Enésima versión cinematográfica de "La isla del tesoro" la obra maestra de la novela de aventuras escrita por el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). Supongo que el bueno de Stevenson podría alucinar con esta visión futurista de su extraordinaria narración si le fuera dado verla en alguno de los mundos de ultratumba donde residen los grandes espíritus literarios.
John Musker y Ron Clements, padres de la criatura estelar, han tratado de mimetizar en lo posible "La isla del tesoro", respetando en lineas generales el argumento, con los consiguientes cambios para permitir que un relato que transcurre en el siglo XVIII se adapte a un escenario del futuro utópico, en un planeta habitado por curiosos seres antropoformes junto a personas (a terrestres) como una exposición de los planetas mixtos habitados por razas estelares desconocidas, al estilo de los mundos de "La guerra de las Galaxias".
Pues bien, en ese mundo de jóvenes surferos en tablas espaciales --todo el comienzo de la película es un exceso innecesario que hace pensar lo peor-- y decoración y vestuario del siglo XVIII en un entorno espacial, se desarrolla la historia de piratas y tesoros que Stevenson transformó en el imaginario juvenil de la aventura.
El joven Jim, grumete de una "Hispaniola" convertida en nave espacial con velas de captación de energía solar, habrá de cumplir una vez más su periplo iniciático, haciéndose hombre bajo la férula de un increíble John Silver, el Largo, convertido en cyborg, con una tripulación inenarrable de bichos extraños antropoformizados, una capitana estulazada de otra especie y un doctor perruno, blando y torpe.
El resultado es irregular. Pese al tramo final, digno de una buena película de aventuras espaciales --el planeta convertido en bomba de relojería es visualmente fascinante-- la película no acaba de hacernos atractivos al protagonista Jim, menos al doctor y sólo ligeramente a John Silver, el pirata rufían que descubre que tiene sentimientos. Sin embargo el diseño y las actuaciones de Silver, el villano Scroop y el viejo pirata Billy Bones (que como recordarán es el auténtico deus et machina de la narración) convertido en un robot enloquecido, resultan brillantes.
Quizá sea el ritmo lo que se resiente en una película en muchos momemtnos espectacular, muy en la linea Disney de perfección técnica y adecuación de la imagen y el sonido a la acción. La comparación con la versión de "La isla del tesoro" de 1934, o la de la propia Disney de 1950, incluso la de 1972 (con un Silver-Orson Welles, antológico) no es ociosa, y la idea de llevar a los personajes de la novela al ámbito de la fantasia y la ciencia-ficción podía haber sido memorable.
Desgraciadamente la versión se edulcora en demasía, busca hacer una impertinente función pedagógica y la moralina es demasiado abundante, con lo que una obra que trasciende el esquema juvenil para ser un clásico para todos, se va decantando hacia el sentimentalismo infantiloide. Así pues fallos de guión y fallos de ritmo --y la simplificación de la versión sobre la obra, cosa que indignará a muchos puristas literarios partidarios del respeto a ultranza del original--. Y así, mostrarnos la blanda secuencia del abandono del padre de Jim (en la novela muere, no le abandona) para justificar la carencia paternal del chico y su sensibilidad hacia le figura "paternal" del pirata Silver, es una trampa innecesaria y torpe. Todo esto resiente la calidad de un filme que tiene suficientes méritos para haberse convertido en una referencia más de las versiones de "La isla del Tesoro". Ahora queda más como una simple curiosidad, eso sí, divertida a veces.
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