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29 julio 2022 5 29 /07 /julio /2022 18:15

(PUBLICADO EN LA COMARCA EL 260722)

A finales de los setenta hubo una “epidemia” de incendios de bosques y montes en España, muchos de ellos provocados por intereses económicos o patológicos. El ministerio del ramo publicó en todas partes, con ánimo de despertar conciencias patrióticas, un eslógan que decía: “Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema”. Poco después una revista de  humor de aquélla época, “La Codorniz”, -“la revista más audaz para el lector más inteligente”- publicó un chiste en el que alguien repetía el eslogan de la campaña oficial y le añadía tras unos puntos suspensivos “…señor conde”. Una alusión irónica a que muchos de esos bosques y esos montes tenían propietarios particulares.

El problema de la propiedad privada en bastantes  de esos espacios naturales –lo cual impide intervenciones oficiales para limpiarlos-  es sólo uno de los elementos y no el más decisivo de una situación que puede definirse como crítica  y que muestra una realidad lamentable: la ausencia de una política forestal que logre poner freno, o mitigar, esta sangría ecológica, económica y social, causada por los grandes incendios que padecemos. Delante de esa causa, tendríamos que citar las olas de calor, el cambio climático, el incivismo o los descuidos de algunos ciudadanos, la delincuencia a sueldo de intereses variados…y algo más general que nos concierne a toda la sociedad y a los políticos estatales y de las CC.AA.: el estado de abandono del mundo rural.

El pasado viernes el Consejo Comarcal del Matarraña pedía a las autoridades competentes que se interviniera en la limpieza de bosques o la creación de cortafuegos. Los bosques son auténticas bombas en potencia ya que debido a los temporales y el aumento de temperatura, hay acumuladas toneladas de material seco, troncos y arbustos derribados. Antes, en los pueblos, la recogida de leña caída era necesaria para la cocina, el horno y las estufas. Hoy, el abandono rural, sumado a la ausencia de pastoreo y ganadería agravan el problema.

España ha sido siempre un país de grandes bosques. Dicen que Estrabon, historiador griego en tiempos de Augusto,  afirmaba que Iberia era un país tan arbolado que una ardilla podría ir desde Algeciras a los Pirineos de árbol en árbol, sin pisar la tierra. No pedimos tanto como eso, pero sí una política de Estado que intervenga contra el abandono de los bosques. O, dentro de pocos años, España será un erial más al sur de Europa.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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19 julio 2022 2 19 /07 /julio /2022 11:29

Logoi 261

DESCENDIENTES

Publicado en La Comarca el 190722

¿No se han preguntado ustedes qué clase de mundo estamos legando a las generaciones futuras? Sin ir más lejos, a nuestros nietos y a los nietos de nuestros hijos. Basta con echar un  vistazo a los asuntos candentes que tenemos planteados hoy día para llevarnos las manos a la cabeza. Un ensayista australiano de apellido impronunciable, Roman Krznaric, asegura que las generaciones futuras nos calificarán de “delincuentes del carbono” ya que no sólo hemos convertido el planeta, las tierras y los océanos en estercoleros y sumideros de plásticos y sustancias químicas destructivas, sino que nos hemos esclavizado voluntariamente a una tecnología que había nacido para servirnos y hemos despertado los demonios de las pandemias sin que sepamos neutralizarlos. Y no contentos con este destrozo nos embarcamos continuamente en todo tipo de guerras, locales, generales, de expansión, por razones económicas disfrazadas de políticas y, como consecuencia, en hambrunas y genocidios recurrentes. Y les legamos también, para coronar la estúpida barbarie de nuestra “civilización”, un cambio climático cuyas consecuencias ya padecemos y la potencial amenaza de una conflagración nuclear que, eso sí, terminaría con todos los problemas.

Lo que más asombra es que nadie piensa en nuestros descendientes después de las cuatro generaciones que están en danza actualmente. Es como si no comprendiéramos que les estamos negando el derecho a la vida. Estamos tan ocupados en equivocarnos y lamentarnos con lo que ocurre ahora que nadie se preocupa de algo elemental: tenemos que sanear el mundo en que vivimos para que exista una posibilidad de vida decente para nuestros descendientes en un futuro relativamente cercano. Sólo nos preocupa disfrutar del presente: del futuro que se ocupen ellos. Es decir, los hijos de nuestros nietos. Por ejemplo, para el 2032, el sur de Europa, España, Italia, Grecia vivirá en condiciones desérticas de sequía permanente y de incendios devastadores, si nadie lo remedia (algo que ya estamos viviendo en estos días, diez años antes). La historia nos calificará de “asesinos del planeta”. Deberíamos crear un movimiento ciudadano global que exigiera a los gobiernos y a la ONU medidas legales para sofocar el multidesastre que vamos a legar a nuestros descendientes. Ellos no se lo merecen.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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11 julio 2022 1 11 /07 /julio /2022 19:08

(PUBLICADO EN LA COMARCA 120722)

Mi colega y amigo Fernando Martínez Laínez me envía su último libro, “El soldado español” (Arzalia Ed.), un ensayo sobre los militares españoles a través de la historia, desde los iberos, los romanos, los almogávares, las colonias y las guerras civiles, hasta las misiones internacionales de la OTAN. Esperemos que no tengamos pronto la prueba activa del valor de nuestros soldados en la “marimorena” que el señor Putin y otros, que en eso de las responsabilidades bélicas la cosa está muy repartida, abrieron hace demasiado tiempo en Ucrania, con una irresponsabilidad tan grande como sus codicias.

Volvamos al libro. Está documentado y es apasionado y realista. La milicia - desde los Tercios de Flandes, Viriato, el Cid, la Armada, Cascorro, Cuba, el Rif o los “novios de la muerte”-, ha sido el objeto predilecto de las novelas, relatos y ensayos de este periodista con el que me crucé por esos mundos  en varias ocasiones. Fernando habla de la histórica valentía, el espíritu de sacrificio y el arrojo de nuestros soldados, orgullosos hasta en la derrota. La cual era más frecuente de lo deseable, dada la habitual escasez de medios, la logística inexistente y la falta de capacidad de sus generales. Comparto el pesar histórico que se instala en una obra que atiende más al talante guerrero español que a la historia militar en sí, pues “para el temperamento hispano combatir ‘por libre’ (guerrillas) era mucho mejor que hacerlo con trabas disciplinarias y burocráticas”, con mal equipamiento, mandos infatuados y ausencia de líderes políticos capaces de vertebrar un política militar razonable y eficaz.

La historia nos confirma que los españoles como pueblo oscilamos entre la grandeza y el abatimiento. Somos capaces de las mayores gestas pero también de soportar cinco guerras civiles en poco más de un siglo (desde 1833  a 1936); generosos, nobles y acogedores, pero también insolidarios, mezquinos y a menudo insensatos. Deberíamos aprender de esta historia militar como metáfora: nuestro futuro depende más de la inteligencia y honestidad de nuestros líderes, que de la inercia de  proyectos políticos no consensuados, que no respetan las diversidades del país y no saben crear diálogo, igualdad y cooperación. ¿Tanto nos cuesta creer en un progreso responsable, con límite a la corrupción y amparo a una libertad democrática sensata y equilibrada?

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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5 julio 2022 2 05 /07 /julio /2022 09:34

Logoi 259

ESCLAVOS

Publicado en La Comarca 05072022

¿Son ustedes conscientes, queridos lectores, de  que se han convertidos en esclavos digitales? La pandemia mostró la falacia de la presunta comodidad y eficacia del teletrabajo. Los que sufrieron en sus carnes y mentes el obligado “invento” de la nueva era, se percataron de que habían desaparecido las fronteras entre lo laboral y lo privado; se anuló en la práctica virtual la legal limitación de las horas de trabajo diario y de los descansos semanales; la gente se encontró con el jefe o directivo carismático atentando contra su intimidad a base de “whats up”  o “e-mails” con la mayor impunidad. Y en estos momentos, la soberbia tecnológica ya ha convertido en obligatorio y necesario un artefacto, el móvil o el Smartphone, gracias al cual el panóptico que ideó el filósofo Jeremy Bentham a fines del siglo XVIII  para las cárceles de la época, vigilancia total desde el anonimato total (serás vigilado en todo momento sin jamás ver a los que te vigilan) se ha difundido y entronizado en el mundo entero como el grillete vital, individual y espía que no sólo aceptamos sin rechistar sino que lo deseamos y nos entregamos a él. Aún sabiendo que no sólo es una ventana voluntaria de nuestra intimidad  abierta a ojos e intereses mercantiles, políticos o sociales sino una forma sutil de esclavizarnos y estupidizarnos.

¿Saben hasta qué punto el poder de concentración necesario para un trabajo o labor determinados se ha debilitado desde la población infantil y adolescente hasta los jóvenes y adultos diigitalizados, sometidos a un stress permanente de llamadas de atención?

Esto no es un ataque cavernícola al progreso. Se reconocen sin duda las ventajas y adelantos, el enorme crecimiento en rapidez y comodidad para la obtención de datos y comunicaciones. Eso es indudable e inatacable.  Lo que nos preocupa a muchos es la carencia de límites, de una ética personal y social aplicable al uso y disfrute de lo digital, pero también la garantía de que ese uso y empleo por las corporaciones, los Gobiernos y las empresas son éticamente correctos. Sin olvidar a los delincuentes particulares: la pesadilla de los “hackers” no ha hecho más que empezar).

Y falta algo más: una educación desde la enseñanza primaria que nos vaya desvinculando de la dependencia casi patológica a los móviles. Y a un mercado del entretenimiento y la comunicación que ya nos afecta desde la infancia. Necesitamos límites y normas honestas y legales que frenen el deterioro y dependencia cognitiva que promueve la “infocracia digital”.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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29 junio 2022 3 29 /06 /junio /2022 17:54

LOGOI 258

MORIR EN DIRECTO

Si eres, preferiblemente, de raza negra, procedente de algún no-país como Gambia o Etiopía y pretendes acceder al “paraíso” europeo a través de Marruecos y España, tendrás la ocasión de formar parte de un programa “prime-time” en los televisores de medio mundo; saldrás en los telediarios y en las portadas de los periódicos y revistas y servirás de aperitivo para despertar el apetito hipócrita de justicia y solidaridad con el que se satisfacen las clases medias pseudo pudientes de las sociedades económicamente “avanzadas”  de Europa (en realidad, casi todas en salvaje recesión hacia la miseria, gracias a la guerra de Ucrania). Serás pasto de noticieros y de golpes de pecho fariseos, porque posiblemente tu cuerpo se quedará, roto y desangrado, sobre el cemento de la frontera, junto al de otros muchos compañeros de sueños imposibles, (veintiséis para ser exactos, heridos no se sabe), fugitivos del hambre, la miseria y la sed. Un panorama apocalíptico que creías dejar a tus espaldas y que va a involucrar a casi todo un continente, el tuyo, el cual en los años imperialistas e inhumanos del colonialismo europeo fue llamado “continente negro”.

Vas a morir en directo ante una muralla de policías y soldados del Reino de Marruecos y convenientemente apoyados por uniformados del Reino de España. Hay órdenes de impedir el paso de la frontera “a cualquier precio”. Por razones políticas y estratégicas (y económicas) de ambos países, el magrebí y el europeo, la frontera “coladero” que por voluntad del Gobierno de Rabat había dado motivos de queja al de Madrid, se ha bloqueado, en pago al apoyo español a las pretensiones marroquíes sobre Sáhara, en un giro de 180º que ha dejado a los saharauis (“tradicionales amigos” de España) a los pies de los caballos marroquíes. Rabat que jamás ha jugado limpio con España desde la época del Protectorado en adelante, ya sea con Hassan II como con Mohamed VI, permite eso sí que las oleadas de inmigrantes lleguen a la frontera y allí se ensañan con dureza como “prueba” de la “amistad” marroquí. ¿No sería más lógico que Rabat interviniera con similar o superior dureza contra las mafias que los conducen a la frontera? ¿No será que todo este tinglado forma parte de una escenificación brutal y sangrienta de Marruecos y España, en pago a favores mutuos? La inmigración requiere que sepamos cuál es su proceso, necesidades, posibles soluciones en los países de origen, las cuotas de acogida…una labor humana y solidaria. No la muerte en directo.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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21 junio 2022 2 21 /06 /junio /2022 09:14

(publicado en La Comarca el 210622)

En los últimos siete años el interés de los españoles por estar informados de lo desagradable del mundo en que vivimos ha decrecido. Del 85 % de interesados por las noticias en 2015, al 55% este año.

¿Se trata del sesgo cognitivo llamado “el síndrome del avestruz” o de una tendencia progresiva de entontecimiento lúdico de la población? En todo el siglo XX casi todos los ciudadanos de occidente leía más de un periódico, al menos un deportivo y otro de información general. Y consumían telediarios y espacios informativos que ampliaban ciertas noticias. En la vida social se hablaba y comentaban las noticias y se opinaba sin complejos. Ahora las ofertas de los medios digitales son inagotables, ya sea  de entretenimiento, diversión o de tertulianos no siempre bien informados pero plenos de ruidosa superficialidad. Tienen más éxito las “fake news” que la realidad, Y cuanto más irreales, conspiratorias o simplemente idiotas, mejor. Las series arrasan y los programas populistas y vociferantes, también.

Las noticias de la realidad mundial sólo interesan cuando se presenta un hecho político relevante que puede cambiar el panorama de un país, hay un atentado sangriento, se celebra la final de una copa deportiva  o algún “influencer”, actriz o un miembro de la clase “alta” y la ética baja está metido en algún lío particularmente siniestro.

Pero esas noticias tienen una vida corta. El ciudadano siempre espera cosas nuevas y bien impactantes si puede ser. Y no le cites los índices de la pandemia que no acaba de irse o de la guerra en Ucrania que está entrando en la irrealidad de la rutina informativa. Ya no nos conmueven las cifras de muertos, violadas o niños desaparecidos. Ni siquiera que algún descerebrado  pueda iniciar la I Guerra Mundial Nuclear.

Por eso quizá una gran parte de la población padezca la curiosa pandemia mundial del Efecto Avestruz, un sesgo cognitivo que nos hace evitar toda información que nos puede causar malestar, preocupaciones, compasión o miedo. Se trata de ignorar esa parcela de la realidad que podría complicarnos la existencia hasta límites insoportables. Mejor actuar como si no existiera.

Para terminar, el mito del avestruz es falso: no mete la cabeza en un agujero cuando percibe un peligro. Suele defenderse con fiereza. El gesto es por la revisión de sus huevos, que entierra para evitar depredadores. Somos los humanos los que, en algunas ocasiones creemos que “desapareciendo” los problemas se resuelven por sí solos.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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13 junio 2022 1 13 /06 /junio /2022 19:04

(Publicado en La Comarca, 14,06,22)

Un viejo escritor amigo mío, bastante conocido, en apariencia orgulloso y arisco, y en la intimidad, vulnerable y humilde, solía decirme con un deje nostálgico en la voz: “la verdad es que yo quería ser poeta, como León Felipe, Dámaso (Alonso), don Antonio (Machado) o el “angelus senex”, Juan Ramón (Jiménez). Pero pronto comprendí que eso era inalcanzable. Es una tarea de corto recorrido, aparente simplicidad y gran profundidad. Es una lidia incesante con la esencia de las palabras y de las emociones. Por eso me dediqué a la novela. Y en ello sigo, sin cortarme por un quítame allá unos centenares de páginas. Pero –y me hizo un gesto abatido- lo que más envidio es la concisión y sentido de la economía expresiva del poeta, su dominio de la imagen, la metáfora o el símbolo. Ese relámpago estilístico que concentra en las mínimas palabras una sensación, un reflejo, un detalle. Yo debo dedicar dos o tres páginas para describirlo  y  sólo consigo un circunloquio que describe algo, pero que es incapaz de “despertar” en la sensibilidad inmediata del lector, el “sabor” y el brillo de lo evocado”, me dijo. Después se sumió en un melancólico silencio.

Viene esto a cuento por la aparición de un nuevo libro del poeta fresnedino Juli Micolau, “Aplec” (editado en catalán por el Instituto de Estudios Turolenses). Es un poemario dividido en dos partes diferenciadas por el tipo de poemas que contienen: unos breves e impresionistas, siguiendo el estilo de los haikus zen (pinceladas  sensitivas) sin ajustarse a la métrica japonesa (“aigua cristalina/per a beure/ ambs els ulls”; los otros (“Néctar diví”) son de más extensión y relativos a temas más exigentes como el amor, la sensualidad, la lengua materna en la que se expresa el poeta (abundan los giros dialectales del catalán de aquí), la tierra y el paisaje entrañable que le vio nacer y algunos eventos de la actualidad sociopolítica, como los refugiados de otros países o el judaísmo de Sepharad.

Mientras leía el libro de Juli, sus descripciones y sensaciones, me sentía concernido por los sentimientos y emociones que describía. Personas, paisajes, tierra, cielo, luz y palabras ajustadas a un sencillo detalle. He recordado la frase de Tales de Mileto, que Platón recupera en su “Timeo”: “¿Seguirá negando alguien que está todo lleno de dioses?”. La mayoría de los poetas, Juli entre ellos, jamás lo negarían: “El vers és un misteri sense malícia amb la veu dels déus”. Yo tampoco.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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7 junio 2022 2 07 /06 /junio /2022 12:37

Publicado en La Comarca 070622

El hambre es el “grado cero” de toda existencia, que todos los seres vivos compartimos. Es algo universal: si no te alimentas, mueres. Nutrir el cuerpo, es el nivel irrenunciable de las necesidades que la sobrevivencia nos impone. Usar el hambre como arma política, como artefacto de eliminación, es un crimen de lesa humanidad; pero permitir que las hambrunas terminen con millones de vidas por una cuestión de negocio, beneficios, dinero, indiferencia, racismo o egoísmo,  es una abominación: confirma al ser humano como el depredador más letal y estúpido del planeta.

Stalin, Mao, Ceaucescu, Hitler con los judíos, los polacos o los gitanos, y ahora Putin chantajeando a los “aliados” con no permitir la salida de grano de los puertos ucranianos, castiga a 250 millones de personas de diversos países, principalmente africanos (y por tanto alejados de las partes en guerra), que para finales de año estarán muriendo de hambre.

Primo Levi, Vasili Grossman, Simone Weil, Knut Hamsum, nos hablan de la muerte por inanición, en primera persona. La muerte por hambre, como por sed, es la negación de lo humano: ante su presencia el hombre pierde la dignidad, la inteligencia, la memoria, la razón…todo aquello que le hace humano. Se sume en un nivel  vegetativo o se deja morir.

Según la FAO y las ong’s especializadas, 190 millones de personas están cerca del nivel de “hambre extrema”, inseguridad alimenticia grave, de las cuales 44 millones, de 38 países, están en el nivel más alto: la hambruna (cuando ya se ha rebasado el punto de retorno). La agencia de la ONU sobre la situación alimentaria global, ha lanzado una alerta máxima sobre la fragilidad del sistema alimentario en muchas zonas del mundo. La suma de desastres naturales ocasionados por el cambio climático (sequías, inundaciones, incendios) y la coincidencia con las secuelas de la guerra en Ucrania, provocan por un lado carestía y siguiendo la lógica capitalista, un aumento desenfrenado de precios de alimentos considerados básicos (cereales, carne, lácteos, aceites y azúcar) que ha llegado a un máximo histórico con tendencias alcistas.

La pregunta no es, “¿quiénes se están lucrando con esta situación inhumana?”. Es, “¿por qué los Gobiernos del mundo no se unen para evitar este brutal genocidio del hombre por el hambre?”. Hay suficiente dinero y recursos en el mundo de hoy. Falta voluntad política o conciencia de la común humanidad.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

 

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31 mayo 2022 2 31 /05 /mayo /2022 11:21

(PUBLICADO EN La Comarca, 310522)

La RAE nos aclara que “distopía”, una de las palabras de moda en el estupidiario teletertuliano y la Tontared, es la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. El problema con tanta cháchara indocumentada y conceptos cogidos por los pelos, es que en lugar de alertarnos en contra de tal deriva de la cosa pública, se extiende una fórmula venenosa: hay que preparase para eso, hay que resignarse a lo que venga. Olvidando que en una democracia, incluso la nuestra, el ciudadano debería hacer escuchar su voz y si la “res política” no oye, como es normal, movilizarse para gritarlo conjuntamente. Pero mientras que tengamos nuestros juguetes tecnológicos, incluida la tele y sus series y programas cerebrodeformantes, y no se presenten demasiadas restricciones en lo cotidiano, aguantamos lo que nos echen.

Así el asunto distópico avanza hasta que se convierte en tópico: desastres con el sello del cambio climático, guerras de codicia, hambrunas en África y emigraciones masivas; violencia civil, desde descerebrados armados que asesinan, niños, mujeres o negros, hasta gamberros violentos y violadores con patente de corso; un ecosistema que empieza a agonizar ante la indiferencia global. Sin olvidar los crecientes fanatismos religiosos más obcecados y pro medievales.

¿Qué hace peligrosa esta banalización de las distopías, bajo el paraguas de “eso no nos puede pasar aquí”? El hecho incontrovertible de que estemos aceptando como “normales” los mimbres con los que se hará el cesto de Pandora, el que contiene todos los males: son las características neoliberales de nuestra realidad actual. A saber, el individualismo extremo del “yendo yo caliente”; la gradual desaparición de movimientos comunales, altruistas y concienciados con los problemas reales, y no teledirigidos o subvencionados por la política fagocitadora de todos los partidos; la escasez de educación ética desde la guardería hasta la Universidad; la creciente y contagiosa falta de salud mental a todo nivel y en todos los colectivos sociales; la entronización de la fuerza sobre el diálogo y la colaboración; la dependencia hacia una tecnología que nos aleja de lo propiamente humano; la pérdida de la memoria histórica como especie y el auge de los totalitarismos, a cambio de la seguridad y el pan de cada día. Los chinos ya se acercan a esto y, dada la marcha de los acontecimientos, esa “ideología” podría dominar el mundo. ¿Distopía?

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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20 mayo 2022 5 20 /05 /mayo /2022 10:43

Logoi 252

ARMAGEDON

En el libro bíblico del Apocalipsis el término “Armagedon” indica la batalla del fin del mundo entre las fuerzas del bien y las del mal.  Muchas religiones reivindican esa profecía simbólica y algunas la situaron en la Primera o la Segunda guerra mundial  o  en algunos momentos de la Guerra Fría. En estos días la tentación catastrofista evoca cómo la rivalidad entre Estados Unidos y la URSS desemboca en una guerra nuclear que destruye la humanidad.

Hechos: Putin amenaza repetidamente con recurrir al armamento nuclear; la guerra de Ucrania no ha resultado ser un paseo militar para los rusos –lo que eleva la tensión-; y la OTAN sigue comportándose con la irresponsabilidad de su principal mentor, los Estados Unidos, sugiriendo la entrada de más países europeos fronterizos con Rusia. Aún así, deberíamos evitar proyectar nuestros temores en algo tan desconocido como es el futuro. Examinemos la historia y veremos cómo un número muy elevado de variables introduce el azar en el desarrollo presuntamente lineal de los hechos y los desbarata, para coger a menudo un atajo que nadie había visto. Lo curioso es que, habitualmente, en el análisis posterior de lo ocurrido acabamos creyendo que las cosas no hubieran podido seguir un camino distinto. Determinismo puro y duro.

En 2019, el Programa de ciencia y seguridad global de la Universidad de Princeton realizó una simulación de lo que podía ocurrir tras un choque nuclear entre la OTAN y Rusia: más de 90 millones de muertos y heridos en sólo las primeras horas. Posteriormente el nivel de radiación dificultaría la supervivencia del resto de cualquier forma de vida terrestre.

Se supone que hay posibilidades de supervivencia de las personas no cercanas a los lugares donde estallasen las bombas. Existen programas y protocolos diseñados a nivel nacional en algunos países de Europa, en Estados Unidos, y otros. Los primeros están relacionados con accidentes nucleares –como Chernobil o Japón- y otros lo están respecto a una conflagración nuclear. España no está entre esos países y nuestra Ley de Seguridad Nacional no contempla un evento de esas características. Tampoco hay instaladas señales acústicas para avisar a la población de las ciudades. Incluso algo tan básico como las pastillas de yodo indicadas contra tal radiación no existen en España (las de las farmacias no tiene la cantidad suficiente de yodo). Consecuencia: en estos tiempos, más vale prever que lamentar.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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