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4 enero 2013 5 04 /01 /enero /2013 08:03

planetateroro.jpg

 

Enésima versión cinematográfica de "La isla del tesoro" la obra maestra de la novela de aventuras escrita por el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). Supongo que el bueno de Stevenson podría alucinar con esta visión futurista de su extraordinaria narración si le fuera dado verla en alguno de los mundos de ultratumba donde residen los grandes espíritus literarios.

John Musker y Ron Clements, padres de la criatura estelar, han  tratado de mimetizar en lo posible "La isla del tesoro", respetando en lineas generales el argumento, con los consiguientes cambios para permitir que un relato que transcurre en el siglo XVIII se adapte a un escenario del futuro utópico, en un planeta habitado por curiosos seres antropoformes junto a personas (a terrestres) como una exposición de los planetas mixtos habitados por razas estelares desconocidas, al estilo de los mundos de "La guerra de las Galaxias".

Pues bien, en ese mundo de jóvenes surferos en tablas espaciales --todo el comienzo de la película es un exceso innecesario que hace pensar lo peor-- y decoración y vestuario del siglo XVIII en un entorno espacial, se desarrolla la historia de piratas y tesoros que Stevenson transformó en el imaginario juvenil de la aventura.

El joven Jim, grumete de una "Hispaniola" convertida en nave espacial con velas de captación de energía solar, habrá de cumplir una vez más su periplo iniciático, haciéndose hombre bajo la férula de un increíble John Silver, el Largo, convertido en cyborg, con una tripulación inenarrable de bichos extraños antropoformizados, una capitana estulazada de otra especie y un doctor perruno, blando y torpe.

El resultado es irregular. Pese al tramo final, digno de una buena película de aventuras espaciales --el planeta convertido en bomba de relojería es visualmente fascinante-- la película no acaba de hacernos atractivos al protagonista Jim, menos al doctor y sólo ligeramente a John Silver, el pirata rufían que descubre que tiene sentimientos. Sin embargo el diseño y las actuaciones de Silver, el villano Scroop y el viejo pirata Billy Bones (que como recordarán es el auténtico deus et machina de la narración) convertido en un robot enloquecido, resultan brillantes.

Quizá sea el ritmo lo que se resiente en una película en muchos momemtnos espectacular, muy en la linea Disney de perfección técnica y adecuación de la imagen y el sonido a la acción. La comparación con la versión de "La isla del tesoro" de 1934, o la de la propia Disney de 1950, incluso la de 1972 (con un Silver-Orson Welles, antológico) no es ociosa, y la idea de llevar a los personajes de la novela al ámbito de la fantasia y la ciencia-ficción podía haber sido memorable.

Desgraciadamente la versión se edulcora en demasía, busca hacer una impertinente función pedagógica y la moralina es demasiado abundante, con lo que una obra que trasciende el esquema juvenil para ser un clásico para todos, se va decantando hacia el sentimentalismo infantiloide. Así pues fallos de guión y fallos de ritmo --y la simplificación de la versión sobre la obra, cosa que indignará a muchos puristas literarios partidarios del respeto a ultranza del original--. Y así, mostrarnos la blanda secuencia del abandono del padre de Jim (en la novela muere, no le abandona) para justificar la carencia paternal del chico y su sensibilidad hacia le figura "paternal" del pirata Silver, es una trampa innecesaria y torpe.  Todo esto resiente la calidad de un filme  que tiene suficientes méritos para haberse convertido en una referencia más de las versiones de "La isla del Tesoro". Ahora queda más como una simple curiosidad, eso sí, divertida a veces.

 

       

 

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3 enero 2013 4 03 /01 /enero /2013 08:40

rompe-ralph-cartel2.jpg

Película de dibujos animados con una propuesta original, llena de guiños para cinéfilos y para fanáticos de los videojuegos, pero que poco a poco, tras un comienzo prometedor, va deslizándose suavemente hacia un ejercicio infantil en el que los elementos nostálgicos van dejando lugar a una peripecia destinada a los más pequeños. No logra equilibrar la balanza entre el mensaje y su aplicación, como ocurría con obras magistrales como "Up" o "Walle-e" y más recientemente con el "Alucinante mundo de Norman" y otras pequeñas joyas de la animación.

Todos los espectadores de menos de 40 años, aficionados en su día a las primeras consolas de juegos electrónicos y que lleven a sus hijos a ver esta película se encontrarán con un mundo en continua renovación técnica y de imagen pero también con los viejos personajes y los añorados ambientes de los juegos que marcaron su niñez y adolescencia compartiendo aventuras. La película que dirige Rich Moore, "Rompe Ralph" utiliza ese señuelo nostálgico para atraer no sólo a los niños de hoy sino a los que fueron y ahora rondan la treintena.

Resulta curioso contemplar el salto argumental y de definición de dibujo y adelantos técnicos que marcan un ante y un después de las consolas de juegos electrónicos. La película "resucita" personajes y estilos en una sinfonía en tonos pastel, con un despliegue de valores y comportamientos de otro tiempo y eso logra atraer y encantar al espectador a pesar de que, como hemos dicho al principio, luego se deje deslizar por un tratamiento más infantil y acabe entre edulcoraciones que ya sólo son efectivas con los más pequeños.

Disney sigue fiel a su política y a su oferta mixta y une a la perfección técnica de "Toy Story" o de "Monstruos S.A." una creciente habilidad del mensaje y una mayor capacidad de asombro y complicidad. La revolución de carácter que aportó a la animación de los estudios Disney las cintas de Pixar, aunque siempre trata de insuflar su pequeña dosis de moralina azucarada, marca de la casa (nuevamente la amistad y la fidelidad  a uno mismo ilustran el fondo argumental).

Pero a pesar de esto, los detalles y guiños argumentales de "Rompe Ralph" superan la mediocridad de ciertos aspectos. Desde la cita a los "Aliens" y el universo de los "bichos" de películas, series y juegos al estilo de "Call of duty" o las endemoniadas carreras de "Sugar Rush".

Pero quizá el mayor hallazgo, aunque no desarrollado apenas en esta película (cosa que hace pensar en próximas partes de  una saga), sea la recreación del universo interior de los juegos y la solapada crítica a la violencia de muchos de los actuales videojuegos. Pero no nos engañemos, lo que después de aquél clásico "Tron", en el que Disney nos llevaba al mundo interior de un juego electrónico en el que se ha introducido una presencia humana, en "Rompe Ralph" hay otra propuesta notable: hay un punto de conexión virtual, quizá en la "nube" de los videojuegos antiguos y actuales, y en él los personajes de unos y otros pueden interactuar e incluso romper con las reglas encriptadas en el universo de "bits".

Pero como dice Ralph, "el que seas un malo no quiere decir que seas malo" y en eso consiste el nudo argumental de esta película interesante: Ralph quiere demostrar -y demostrarse a si mismo-- que bajo su disfraz "laboral" de malo existe un héroe capaz de amar y sacrificarse por los demás. Ese inicio que podía habernos llevado a una película notable queda desleido por la suavización que marca el cambio sutil de público al que se destina. Los niños disfrutarán, pues, durante todo el metraje y los adultos que les acompañan, la primera mitad. Pero, bueno, en esencia cumple su cometido y "Rompe Ralph" puede ser calificada de una excelente película de animación.

 

 

 

 

 

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2 enero 2013 3 02 /01 /enero /2013 10:17

madrid-1987-cartel.jpg

 El joven David Trueba logra hacer una gran película, de un argumento minimalista y sumamente literario, un "tour de force" encarnado por dos protagonistas, un escenario único y una hora y pico de diálogo, inteligente y un poco rebuscado, explotando una situación claustrofóbica resuelta con ingenio (con la excepción, quizá, de su lógico y previsible final), habilidad, humor y sensibilidad. Dos actores muy metidos en la trama, José Sacristán (fiel, como siempre a sí mismo y a su carácter de viejo y competente actor, dueño de todos sus registros) y una joven María Valverde, que le da una réplica digna y sin histrionismo, poniendo al servicio de la imagen su belleza y la sensualidad de un cuerpo que respira erotismo y contención en cada gesto.

Un viejo periodista político en el Madrid de finales de los 80, 1987 como nos informa el título (una radio nos pone al corriente al principio de los detalles sociopolíticos de ese año de gracia y desgracias para España) trata de seducir a una aspirante a periodista. El lugar escogido es el estudio de un pintor amigo del periodista. La pareja queda encerrada en el baño, cuya puerta queda bloqueada por un cerrojo en mal estado. Es el principio de un fin de semana caluroso de agosto y ambos están en un edificio donde no hay ningún vecino, están desnudos (la ropa ha quedado fuera del baño) y han de pasar muchas horas juntos hasta que algún vecino --de vez en cuando gritan pidiendo ayuda a través de un minúsculo ventanuco-- les oiga y les pueda ayudar. No hay móviles, es 1987, y el teléfono está en la sala a la que no pueden acceder.

Un hombre de vuelta de todo, resabiado, lleno de cinismo y amargura, habla de todo lo divino y lo humano con una muchacha que tiene aun intactas las ilusiones y los proyectos, que cree que puede ayudar a cambiar un mundo que no le gusta y que mira al mañana con esperanza. También hay un deseo enroscado como una ardiente consyante en el pensamiento del periodista que padece la cercanía deseable de un cuerpo joven, desnudo (una toalla a media cintura, vela lo indispensable) y el sexo como tema va y viene, rebota y tiñe toda la desazon humillada del hombre (que había sido rechazado en pleno antes de entrar en el baño).

Palabras y palabras, en un maravilloso trueque, en el que la parte del león, como debe ser, corre a cargo del monstruo cinematográfico que es cada vez más el gran Sacristán, la vanidad y la soberbia de quien está por encima de todo y se humilla por un poco de sexo, encontrando en su lugar la temprana madurez de una muchacha --nada inocente-- que le abre nuevas e inesperadas perspectivas de sus propias limitaciones, de su teatralidad mezquina y su vacío interior. La pose prepotente cae hecha añicos y la humanidad subyacente acerca a los dos personajes al menos hasta el punto de comprenderse mutuamente. Dos radiografías mentales y físicas que se abren al espectador con un lujo de detalles y frases afortunadas. Una seducción del espectador que corre pareja con la seducción intelectual que el gran Pepe Sacristán borda con su voz engolada y cínica.

Texto literario en plena forma servido por unas imágenes que en modo alguno están por debajo de la excelencia de la palabra. No hay verborrea vacía ni grandielocuencia de salón sino argumentos sencillos y profundos con el lenguaje de la calle y la sensibilidad del artista. Todo servido con una fotografía minimalista, el detalle y los guiños estéticos, lúdicos y sensuales de una cámara que parece tan a gusto como los espectadores ante esta comedia dramática realizada con gran conocimiento del ritmo cinematográfico y que consigue la hazaña de nos aburrirnos ni resultar reiterativa en los ciento y pico minutos que dura. ¿Algún "pero"? Si. La secuencia final, de remate, en la que el virtuoso  estilo no manipulador de Trueba no logra dar con un cierre convincente. Salvando esto, lástima porque los finales como los inicios, son los que dan la categoría de obra superior y aquí nos queda un final desangelado y poco ilustrativo, la película es un recital de buen cine. A destacar la modesta y hábil mirada sensual que la cámara pasea con la espalda desnuda de la muchacha, ocupada en auparse ante un ventanuco para gritar socorro, con la toalla enrollada alrededor de su cintura.

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1 enero 2013 2 01 /01 /enero /2013 08:26

el-respirar-de-los-dias-9788449322167.jpg

He seguido con sumo interés la trayectoria filosófica del profesor de la UB, Josep Maria Esquirol. Me encantó con "El respeto o la mirada atenta" ( Gedisa, 2006) y ahora he leído "El respirar de los días" (Una reflexión filosófica sobre el tiempo y la vida) --Paidós 2009-- atraído no sólo por el tema, tan esencial en la vida humana, sino por la promesa de que la lúcida mirada atenta de Esquirol estimule mi propia reflexión con ese discurso claro que, sin ser demasiado nuevo o revolucionario, aporta una elaboración filosófica sugestiva y oportuna de una cuestión que constituye uno de los nódulos de pensamiento práctico que cualquier persona, no sólo los filósofos, tiene casi permanentemente planteada (a veces sin ser plenamente conscientes de ello).

Bajo el bello título nacido por analogía con el clásico trabajo de Hesíodo ("Los trabajos y los días"), Esquirol posa la mirada analítica en la esencia del término y el concepto, ¿qué es el tiempo?, ¿puede darse como un presente especial a otros o a uno mismo? ¿por qué hablamos de una dimensión curativa, terapéutica del tiempo? ¿cómo articulamos la realidad de la finitud? ¿cómo vivimos la paradoja de este tiempo en el que de continuo hablamos de "no disponer" de él?, ¿conocemos el influjo con que el paso cotidiano del tiempo afecta decisivamente nuestra salud y nuestra orientación? ¿qué significa el consejo clásico de "vivir el presente" y en qué consiste tal cosa?

La permanente  búsqueda de sentido a todos los tópicos y lugares comunes que se relacionan en el lenguaje popular y en el ético o filosófico con el concepto del tiempo articula el discurso en las sugestivas páginas del libro, al que parafraseando a Esquirol, "hay que dedicarle tiempo". Decía Steiner que hay libros que esperan pacientemente a que el lector sintonice de forma íntima con ese estado de ánimo, despierto y sosegado, para dejarse leer y embrujar al lector. Este es uno de ellos.

Con un lenguaje ameno y sencillo Esquirol desgrana los subtemas relacionados con el tiempo, desde los ritmos que impulsa el paso del tiempo y su relación con nuestro cuerpo y el resto de los seres vivos, al tiempo paradójico, al tiempo "que nos queda", es decir la presencia del fin, de la muerte y la necesidad de residir en la habitación de la vida con vistas serenas a su término, el aprovechamiento vital y mental del tiempo, el carpe diem, la necesidad de la atención como elemento clave para comprender el tiempo, la sabiduría que conlleva el saber dar nuestro tiempo, la importancia de la noción de la lentitud como estilo de vida, el ser consciente de los excesos y aceleración de una forma de "consumir" el tiempo (una experiencia frustrante que parece ser un tópico vital en esta época en que vivimos) y la consciencia del tiempo que pasa, del desgaste que conlleva y de la categórica irreversibilidad esencial del tiempo. Todo ello nos lo cuenta Esquirol con la sencilla ausencia de drama y el realismo que parecen haberse contagiado de "La coplas a la muerte  del maestre don Rodrigo" de uno de nuestros grandes clásicos, Jorge Manrique  (siglo XV).

Quizá vivimos una de las épocas históricas en las que la reflexión serena sobre el tiempo y su inexorable paso pueda ser más pertinente y aleccionadora. Como escribe Esquirol en su introducción, "paradójica progresión de la velocidad y regresión del tiempo que se nos da y que nos damos: con velocidades al límite, muchas prisas incesantes y, en cambio, escasa atención a las cosas y las personas, poca o ninguna calma serenamente vivible"... ya que "el tiempo propicio para el pensamiento --y para la vida-- es un tiempo lento".

Tiempo lento y mirada atenta es la que aconsejamos para entrar en este libro breve y sabio (no llega a las doscientas páginas) que no dejará a nadie indiferente o aburrido.

 

FICHA

."EL RESPIRAR DE LOS DIAS".- Josep Marìa Esquirol.- Editorial Paidós. 190 págs. 19 euros.

 

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31 diciembre 2012 1 31 /12 /diciembre /2012 08:56

el-molino-y-la-cruz-cartel1.jpgBasado en la obra "The mill and the Cross" del crítico de arte y escritor, Michael Francis Gibson, el director polaco Lech Majewski, ha realizado una película del mismo título, "El molino y la cruz", en la que analiza argumentalmente la pintura del artista flamenco Pieter Brueghel "Camino al Calvario". Un maduro Brueghel, interpretado con gran concisión de gestos y su característica eficacia por el actor Rutger Hauer (tan lejos de su papel como replicante en "Blade Runner") está en proceso de creación de la famosa pintura, en el Flandes sometido al dominio español y las actividades bárbaras de la Inquisición contra una población atraída por la reforma protestante.

En el gran tablero lleno de color y escenas populares bajo un cielo dramático y la omnipresencia del molino (metáfora del molino de la vida regido por Dios, que desmenuza y muele las vidas de los mortales) se desarrolla la secuencia del camino de Cristo con la cruz hacia el Calvario, con los dos ladrones que serán crucificados junto a él y la presencia en primer plano de la Virgen transida de dolor, todo ello símbolizando en su conjunto el sangriento dominio español bajo la bendición del aparato represor de la Iglesia en 1564, año en que se pintó la obra.

Michael York y Charlotte Rampling (como la Virgen María) acompañan al actor holandés, en la muestra de las vidas de unas decenas de personajes que son escogidos entre el medio millar de figuras que pueblan el cuadro.

Lo primero que llama la atención del espectador es la bellísima plasticidad de las imágenes, la vitalización de fragmentos del cuadro que cobran vida ante nosotros en un alucinante ejercicio de maestría artística y técnica digital.

Asistimos a la creación de los primeros bocetos de Brueghel en los que se basará el cuadro final y al desarrollo de subtramas que de una forma a veces dinámica y otras estática, nos muestran distintas facetas de la vida familiar del pintor y de la vida cotidiana en el Flandes de la época, justo en el lugar donde Brueghel recreará la trama religiosa de la muerte de Cristo en el ambiente del Flandes del siglo XVI.

Como Akira Kurosawa, Vincente Minnelli (Van Gogh, "El loco del pelo rojo") y Robert Altman, entre otros, el cine ha mostrado en algunas ocasiones un intento de "penetrar" en el interior de cuadros famosos, pero a mi parecer nunca hasta este filme de Majewski se había llegado a tal perfección técnica y a una caligrafía fílmica tan hipnótica en ambiente, personajes, vestuarios y simulación de realidad del entorno pintado. El director polaco ha seguido un método revoluciuonario: mezclar o combinar digitalmente tres elementos diferentes en un mismo montaje. Secuencias con actores reales sobre la "chroma key" la pantalla azul famosa, imágenes que se integran con fondos recreados digitalmente del propio cuadro o de lugares reales semejantes a los paisajes que nos muestra el cuadro. Localizaciones en Polonia, Austria y Nueva Zelanda son incluidas en el montaje final, superpuestas o amoldadas a las del cuadro, dando como resultado una fuerte ilusión en el espectador que cree estar viendo al auténtico Brueghel en el proceso de pintar un cuadro, introduciéndose dentro de él. Del carácter de metaficción de la imagen resultante se nos da un prueba o guiño cuando en un momento dado, a petición de Michael York, --que interpreta  al amigo de Brueghel, Nicholas, colccionista de arte-- el pintor decide detener la escena, el cuadto dinamizado, que se desarrolla ante los ojos de ambos y que logocamente sólo está en la mente del pintor. Un juego visual y conceptual que no nos ahorra la dureza de algunas secuencias en las que se denuncia el durísimo, inhumano,comportamiento de los mercenarios españoles y de la Iglesia en la sufrida tierra flamenca.

La película, que atraerá singularmente a los aficionados al arte y que sorprenderá a los cinéfilos, es de visión obligada para todos los que desen conocer el proceso creativo de un artista que usa un gran episodio religioso para mostrarnos y denunciar una situación de injusticia y violencia enclavada en la historia de su país y en el momento en que ocurre (al estilo de Goya con sus terribles grabados sobre la guerra contra Napoleón). La explicación de los símbolos y sobre todo de la técnica utilizada por Brueghel, detalle a detalle, en la realización del cuadro. Por ejemplo, la analogía del trabajo de la araña y su concéntrica tela, asumida por el pintor, en la forma de disponer los motivos básicos que pueden verse en el cuadro, aunque para un ojo no informado o entrenado quedan ocultos por la bizarra variedad de la fascinante y gigantesca escena pintada.

Hermosa película que dignifica al cine y lo hermana con la potencia ilustrativa de la gran pintura. Una mezcla asombrosamente creativa de cine, pintura, fotografía, teatro y literatura. Por supuesto eso provoca en algunos momentos un cierto desconcierto en el espectador, secuencias algo confusas, soluciones arbitrarias sobre el punto de vista en que se nos narra la acción, rupturas de ritmo y tensión que no desmerecen el conjunto del filme (más de cuatro años de trabajo supuso para este director visionario dotado de un singular talento visual). Las únicas secuencias habladas corren a cargo de un pedagógico Hauer, una enfática Rampling, con su dolor y tristeza a cuestas y las indignaciones políticas y sociales del amigo del pintor, encarnado por Michael York. Película pues de varios niveles de "lectura" y visionado, que requiere la complicidad del espectador y una cierta rendición parcial al ejercicio de la libertad creativa del director.

 







 

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30 diciembre 2012 7 30 /12 /diciembre /2012 10:46

Memoria_de_mis_putas_tristes-289871-full.jpg

 Una novela de Gabriel García Márquez, por definición, podría ser una buena película. El argumento suele ser brillante, los personajes sólidos, los diálogos inteligentes...pero estamos hablando de la novela. Si la vemos reflejada en el cine, la imagen, la dinámica narrativa cinematográfica, las actuaciones, la dirección de actores, el diseño artístico y los decorados, el ambiente, la fotografía, el color, las tomas de paisaje, la música, pueden variar parcial o totalmente aquello que habíamos visto en nuestra imaginación al leer y lo que vemos con nuestros ojos sentados pasivamente en una butaca.

Pues bien, adelantemos diciendo que las versiones para el cine de las obras de GGM distan mucho de acercarse al valor intrínseco de sus novelas. Y ésta no ha sido una excepción.

Jean Claude Carriere , lo ha intentado. Ha contado con la complicidad de sus actores,Henning Carslen como el viejo periodista, Emilio Echeverría dando vida al mismo en su juventud, Olivia y Ángela Molina, Delgadina, la chica de los sueños del viejo periodista putero y la sólida pèro repetitiva Geraldine Chaplin en el papel de la "madame" del prostíbulo antillano donde "el Sabio" --no se sabe en qué-- pasó la mayor partte del tiempo liobre de su vida y donde en su senectud decide el dia de su 90 cumpleaños, costearse el dudoso placer de acostarse con una jovencita virgen (historia que parece demasiado similar a la del viejo dictador de "El otoño del patriarca" otra de ls novelas de un envejecido García Márquez.).

El repaso a la vida y la historia colombiana a través de los ojos del personaje, entre el amor pagado y las trifulcas políticas del país no logra conmover al espectador, a pesar de una fotografía excelente y la música previsible de Chopin, con detalles tan escabrosos - y muy de GGM - de la criada que el periodista ha sodomizado durante 20 años sin su consentimiento aunque respetando la virginidad de la mujer.

En 1987 Francesco Rosi trató de llevar "Crónica de una muerte anunciada" a la pantalla, sin lograr más que una película ciruclar, reiterativa y previsible a la que faltaba todo el encanto de la novela. En 1999 Arturo Ripenstein firma "El coronel no tiene quien le escriba" con desigual resultado. Tampoco "El amor en tiempos del cólera" del ingles Mike Newell, con Javier Bardem, pasa de medianía (2006). No tiene suerte GGM en sus tratos con el cine. Como tampoco lo tuvo otro grande, Malcom Lowry, cuyo "Bajo el volcán" lo llevó al cine el gran Houston e hizo una obra meritoria pero no comparable a la novela. Quizá es cierto que hay autores, grandes novelistas, cuya forma de narrar no encuentran acomodo en la traslación a ese otro arte, tan especial, que es el cine.

 

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28 diciembre 2012 5 28 /12 /diciembre /2012 10:07

el-sentido-de-un-final-9788433978523.jpg

 

Nuevamente Julián Barnes. Esta vez no comentamos un libro de ensayo, sino una novela que tiene mucho que ver con el tema básico de su ensayo, "Nada que temer", el paso de la vida, la cercanía de la muerte, la necesidad de una cierta ética, el efecto disgregador del tiempo y la función ambigua y fuertemente inexacta de la memoria. Es decir, las imperfecciones con las que funciona nuesra memoria sobre todo cuando la aplicamos a los episodios que vivimos en el pasado sobre amistad, amor o comportamientos y ética personal. El paso del tiempo varía los contenidos y muchas veces las conclusiones. De esto trata la nueva novela de Barnes.

Empecemos diciendo que no está a la altura de otras obras de este autor. Quizá la melancolía del tema y la conocida obsesión de Barnes por el paso del tiempo y la cercanía del fin ha contagiado las páginas de esta, por otra parte, entretenida narración, donde apunta, menos que otras veces es cierto, la juguetona y ácida ironía del autor, su humor en diálogos y descripciones y la fuerza de sus personajes. Como en el caso de Auster, parece que el éxito y la molicie que supone desde el punto de vista intelectual saber que, sea como fuere, lo próximo que publicas tendrá un público fiel que acudirá en masa a las librerías, hace que se resienta la calidad y la ambición renovadora que todo creador literario debe  mantener (premonición expresada cuando el librero Serret me pasó el volumen y confirmada tras la lectura).

Ya desde la primera página, un magnífico conjunto de propuestas aparentemente surrealistas que luego quedarán explicitadas en la lectura del libro, se nos advierte cuál será el meollo del libro, su espíritu: "...lo que acabas recordando no es siempre lo mismo que lo que has presenciado" y en la página 12, "...ya no tengo la seguridad de que algunos sucesos fueran reales, al menos recuerdo con claridad las impresiones que dejaron" (lo cual no deja de ser sorprendente).

Asistimos, a través de la voz del narrador perteneciente a un joven, Tony Webster, a la presentación de su pandilla en el instituto y a la aparición de un nuevo miembro, Adrian, cjya inteligencia y personalidad  les motivará a través de la vida, aunque sobre todo es la decisión y acto de suicidarse la que creará el motivo causal del desarrollo de la trama. En la que, como es preceptivo, conoceremos la relación amorosa, breve y conflictiva, que años más tarde constituirá el nudo argumental de la relación entre Tony y su admirado Adrian.

Impulsada por dos motores argumentales, el pasado juvenil y primeros amores de Tony y su madurez, donde la presencia y testimonios de los amigos, modificará y aclarará muchos de los hechos narrados como auténticos de la primera parte, la novela camina algo cansinamente  hacia ese "sentido de un final" (título insulso y trasparente, que llama la atención en un autor que titula muy bien sus libros) que no sorprende demasiado y que en sus detalles se hará muy previsible.

Obra menor pues en el conjunto literario de Barnes, lo cual no disminuye la calidad intrínseca de ese opus, pero alerta al lector informado en el sentido de que uno no debe fiarse demasiado de los ditirambos de la prensa y las editoriales, incluso  de los premios --esta novela obtuvo del Man Booker Price-- a la hora de leer un libro.

De alguna manera, si ustedes me permiten, la brillante frase que el personaje de Adrian cita en la novela respecto a la historia, "es esa certidumbre que se produce en el punto en que las imperfecciones de la memoria se cruzan con  las deficiencias de la documentación" (pag.28), podría aplicarse a "El sentido de un final", que quedaría como "el resultado literario que se produce en el punto en el que la imperfección del trabajo de un escritor dotado se cruza con las deficiencias en el desarrollo de un buen argumento".

Pero para satisfacción del lector, apuntemos también que la novela nos brinda momentos y comentarios en los que la afilada inteligencia de Barnes brilla con todo su esplendor. Y así, en una reflexión del protagonista sobre el tiempo, escribe: "...el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos es estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables cuando solo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó  ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo... que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas, fantasiosas" (pág.120). Como ven lúcida y admirablemente bien expresado. A veces, Barnes logra recordarnos la excelencia de otra pluma magistral, la del mismísimo Will Shakespeare. ¿O no?   

 

 

 

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24 diciembre 2012 1 24 /12 /diciembre /2012 10:05

el-hobbit-parte-1-cartel2.jpg

 Llegó "El hobbit: un viaje inesperado", por lo que los fans de las criaturas de Tolkien (que somos legión) podríamos declararnos satisfechos. Aunque no es del todo así. Le película abre de entrada un interrogante sin respuesta por el momento: ¿Cómo es que Peter Jackson produjo "El señor de los anillos" en tres partes y 9 horas de duración, dejándose sin explotar bastante de los contenidos y personajes de las novelas --tres-- en las que se basaba y ahora necesita otras nueve horas para un librito de poco más de doscientas páginas? Si dejamos a un lado la disculpable codicia económica del gran director, nos quedamos sin argumentos hasta que veamos el conjunto, aunque ya nos empezamos a hacer una idea.

"El hobbit", narra las aventuras previas de Bilbo Bolsón (Iam Holm y el magnífico Martin Freeman como Bilbo joven) a lo que se nos cuenta en "El señor...", cuando el hobbit , en su juventud, encuentra a Gollum y le roba el anillo mágico, junto al viaje de aventuras con la comunidad de enanos comandados por Thorin, "Escudo de roble", y el mago, Gandalf el Gris,  que pretenden recuperar su patria, arrebatada por los orcos en el seno de Moira, la montaña del reino de los enanos.

¿Aporta algo nuevo y mejor a la trilogía precedente? Francamente, por el momento, no. Ligera decepción. "El Hobbit" sigue bebiendo de las cintas de "El señor...", de su ambiente mágico, de su dinamismo, con un menoscabo: los personajes, dejando aparte a Bilbo y a Gandalf (y, por supuesto a Gollum), carecen de la fuerza y el encanto de los de la trilogía anterior. Echamos de menos a Legolas, el certero elfo del arco y las flechas, a Boromir, el guerrero humano, a Gimli, representante de los enanos, a los tres compañeros hobbits de Frodo, entre ellos el gran Sam, y sobre todo al maravilloso  rey oculto en la viril presencia de "Trancos", Aragorn hijo de Arathorn, al que el actor Viggo Mortesen dio un inolvidable y adecuado aspecto físico.

Por tanto la nueva entrega de Jackson sobre el universo literario de Tolkien defrauda un poco, aunque complacerá a los espectadores adictos a las palomitas y al cine de acción legendario. Hay lentitud en este primer tramo de la nueva trilogía aunque todo sigue siendo atractivo visualmente y con un dinámico montaje con la maestría que conocemos en Jackson. Las secuencias de acción son trepidantes y llenas de emoción, aunque no aporten nada al imaginario de esta saga. Los enanos son divertidos pero no se vuelven imperecederos ni indiduos con personalidad propia y diferentes entre sí (quizá después lo logren) y la historia tiene el encanto de devolvernos a La Comarca, pero se apoya demasiado en lo precedente sin llegar a aportar nada que lo haga diferente: todo parece un "exploit" de la trilogía anterior.

El tópico y clásico esquema de las peliculas de acción, es decir, acercamiento al peligro, afrontarlo, estar a punto de perecer en él y ser vencidos, aparición de una fuerza amiga o un elemento nuevo  que da la vuelta a la situación en el último momento, victoria o aplazamiento de la crisis...se repite continuamente y en esta entrega es casi siempre Gandalf o las fuerzas que convoca el mago --caso de las águilas gigantes-- las que salvan a los héroes de ser derrotados y eliminados. Pero esto es lo que uno espera de estos relatos y es así desde siempre. En esa repetición argumental estriba el encanto de estas narraciones clásicas que han encandilado a los humanos desde los tiempos de las cavernas.

Sospecho que Gollum (representado --con la técnica de "stop motion"-- por el actor Andy Serkis, que también hace trabajos de director de la segunda unidad) es una figura esencial en esta nueva saga: recordemos que todo pasa mucho antes de lo que nos narra "El señor de los anilllos" donde Gollum morirá unido a la destrucción final del anillo de poder y de Sauron, el malo por excelencia de los cuentos. Por el momento la secuencia de los acertijos en la cueva donde se encuentran él y Bilbo, es lo mejor de la película por su humor y su tensión narrativa.

Por tanto, la película se envuelve en un aire de "dejà vu", de algo visto con anterioridad, con pocas variaciones. Justo es admitir una de las mejores novedades, aunque muy breve: la lucha de los gigantes de piedra en los peligrosos desfiladeros de la montaña, que están a punto de acabar con la Comunidad de los enanos y Bilbo Bolsón entre ellos. Otra, el proceso de aprendizaje heroico de ese personaje brillantemente interpretado por Martin Friedman.

La cinta resulta nuevamente deslumbrante y espectacular pero es algo excesiva y abrumadora. Bilbo carece del dramatismo interior de Frodo y a él no parece crearle demasiados problemas la posesión del Anillo. Parece pues que la rentable moda de franquicias (como las de Harry Potter o "Crepúsculo") condicionan también ésta nueva aparición de las sagas de Tolkien. Esperemos que además de la cuestión económica, Jackson logre dar fuerza propia a este "Hobbit" ,por ahora demasiado deudor de "El señor de los anillos". Esperemos.

 

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21 diciembre 2012 5 21 /12 /diciembre /2012 10:22

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Reconozco mi debilidad por el cine oriental, ya sea el japonés o el chino o, en el otro eje del mundo, el iraní o el pakistaní, con  la excepción del indio, demasiado pretencioso para mi gusto (no en vano es India una de las potencias cinematográficas del mundo). Por supuesto que no todo lo  que nos llega es sobresaliente, como la que hoy nos ocupa, pero generalmente mantienen un listón alto de dignidad y profesionalidad. "Pollo con ciruelas" es una película que ostenta un muy aceptable nivel.

.Dirigida por los realizadores de "Persépolis", la iraní Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, nuevamente basados en los cómic de Satrapi,  nos cuenta la historia de Nasser Ali (un soberbio Mattieu Amalric, insuperable en papeles ambiguos y ligeramente alarmantes e incluso amenazadores: tiene una potencialidad de locura y violencia en la mirada que lo convierte en un icono del actor de carácter), un violinista que al perder  su violín--destrozado por su mujer, en un rapto de celos hacia la música, otra gran interpretación de la portuguesa Maria de Madeiros-- decide acostarse y esperar que la muerte se lo lleve.

Es curioso que un filme iraní se base en tras intérpretes extranjeros, el protagonista, francés, el papel de su mujer, para una portuguesa y el de la madre de Nasser Alí, importante en la trama, aunque solo salga en dos largas escenas, la italiana Isabella Rosellini. La trama nos lleva, a través de flash back y de una forma un poco desordenada y a veces bastante cursi a recorrer la vida del joven músico, su gran amor imposible, la hija de un relojero, que le hará buscar el éxito y que jamás llegará a satisfacer. Su matrimonio forzado por la imponente Isabella, su madre, con una mujer a la que no ama y su paternidad sin ilusiones y sin esmero. Hasta el juego final con la muerte, el terrorífico ángel Azrael, como una pobre imitación de Bergman, en la que el caballero es un pobre infeliz y la muerte un jugador tramposo.

Por tanto no hablamos de una gran película, pero sí de una cinta realizada con dignidad, con una fotografía magnífica y unas buenas interpretaciones. Quizá falla un poco la trama y sobre todo la técnica narrativa, pues es un buen tema aunque está contado de una forma que no está a la altura.

Hay elementos mágicos inspiradores en esta historia contada con sencillez y con ganas de agradar. Romanticismo a tope, un cierto ambiente naïf que nunca resulta desagradable y la sensación de estar escuchando un cuento de hadas a la manera iraní, "erase una vez una persona que existió, o tal vez no existió...".

Hay un cierto aire a "Amelie", el éxito del cine francés, una suerte de comedia mágica, algo tontorrona, aunque aquí el tono de comedia no acaba de encontrar su camino y va siendo desviado por pinceladas algo cutres de desamor, violencia, depresión o miedo. El amor imposible por la hija del relojero, que empieza con el tono "Amelie", acaba de una forma triste y algo cursi, al modo de "Delicatessen", con toques de leyenda y cuento de las "Mil y una noches" (no en vano hablamos de Teherán de los años 50, cuando aún el fanatismo religioso no ha destrozado una de las culturas más hermosas y variadas del mundo).

Se percibe la textura estética del comic de donde procede y que es el oficio principal de la directora, con lo que visualmente estamos ante una cinta deliciosa en todos los sentidos, a pesar o quizá debido a la artificiosidad que el talante de cómic imprime al cine (recuerden "Sin City", por ejemplo). Por eso muchos planos parecen surgidos más de un cómic que de una película de acción real y el tono general de la dirección artística es uno de los grandes hallazgos y méritos de la película. Gran banda sonora de Olivier Bernet.

En resumen, a pesar de sus fallos, no se la pierda. Disfrutará con ella..



  



   

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19 diciembre 2012 3 19 /12 /diciembre /2012 10:50

 

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Alessandro Baricco es una de las voces más singulares y brillantes de la literatura italiana de la actualidad. Autor, entre otras, de "Seda" (de la que se realizó un interesante película y 17 traducciones), "Emaus", "City" o "Homero, Iliada", Baricco nos ofrece con  "MrGwyn" el retrato de un escritor que parece surgido de la pluma de Salinger o de Auster, comparte unas memorables rarezas con ellos y parece tener la misma maestría expresiva y semejante surrealismo vital.Gracias al certero ojo librero de Octavi Serret, he leído este libro para ustedes.

Mr. Gwyn es un escritor relativamente joven, con un par de obras de éxito y otras -- como veremos en el trascurso de la novela-- que ha publicado con nombres supuestos, que decide un buen día dejar de escribir novelas y lo hace anunciándolo a bombo y platillo, junto con cincuentas actividades, comportamientos o actos, algunos desternillantes, que también jura no volve a hacer. Rodeado de personajes secundarios de una fuerza y atractivo dificiles de superar, por ejemplo, Rebeca,  la rellenita secretaria de su editor --que toma el portagonismo a la mitad de la novela-- y éste mismo, un sujeto en silla de ruedas que mezcla una vitalidad y una energías de un Minotauro junto a un sentido del humor irónico y entrañable, el desarrollo de la trama va mostrándonos con pinceladas a veces esquemáticas el proceso de adquisión y uso de la nueva profesión del escritor dimitido: redactor de retratos. Retratos reales, pero sin utilizar pinceles sino pluma y papel. 

Para ejecutar esos inconcebibles retratos, M r. Gwyn idea una serie de medidas a fin de lograr detectar la quintaesencia de la persona retratada y así ofrecer de ellas una descripción que, sin ninguna duda, será reconocida por los clientes como un relato sobre la propia alma, un espejo literario en los que se verán ellos mismos por encima de cualquier equívoco.

Toda la liturgia medio demencial con la que Mr. Gwyn rodea su trabajo y el dramático fin de todo, no permite en ningun momento dejar de lucir una inmensa sonrisa al lector: la novela es un compendio de ingenio y de hallazgos y observaciones inteligentes y sensibles. Puede resultar esquemática, redundante o demasiado artificiosa, pero sin duda alguna no es previsible, ni aburre en ningún momento. Y en estos tiempos esto es un sello de calidad, ¿o no?

Baricco, que en su libro juega con la música y la pintura como componentes narrativos, la musica de Glen Gould o el jazz parecen escucharse en algunas de las páginas de la novela. Tan misántropo como Mr.Gwyn, su autor, Baricco, hace coincidir la trama de su novela con un anuncio semejante de un escritor real, y de los grandes, Philipp Roth. Precisamente este novelista, junto a Hemingway, Fitzgerald y el otro Roth, Joseph, forman parte de las influencias reconocidas por Baricco, que ya ha publicado en Italia otra novela, con lo que ya ha callado a los que profetizaban que Mr. Gwyn era la despedida real de Baricco.

En resumen , una novela entretenida para los que amen la variada novelistica de Baricco, los que simplemente quieran pasar un buen rato de lectura de calidad y contraindicada para aquellos a quienes "Seda" les pareció un romántico tostón. Que los hay. 

 

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 FICHA

"Mr Gwyn".- Alessandro Baricco.-Editorial Anagrama.- 184 págs. 16,90 euros.

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