha, cruzamos el rio Ruxan y pasamos por Carballal por una corredoira que se extiende sinuosa bajo el palio de los árboles hasta llegar a San Xulian del Camiño. El día amenaza lluvia y el camino oscila entre corredoiras umbrías o andaderos protegidos por setos de la carretera, a pistas de cemento o barro endurecido entre sembrados y casas humildes, cruzando aldeas pequeñas y solitarias. La Galicia rural parece recogerse en sí misma, como signo de respeto ante la grandeza de Santiago.

 

En Leboreiro dejamos la provincia de Lugo y entramos en la de A Coruña. Santiago está como quien dice a la vuelta de la esquina, que en términos de caminantes es bastante más trabajoso.

 

En Casanova decidimos buscar un lugar para desayunar , llevamos dos horas y pico de caminata, caen gotas aisladas y nos apetece comer algo. Desechamos un figón con rótulos en alemán e inglés por exceso de parroquianos y nos aposentamos en un albergue de muy buen aspecto llamado Somoza. Nos sirven unos huevos con panceta y a la hora del café nos obsequia con sendos trozos de tarta de santiago.

 

Algo repuestos llegamos a Leboreiro donde disfrutamos del pórtico románico de la Iglesia de la Virgen de las Nieves y el original "cabeceiro", hórreo minúsculo con forma de cesta de mimbre, hechos con ramas. Después pasaremos junto a un polígono industrial, con unas curiosas placas de roca con nombres grabados en bronce de los caballeros de la Orden de Santiago y sus capítulos celebrados en los últimos dos siglos, hasta bajar hacia el rio Furelos que atravesamos sobre un bellísimo puente románico de cuatro ojos, que nos llevará a Melide.

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El camino discurre por un bosque de pinos, robles y eucaliptos, hasta cruzar el rio Barreiros. Castañeda, Doroñas y Ribadioso, entre carreteras y tajos, hasta llegar a Arzúa, nuestro final de etapa. Han transcurrido más de ocho horas, treinta y un km, de los cuales más de dos gastados en cruzar el pueblo bajo una lluvia fina y persistente, porque el hotel escogido está muy a las afueras de un pueblo particularmente extenso. Llegamos empapados y bastante cansados.

 

La jornada ha sido agotadora pero interesante desde un punto de vista histórico y artístico. Hemos pasado a pocos kilómetros del famoso Pazo de Ulloa, inmortalizado por la novela de Emilia Pardo Bazán, pateado las venerables losas romanas de la calzada de Cornixa, y en Boente vemos en la iglesia una imagen de Santiago en majestad, lo cual solo acontece en Compostela. El camino ha oscilado entre desniveles no excesivos pero si continuos y nos ha dado ocasión de atesorar en el desván de la memoria a personajes como el hospedero de Boente, Mariano Dios, escalador, fotógrafo y aventurero (conocido por los montañeros del Pirineo con su sobrenombre escrito en los libros de casi todas las cumbres: "El Yeti") que vino a hacer el Camino y quedóse en él. El hombre parece un motorista de Harley de los sesenta, como salido de la banda de Marlon Brando en "Salvaje", reciclado en orondo y feliz hotelero. Y la otra imagen, la de una anónima mujer madura con la cabeza canosa y aspecto y figura de gran dignidad que, sentada en una roca junto al rio Iso, con los pies descalzos sumergidos en el agua, parecía absorta en la contemplación del bello recodo del puente románico. Una bella estampa bucólica llena de delicadeza y poesía, y que cuando se dio cuenta de que la mirábamos nos sonrió y agitó la mano diciendo; "buen camino". Claro que aún quedaba el paso bajo la lluvia de Arzúa con 31 kms en las piernas.

 

De Arzúa a Lavacolla transcurrirá la siguiente jornada, en la que nos quedamos en las inmediaciones del Monte del Gozo desde donde los peregrinos podían contemplar las torres de la Catedral de Compostela, entre rezos y emociones de fervor y alivio: el objetivo quedaba cumplido y uno había sobrevivido a miles de penalidades hasta llegar al anhelado sepulcro del apóstol amado por Cristo.

 

Pero de momento salimos con la amanecida del hotel Suiza, con Arzúa un par de kms. Atrás, con cielos despejados y pronóstico bueno de tiempo. Hoy no nos regarán, nos dicen. Primera subida por carretera hasta enlazar con el camino que se interna en el bosque por una de esas corredoiras, senderos anchos rodeados de arboles centenarios con ramas profusas que se extienden de los dos lados para unirse a muchos metros por encima de la cabezas de los peregrinos (suelen ser eucaliptos enormes y robles increíblemente fornidos y retorcidos). En esta jornada irán turnándose los paseos bajo palio vegetal con andaderos junto a las grandes vias o caminos estrechos que atraviesan aldehuelas cada vez más juntas entre sí, sin apenas servicios ni iglesias románicas que han abundado hasta aquí, pero quizá por la cercania con Santiago, ya nadie se atreve a rivalizar.

 

Raido, Preguntoño, Calzada, Outeiro, Boavista, Salceda, otra Brea más del Camino (Brea es "vereda" en gallego) y el Alto de Santa Irene donde hacemos parada y refuerzo, queso de Arzúa (excelente) cerveza fría, una buenísima ensaladilla rusa y croquetas de la casa. El amigo Jaime me presta una aguja para pinchar una ampolla en el empeine y una tirita para protegerla. Un barbado y maduro peregrino nos confiesa que es la octava vez que cumple con el Apóstol. Dos mujeres de media edad lo contemplan con admiración y brindan a su salud con el fuerte vino del lugar.

 

En un riachuelo cercano, el que esto escribe moja sus pies con agua helada, y reposa bajo una sombra agradable (el sol vuelve a reinar en el Camino) y una paz solo turbada por el paso incesante de peregrinos por el pequeño puente (algunos peregrinos hacen el camino en estentórea conversación, gritos y carcajadas, como si se tratara de una etílica romería pueblerina; la mayoría, gracias a Dios, van a lo suyo, caminan con mayor o menor soltura y siguen un itinerario interior que solo ellos conocen: no hay lugar para conversaciones superficiales o gritos y carcajadas.).

 

Burgo, Arca, Pedrouzo, donde si uno quiere comer entre muchas opciones debe dejar el camino y desviarse por la carretera unos150 m. Nosotros seguimos. Nuevo recorrido bajo los árboles en San Anton y tras Amenal, una subida que nos lleva bajo la cabecera de pista de despegue del aeropuerto de Santiago (paradoja de épocas: camino espiritual, esfuerzo y recogimiento frente a la metáfora del avión, el ruido, la época de la velocidad y la neurosis) . La atravesamos por detrás y subimos otra colina hasta conectar nuevamente con la carretera nacional. Un desvio nos lleva a Lavacolla (o Labacolla) donde nos espera el hotel. Han sido un par de km menos de lo esperado (confusión de la guía que da motivos de bromas e ironías entre los dos peregrinos).

 

A la salida de Salceda tomo nota de un modesto monumento ( una hornacina con un par de botas de bronce, lleno de estampas, recuerdos, fotos y flores) dedicado a Guillermo Watt, un peregrino de 69 años fallecido allí mismo en 1993 a una jornada de llegar a Santiago. La verdad es que las tropelías urbanísticas de los gobiernos gallegos sucesivos han convertido esta última etapa en un tortuoso desbarajuste de carreteras de circunvalación, estudios de televisión, fábricas de madera, urbanizaciones a cual más hortera, horrores varios arquitectónicos que, por ejemplo, han destrozado el Monte del Gozo, donde los peregrinos siguen llorando pero no por ver al fin las agujas de la Catedral, sino por el destrozo del antaño bello monte repleto de arbolado, ahora convertido en un inmenso receptáculo de peregrinos con ocasión del Año del Jubileo compostelano y la visita del Papa Juan Pablo II, en 1992. En fin, cosas de la reputada sensibilidad espiritual de próceres y munícipes de todas las épocas. Decepcionante.

 

Como dato peculiar, sabed que en Lavacolla, junto al rio del mismo nombre (hoy, apenas un riachuelo), los peregrinos medievales y hasta bien entrada la modernidad, solían lavar en esas aguas sus ropas y cuerpos para presentar algo mejor aspecto en la entrada a la ciudad y la visita a la Catedral y venerar al Santo.

 

La llegada a Santiago es paisajística y culturalmente decepcionante, y aunque parte del personal andariego mostraba ciertos síntomas de histerismo entre religioso y deportivo, la mayoría de los caminantes oscilaba entre el ensimismamiento que produce el cansancio de muchas jornadas de desollarse los pies o la alegre y ruidosa inconsciencia de los que esperan una jornada más de cuchipandas e ingestas etílicas de mayor o menor grado, que de todo hay en las viñas de mi señor Santiago Matamoros.

 

En algo más de dos horas, entre un trasiego incesante de peregrinos, algunos ciertamente tocados, caminamos por carreteras secundarias, pasamos ante el enorme camping de San Marcos. Todo va sonando a supermercado espiritual a mayor honra de la Iglesia católica. El ambiente es decididamente premioso y con expectativas del muy cercano final. La gente, no se sabe por qué, pone el turbo (los que pueden) y pasan presurosos como si Santiago se les fuera a escapar trotando monte arriba. Se empieza a barruntar la excitación del apoteosis aunque aún no se vislumbra ninguno de los grandes edificios de la ciudad o las torres de la catedral.

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Subimos por carretera al Monte do Gozo, desde cuya vertiente occidental antaño se distinguía perfectamente el caserío de la ciudad y las torres catedralicias. Superamos las monstruosas instalaciones construidas en 1992 con ocasión de la visita del Papa y el año compostelano jubilar. En la cima, a mano izquierda, se levanta el pretencioso mojón gigante del monumento al Papa y al Camino. Los peregrinos se fotografían ante él . El gozo que vemos en los caminantes no parece nada religioso, sino mas bien deportivo. Cruzamos por un puente con piso de madera la autovía, el rio Sar y la via férrea. Luego el barrio de dos Concheiros (hace cientos de años se instalaban allí los comerciantes que vendían conchas de mar, símbolo del Camino y objetos piadosos a los que entraban en entonces amurallada ciudad. Llegamos a la Porta del Camiño (donde estuvo la puerta de entrada del Camino Francés, (hoy simbolizada por una tasca-pulpería con ese nombre) y por la Rua das Casas Reais y das Animas (donde está la iglesia de ese nombre, con un delirante frontispicio donde se nos muestran varios personajes desnudos (muy disimulados) entre llamas coloreadas de rojo) hasta la Plaza de Cervantes. De allí por la Rua de Azabachería (donde vendían los dijes de azabache con la imagen del Santo) y la Via Sacra hasta entrar por la entrada lateral trasera de la Catedral y por una rua con arco a la inmensa planicie del Obradoiro.

 

Un gaitero ameniza la continua arribada de peregrinos, las masas de turistas trotando tras un sujeto o sujeta con una pértiga con banderola o los ciclistas pertrechados que acaban allí su pedalear. Todo se despliega ante los asombrados ojos del caminante. Hay abrazos en grupo, gente mohína con una rara sonrisa en los labios, jóvenes que expresan sus emociones de forma estentórea aunque algo contenida y una legión de bien alimentados pedigueños de carnet que montan guardan sedente junto a todas las puertas de entrada de la catedral, como oscuros buitres al acecho. Todos piden de forma mas o menos vehemente que les auxilies con tu dinero y algunos presentan carteles con sus necesidades escritas...en varios idiomas.

 

Tras una somera visita al Santo y la frustración por no poder extasiarme --como siempre había hecho en la media docena de ocasiones anteriores en que fui a la bella ciudad-- ante el Portico de la Gloria del maestro Mateo, hoy rodeado de lonas y andamios. Hay una versión virtual de pago que me negué a ver por coherencia personal. Ni siquiera pude darme un coscorrón con el "Santo dos croques" o meter los brazos por los agujeros ad hoc que rodean su busto, ni pasar los dedos de mi mano por la desgastada y pulimentada huella de millones de manos anteriores aplicadas en el alabastro por los siglos de los siglos. Amén.

 

En la Oficina del Peregrino, unos metros más abajo, la cola de caminantes comenzaba en el patio interior y subía por las escaleras hasta el piso donde media docena de funcionarios del Obispado sellaban y garantizaban con la "Compostela" que habías cumplido los requisitos de la larguísima peregrinación de casi ochocientos km o su modalidades más cortas, con tal de que superes los 300 km seguidos. Con ella en la mochila (antiguamente era un pergamino con sello episcopal, hoy es un titulillo a dos colores donde ponen a mano ( el burócrata que me tocó la tenía vacilante y deficiente como la de un niño de preescolar y creo que aun peor) tu nombre y apellidos y te despiden tras hacerte rellenar un formulario con datos de tu viaje, incluida la motivación, "religiosa", "religiosa y otras", "otras". El. cachondo que fue atendido antes que yo, había escrito en letra menuda, "y bueno, tenía unos días y no sabía qué hacer".

 

Jaime y yo decidimos cerrar el viaje como está mandado por la tradición: alquilamos un auto y nos fuimos a visitar la "barca de la Virgen" de Muxía, un lugar junto al mar que vive de la fama de las enormes rocas que hay a la orilla del mar frente a la Iglesia de la Virgen, una de las cuales tiene la forma de una barca y se dice que la Virgen fue en ella a ese lugar para apoyar la misión evangelizadora de Santiago. Y de allí, tras un arroz memorable en casa Rosa, a Finisterre, la Finis-terrae medieval, donde los peregrinos cierran el épico viaje contemplando el mar infinito y dejando o quemando junto a la cruz algún objeto personal que les ha acompañado durante el Camino: símbolo de la precariedad de los asuntos humanos. Disueltos en humo o abandonados. Yo dejé mis trotadas zapatillas, con las suelas medio deshechas. ¿Te hace distinto, o mejor, el Camino? Quizá te hace más paciente, más sufrido, más tranquilo. La pregunta es: ¿y eso te dura mucho? Pero en el fondo piensas que ha valido la pena.

 

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7 junio 2012 4 07 /06 /junio /2012 07:31

   excursiones 3409   

 Salimos de Barcelona en tren, con la anochecida. Hace un día nublado y frío. Serán siete días de ruta a una media de entre 25 y 30 kilómetros por jornada. La subida a los poco más de 1400 m de ese monte legendario no es demasiado empinada y se hace con cierta comodidad. En Las Herrerías, comienza el largo ascenso hacia el  cima ventosa del monte desde el que Galicia da la bienvenida al peregrino, la puerta del cielo como se llamaba en la edad media. Hogaño, aquí Galicia se abre, valles, bosques, cimas peladas y rojizas, perfiles redondeados en los que el verde estalla con fruición. Aldeas de piedra, desperdigadas, en un paisaje rural, ensimismado, silencioso, sin servicios, ni bullicio, ni gente. Una Galicia que se escribe en la rutina de los trabajos y los días como soñara Hesiodo, una tierra milenaria de relieves suaves entre valles verdes y brochazos de amarillo y rojo de las flores y las copas de los carvallos (robles) y el verde brillante de árboles de ribera, o los jaspeados colores de hayas, robles y encinas.

 En lo alto de O Cebreiro, azotados por los vientos, hay una ermita sencilla y hermosa y casas de piedra con fondas y bares, además de los pequeños edificios circulares con tejado cónico de paja, las antiguas viviendas rurales. Salimos de O Cebreiro por detrás del refugio, entre los tendederos de la ropa recién lavada por los peregrinos. Seguimos hacia el alto de San Roque (1270m) donde destaca por su dura y exigente figura el monumento al peregrino, una estatua de hierro oscuro de un fornido caminante azotado por el viento y ofreciendo una épica resistencia física al vendaval, echado hacia delante con férrea determinación.

 Desde allí comienza otro de los andaderos, paralelos a la carretera, auténtica cruz para los caminantes, monótonos, de piso duro que castiga las rodillas y acompañados por el ruido de coches y camiones, afortunadamente no muy abundantes por esta zona.

 Pasamos por Hospital y al final de una gran cuesta nos espera el Alto do Poio, una antigua encomienda de los caballeros de San Juan, con bares y restaurantes a ambos lados de la carretera.

 Desde allí, nuevamente por el andadero, junto a la carretera que serpentea por el valle y las verdes colinas, bajamos hacia Fonfria,

un pequeño y embarrado pueblo sin encanto alguno, rodeado de pastizales de vacas, calles sucias y un solo meson-fonda, donde nos alojamos.

La segunda etapa del Camino nos acercará a un pueblo grande, limpio y ajetreado que se llama Sarria.

Serán ocho horas de caminata, casi 29 kilómetros, con paradas incluidas, una junto a un riachuelo para comer unas manzanas y otra en un bar del Camino para atacar una ración de tortilla de patatas y unas cervezas frías (muy de agradecer, debido a los más de 30 grados que caen sobre el Camino). El sendero va internándose por carenas de colinas, como si camináramos por un balcón que se abre ante un inmenso paisaje de colinas verdes, bosquecillos, sembrados y pastos. Abedules, robles, acebos, grandes matas de helechos, el pardo y persistente colonizador del enebro, el brezo y otro matorrales que se extienden por cimas peladas, dándoles una coloración muy característica

Pasamos Biduedo (llamado así por su bosque de abedules) en un tramo del Camino muy auténtico (existe tal cual desde el medievo) y atravesamos por la parte superior de una ladera el monte Caldeiron, mientras a nuestros pies se despliega un enorme valle con una antiestética cantera en el centro. Comienza un descenso suave que ya no cesará hasta Sarrias, pese a algunas subidas intercaladas, entrando el sendero en las famosas "correideras" de robles y castaños, con ejemplares de centenares de años y mohosos muros de piedra limitando los dos márgenes del camino, que se desliza entre árboles centenarios como por túneles de verdor, húmedos y umbríos, generalmente de piso embarrado.

 Entramos en el concejo de Triacastela, tres castillos (no queda ninguno en pie) pasaremos por Filloval (llamado asi por el nombre de las trampas para lobos que los del lugar preparaban), As Pasantes y Ramil antes de internarnos en este pueblo, con una calle mayor llena de refugios y restaurantes de peregrinos. Fue fundada por el conde Gatón del Bierzo en el siglo IX y ha sido considerada fin de etapa desde el medievo (según el LIber sancti Jacobi). Parece ser que en aquellos tiempos había la tradición de coger una piedra caliza de las que abundan en este pueblo para llevarla a Santiago y así ayudar a la construcción de la catedral.

 Nos demoramos en la visita a la iglesia parroquial dedicada a Santiago, una bellísima torre románica enclavada en el centro del camposanto.

En Triacastela hay que decidirse entre dos alternativas: ir a Sarria por el monasterio de Samos o, más corta y también muy hermosa y con desniveles, ir por San Xil. Nos decidimos por esta segunda opción y avanzamos por la ribera del arroyo Valdoscuro, donde haremos un refrescante baño de pies. Luego el sendero sube hacia el Alto de Riocabo, entre valles escondidos y corredeiras de enormes castaños y robles. Por pista se atraviesa Montán y Pintín, hasta llegar a Sarria.

 La etapa siguiente, desde Sarria a Portomarín ha sido más corta: 24,5 km en los que hemos invertido seis horas, con una leve parada para reponer fuerzas en un pequeño refugio de peregrinos en los que se oía todo tipo de idiomas, inglés, italiano, francés, excepto castellano. Nos dicen las chicas del figón que este es el mes de la abundancia de extranjeros. Luego la cosa se equilibra bastante.

 Hemos salido por la parte alta de la ciudad, junto al convento de la Magdalena  y la torre medieval, único resto del castillo.

 Los viajeros cruzamos el cauce del rio Celeiro por el pequeño puente románico de un solo ojo, "Ponte áspera". Nos dirigimos por una umbría corredeira hacia la via de tren, le haremos compañía unos metros, hasta que el sendero jacobeo la cruza y la abandona dirigiéndose hacia las colinas que circundan Sarria. que nos dará entrada a la Meseta Lucense en su andadura incesante hacia el MIño embalsado de Portomarín.

 El ascenso del Camino es entre un bosque encantado de robles, abedules  y castaños centenarios, retorcidos, inmensos, repletos de bultos informes y nervaduras, como si fuesen monstruos petrificados o gárgolas de un inmenso templo románico, caminando bajo el palio verde de las altas ramas que forman un soberbio artesonado vegetal catedralicio.

 Pasamos por Vilei e inmediatamente Santiago de Barbadelo, donde encontramos la iglesia de Santiago, una pequeña ermita románica de torre cuadrada truncada, del siglo XII, construida en granito, de una sola nave y engastada en el pequeño, irregular y repleto camposanto de la localidad.

 Parece que en Barbadelo (dice el Liber Sancti Jacobi) menudeaban los rufianes, estafadores, prostitutas, falsos tullidos y pícaros de toda ralea que trataban de robar a los peregrinos. Hay en el Libro del Camino medieval una descripción de uno de los sermones que usaban los amables y simpáticos embaucadores ofreciendo a los peregrinos que se alojaran en Santiago en sus hogares y que en prenda de ello  mostraran a su familia el objeto que él les daría para identificarse y ser tratados a cuerpo de rey.

 Despues de Parrocha y Vilalla llegamos a un recodo de una carretera desde donde se puede ver la superficie azulada del Miño y un poco mas tarde el gran puente que lo cruza y Portomarín e n la otra ribera, en la ancha boca del embalse de Belesar (en la orilla, oscuros restos de las viejas edificaciones del antiguo Portomarin). En el nuevo (1962) se pueden ver los monumentos restaurados piedra a piedra del viejo pueblo anegado por las aguas.

 Portomarín fue un paso romano del rio Miño (porto en gallego es paso de rio) y lleva Marin en el patronimico, por el monasterio de Santa Marina que existio alli desde la Alta edad media y celebraba a la primera santa que se travestía en hombre para profesar sus votos religiosos según consta en  el acta de su martirio, donde aun se le da nombre de  varón. Atravesamos el Miño y en la orilla ganada subimos la escalinata de los peregrinos que termina en una pequeña capilla dedicada a la Virgen de las  Nieves.

 Nuestro hotel está muy cercano al pétreo cubo de piedra almenado de San  Nicolás. Una iglesia fortaleza, con torreones y almenas, del siglo XII, una sola nave y abside semicircular con un enorme rosetón en el centro de su fachada.

 Salimos de Portomarín con la amanecida. Hacia el oeste se perfila un cielo amenazador, con nubes esponjosas de vientre negro y un horizonte tormentoso hacia los Montes de Vacaloura que habremos de superar por los desniveles escasos pero de buena pendiente de la Sierra de Ligonde.

Portomarín queda a nuestra espalda, con esa placidez ensimismada de los pueblos con un gran rio a los pies. La antigua pasarela sobre el embalse ha sido clausurada. Hay que dar la vuelta por el puente nuevo y coger el sendero que nos lleva hacia el Monte de San Antonio siguiendo el curso del arroyo Torres y ofreciéndonos un empinado paseo bajo castaños, robles, encinas y pinos. Durante casi toda la jornada vamos a caminar por andaderos que discurren paralelos a las. Es un tipo de caminata mucho más pesada y dura y se agradecen los pocos desvios que te llevan por entre el bosque o atraviesan remotas aldeas con  intenso olor a pienso y postas de vaca, en las que raramente hay alguna persona que mira el paso de los peregrinos con expresión inescrutable.

En Toxibo, tras el perfumado paso por las cercanías de fabricas de piensos y granjas vacunas, comienzan a caer gotas. En unos minutos la cosa se pone muy húmeda y decidimos parar y ponernos los ponchos de plástico que nos cubren a persona y mochila, convirtiéndonos en desgarbados bultos dotados de enormes jorobas.

 Sembrados de grano, abedules, robles, eucaliptos, pinos. En el ascenso a Eirexe y Portos, también por andaderos ya aparecen cielos oscuros y tormentosos hacia el oeste. En el Liber Sancti Jacobi se habla expresamente de esta etapa, de Portomarin a Palas de Rei, avisando a los peregrinos de la abundancia de mujeres, sirvientas o prostitutas que buscan "la condena del alma de los peregrinos" ofreciendo sus artes amatorias a buen precio por lugares boscosos y hospederías.

 Llegamos a Palas de Rei por su zona deportivo recreativa y entre campos de juego y merenderos (todo vacio) estalla una breve tormenta que nos deja mojados y mohínos.

 

 

Vuelta al Camino francés. Hace casi exactamente un año el amigo Jaime y yo nos echamos al Camino en León en busca de la cruz de Santiago y lo abandonamos en Ponferrada, con una pequeña incursión al lugar de O Cebreiro, el célebre monte que es la frontera y el anuncio de la última etapa del Camino. Ahora volvemos. Desde unos kilómetros antes de subir al monte, en el caserío de La Portela, quedan un poco menos de 200 kilómetros para darse un coscorrón con la Pedra os Croques o abrazarse al hombro del Santo, mientras el Botafumeiro realiza su gigantesca danza de humeante incienso.

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28 mayo 2012 1 28 /05 /mayo /2012 17:52

De Arzúa a Lavacolla transcurrirá la jornada de hoy, en la que nos quedamos en las inmediaciones del Monte del Gozo desde donde los peregrinos podian contemplar las torres de la Catedral de Compostela, entre rezos y emociones de fervor y alivio: el objetivo quedaba cumplido y uno habia sobrevivido a miles de penalidades hasta llegar al anhelado sepulcro del apostol amado por Cristo.

Pero de momento salimos con la amanecida del hotel Suiza, con Arzúa un par de kms. más arriba, con cielos despejados y pronóstico bueno de tiempo. Hoy no nos regarán. Primera subida por carretera hasta enlazar con el camino que se interna en el bosque por una de esas corredoiras, senderos anchos rodeados de arboles centenarios con ramas profusas que se extienden de los dos lados para unirse a muchos metros por encima de la cabezas de los peregrinos (suelen ser eucaliptois enormes y robles increiblemente fornidos y retorcidos). En esta jornada irán turnándose los paseos bajo palio vegetal con andaderos junto a las grandes vias o caminos estrechos que atraviesan aldehuelas cada vez más juntas entre sí, sin apenas pueblo con servicios o hermosas iglesias romanicas que han abundado hasta aquí, pero quiza por la cercania con Santiago, ya nadie se atreve a rivalizar.

Raido, Preguntoño, Calzada, Outeiro, Boavista, Salceda, otra Brea más del Camino (Brea es "vereda" en gallego) y el Alto de Santa Irene donde hacemos parada y refuerzo, queso de Arzúa (excelente) cerveza fria, una buenisima ensaladilla rusa y croquetas de la casa. El amigo Jaime me presta una aguja para pinchar una ampolla en el empeine y una tirita para protegerla. Un barbado y maduro peregrino nos confiesa que es la octava vez que cumple con el Apopstol. Dos mujeres de media edad lo contemplan con admiración y brindan a su salud con el fuerte vino del lugar.

En un riachuelo cercano, el que esto escribe moja sus pies con agua helada, y reposa bajo una sombra agradable (el sol vuelve a reinar en el Camino) y una paz solo turbada por el paso incesante de peregrinos por el pequeño puente (algunos peregrinos hacen el camino en estentorea conversación, gritos y carcajadas, como si se tratara de una etilica romería pueblerina; la mayoría, gracias a Dios, van a lo suyo, caminan con mayor o menor soltura y siguen un itinerario interior que solo ellos conocen: no hay lugar para conversaciones superficiales o gritos y carcajadas.).

Burgo, Arca, Pedrouzo, donde si uno quiere comer entre muchas opciones debe dejar el camino y desviarse por la carretera unos150 m. Nosotros seguimos. Nuevo recorrido bajo los arboles en San Anton y tras Amenal, una subida que nos lleva bajo la cabecera de pista de despegue del aeropuerto de Santiago (paradoja de epocas: camino espiritual, esfuerzo y recogimiento frente a la metáfora del avion, el ruido, la epoca de la velocidad y la neurosis) . La atravesamos por detrás y subimos otra colina hasta conectar nuevamente con la carretera nacional. Un desvio nos lleva a Lavacolla (o Labacolla) donde nos espera el hotel. Han sido un par de km menos de lo esperado (confusión de la guía que da motivos de bromas e ironías entre los dos peregrinos).

A la salida de Salceda tomo nota de un modesto monumento ( una hornacina con un par de botas de bronce, lleno de estampas, recuerdos, fotos y flores) dedicado a Guillermo Watt, un peregrino de 69 años fallecido allí mismo en 1993 a una jornada de llegar a Santiago. La verdad es que las tropelias urbanisticas de los gobiernos gallegos sucesivos han convertido esta ultima etapa en un tortuoso desbarajuste de carreteras de circunvalación, estudios de television, fabricas de madera,  urbanizaciones a cual mas hortera, horrores varios arquitectonicos que, por ejemplo, han destrozado el  Monte del Gozo, donde los peregrinos siguen llorando pero no por ver al fin las agujas de la Catedral, sino por el destrozo del antaño bello monte repleto de arbolado, ahora convertido en un inmenso receptaculo de peregrinos con ocasión del Año del Jubileo compostelano y la visita del Papa Juan Pablo II, en 1992. En fin, cosas de la reputada sensbilidad espiritual de proceres y muinicipes de todas las épocas. Decepcionante.

Como dato peculiar, sabed que en Lavacolla, junto al rio del mismo nombre, los peregrinos medievales y hasta bien entrada la modernidad, solian lavar en esas aguas sus ropas y cuerpos para presentar algo mejor aspecto en la entrada a la ciudad y la visita a la Catedral y venerar al Santo.

 

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26 mayo 2012 6 26 /05 /mayo /2012 15:50

Salimos de Portomarín con la amanecida. Cada día nos levantamos más pronto e iniciamos el Camino, quizá un poco escarmentados por las horas de sol que acaban multiplicando las fatigas de la caminata. Sin embargo, hoy, el sol que se levanta sobre el Miño también ilumina hacia el oeste un cielo amenazador, con nubes esponjosas de vientre negro y un horizonte tormentoso hacia los Montes de Vacaloura que habremos de superar por los desniveles escasos pero de buena pendiente de la Sierra de Ligonde.

Portomarín queda a nuestra espalda, con esa placidez ensimismada de los pueblos con un gran rio a los pies. La antigua pasarela sobre el embalse ha sido clausurada. Hay que dar la vuelta por el puente nuevo y coger el sendero que nos lleva hacia el Monte de San Antonio siguiendo el curso del arroyo Torres y ofreciéndonos un empinado paseo bajo castaños, robles, encinas y pinos que forman un tunel de verdor, todos rodeados de musgo como en un bosque encantado.

Durante casi toda la jornada vamos a caminar por andaderos que discurren paralelos a las carreteras comarcales y la nacional. Es un tipo de caminata mucho más pesada y dura y se agradecen los pocos desvios que te llevan por entre el bosque o atraviesan remotas aldeas con  intenso olor a pienso y postas de vaca, en las que raramente hay alguna persona que mira el paso de los peregrinos con expresión inexcrutable.

En Toxibo, tras el perfumado paso por las cercanías de fabricas de piensos y granjas vacunas, comienzan a caer gotas. En unos minutos la cosa se pone muy húmeda y decidimos parar y ponernos los ponchos de plástico que nos cubren a persona y mochila, convirtiéndonos en desgarbados bultos dotados de enormes jorobas.

Sembrados de grano, abedules, robles, eucaliptos, pinos. Alcanzamos y rebasamos a una pareja de media edad. Van cogidos de la mano. Forman una estampa tierna y poco habitual durante las largas caminatas.. El lleva la cabeza inclinada hacia su compañera, quiza para oirla mejor y van hablando en italiano muy animadamente. Rien con alborozo y nos miran con timidez cuando los dejamos atras. Ella sonríe y hace un comentario en voz baja a su compañero. El la mira y alza el rostro, entonces veo los ojos sin vida y la atención tensa en la expresión del rostro, formando como un gesto permanente. Mas tarde encontraremos al ciego y su compañera tomando tapas en una terraza., Ella me saluda con un gesto alegre y me pregunta por el nombre del plato que Jaime y yo tomamos con sendos vasitos de vino blanco. "Pulpo". Piden lo mismo.

Pero antes de eso debemos cruzar Gonzar, Castromaior, Hospital da Cruz  y Ventas de Narón, donde abundan los pinares y las tierras de cultivo, granjas y aldeas pequeñas y se comienza el ascenso a la sierra de Ligonde, elevación que pertenece a la Dorsal Gallega que separa el Miño del Ulla.

Tomamos un bocado en el Bar de Teresa a la salida de Ligonde. Ha empezado a llover de nuevo y hace frio. El bar esta repleto de extranjeros caminantes. Entre ellos, una pareja de ingleses o quizá canadienses que llevan a una niña de tres años en un carrito con ruedas que luce  una banderola de color rojo. La niña es preciosa, rubita y espabilada. En el bar se acerca a todo el mundo. Los padres, ufanos, calientan un biberón y comen bocadillos.

Salimos de allí y vuelve a aparecer el sol aunque el ascenso a Eirexe y Portos, también por andaderos junto a la carretera, menos mal que no muy transitada, ya muestra cielos oscuros y tormentosos hacia el oeste. Nos perdemos la iglesia románica de Vilar de Donas pues no me acuerdo de hacer el desvio hacia el pueblo, pero he disfrutado con la iglesia de Santa Maria en Gonzar y el pequeño templo románico de Castromaior.

En Lamiros habia un hospital para enfermos contagiosos (hoy un edificio particular) y un cementerio de peregroinos del que solo queda la cruz de término. Hay restos de dos castros célticos en Eirexe y Portos.

En el Liber Sancti Jacobi se habla expresamente de esta etapa, de Portomarin a Palas de Rei, avisando a los peregrinos de la abundancia de mujeres, sirvientas o prostitutas que buscan "la condena del alma de los peregrinos" ofreciendo sus artes amatorias a buen precio por lugares boscosos y hospederías.

Llegamos a Palas del Rei por su zona deportivo recreativa y entre campos de juego y merenderos (todo vacio) estalla una breve tormenta que nos deja mojados y mohínos. El nombre viene de una deformacion de "Palatium Regis" y n o se ha podido probar si existió tal palacio y de qué antiguedad hablamos, documentandose desde el siglo XII seguramente debido a la existencia de una iglesia milagrera dedicada a San Tirso de Ulloa.

Nos refugiamos en una gasolinera junto a dos chicas sudamericanas  que hacen el Camino en bicicleta. Los cuatro estamos empapados mientras fuera cae con fuerza un pequeño diluvio gallego que convierte la carretera en un riachuelo negro.

Portomarin-Palas de Rey

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25 mayo 2012 5 25 /05 /mayo /2012 15:49

La etapa de hoy, desde Sarria a Portomarín ha sido más corta: 22,5 km en los que hemos invertido seis horas, con una leve parada para reponer fuerzas en un pequeño refuigio de peregrinos en los que se oía todo tipo de idiomas, inglés, italiano, francés, excepto castellano. Nos dicen las chicas del figón que este es el mes de la abundancia de extranjeros. Luego la cosa se equilibra bastante.

Hemos salido por la parte alta de la ciudad, junto al convento de la Magdalena  y la torre medival, unico resto del castillo.

Atravesamos la carretera que lleva a Monforte  y Lugo que, un poco mas adelante, circulará por el inmenso y majestuoso puente de la autovía que se levanta sobre el valle un centenar y pico de metros en una orgullosa obra de la ingeniería  de esta época. Por debajo, mucho más modesto, pero también más bello,antiguo y recoleto, los viajeros cruzamos el cauce del rio Celeiro por el pequeño puente románico de un solo ojo, "Ponte áspera". Nos dirigimos por una umbría corredeira hacia la via de tren, le haremos compañía unos metros, hasta que el sendero jacobeo la cruza y la abandona dirigiéndose hacia las colinas que circundan Sarria. que nos dará entrada a la Meseta Lucense en su andadura incesante hacia el MIño embalsado de Portomarín.

El ascenso del Camino es entre un bosque encantado de robles, abedules  y castaños centenarios, retorcidos, inmensos, repletos de bultos informes y nervaduras, como si fuesen monstruos petrificados o gárgolas de un inmenso templo románico, caminando bajo el palio verde de las altas ramas que forman un soberbio artesonado vegetal catedralicio.

Pasamos por Vilei e inmediatamente Santiago de Barbadelo, donde encontramos la iglesia de Santiago, una pequeña ermita románica de torre cuadrada truncada, del siglo XII, construida en granito, de una sola nave y engastada en el pequeño, irregular y repleto camposanto de la localidad.

Nos quedamos unos minutos admirando las figuras que decoran los capiteles, medio comidas por el mal de la piedra, y la extraña figura humana con los brazos extendidos que está esculpida en el tímpano (parece una representación ritual masónica de los antiguos cofrades del triángulo y la plomada).

Parece que en Barbadelo (dice el Liber Sancti Jacobi) menudeaban los rufianes, estafadores, prostitutas, falsos tullidos y pícaros de toda ralea que trataban de robar a los peregrinos. Hay en el Libro del Camino medieval una descripción de uno de los sermones que usaban los amables y simpáticos embaucadores ofreciendo a los peregrinos que se alojaran en Santiago en sus hogares y que en prenda de ello  mostraran a su familia el objeto que él les daría para identificarse y ser tratados a cuerpo de rey.

Prados verdes, abundancia de arboles formando correderas o gruipos aislados, aldeas de pocas casas edificadas en granito oscuro, Renta, Xisto, Cortiñas y Lavandeiras, poca gente, pocos servicios. Corredeiras umbrías, caminos empedrados que pasan y cruzan las lomas bajo el sol, abundancia de peregrinos, la Pena do Cervo, con su pinar espeso entre robles, atravesando el arroyo Ferreiros.

En Couto paramos en una alquería repleta de derrengados peregrinos. Llama mi atención la presencia de dos muy maduras damas británicas, vestidas con esa falta de gracia peculiar que suelen adoptar las señoras inglesas de edad cercana a la Reina (por ejemplo el modelito florido de sombrero que lleva una de ellas, sobre la cabeza cana, protegiendo la lechosa piel con rosados rosetones en las mejillas y la nariz). Van charlando como cotorras entre risotadas y exclamacio nes. Las perdemos pronto en la caminata.  Va alternandose el asfalto y la piedra con el camino o sendero de tierra apisonada, pero abundan los tramos en los que se camina por el borde de la carretera, elevando la temperatura de los pies y el cansancio.

Despues de Parrocha y Vilalla llegamos a un recodo de una carretera desde donde se puede ver la superficie azulada del Miño y un poco mas tarde el gran puente que lo cruza y Portomarín e n la otra ribera, en la ancha boca del embalse de Belesar (en la orilla, oscuros restos de las viejas edificaciones del antiguo Portomarin). En el nuevo (1962) se pueden ver los monumentos restaurados piedra a piedra del viejo pueblo anegado por las aguas.

Portomarín fue un paso romano del rio Miño (porto en gallego es paso de rio) y lleva Marin en el patronimico, por el monasterio de Santa Marina que existio alli desde la Alta edad media y celebraba a la primera santa que se trasvestía en hombre para profesar sus votos religiosos segun consta en  el acta de su martirio, donde aun se le da nombre de  varon. Atravesamos el MIño y en la orilla ganada subimos la escalinata de los peregrinos ("lo único que nos faltaba", dice un obeso peregrino al comenzar a subir la escalinata que termina en una pequeña capilla dedicada a la Virgen de las  Nieves.

En la edad media en la cabecera del antiguo puente (1120) habia un hospital para peregrinos, bajo la protección de la Orden de San Juan, omnipresente en estas tierras, como el Temple en tierras leonesas,

Se dice que la actual iglesia de san N icolas fue edificada sobre la que existia de Santa Marina y que domina la colina donde se asienta el pueblo, sobre el cauce rápido y ancho del Miño.

Nuestro hotel está muy cercano al pétreo cubo de piedra almenado de San  Nicolás. Una iglesia fortaleza, con torreones y almenas, del siglo XII, una sola nave y abside semicircular con un enorme rosetón en el centro de su fachada.

Hemos caminado durante seis horas y el sol y la dureza del asfalto en varios tramos del camino nos hacen merecedores de un buen descanso. Perdonamos la hora de la comida en beneficio de la ducha y el descanso. Esta tarde cenaremos bien y disfrutaremos de la final de Copa. El amigo Jaime es partidario del Barça y el que esto suscribe lo es del buen juego, sea de quien sea. Disfrutaremos.

 

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24 mayo 2012 4 24 /05 /mayo /2012 17:48

Segunda etapa del Camino. Tras una noche movida por cumbias, donde una matrona de media edad--dueña del refugio-- era camelada por cuatro varones jóvenes de la Republica Dominicana y un cubano, sus empleados, en una inesperada repetición, corregida y aumentada, de las memoranbles secuencias de "La noche de la iguana" de John Houston, (con una Ava Gadner cuarentona, dueña de un hotel en la costa mexicana que se divierte con jovencitos rumberos), nos internamos de buena mañana en el Camino que nos llevará desde Fonfría y su hotel cutre-sabrosón hasta lares quizá más serios en un pueblo grande, limpio y ajetreado que se llama Sarria.

Serán ocho horas de caminata, casi 29 kilómetros, con paradas incluidas, una junto a un riachuelo para comer unas manzanas y otra en un bar del Camino para atacar una ración de tortilla de patatas y unas cervezas fría (muy de agradecer, debido a los más de 30 grados que caen sobre el Camino).

Hace una mañana despejada, un poco fría a estas horas (las 7.30) y el sendero va internándose por carenas de colinas, como si camináramos por un balcón que se abre ante un inmenso paisaje de colinas verdes, bosquecillos, sembrados y pastos. Abedules, robles, acebos, grandes matas de helechos, el pardo y persistente colonizador del enebro, el brezo y otro matorrales que se extienden por cimas peladas, dandoles una coloración muy característica

Pasamos Biduedo (llamado asi por su bosque de abedules) en un tramo del Camino muy auténtico (desde el medievo) y atravesamos por la parte superior de una ladera el monte Caldeiron, mientras a nuestros pies se despliega un enorme valle con una antiestetica cantera en el centro. Comienza un descenso suave que ya no cesará hasta Sarrias, pese a algunas subidas intercaladas, entrando el sendero en las famosas "correidoras" de robles y castaños, con ejemplares de centenares de años y mohosos muros de piedra limitando los dos márgenss del camino, que se desliza entre árboles centenarios como por túneles de verdor, húmedos y umbríos, generalmente de piso embarrado.

Entreamos en el concejo de Triacastela, tres castillos (no queda ninguno en pie) pasaremos por Filloval (llamado asi por el nombre de las trampas para lobos que los del lugar preparaban), As Pasantes y Ramil antes de internarnos en este pueblo, con u na calle mayor llena de refugios y restaurantes de peregrinos. Fue fundada por el conde Gatón del Bierzo en el siglo IX y ha sido considerada fin de etapa desde el medievo (segun el LIber sancti Jacobi). Parece ser que en aquellos tiempos habia la tradición de coger una piedra caliza de las que abundan en este pueblo para llevarla a Santiago y asi ayudar a la construccion de la catedral. (tradición cantera que continua en la actualidad en la zona). Otra historia relacionada con Triacastela habla de la picaresca delictiva de ciertos mesoneros de Santiago que enviaban a esta población (a 120 km de Santiago) a sus compinches para apalabrar con los peregrinos una estancia más económica en sus establecimientos de Santiago, donde eran esquilmados y sometidos a toda clase de abusos.

Nosotros nos demoramos en la visita a la iglesia parroquial dedicada a Santiago, una bellisima torre románica enclavada en el centrro del camposanto de la localidad con sus lápidas y sepulcros vistosos y de gran lujo como parece ser costumbre gallega.

En Triacastela hay que decidirse entre dos alternativas: ir a Sarria por el monasterio de Samos o, mas corta y también muy hermosa y con desniveles, ir por San Xil. Nos decidimos por esta segunda opción y avanzamos por la ribera del arroyo Valdoscuro, donde haremos un refrescante baño de pies. Luego el sendero sube hacia el Alto de Riocabo, entre valles escondidos y correidoras de enormes castaños y robles. Por pista se atraviesa Montán y Pintín, hasta llegar a Sarria.

Es una población con restos preromanos pero documentada desde su refundacion por Alfonso IX (en torno a 1200). Los peregrinos se encontraban al entrar en Sarria con  la Iglesia de Santa Marina (que fue románica, ahora no lo es), pero si se mantiene románica la de San Salvador. En lo alto del cerro que domina la poblacion quedan restos de un castillo. Y cerca de allí, el convento de la Magdalena, el mas grande y hermoso.

Nuestro hotel se encuentra al final del pueblo, casi en la salida hacia Lugo, por donde mañana iniciaremos la tercera etapa. Hoy nos espera la ducha y luego un  paseo por este bello pueblo, con sus merenderos junto al rio y su recoleto casco antiguo.

 

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15 mayo 2012 2 15 /05 /mayo /2012 07:59

excursiones-0945.JPGHe aquí una propuesta de delicioso paseo por los alrededores del rio Tastavins. Salida desde la famosa ermita de la Virgen de la Fuente, río arriba por un sendero de poca inclinación entre bosques, llegada al pueblo tras unas dos horas de caminar, subida a las últimas casas del arracimado Peñarroya hasta encontrar el camino que lleva a las rocas de Masmut, casi una hora más por pista ascendente. Una vez frente a los rojizos cortados graníticos, subida a la cima --con unas pequeñas grimpadas sin mucho riesgo-- y regreso directamente a la ermita y santuario. En total unas seis horas sin contar paradas.

Salimos desde ldetrás de la ermita de Abajo (que merece una detenida visita como comentamos  un poco más abajo) dejando a una media hora de carretera arriba el caserío blanco de Peñarroya de Tastavins, arracimado sobre las laderas del Cerro de la Moleta. El sendero está marcado como GR (es el 8) en su comienzo, justo detrás de los edificios de la Hospedería . Cruzamos el rio y dejamos atras el recodo del puente viejo siguiendo un sendero estrecho que sube un poco para convertirse en una senda ancha, a veces pista, que va siguiendo el camino paralelo del cauce del río (en esta ocasión con poca agua, aunque en otros tiempos habia llegado a arrasar la antigua ermita, obligando a construir una nueva con grandes muros de piedra de contención).

Entramos y salimos de bosques, espacios de cultivos, ruinas de masías abandonadas, arboles frutales, pinos, carrascas, encinas, chopos. El sendero está bien marcado. Pasamos por el Moli Nou, un conjunto de casitas remozadas para turismo rural, ocupando la orilla izquierda del rio y hay que estar atento pues junto a unos grandes campos de cultivo y una explotación ganadera el sendero se bifurca, el GR8 sigue a la izquierda y el PR que debe llevarnos de nuevo al pueblo, tras dar un amplio círculo, se encamina hacia la derecha bordeando los grandes pastos y alguna construcción de adobe y piedra para guardar trastos de faenar. El sendero sigue rio arriba, acompañando el cauce, dejando a un lado muchos campos de cultivo. Encontramos un estrechamiento del cauce que se incrusta entre paredes graníticas de conglomerado gris, formando una especie de cañón de piedra con aguas  de color esmeralda  en donde se abren pequeñas pozas de poca profundidad. Al otro lado del rio van apareciendo viejas masías abandonadas, algunas incluso amuralladas, que dan un aspecto fantasmal a la zona. Cuando se camina junto a las gargantas pétreas que ha excavado el rio, es posible ver las laboriosas conducciones de agua que los antiguos pobladores han excavado y enmurado a cierta altura sobre la roca.

Chopos, encinas, sauces, van acompañando al caminante, que cambia de dirección tras pasar junto a un gran poblado de casas diseminadas, al fondo, en la oltra orilla del rio. Volvemos hacia el noroeste (donde intuimos que se encuentra Peñarroya) y avanzamos bajo bosque y sendero pedregoso con subidas y bajadas leves, hasta llegar a una gran explotación ganadera vallada con alambre de espino, que nos lleva tras una subida no muy acusada hasta la carretera  secundaria que une Peñarroya con  la carretera nacional a Fuentespalda y una pista al Pantano de Pena, por los Sucarrades y el Coll de Andreu, encima del rio de los Prados que hemos estado siguiendo. A la derecha, siguiendo la carretera, vemos nuevamente el pueblo de Peñarroya. Hemos de estar atentos pues el sendero, señales blancas y amarillas, cruza la carretera y se adentra por los campos de cultivo hacia la izquierda junto a una explotación ganadera y una granja porcina. El sendero nos lleva ahora hacia la espalda del pueblo, al que entramos por el Roquedal, frente al espacio abierto entre las rocas del fondo donde estaba el puente romano desaparecido, el "Pont chafat". Aqui podemos seguir la senda hasta el pueblo y alli la primera calle de subida hacia la pista de Masmut o subir directamente hasta la balsa de San Miguel, que está en el inicio de la pista que lleva a las grandes paredes de conglomerado rojizo. Una vez que llega la pista a las primeras paredes verticales del macizo, hay una confluencia de sendas y caminos. Un sendero de bajada dejando las rocas a la izquierda, por entre el bosque de encinas y pinares, una pista a la derecha que asciende hacia el mirador y un camino estrecho medio borrado a la izquierda del sendero que sube empinadamente hacia un lateral de las Rocas. Ese es el que hemos de subir. Al llegar a la base de las primeras rocas que forman parte del macizo, la subida se inicia de inmediato con una suave grimpada hacia la derecha, con algunos pasos aéreos. Hay que seguir las señales azules, que nos llevarán tras algunos momentos en que hay que usar manos y pies sobre las rocas, a la cima. Dado que ya hemos hablado en otra ocasión de las Masmut, comenzamos el regreso.

Salimos por la pista hacia el pueblo. Conviene una larga paseada por las calles estrechas y empinadas. Atención a algunos bellos edificios medievales o renacentistas, a la Iglesia de Santa Maria la Mayor (Monumento histórico-artístico desde 1984) y reponer fuerzas en, por ejemplo, el Hotel Tastavins, con un buen servicio de restaurante. Despues solo queda bajar dando un paseo hasta el Santuario (hay un senderito algo perdedor que lleva desde la explotación de los Jamones hasta detras del santuario, justo al comienzo de nuestra excursión, pero se pueden ahorrar, por una vez, el sendero y seguir tranquilamente la carretera.

 

 

 

ACCESOS Y DOCUMENTACION

 

Los mapas del Servicio Topohgrafico Nacional, 520, de Peñarroya de Tastavins, amén de los libros "Lo Port" de Joan J. Tirón y, Las "Rutas por el Matarraña y los Puertos" editado por Prames y el Gobierno de Aragón  y algun ejemplar para el recuerdo de cualquier de los muchos libros editados sobre las Rocas de Masmut (una maravilla tambien desde el punto de vista fotográfico),  justifican una visita a la librería de Octavi Serret en Valderobres, aunque por supuesto también suelen encontrarse en otras librerías especializadas

 

LA VIRGEN DE LA FUENTE, PATRIMONIO MUNDIAL

 

Solo por visitar este antiguo Santuario, declarado Patrimonio Mundial del Arte mudéjar aragonés en 2001, la excursión ya vale la pena, imagínense si sumamos los encantos deportivos y paisajísticos. El Santuario está formado por un coinjunto de edificios, unidos entre sí por escalinatas y paseos. Hay dos ermitas (la de Arriba y la de Abajo, no denotan mucha imaginación los que les pusieron los nombres) mas una hospedería (hoy en funcionamiento otra vez), la oficina de Turismo y el Centro de Interpretación del Porcino (una de las riquezas de la zona: reputados jamones con denominacion de origen). La ermita de Arriba tiene un estilo gótico-mudejar, es de finales del siglo XIV y tiene una techumbre del mudejar aragonés decorada con pinturas y motivos geometricos y naturales que causa verdadero asombro. La de Abajo es del siglo XVII (1638) con dos portales en los que campan las fechas 1658 y 1783. De 1341 data la Cofradía , cuyo primer cofrade fue el rey Pedro IV. La Virgen de la Fuente (ésta, muy hermosa, con quince caños) es una más de que gozan de una leyenda de itinerancia. Fue descubierta por el consabido pastor junto a la fuente en el siglo XIII, llevada al cercano pueblo y milagrosamente perdida y vuelta a encontrar en la misma  fuente. Una y otra vez. Hasta que se decidió construir la primera ermita en la zona. Cosas.

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11 mayo 2012 5 11 /05 /mayo /2012 14:04

He aprovechado una visita corta a mi pueblo, la Torre del Compte, a pocos kilómetros de los Puertos de Beceite, que forman un "skyline" soberbio, moles dentadas recortadas en azul cobalto contra el cielo mediterráneo del Matarraña, para subir a Peña Galera. La mañana primaveral, con ese olor fresco a Naturaleza recién nacida que tienen las primeras horas de sol en tierras de solano, destacaba los perfiles de los picos y las tortuosas gargantas como si Gustavo Doré hubiese pintado todo durante la noche anterior (siempre he sostenido que por las solitarias cumbres, valles escondidos, bosques y rios de los Puertos de Beceite se podría rodar con propiedad una nueva versión del "Manuscrito encontrado en Zaragoza" o de las escenas de Don Quijote haciendo penitencias amorosas en Sierra Morena).

Realmente las soledades y la austera belleza dura y montaraz de la Peña Galera me han reconfortado, como sólo suele hacerlo la montaña para los que hemos nacido y vivido con su presencia o su nostalgia. Es, sin duda, una psicoterapia activa de gran eficacia para la mayoría de las personas. Con una condición expresa, que he desatendido --menudo psicoterapeuta soy-- y así me ha ido. Los largos paseos, con alguna que otra subida y correspondientes bajadas, por lugares de montaña tienen un largo prestigio terapéutico en la historia de la medicina (y de la literatura, ¿recuerdan "La montaña mágica" del genio de Lübeck, Thomas Mann?). Pero siempre con una advertencia que dicta el sentido común: nada de pasos difíciles, excesos físicos o terrenos peligrosos. En esos casos, aun siendo un montañero experto o experimentado, es bastante posible que uno tenga un percance. El que me ha correspondido, por no saber aplicarme lo que pregono y aconsejo, ha sido afortunadamente leve, unas raspadas aparatosas en el brazo y el codo. Y el susto. Uno no puede bajar una montaña por una "dresera" inventada, con la mente repartida entre el paisaje, el bienestar fisico, la bajada sobre terreno resbaladizo y rocas poco fiables y las cuestiones personales que ocupen su mente. ASÍ QUE, OJO AL DATO: vale la pena salir a caminar para tranquilizar el ánimo y ordenar las ideas o mejor aún para olvidarlas momentáneamente. Pero ¡no intente hacer una carrera de montaña o una subida a un pico! Y eso, ni aunque tenga treinta años...imagínese con el doble...

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