LOGOI 251
NADIE
Publicado el 100522 en La Comarca
Homero nos narra en “La Odisea” el sagaz enfrentamiento de Ulises contra Polifemo, el gigante de un solo ojo que se merienda a algunos miembros de la tripulación del astuto héroe heleno. Cuando el gigante antropófago le pregunta a Ulises cuál es su nombre, éste le contesta “Me llamo Nadie”, simbolizando proféticamente el poder de manipulación y destrucción que se suele esconder tras esa palabra, el anonimato del poder. En nuestro tiempo, detrás de las grandes corporaciones económicas, tecnológicas y financieras que nos dominan, generalmente hay unos “Nadies” cuyos nombres y apellidos se difuminan tanto como el alcance real de sus poderes. Los pocos que “dan la cara” tienen menos poder del que presumen y se deben también a sus consejos de administración y a las reglas de un mercado que siempre está a un nivel superior (y oculto).
En su libro “Sobre la violencia”, publicado en 1969, Hanna Arendt ya define con agudeza una forma de dominación del hombre sobre el hombre que era esencialmente distinta a las habituales en el mundo griego: el dominio de solo hombre, en el caso de la monarquía, de los más ricos (oligarquía), de los mejores en la aristocracia y de la mayoría, en la democracia. Para ella, actualmente, la forma más formidable de todas es el dominio de la burocracia, el de un “intrincado sistema de organismos, del cual ningún hombre puede ser considerado individualmente responsable: es decir el dominio por parte de Nadie”. Si en la tiranía, el que manda no tiene que rendir cuentas, en la burocracia, como no hay un alguien que se responsabilice, es imposible localizar sujetos concretos o identificar al que da las órdenes y responde a una determinada acción pública; el poder burocrático escapa a todo control y puede destruir todo a su paso. Es el poder de Nadie.
Por eso con una burocracia creciente, servida por ejércitos de funcionarios bien pagados, pero cuya labor es difícil de controlar públicamente, “no queda nadie con quien debatir, nadie a quien presentar quejas, nadie a quien presionar”. Es un sistema de gobierno que “priva a todos de la libertad política y de la capacidad de actuar en el ámbito público. Es una tiranía sin tirano”. Sin olvidar la extrema burocratización paralela de los partidos políticos, donde apenas quedan rendijas para la actuación del ciudadano que no entre en el sistema de partidos (y por tanto no esté sujeto a la normativa operativa-ideológica de éstos). Piensen en ello.
ALBERTO DÍAZ RUEDA