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9 marzo 2011 3 09 /03 /marzo /2011 12:29

NATALIE-BLACK-SWAN_galeriaBig.jpgSi le gusta Tchaikovsky, si le emociona el ballet, si le van las películas donde se juega con elementos oscuros y primordiales, con símbolos, con juegos de la mente torturada, si tolera que utilizando las mentiras de la mente obsesionada le engañen visualmente...le gustará "Cisne negro". La película de Davren Aronojsky tiene todos los ingredientes para hacer de ella una muestra brillante y fascinante de un viaje psicodélico a las profundidades del alma de una muchacha obsesionada por el éxito hasta extremos patológicos.

La historia de esa bailarina (portentosa Natalie Portman) delicada, sensible y vulnerable como el cisne blanco que aspira a danzar, que debe pagar un precio altísimo para ser capaz de convertirse en el cisne negro que supondrá su muerte, es una historia que sobrecoge, a la que sobran algunos efectismos baratos de película de terror y faltan otros de compasión y profundidad psicológica.

La bailarina, sometida a la presión de un duro director (Vincent Cassel), manipulador y egoísta (todo por el espectáculo) y de una madre absorbente que pretende vivir el éxito (que no tuvo en su propia juventud, también fue bailarina) a través de su hija con una sobreprotección mezquina, son dos elementos activos de una fuerza destructiva excesiva para la tierna protagonista.

Es la historia de un  viaje iniciático, desde la inocencia hasta la incierta maldad que produce el uso de cualquier medio para conseguir un fin, una renuncia trágica al equilibrio personal para lograr el éxito. La bailarina es un ser  herido desde el principio, en la que afloran comportamientos y actitudes que evocan un problema psicológico serio, una patología psíquica que roza la esquizofrenia y, al fin, permite que la domine.

El juego permanente del espejo como puerta al otro, al lado oscuro de la mente de cualquier persona, tiene un efecto desolador y destructivo en la de la muchacha. Recuerda las obsesiones de "El doble", la novela de Dostoievsky, el asesino escindido de "Las manos de Orlac", es decir, la eclosión simultánea de una subpersonalidad perversa que acaba dominando a la que llamaremos "normal". Los continuos desdoblamientos de la psique de la bailarina, las escenas violentas o de fuerte contenido sexual (los dos centros desequilibradores, fuertemente reprimidos por ella) nos son mostradas como acciones reales (que sin duda lo parecen para la protagonista) y sin ningún detalle que permita al espectador comprender que todo el juego narrativo tiene lugar en la ficción psíquica, hasta el final del filme.Las-zapatillas-rojas1_cartel_peli.jpg

La factura visual de "Cisne negro" es impresionante. Tanto el comienzo, austero y bellísimo, trasunto en imagen de la maravillosa música de "El lago de los cisnes" (donde ya se nos muestra la inquietante presencia del mal y la vulnerabilidad de la bailarina), como las secuencias de ballet e incluso la fórmula utilizada como fondo de los titulos de crédito finales (ese fondo blanco de plumas que va siendo invadido por las negras plumas del mal hasta cubrir la pentalla, en la que solo queda una pequeña pluma blanca solitaria) son de un refinamiento y una sensibilidad visual muy eficaces.

El Oscar a Natalie Portman, es el premio a un trabajo bien hecho. La bellísima actriz convence y conmueve. La película un poco menos...y nada que ver con "Las zapatillas rojas", el clásico de Michael Powell  (1948) que despertó el amor al ballet de toda una generación.

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8 marzo 2011 2 08 /03 /marzo /2011 18:43

"La Pastora" fue un personaje real, hijo/a de estas tierras, un fruto circunstancial de épocas de opresión y miseria, un drama humano que se convirtió en tragedia violenta, enquistada en las sombras y claros de una contienda fratricida y cruel. Un personaje digno de encarnar en la serie goyesca de los desastres de la guerra. La escritora Alicia Giménez Bartlett la ha llevado a la actualidad literaria más candente. "Donde nadie te encuentre", título del último premio Nadal, nos cuenta la vida compleja de este hombre/mujer, patético hermafrodita que perteneció al maquis en la postguerra empujada por la violencia ciega que arrasó aquél tiempo y este país.

A través de la peripecia investigadora de un psiquiatra francés y un periodista barcelonés, entreverada la acción con un monólogo de la propia Teresa Pla Meseguer, llamada "La Pastora" como nom de guerre, (y Florenci, al final, convertida en hombre), se nos muestra de una forma ágil y eficaz el pasado y la existencia real del personaje, complejo, contradictorio y vulnerable a pesar de su brutalidad defensiva. Es en ese retrato íntimo que rezuma dolor, inocencia y soledad, donde está la baza principal de la novela de Gimenez Bartlett. dondenadieteencuentre.jpg

Dedica la escritora su libro a José Calvo, cuyo "La Pastora, del monte al mito" (siete ediciones lleva desde su aparición en julio de 2009) es el mejor estudio existente sobre la vida y obra de la popular maquis, tan temida en otros tiempos y tan perseguida en aquellos y hasta hace poco.

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 Pero, sin embargo, hay otro precedente literario, además del de Calvo. Se trata de la novela de Manuel Villar Raso "La Pastora, el maquis hermafrodita", publicada en 1977, en editorial Albia,  por el novelista soriano afincado en Granada. Y en 2003 reeditada por una editorial granadina con el título "La bella hermafrodita".

El trabajo de Manuel Villar, escritor de más de 50 títulos, con varios premios en su haber, provocó en su día bastantes problemas a los herederos de La Pastora que incluso llegaron a denunciarlo por falsedad (juicio sobreseído por el juez al estimar que el trabajo de Villar Raso era una novela y no un tratado de historia). La sobrina nieta de La Pastora me ha escrito para denunciar el trabajo de Villar Raso y calificar el de José Calvo como el más veraz y mejor documentado.

 

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8 marzo 2011 2 08 /03 /marzo /2011 11:06

panegre-jordi-1.jpgSe ha llevado nueve Goyas, trece premios Gaudi, uno en San Sebastián y ha devuelto al cine catalán, miunusvalorado en el resto del país, una frescura y un potencial de obra bien hecha y de gran capacidad sugestiva. "Pa negre" (Pan negro) de  Agustín Villaronga es una cinta digna de verse que conmueve e irrita, que hace pensar. Basada en una novela de Emili Teixidor (2004), Premio Lletra d'Or, es el relato duro y angustioso del camino iniciático de un niño, Andreu, un adolescente sensible e inteligente, metido en el asfixiante y mezquino ambiente rural de una Catalunya tras el reciente fin de la guerra civil, con toda la carga de odios soterrados, represión, ajustes de cuentas, violencias primarias y sórdidas historias de dinero, sexo y poder. En fin, lo de siempre, pero con la pátina horrible de aquellos horrores en blanco y negro de la postguerra española.

La acción se desarrolla en un pequeño pueblo de la comarca de Osona (Girona), entre las montañas. La secuencia inicial, el ataque a la carreta y el asesinato y posterior despeñamiento de caballo y carro, con el padre muerto y su hijo vivio en el interior, es absolutamente desoladora e impactante, por su crudeza, su sencillez expositiva y la trágica belleza de la escena de la caida de caballo y carro por los cingles, un precipicio, de Tavertet.

A partir de ese momento terrible se desencadena la historia, bien enmarcada en ese mundo oscuro y primario, donde asistimos al periplo iniciático de un adolescente desde la inocencia hasta el temor, la mentura, el compromiso y el derrumbe moral que terminarán por contagiarle.

El niño, Andreu, interpretado por Francesc Colomer,3569880253.jpg que comienza pareciendo algo alelado y poco expresivo, termina conquistando su derecho a encarnar con vitalidad y vericidad a un personaje sumamente complejo que va oscilando a través de los golpes del conocimiento entre mentiras, ocultaciones y medias verdades. En un ambiente tan opresivo y oscuramente primario, florecen los monstruos ocultos, como ese personaje fantasmal que vive en una cueva y al que nunca veremos, que arrastra propósitos de venganza por una terrible historia de violencia y sexo prohibido. Pero los peores monstruos anidan en la mente y los corazones de los vecinos y en la propia familia del niño.

Las secuencias efectivas se suceden, desde las angustias de las carceles franquistas, a los momentos de desvelamiento sexual que la pequeña manca establece con el niño, la escuela con el maestro borracho y desencantado que se une al desierto moral de los vencedores y al desprecio a los vencidos, la vecina enloquecida por el asesinato de su marido y los secretos que esconde, la elección del niño entre la dureza de una vida centrada en la verdad y la aceptación de su propia mezquindad para seguir una moral de supervivencia a costa de sus sentimientos y su dolor.

También es una película de mujeres, niñas y adultas engranan un plantel de complejidades, dureza y abusos que tienen sacude al espectador, que contempla aterrado la sentina moral de una sociedad desgraciada, mísera e hipócrita.

Mención aparte a un Sergi López en el papel del brutal alcalde fascista, prepotente, casi calcado del oficial franquista de "El laberinto del fauno" y a Roger Casamajor, cuyo papel de padre de Andreu, sorprende por su ductil ambiguedad y su convicción: las miradas magnéticas del actor son como espejos negros donde se reflejan con total veracidad todo tipo de sentimientos y emociones. Genial.

Como último apunte y no por ello menos importante: la glorificación en el discurso de la película del papel de la palabra, de la importancia y el valor de las palabras, del lenguaje con el que se expresan todos, ante la mirada y el espíritu devorador del niño. El aprendizaje de la enorme significación de lo que se dice y de cómo se dice, de lo que se calla y de lo que se oculta, siempre con las palabras como nexo de unión entre lo que es y lo que queremos que sea, con toda su enorme potencial de manpulación y violencia. Precisamente en esas mentiras, ocultaciones, se mueve el desamparo del niño que le llevará a asumir la mezquindad y la negación de sus sentimientos como propios, engendrando otro monstruo a imagen de los que le rodean y él ha rechazado. Doloroso ese final con la madre despreciada caminando por el pasillo del colegio, avejentada, humillada, mientras el niño la contempla enmarcada en el vaho del aliento que ha lanzado sobre el cristal.

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7 marzo 2011 1 07 /03 /marzo /2011 19:34

He vuelto a ver "Soylent green" la impresionante película de Richard Fleischer, realizada en 1973 e interpretada por Charlton Heston y Edward G. Robinson en los principales papeles. Está basada en una novela de 1966 del escritor Ray Harrison titulada "Make room !!, Make room!" ("¡¡Hagan sitio!! ¡¡Hagan sitio!!"), aunque en una antigua edición española la titulaban directamente con el nombre de la película, "Soylent green" que ha pasado a ser un icono popular de los alimentos realizados con elementos contaminados y nada adecuados.

La referencia de la película nace en mi mente a propósito de una columna semanal que escribo para "La Comarca", el diario del bajo Aragón, donde resido. En mi texto analizo la actual situación global en la que se dan cita una serie de elementos críticos muy conflictivos y peligrosos para la actual sociedad postindustrial del siglo XXI.

Se trata de la crisis energética (provocada por las revoluciones árabes del pan o de la dignidad, lo mismo da), la alimentaria, la ecológica, la sociolaboral, la financiera,  que parecen haber coincidido en este tiempo, llevando a occidente a una crisis global de imprevisibles consecuencias y por lo tanto de difícil solución o al menos, atenuación. ¿Por qué me ha venido a la memoria "Soylent Green"?

Examinemos el mundo del año 2022 que nos muestra la película. Circunscrita la acción a Nueva York, nos sirve como botón de muestra para un mundo que aún está peor. En la gran ciudad viven más de 40 millones de personas. Las calles están atestadas de gente (no de coches, hay crisis energética) que hacen su vida en las esquinas o en edificios destartalados y ocupados hasta el último rincón. La gente, multitudes de gente parada (no hay trabajo mas que para unos pocos) no tiene acceso a ninguna comodidad, beben agua de garrafa y comen unos alimentos sintéticos que reparte el Gobierno a un precio simbólico o lo entrega con cartillas de racionamiento: soylent rojo y soylent amarillo.

La película hace emerger una trama policiaca en la que se investiga el asesinato de un directivo de la empresa que fabrica los soylent. Charlton Heston es el policía encargado de la investigación y es ayudado en materia de documentación por el viejo Solomon Roth, un hombre enfermo que vive amargado por sus recuerdos de la época en que la vida era amable y habia de todo, agua, alimentos frescos, vivienda, trabajo, naturaleza no contaminada, verdes bosques, rios limpios, mares no degradados.

No les revelo el desarrollo de la película ya que lo que me interesaba es comparar aquélla situación mundial que refleja la novela con ésta, en la que nos estamos metiendo desde hace ya unos cuantos años, pero que ahora parece entrar en crisis de agravamiento.

El soylent verde es repartido a las multitudes asegurando que se trata de un alimento superenergético, superior a las otras dos variedades, y que ha sido extraido del placton de los océanos. Al final sabremos de que material superabundante lo extraen. Tiene tanto éxito que se producen disturbios violentos que la policía reprime con un método drástico y de una fuerza visual de pesadilla: grandes máquinas excavadoras son lanzadas entre la multitud para que con sus grandes palas recogan a la gente y las lance a los camiones de detenidos.

No les contaré como acaba, un desesperanzado final, pero les animo a buscar la película en su dvdclub. Hay otra secuencia que se ha quedado en mi memoria sensible: la del viejo Roth (inmenso Edward G. Robinson en el que, curiosamente, sería su último trabajo en el cine: moriría de cáncer diez días más tarde de rodar la última escena) que admite entrar en el departamento de "suicidio asistido" sólo por poder ver, en la gran pantalla frente a su lecho de muerte, cómo era el mundo que él había conocido y ello bajo la música de la Pastoral de Beethoven, la Patética de Tchaikovsky o 220px-Soylent greenla Peer Gynt Suite de Grieg.

Esperemos que la referencia a Soylent Green quede como una curiosidad cultural y no como una profecía. En mi artículo cito a Gandhi como recurso para evitar esa pesadilla global. Hay alguna posibilidad de salvarnos...pero hay que aplicarse a ello.

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7 marzo 2011 1 07 /03 /marzo /2011 19:21

En 1973 el director Richard Fleischer elaboró una película que había de convertirse en un clásico de la mal llamada ciencia-ficción: “Soylent Green”, interpretada por Charlton Heston. Nos narraba una terrible historia ambientada en un futuro lejano entonces (2022) pero no tanto para nosotros. Transcurría en la ciudad de Nueva York azotada por una sobrepoblación angustiosa, escasez de alimentos, contaminación atmosférica y un cambio climático brutal, ausencia  de agua, sequía permanente, violencia social y falta de vivienda, de materias primas, y de empleo, toda una humanidad en estado de miseria bajo un estado omnipotente, férreo, policial, corrupto, incapaz de aliviar las necesidades, ocupado en la represión interna y la protección de una minoría poderosa –la cleptocracia de unos pocos, sustentada por las fuerzas del orden compradas a bajo precio y un funcionariado con algunos privilegios- que vive en los protegidos guettos amurallados.

Dejando a un lado las evidentes exageraciones literarias y pidiendo disculpas al lector por el tono apocalíptico, déjenme apuntarles ciertos hechos y datos muy actuales que evocan una lamentable familiaridad con la ficción que les he narrado.

Estamos en un momento crítico en el que el petróleo está en límites históricos de alza de precios y el BCE habla de subir los tipos de interés  para combatir la inflación (que produce ese aumento energético, vinculado a la geopolítica en Oriente Medio y Africa del norte) con lo que podemos apostar que la recuperación económica en países con problemas como España se frenará e incluso retrocederá. Además los alimentos se han encarecido y vivimos épocas de desajuste climático que llevan desde la pertinaz sequía a las inundaciones de proporciones bíblicas en Australia, por ejemplo, y otros países.

  mahatma-gandhi

¿Cuál es la situación general?  Estamos en medio de una crisis alimentaria mundial (la segunda desde 2006), otra de materias primas, una tercera energética y  otra de exceso de población (7.000 millones de habitantes del planeta, más del doble de personas que pisaban la tierra en los  “felices sesenta”). El mundo está alcanzando límites globales en el uso y abuso de recursos, el régimen de crecimiento de los países emergentes China, India y algunos de África, llega al 7% contra el 2% de los países desarrollados: en menos de 20 años se duplicará el crecimiento  (y el gasto subsiguiente) y está demostrado que, si no ponemos remedio, el planeta que nos sustenta no podrá, físicamente, tolerar ese crecimiento. Mientras tanto el cambio climático (tan manipulado como el lobo del pastor bromista, que acaba siendo profético, “que viene el lobo”),  inexistente para muchos,  está mostrando obstinadamente sus garras: sequías (como la de la antigua Unión Soviética y partes de China que están propiciando una crisis del trigo o, mucho más cerca, la que pone en peligro las cosechas de cereales de Aragón)  e inundaciones, como las de Brasil y Australia. Todo lo anterior está provocando un encarecimiento constante del precio de los alimentos (encarecimiento en torno al 30 % en 2010). Según un informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en enero se alcanzó un máximo histórico en los precios alimentarios, por séptimo mes consecutivo. “Nos encontramos en los límites más altos desde que la FAO empezó a controlar los precios de los alimentos en 1990”, dice el informe.

Hace unas semanas llamé “la revolución del pan” a las revueltas árabes desde Túnez a Egipto en esta columna, otros la adjetivan “de la dignidad” o “de los jóvenes 2.0”. En realidad estamos hablando de lo mismo. El pan, el hambre, el empleo que compra ese pan, la dignidad del empleo y del pan ganado, no robado o donado.  La pregunta del millón no es por qué se han producido esas revueltas, sino por qué precisamente ahora.

Decía Gandhi que la Tierra tiene  suficientes recursos para alimentar a todos sus habitantes, pero no lo suficiente para satisfacer la avaricia de todos. Y este es el problema: no sabemos poner límites a la avaricia de unos pocos frente a la necesidad de la mayoría. Esto es lo que alimenta la desesperación y justifica la revolución. El primer mandamiento del siglo XXI es aprender – y enseñar - a combatir la codicia humana con el ejercicio de la cooperación. Y solo lo haremos cuando comprendamos que la barca que se hunde es la nuestra, la de todos, aunque nos creamos a salvo. Sin ánimo de ser agoreros, ¿estamos seguros que el desquiciado mundo de “Soylent Green” es sólo una ficción sin fundamento?

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4 marzo 2011 5 04 /03 /marzo /2011 23:17

 

127-horas-127-hours-critica.jpgHe visto "127 horas" con emociones encontradas, contradictorias, y con una cierta irritación al final. La película dirigida por Danny Boyle (el de "Slumdog millionaire") e interpretada por un magnífico James Franco (más verosímil en su angustioso papel que todo el desarrollo argumental desaprovechado por el director) está basada en el libro "Between a Rock and a Hard Place" escrito por Aron Ralston, el escalador norteamericano de cuya trágica experiencia se nutre el film.

Este montañero experimentado y digno de admiración se autoamputó el brazo derecho que había quedado atrapado por una roca en un desfiladero del cañón de Blue John en el parque natural de Robbers Roost, en el estado de Utah, en mayo de 2003. Aron se vio obligado tras cinco días de penalidades facilmente imaginables a amputarse el brazo aprisionado con una simple navaja.

Hasta aquí la historia real. Otra cosa es el tratamiento cinematográfico, siempre salvando eso sí la interpretación de Franco. En los parajes fastuosos del cañón (la secuencia del lago subterráneo en el que se sumergen sorpresivamente el escalador y dos jóvenes montañeras que le acompañan por solo unas horas, es una de las más bellas  y refrescantes -en el sentido estético de la palabra- que he visto en los últimos años) el comienzo de la narración es trepidante y sin censura posible. Es precisamente desde el momento en que ocurre el accidente y Aron se ve atrapado, donde a Boyle se le va la olla y comienza a desbarrar innecesariamente para llenar el tiempo. Así que, en vez de centrarse en el proceso psicológico y emocional que vive el protagonista, se nos regala con vistas innecesarias, aunque bellas, del lugar donde está, el paso de los pájaros, alucinaciones gratuitas como la inundación del estrecho desfiladero y flash backs reiterativos sobre el pasado reciente y lejano del joven deportista.

De toda esa bagatela de escenas sólo se salva a mi entender los momentos en los que el prisionero recuerda el baño en el lago con las dos jóvenes y vemos las reacciones bastante naturales de Aron-James, asi como algunos de los comentarios que se hace a sí mismo el escalador aprisionado. De los cuales, como montañero que soy --en menor escala, por supuesto-- me quedo con dos: si caminas solo, deja dicho por donde vas (cosa obvia que casi todos incumplimos demasiado a menudo) y vigila y cuida la calidad y el carácter del material que lleves en la mochila. Y aún así, la montaña te puede dar más de una desagradable sorpresa.

De ahí a que el señor Boyle aspirara a varios Oscar (no se llevó ninguno y lo siento por Franco, pero Colin Firth y su tartamudo papel real le superaba) y que su pelicula sea considerada por una de las 250 mejores peliculas de la historia del cine (en la útil IMDb norteamericana, uno de los grandes vademecums de cine que el aficionado puede consultar) me parece francamente excesivo. La secuencia de la amputación, a la que nos conduce impacientemente Boyle durante todo el metraje está narrada con un efectismo morboso a la medida del género gore que no añade nada a la película y resalta su mayor defecto: hurtar al espectador una visión humana y verosímil del sufrimiento personal, íntimo, del protagonista.

Resulta más creíble el personaje de "Buried"(Enterrado) de Rodrigo Cortés, otra película actual, un virtuoso ejercicio de cine claustrofóbico, que este excelente James Franco quizá dirigido por quien no era adecuado para narrar semejante historia de superación personal y supervivencia a toda costa.

En resumen, una buena película para deportistas en general y montañeros en particular, recomendable para aficionados al gore y a las emociones emocionalmente desequilibradoras y evitable para los buenos aficionados al cine que buscan algo más de hermosos paisajes y tragedias deportivas en una historia difícil de narrar pero de un valor apasionante: el que refleja la fortaleza interior y el ánimo de supervivencia de hombres  o mujeres en el estado límite de su resistencia física... y psicológica, señor Boyle, no lo olvide.

 

 

 ,

 

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3 marzo 2011 4 03 /03 /marzo /2011 17:23

La cosa no tiene remedio. Ponga una obra literaria lo bastante popular, mejor un clásico, añádase un actor pretendidamente cómico y supuestamente popular también, un guionista en horas bajas, muchos efectos especiales, algunos gags efectistas y !op! ya tenemos una película que, si los dioses de la Cultura no lo remedian y ultimamente, como Homero,  parecen haberse dormido, arrasará la primera semana y luego poco a poco e irremediablemente irá a parar a los ultimos estantes de los deuvedéclubs y al final al infierno digital. No quedará memoria de ella y solo los eruditos de la imagen desenterrarán en polvorientos estudios técnicos que una vez, en algún lugar, en una época muy lejana alguien se atrevió a rodar la enésima chorrada al servicio de una estrella y a costas de un clásico.

El director que ha perpetrado esta maravilla del séptimo arte se llama Rob Letterman y el cómico a cuyo servicio ha trabajado, Jack Black, el actor que hacía de director de cine sin escrúpulos en el "King Kong" de Jackson, el señor de los Anillos. Se preguntarán por qué he visionado este producto si ya barruntaba que algo así podía pasar. ¿Masoquismo cinéfilo? ¿Descuido tontaina? ¿Imposición infantil? No, peor que eso: pura penitencia de lletraferit.

Me explico: la obra del malicioso y demoledor escritor crítico, el deán Jonathan Swift, "Los viajes de Gulliver" (publicada en 1726) es una de mis más respetadas novelas del Olimpo literario de todos los tiempos. No he podido - ni querido- evitar asomarme a todas las versiones que se ha  hecho de ella en cine (no dibujos animados, por favor). Lo cual me ha producido muchos disgustos y una o dos sorpresas agradables. Este versión de 2010, pertenece obviamente al primer grupo.

losviajes.jpgNo así la versión de 1960, que protagoniza un histriónico pero respetuoso Ted Danson. Ni siquiera una húngara, ilocalizable, con un Richard Harris antes de hacerse llamar caballo.

El gordito Black, con su gesto de perillán y su mirada poco fiable, hace un Gulliver que se define como tramposo y un grado más que tontaina desde el mismo comienzo de la cinta (cuyos títulos de créditos sobre los edificios de una Nueva York que se recorre en vista aérea como si fuera una maqueta, es lo más ingenioso de la película). Los "viajes" pasan alegremente de la historia literaria y se centran en el viaje a Liliput, donde el director se recrea en la brillante escena en la que se acaba con un incendio que devasta el gran palacio del rey, con un Gulliver sacándose la minina (se supone que allí será maxina) para mearse sobre él y apagarlo. Si no recuerdo mal, eso lo describe Swift. La pena es el tratamiento: Magnífico. Innovador. Reconfortante. Edificante.

Supongo que los niños y algunos descerebrados se morirían de risa mientras el resto se evadiría de la sala de la forma más discreta posible.

Nada del viaje  a Brobdingnag (a no ser que consideremos el robot gigante del enemigo, como un juguete escapado de allí) y mucho menos de la isla flotante de Laputa (un irónico prodigio de ingenio y mala uva levantado a la insensatez de algunos eruditos) y sobre todo al pais de los Houyhnhnms, los caballos sabios, donde (agárrese el lector) a los sucios y perversos humanos se les llama Yahoo.db_11285.jpg 

Mi consuelo es pensar que, a lo mejor, al 0,1 por ciento de los chicos que van o les llevan a ver este producto soez supuestamente infantil, se puedan sentir interesados por Gulliver y consulten en internet hasta llegar a Swift, ver quién fue y lo que escribió y lo que se le ha manipulado a través de los siglos,(la novela es lo más alejado posible de un cuento para niños) para entrar en ese mundo impresionante de humor, perspicacia  y mala uva, de crítica social y de pesar y escepticismo sobre eso que se llama la condición humana.

Señores, gasten el dinero de la entrada o de alquiler del dvd en una buena versión de los "Viajes" o, aun mejor, en el libro (hay ediciones muy económicas) y léanlo. Vale la pena.

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2 marzo 2011 3 02 /03 /marzo /2011 15:43

IMG_1298.JPGSalida matinal a Peña Galera. Llego a Beceite, atravieso sus recoletas y empinadas calles y busco la pista asfaltada que en los altos del pueblo lleva primero al cementerio y después a la Pesquera, lugar donde el torturado cauce del río Ulldemó se remansa brevemente en múltiples tolls o pozas., ideales para darse un baño durante los meses de verano (hoy, a seis grados, apetece poco, la verdad). El día está medio nublado, corre un aire frío que se convierte en viento contundente durante el transcurso de la mañana. A pocos kilómetros del pueblo, sin dejar la pista se encuentra (km.3,2)  un cartel a mano izquierda  que indica el inciio del sendero y a la derecha un ensanchamiento donde se puede dejar el coche. Desde allí se baja hasta el río,  que en ese lugar forma un par de remansos, poza de Pablet, (superpoblada de bañistas en verano) pero que se puede cruzar fácilmente si no hay mucha agua, cosa desgraciadamente habitual en estos tiempos de sequía, saltando de piedra en piedra. Enfrente junto a una arboleda hay otra señal y comienza el ascenso, suave,  por un sendero bien balizado con señales amarillas y la estrella azul de la Ruta dels Ports alguna vez, en dirección Este. El paisaje es bellísimo y el desfile de nubes contra el cielo azul turquesa da al siluetado de las cumbres cercanas una dimensión dramática, contrastada por las afloraciones de conglomerado de un dorado blanquecino del macizo.IMG_1303.JPG

Desde ese punto no se contempla el perfil de la punta del Barco que da el nombre a la montaña, Peña Galera, oculto tras los roquedales y las cimas que la rodean.  El camino de subida que  ha sido tradicionalmente usado por pastores y pageses, da una pronunciada curva hacia  la derecha ante los contrafuertes del macizo, que seguimos durante casi una hora, con lazadas, que van rectificando la orientación a la izquierda para volver de nuevo hacia la Peña Galera, que podremos contemplar al superar un coll y cambiar  de vertinete. En algo más de una hora se superan casi quinientos metros de desnivel, lo que supone un ascenso permanente. Cresteo la Solana de l' estes con vistas deslumbrantes sobre el Valle del Ulldemó, brochazos de sol contra el tapiz verde de los árboles y el blanco ceniza del roquedal. Cuando supero el barranco de Sant Antoni y enfilo el canal pedregoso que me lleva a la última subida antes de la cumbre de ese paquebote de piedra cuya proa parece enfilarse al cielo para emprender un vuelo imposible, se puede ver una especie de corralito diminuto de rocas, párese y observe, se trata del Pouet de Blas, un poco donde en ocasiones podrá encontrar agua fresca, aunque yo aconsejar´ñia no beber de ella..

Estamos en la cabecera dela canal de les Olles y ya es posible ver el perfil de dos puntas y una larga meseta curvada entre ellas. La cima Norte es como la proa de un barco que se levanta encrespada y vertical sobre el valle del Algars. Es la Peña Galera. La vemos desde una masía en ruinas con unjas vistas increíbles y una paz monacal, y subimos el ultimo tramo hasta la cima  (1034 m) donde hay un vértice geodésico y podemos disfrutar de un paisaje asombroso que nos permite disfrutar de las cuencas del Algars y el Ulldemó al mismo tiempo.

Preciosamente dessde el Algars, no mjuy lejos del Toll  del Vidre (al que se va por una pista que sale de Hosta de San Juan, hay otro ccamino de subida, un poco más largo y menos agradable que el que hemos hecho. Por lo que si no tenemos un vehículo de apoyo que nos lleve de nuevo a la Pesquera (una vuelta considerable) es mejor que desandemos lo caminado. Incluso podemos intentar otro sendero de bajada dejando a la derecha por el que habiamos subido, poco antes de llegar a las ruinas de la masía. Pero se trata de un sendero demasiado emponado y perdedor que nos lleva al coll del Pelele. Hemos de pasar la lpoendiente de Arrancapets, muy empinada y resbaladiza, pasar junto a las ruinas del Mas de Quatre y vamos a salir al rio Ulldemó de nuevo, lo atravesamos y cojemos la pista aguas abajo hasta el lugar donde dejamos el coche. En total será un largo paseo de unas tres horas en el caso primero (volviendo por el mismo camino) y algo más de cuatro en el segundo. Como siempre a paso tranquilo y con paradas cortas.

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La cabra herida

En otoño del pasado año subí solo a Peña Galera y al llegar al coll del Racó de les Olles, descubrí una cabra montesa. Estaba echada sobre un espacio de roca viva en fuerte descenso, una especie de canal surcado de hoyas con agua. No puede levantarse aunque lo intenta, no tiene movimiento en las patas traseras, y apenas en las delanteras. Solo mueve el cuello y golpea con la teztuz sobre el suelo, como desesperada por su inmovilidad. El golpe seco de los cuernos al golpear la roca es paradojicamente el unico signo de vida que parece estar a su disposición. Cuando me acerco, le hablo pausadamente, casi cuchicheando, abre unos enormes ojos de liquido azabache y me mira. Es un macho joven. No hay sangre a su alrededor, asi que descarto la acción de un furtivo. El canal de bajada no es nada peligroso y su desnivel para un ejemplar como ese debía ser una bagatela. ¿Qué puede haber ocurrido? Por el tipo de inmovilidad que presenta, parece una lesión en la columna. Está llegando al fin de su vida, su respiración es muy tenue, incluso a pesar del terror con el que mira a ese extraño junto a su cabeza.

Siento una gran impotencia. ¿Qué se hace en estos casos? No tengo alma de cazador y aunque la lógica aconseja aliviar el dolor del animal, soy incapaz de pensar siquiera en terminar con ella. No parece sufrir, ni hay forma de saberlo. Me siento junto a ella, aunque no me atrevo a tocarla. Saco mi botella de agua y echo un poco junto a su hocico. No se inmuta.

Sigo susurrandole un discurso no muy coherente sobre lo mal que me siento viéndola así, sobre cómo admiro su raza y la envidia deportiva que me producen sus saltos y correrías por lugares inverosímiles, le cuento que suelo caminar por los riscos de Montserrat y que allí desde hace unos años viven primos hermanos de ella, ya que se ha repoblado la montaña catalana con ejemplares de cabras hispánicas procedentes de els Ports . Le hablo de mis correrías por estas tierras, mi amor por sus escarpadas sierras, sus valles angostos, sus roquedales, su sequedad austera, y el misterio y belleza de sus sufridos ríos, antes tan caudalosos y ahora tan empobrecidos por mano y obra del ser humano, verdadero peligro ecológico. Le hablo de la magia del Matarraña y de mi miedo a que pierda esa cualidad por la acción depredadora, egoísta y miope de las sociedades humanas y su ansia explotadora.

La joven cabra parece haberse apaciguado con la cantinela monocorde de mi voz. Ya  no abre los ojos, aunque noto que respira y lamento profundamente que ese corazón de acero capaz de gestas físicas increíbles se esté apagando.

En aquella ocasión no terminé la subida. En homenaje a este animal soberbio, me volví a casa. Cundo me levanto vuelve a abrir los ojos. Me lanza una mirada breve y quiero creer que ya no aterrorizada. Me despido. Le deseo una muerte rápida. Camino por el sendero de descenso sin mirar atrás. Se ha levantado un viento fuerte, agresivo, helado, que ulula entre los pinares. Un cerezo silvestre levanta la llameante cabellera allá en el fondo del barranco, una nota roja sobre verde, marrón y amarillo. Cuando me despido de la silueta de la montaña donde me dirigía me parece ver recortada contra el cielo la silueta de una cabra hispánica. PICT8422.JPG

 

 

Documentación.-   Puede encontrar esta excursión en los libros “Lo Port” de Joan J. Tiron (Ed.Piolet) y en el magnifico “Itinerarios por los puertos de Beceite” de Jordi Bustos (Ed. Prames). Los mapas de “El Port” (Piolet)  o en el mapa 521 de los Mapas  Topografico Nacional de España  (Inst.Geográfico Nacional). Todos ellos en cualquier librería especializada. Y en la zona, en Libreria Serret en Valderrobres.

 

Para Comer y  dormir.- En Beceite, La Font del Pas, la Fonda Urquiza o el Racó del Toscá, todos ellos dotados de muy buena cocina. Y también La Fabrica de Solfa, reciente y también esmerado en la cocina.

 

No se pierda.- La visita a la Galería Antigua Fábrica Noguera.. Es una galería abierta en la planta de un antiguo molino papelero. Tiene una biblioteca abierta al público y obras de arte e historia, pinturas y cerámica de artistas actuales..

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2 marzo 2011 3 02 /03 /marzo /2011 10:58

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Miradla con atención. Observad esa sonrisa franca, generosa. La nariz firme y poderosa que denota un carácter férreo pero dúctil, una cierta obstinación que desmienten los dos surcos que enmarcan los labios, finos y sensibles. Los ojos fueron verdes y ahora tienen un color amistoso e indefinido. La mirada, ah la mirada, eso es harina de otro costal. No encontraréis una mirada tan atenta, tan lúcida, tan traviesa y juguetona, capaz de acariciar y un segundo más tarde ponerte firmes y obligarte a musitar "si señora, lo que usted mande" con un simple enarcamiento de cejas. Preguntad a mis hermanas sobre la tajante autoridad de esa mirada cuando, siendo pequeños, nos extralimitábamos en las reglas de la buena educación. Pero pasemos a la frente amplia, redondeada, contundente y feliz. No veréis  arrrugas en ella. ¿No tuvo preocupaciones? Oh, sin duda, sin duda. Hemos sido testigo de ello. Pero su espíritu es firme e indomable, como un águila, como un jabalí, como una  leona, como una estrella y a estos seres las arrugas no le dejan huellas. Pasan por su frente tan limpiamente como por su alma: la mami hace camino al andar y marcha ligera de equipaje. Sus cejas, dos arcos perfectos sobre el mundo abierto de su mirada son como signos protectores del tesoro interior que refleja su mente, en esa mirada profundamente humana e inteligente. El cabello blanco le redondea la cabeza y da un aire de halo como de santa seglar al rostro sonriente, en el que la abundante edad ha cincelado una dignidad insobornable y un afecto difuso que la hace resplandecer. La papada bajo la barbilla redonda, de buena persona, le da una solidez matricia, una especie de tronco sólido que sostiene la  perfecta promesa de esa cabeza tan prometedora y tan entrañable.

Es la mami, ¿qué más os voy a contar? Basta charlar con ella cinco minutos, diré más, basta cruzarse con ella y mirarla para comprobar qué calidad de ley, qué brillo profundo de humanidad y de calor afectivo emanan de la anciana dama, una señora en el sentido más bello de la palabra, señora nuestra por sus méritos, por su amor, por su historia personal, por su simple presencia reconfortante.

La mami ha cumplido noventa años y si os encontráis con ella por la calle, caminando despaciosa, apoyada en su bastón, arreglada como para ir de boda, los ojillos perspicaces y limpios observándolo todo, la sonrisa presta a surgir como un rayo de sol en un dia nublado, si la veis, por favor, deteneos un minuto, miradla a los ojos y decirle: "señora, no tengo el gusto de conocerla,  pero si conozco a sus tres hijos y tenía curiosidad por ver a la persona que ha unido tanto amor en torno a ella. Ahora lo comprendo, señora. Me basta mirarla. Déjeme que le diga algo: Gracias por existir, gracias por haber nacido, gracias por ser como es."IMG_0170.JPG

 

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1 marzo 2011 2 01 /03 /marzo /2011 15:18

A la gente le gustan los números redondos, las conmemoraciones y los aniversarios, si son centenarios, mejor. Este es el caso del Parsifal wagneriano que el Liceo ha ofrecido en Barcelona.  El "festival sagrado" como lo definió su autor cuando se estrenó en 1882 en Bayreuth, estuvo sometido a una exclusiva por deseo de Wagner: solo se podría estrenar fuera de la sede wagneriana  treinta años después de su muerte (aunque se representó en el Metropolitan de Nueva York en 1903). Por eso su estreno en Barcelona en  la nochevieja  de 1913 se ajustó a la "legalidad" y ahora se han cumplido el centenar de representaciones en el Liceo.parsifal1.jpg

La efemérides ha sido gozosa para unos y discutible para otros. De hecho el pasado lunes el Teatro de la Rambla no estaba a rebosar como suele suceder, a pesar de las crisis, cuando se trata de una ópera tan deseable. Había división de opiniones y mientras los más atrevidos denostaban el montaje que el alemán Claus Guth ha concebido para la "mística" obra, los wagnerianos más flexibles, debido a su formidable música, se encogían de hombros ("hay que renovarse" parecían decir), la mayoría aplaudía con el fervor habitual, rompiendo con el ruego del propio Wagner de que no se aplaudiera en esta obra, que él consideraba casi un auto sacramental (y de hecho se ha representado como tal durante mucho tiempo).

Pero bueno, al margen de estas consideraciones colaterales, lo cierto es que al placer de la compleja, contundente y a veces muy lírica partitura de Wagner no le hacía demasiada sombra la osadía de convertir el espacio sagrado del castillo artúrico de Montsalvat (donde se guarda el Grial y la lanza que hirió a Cristo) en una especie de frío y neoclásico sanatorio de entreguerras donde languidecen los caballeros del grial, soldados, y padece el rey Amfortas (herido por la misma lanza sagrada que le ha robado el malvado Klingsor). Tampoco el imponente escenario giratorio que pretende dinamizar la acción y variar los puntos de vista del espectador y las emociones de los intérpretes, y solo consigue que el espectador acabe no sabiendo donde está, si en Montsalvat o en el castillo de Klingsor, sospechosamente semejantes.

Eso sí, voces de primera, especialmente la de Hans Peter König, en el rol de Gurnemanz, el caballero que nos narra la historia hasta la llegada de Parsifal (el tenor Klaus-Florian Vogt, una bellísima voz lírica) y Anja Kampe  como la seductora  Kundry, sin olvidar la prestancia vocal de Alan Held como el rey Amfortas y Boaz Daniel como su contrapunto, el ex caballero Klingsor. Para olvidar,  algunas acartonadas interpretaciones y ciertos momentos dramáticos mal resueltos (como el intento de Klingsor de herir a Parsifal con la lanza sagrada, que queda listo para sentencia de una forma sorprendentemente torpe).imagesCAPYHJHC.jpg

Soy de los que opinan, con permiso de los eruditos de la ópera, que Wagner es un músico inmenso y un libretista más bien mediocre (aunque no sigo a Woody Allen cuando afirma que cada vez que escucha a Wagner le dan ganas de invadir Polonia). Y es que a pesar de estar basada en el Parzival de Wolfram von Eschenback y este a su vez inspirado en un poema épico medieval  del ciclo artúrico, la historia que nos cuenta Wagner podría tener connotaciones históricas contemporáneas bastante delicadas.

Dicen algunos que la simbología pseudoreligiosa de Wagner, inspirada en el cristianismo y el budismo, y sobre todo la construcción ideológica de los mensajes que se emiten, inspiran en conjunto un cierto eco de actitudes e ideas de cuño fuertemente nazi, es decir, empleadas más tarde por los nazis. Wagner de alguna forma es un precursor, no de esas ideas en sí, sino de la estética filosófica y ética  que las rodea. Entre el militarismo y el monasticismo, Parsifal, un ser inocente, simple y un poco estúpido, llega a la sabiduría a través de la compasión. Es un camino iniciático que le llevará desde la ignorancia (no sabe ni su propio nombre) hasta la comprensión del misterio del Grial y el poder ejemplarizador. Parsifal, el casto y simple, llega a Montsalvat para regenerar el reino decadente (y con un líder herido y enfermo de remordimientos por su debilidad), y llega armado con su pureza sin fisuras y un fortaleza y vigor de corte militar que no admite rival. Pero lo más interesante es la  dicotomía, el enfrentamiento permanente, entre la pureza del soldado y la demoníaca ligereza seductora del amor y el sexo. Los caballeros del grial son fanáticos de esa pureza que proscribe a la mujer ya que la misión sagrada excluye el amor y la familia. El malvado Klingsor ha creado en su castillo un "jardin del amor", donde "doncellas como flores" se dedican a seducir a los caballeros que llegan, dirigidas por la atormentada Kundry, que fracasará precisamente con Parsifal tras haber sido la causa de la caída del rey Amfortas. Pero Klingsor es inmune a las bellezas que le rodean porque previamente se ha autocastrado. Vaya por Dios. Sólo le queda el amor al poder, a la manipulación y al placer de la venganza amparando la seducción de los puros caballeros del Grial, que él también fue antaño, antes de que su impureza ocasional le expulsara del "viril paraíso" de los caballeros..

Algunos criticos wagnerianos se hacen eco de una sospecha a voces: la presunta homosexualidad del puro Parsifal y la semejanza icónica con los jóvenes nazis airados de uniforme pardo (o negro) muy dados a demostraciones de una camaradería demasiado desviada. Lo curioso es que la versión de Claus Guth es, ¿inconscientemente?, un mentís a los propósitos aleccionadores de Wagner: el castillo de los caballeros del Grial es un lugar decadente, pleno de heridos y sospechas, de dolor y remordimientos, mientras el de Klingsor es un lugar sumamente agradable, lleno de jóvenes muchachas desinhibidas, música y baile. Es la escisión entre el amor profano (eros) y el amor sagrado (caritas). Y es que los ideales de la represión, la disciplina y el férreo autocontrol (sobre el papel) resultan una pizca más sombríos que ese Carmina Burana del festejo del amor, la alegría báquica y los excesos del erotismo. Sólo al final, con Parsifal coronado como rey del Grial, resplandece la luz regeneradora de la pureza y todos tan contentos y admirados bajo la cúpula de música excelsa con la que Wagner sella su obra de vejez.

Y así, el público se levanta de sus asientos para ovacionar a los cantantes, al director y a la orquesta, a pesar de que les crujan todas las articulaciones y el ansia de un merecido descanso para todos: han sido más de cinco horas de Parsifal, una prueba que debe regocijar al héroe casto y disciplinado.

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