Narra el lama Anagarika Govinda en su libro "El camino de las nubes blancas: un peregrino budista en el Tibet (Ed.Eyras)" su encuentro con un "lung-gom-pa", un hombre que es capaz de caminar en trance meditativo y lo hace a paso vivo "con levedad aérea", logra no diferenciarse de su propio paso, haciéndose uno con su caminar. No mira en torno suyo, va rápido, absolutamente seguro, equilibrado de una forma esencial, respirando controladamente, ajustando su respirar a la cadencia de sus pasos, concentrados de forma total en el camino, las piedras, los obstáculos, en sintonía todo el cuerpo con el movimiento y éste con el camino en sí. Es una disciplina tántrica que ejercitan algunos monjes del Tibet y está basada en el control pranayámico de la respiración.
Pues bien, ayer caminaba por el collado de la roca de las Almenas, una especie de gigantesco castillo de roca blanca que se recorta contra el cielo como un relieve almenado, entre los valles del Ulldemó y del Matarraña, los dos ríos que nacen en los Puertos y desembocan en la planicie del Bajo Aragón para unirse mucho más abajo a la corriente del Ebro. Habían anunciado vientos de fuerza 7 en la zona y el cierzo parecía concentrarse contra el collado. Yo venía de Beceite y buscaba el sendero que va al otro valle y desemboca en La Pataquera, en el Ulldemó. Comprendí que debía dar media vuelta y regresar. El cielo se había cubierto en segundos y unas nubes grises de vientre negruzco cruzaban a toda velocidad. El frío, aumentado por el viento, escocía sobre los ojos y la cara. Me tapé orejas y nariz con el pañuelo de cuello y calé la gorra de lana hasta los ojos. Había estado pensando, mientras ascendía al collado (unas dos horas desde el Parrisal, donde había dejado el coche) y reflexionaba sobre los "lung-gom-pa". Pensé que para bajar en esas condiciones climáticas podía intentar aplicar el principio meditativo del zen en movimiento, el "kinin", del que se alguna cosa y tengo cierta experiencia. Algo muy alejado por supuesto de la perfección técnica y el esfuerzo meditativo del tantra tibetano. Y además el "kinin" está pensado para un caminar lento en el dojo. Yo trataba de aplicarlo al más rápido y más complejo y exigente caminar por la montaña. Fue una bajada activa --ni lenta, ni rápida, me olvidé del tiempo y me atuve radicalmente al paso a paso consciente y concentrado-- de una hora y media, con dos lugares delicados, uno por una cornisa junto a un precipicio y otro por una tartera de piedras pequeñas y resbaladizas en un grado de inclinación bastante acusado. Me olvidé del disfrute del paisaje, de los árboles y de las rocas decoradas con el verde brillante de los hongos y la hiedra, del panorama de los picos y las agujas...sólo existía el caminar. Lento en ocasiones, más rápido en otras, con la vista prendida de mis pies y del terreno que pisaba y el que me esperaba a continuación, en un radio escaso de medio metro. Concentración profunda, respiración tranquila, pasos seguros, con el cerebro funcionando plenamente de una forma rapidísima, conectado a la imagen que tenía delante, a la sensación física del cuerpo desplazándose, en un equilibrio magnífico e impremeditado, casi en estado de automatismo con un ligero control de la mente sobre el movimiento, pero de una parte de mi mente que no parecía depender de mi voluntad o de mis deseos o de mis temores. Bajaba en una especie de trance que no se disipó hasta llegar a la explanada del barranco donde había dejado el coche. Supongo que nada parecido al arte del "lung-gom-pa", algo mucho más modesto, pero me sentía feliz. Ha sido una experiencia enriquecedora. Caían las primeras gotas.
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