En 1973 salía un libro en inglés "For bread alone" traducción del gran Paul Bowles, el escritor inglés afincado en Marruecos, que años más tarde, en los 80, se publicaría en español y francés con el título "El pan desnudo". Estaba escrito por un joven marroquí natural del Riff, Mohamed Chukri, obligado a inmigrar de su aldea en las montañas a Tánger empujado por la desesperación y el hambre. En esos años se produciría una famosa "revuelta del pan" en la que la población más humilde del reino de Marruecos vencía su ancestral temor al régimen dictatorial del rey Hassan II y se echaba a las calles en protesta por la subida del precio del pan, cuando no lo habían hecho por otros motivos de tipo político o social.
Pues bien, de alguna manera, la revolución popular que ha terminado con el poder omnímodo del sátrapa Ben Alí en Túnez es, en el fondo, otra insurrección contra la falta del "pan", no como tal producto sino como símbolo de lo esencial, el respeto a la dignidad de la persona en Túnez, la falta demoledora de esperanza de una sociedad precaria atenazada entre el paro y la corrupción. La cleptocracia del régimen de Ben Alí (por cierto piropeado como "modélico" hace muy poco por el director general del FMI, Strauss-Khan) esquilmaba el país hasta límites grotescos, cosa no ignorada por Europa. La muerte del joven de 23 años Mohamed Buazizi, un licenciado en paro que se quemó a lo bonzo en protesta por la situación en que vivía él y miles de jóvenes semejantes, el pasado 17 de diciembre, fue el detonante, no la razón única. La ola de indignación popular que provocó esa muerte fue estimulada y extendida por los internautas que clamaban por tomar las calles. Los tunecinos estaban hartos de la agobiante corrupción del gobierno, cuya cabeza más visible era la mujer del presidente y su familia, los Trabelsi; de la violencia represiva que mantenían los dirigentes y militantes del partido oficialista RCD, una milicia de matones impunes, más la ejercida por la policía y gendarmería, garantes del poder de Ben Alí, una máquina efectiva de delaciones y represión. Y en el fondo, un ejército debilitado a propósito que se mantenía al margen.
Pues bien, por un fenómeno espectacular, una suerte de revolución de a pie, o quizá diríamos mejor una revolución de blogs, móviles, internet, hombres y mujeres mantenían y avivaban la revuelta a base de Twitter, Facebook o Youtube. En 23 días el pueblo tunecino ha terminado con 23 años de dictadura, que se extiende desde Burguiba a Ben Alí. En la trastienda del hecho, el escenario es ocupado por la revuelta del pueblo en las calles, en parte conducida a posteriori por los cuadros y militantes sindicalistas de la UGT (Union General Tunecina de Trabajadores), el apoyo larvado del Ejército y una cierta implicación en la sombra de la embajada de EE.UU. jugando la carta del cambio hacia una presunta democracia y sobre todo para debilitar el papel de Francia en la zona (cuya miopía diplomática es un asombro para los observadores).
Pero es el ciudadano desnudo, el hombre y la mujer de la calle, el auténtico protagonista de un cambio generado por un fenómeno espectacular: la superación del miedo. De vez en cuando en la historia se produce ese fenómeno en poblaciones sojuzgadas por el terror, la violencia y la miseria. Ese "ya no podemos más" que genera el "basta ya" y es la semilla de una libertad ansiada. El problema es lo que ocurre después. Quién y cómo manipula la derrota del poder para arrogárselo de inmediato. La posibilidad de contagio es tremenda dada la naturaleza de los regímenes árabes vecinos, desde Marruecos y Argelia hasta Libia o Egipto (donde comienza a extenderse el virus de la protesta ciudadana). Vivimos otro ejemplo semejante a la "revolución de los claveles" en Portugal, la caida del muro de Berlin o la del Sha, o las de los regímenes corruptos y sanguinarios en todos los continentes, desde los años 60. En el fondo de todo está el "pan desnudo", la falta de lo esencial y la calle levantada en gritos y manifestaciones, aunque sea contra tanques y esbirros armados. El arma más poderosa es el ansia de pan y justicia. El problema es quién se apropia con la bandera de la rebelión y saca partido de ella. Y en el Magreb el islamismo acecha...