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13 diciembre 2021 1 13 /12 /diciembre /2021 12:15

HASTÍO Y BANALIDAD DEL MAL

Publicado en “Heraldo de Aragón” el 091221

Hay un paralelismo deprimente entre las actitudes sociales y políticas de la oscura primera mitad  del siglo XX y una semejante decadencia moral y ética en nuestro presente. Una exacerbación del extremismo y la violencia, una aparición -con otras formas y características- de seres humanos fuera de cualquier categoría:  “homo sacer”o “nulas vidas”, cuerpos sin identidad, números y estadísticas, sin derechos, trabajo, dinero o pasaporte, seres sobrantes, eliminables… Al otro lado del espejo, tras fronteras seguras y vigiladas, los ciudadanos oficiales, con papeles e identidad jurídica, miran pudorosamente hacia otra parte.

Después de la I Guerra Mundial fueron los judíos, gitanos, enemigos políticos, ciudadanos de zonas separadas e integradas en otros países. Personas estigmatizadas por ser negros o asiáticos, viejos, mujeres o niños. En estos días se trata de  inmigrantes, refugiados, oleadas de personas que mueren por salvar sus vidas, gentes de todo tipo hacinadas y explotadas en los suburbios de las grandes ciudades… El rechazo del Otro entre musulmanes y judíos en el mundo cristiano y viceversa. La coincidencia entre ciertos hechos y situaciones visibles cada  día, reflejos de la actualidad, y ciertas lecturas sobre los hechos vividos por una generación de filósofos de ambos sexos y poetas y narradores (que Wolfram Eilenberger situó en “tiempos sombríos”, de 1919 a 1943), entre ellos dos pensadoras judías, Hannah Arendt y Simone Weil, provoca una sensación por lo menos inquietante de “dejà vu”, de algo conocido y vivido, de una repetición,..

 

En el legado filosófico de Hannah Arendt se habla de la “banalidad del mal”, casi un cliché hoy día, que la misma autora delimitó y aclaró: el mal no es nunca banal, pero sí lo es la forma de producirlo, organizarlo, ampararlo o justificarlo. El mal que Eichmann ayudó a implementar no es banal, pero sí lo es la burocrática y eficaz indiferencia con que hacía su trabajo, así como la actitud de ignorancia tácita de la mayoría de la población alemana respecto a los horrores genocidas de los campos y la colaboración directa o indirecta que el régimen nazi exigía y recibía en el cumplimiento de sus objetivos (incluidos los Consejos Judíos: acusación que nunca se perdonó a Arendt).

En cuanto al concepto weiliano de “fuerza”, nos habla de los soldados –o políticos-  vencedores cuya victoria y ocasional omnipotencia les convierte en esclavos de su poder, carecen de palabras, razón, emoción o sentimiento. La fuerza absoluta transforma radicalmente al que detenta el poder y también a sus víctimas, los petrifica a ambos, los torna materia bruta y les desnuda de humanidad, poseídos por la pasividad éstos y dominados por la brutalidad sin odio, los otros.

Son los dos lados opuestos de la misma tragedia: vencedores y vencidos, el tirano y el esclavo, el poder absoluto y sus víctimas. Ambas son dos formas paralelas de una misma filosofía de la reducción, la que se articula en torno a un solo elemento, ya sea la física por ejemplo o el mal puro y simple. Y creo que en nuestra época ese elemento único que define nuestra realidad es la fuerza automatizada y el mal que se practica y extiende de forma banal: una simbiosis trágica.

A través de obras de autores como Nietzsche, Stefan Zweig, Benjamin, Heiddeger y Ortega, entre otros, se menciona el hastío que producen los excesos emocionales que rompen los límites de lo razonable, lo comprensible: cuando uno se cansa de tanto horror y entra en un estado pasivo e indiferente, como inmunizado por el dolor y la crueldad. Es el hastío de los soldados alemanes que “cumplían su deber de obediencia” conduciendo seres humanos deshumanizados al matadero…pero también ampliando el foco de la mirada, la riada inacabable de trágicas muertes de inmigrantes en pateras o detenidos en fronteras sin medios de supervivencia, los condenados por el virus en unos países sin medios (mientras en otros las vacunas caducan por falta de uso) y los que, teniéndolas, las rechazan por razones muy respetables pero contagian irresponsablemente a otros y ayudan a expandirla; la crisis económica que hunde a sectores de población; la violencia que se dispara por motivos fútiles entre jóvenes sin esperanza de mejora; la pérdida de confianza generalizada hacia los políticos; el acoso a las fuerzas del orden y el descrédito de los jueces…es el banal rosario de noticias de cada día.

Todo eso, ¿no es un reflejo especular de otras épocas donde se instauró el mal gracias a un hastío parecido y una banalidad operativa semejante? ¿Todavía no reconocemos nuestra responsabilidad conjunta hacia el mal? ¿No nos resulta familiar la “ignorancia” voluntaria de la mayoría de los individuos de las sociedades “con papeles”, ante ese conjunto de hechos y situaciones moralmente inaceptables? El hastío que genera la repetición de estímulos-imágenes-datos del horror y la banalización de lo que vemos una y otra vez…¿no nos convierte en cómplices de esa atroz injusticia global?

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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6 diciembre 2021 1 06 /12 /diciembre /2021 17:06

El autor, Juan José Tamayo, palentino de 75 años nos hace un severo análisis del mundo en el que vivimos, que es una negación absoluta de la compasión y una advertencia admonitoria a las personas que se sienten heridas por el silencio de Dios ante esta crisis sistémica que nos agobia por su impasible inevitabilidad.  Para ello se inspira en la experiencia de la crisis pandémica, una circunstancia que ha revelado y desnudado el principio ético de la compasión (o de su falta), un concepto que analiza a través de once capítulos, apoyándose en la historia, la psicología, la moral, la religiones y la filosofía, sin olvidar la teología, la ecología o la economía (ay, tan relevantes).

En esencia es el reto que nos impone el siglo: el silencio de Dios articulado con el “silencio“ de la compasión o su falsedad, que vienen a ser las dos caras de la misma sensación de absurda inoperancia que ambas trascienden. La ausencia de “Dios” es el reflejo inverso de la ausencia de compasión que aflora permanentemente en las relaciones humanas, familiares, sociales, de raza, religión, género sexual o sesgo político; en la desigualdad creada por la xenofobia, la falta de recursos, los excesos de producción y de consumo, la gradual destrucción del medio ambiente, la banalización de la cultura, el esclavismo digitalizado, los avances de fascismos y totalitarismos, la violencia como reacción gratuita e innecesaria, el desprecio a las leyes y a la autoridad. No se pretende comparar o compaginar la creencia en Dios con la necesidad de la compasión, sino destacar el hecho de que ambas proceden del mismo origen, la misma semilla: la idea de Dios es la de un Ser trascendente que atrae y libera lo mejor de nosotros y la de la compasión es una actitud, un sentimiento, que hace el mismo efecto en nosotros respecto a nuestros semejantes, ya que con ello facilita el encuentro con lo divino que es, por definición, lo que justifica la vida del creyente tanto como la compasión da sentido a la vida de la persona.

Esta articulación entre Dios y la compasión se convierte, cuando es una práctica, en una referencia ética que influye en todos los ámbitos del saber y el quehacer humanos. Y aquí no se trata de una cuestión entre creyentes y escépticos sino en una praxis que podría hacer que el progreso tecnológico en el que vivimos (y sus crisis) se vea acompañado por un progreso ético  en el que la solidaridad, la igualdad y la compasión logren, poco a poco, ayudar a superar o mitigar las brechas que contundentemente denuncia el libro de Tamayo: las de la desigualdad, la injusticia ecológica (con las cuatro amenazas que Leonardo Boff enumera: armas de destrucción masiva, escasez de agua potable, sobreexplotación de la Tierra y calentamiento global). Precisamente ese autor, citado por Tamayo,  destaca la necesidad de despertar mundialmente a la “espiritualidad”. Esa función o dimensión profunda del ser humano que está íntimamente relacionada con las ideas de lo divino y de la compasión. El odio y rechazo al Otro (inmigrantes y refugiados), la injusticia de género, la desigualdad económica, cultural y cognitiva, configuran una visión crítica del mundo donde, precisamente, se ignora la compasión y la fuerza redentora que daba la “existencia” de Dios (lejos del “Dios” de la intolerancia y el fanatismo).

Tamayo completa su libro con un erudito recorrido por las religiones y el papel de la compasión en sus estructuras, la teo-política de la compasión, el humanismo y transhumanismo del concepto, una suculenta referencia a la “memoria subversiva de las mujeres olvidadas”, el diálogo –tan necesario- entre religión y ciencia al respecto; algunos autores que reclaman la ética de la compasión y un epílogo magníficamente actual sobre una “mística de ojos abiertos”, que refleja la impotencia, los temores, la irritación ante algo que nos supera y no sabemos afrontar y también la solidaridad y la admiración por las actitudes y comportamientos de algunas personas de esta época de pandemia, que está lejos de concluir.

El doctor Tamayo, es bien conocido por quienes admiramos su labor como pensador y profesor y más aún su integridad filosófica y su talante crítico hacia ciertos temas candentes en nuestros días, desde la tragedia sistémica de los refugiados, la diversidad, el pluralismo religioso y los extremismos fundamentalistas, raciales o sexistas y la llamada teología de la liberación.

Para finalizar, como Tamayo escribe en su libro, la compasión y la empatía requieren una articulación y una reelaboración práctica, cotidiana y universal, ya que "el verdadero sentido de la compasión es ponerse en el lugar de las otras y los otros sufrientes en una relación de igualdad y empatía, asumir el dolor de las otras personas como propio, interiorizar a la otra persona dentro de nosotros y nosotras, sufrir no solo con los otros, sino en los otros, hasta identificarse con quien sufre y con sus sufrimientos, cuestión que no resulta fácil pero que es necesaria" .

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

FICHA

LA COMPASIÓN EN UN MUNDO INJUSTO.- Juan José Tamayo. Fragmenta Editorial.-296 págs.

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3 diciembre 2021 5 03 /12 /diciembre /2021 19:32

LA PARÁBOLA DEL METAVERSO

(Publicado en La Comarca, el 031221 )

En el Génesis del Metaverso, hubo un primer momento en el que el metadios, en la vida real llamado Mark Zurckberg, miró en torno suyo y se dolía del estado en que veía a los hombres y mujeres en el  llamado mundo real. Todos sometidos a trabajos y obligaciones que eran muy superiores a sus fuerzas, semi esclavizados por deseos injertados y necesidades ilusorias, bajo cielos grises y aires contaminados, con sus panteones de dioses muertos o dormidos, bajo la férrea tiranía del poder dictatorial de un neocapitalismo salvaje…El metadios se compadeció  de esa humanidad abocada al desastre final y dijo “nazca la luz y la luz se hizo”. Se iluminaron las pantallas de todo el mundo y de la luz digital nació el metaverso. Una palabra que no había surgido de la mente privilegiada de MZ, sino de un escritor de ciencia ficción que en 1992 inventó la palabra para su novela “Snow Crash”. Pero, sigamos con la parábola.

Tras un casco/gafas de realidad virtual,  en la gran pantalla inmersiva, aparecieron las verdes campiñas, el cielo azul, el baile sosegado de las nubes, las calles ordenadas y limpias iluminadas por el sol, sin sombra de contaminación y, junto al árbol de la ciencia (antes llamado del bien y del mal), dos seres perfectos, hermosos, plenos y felices porque habían superado el dolor, la enfermedad y la muerte. Los avatares. Los había de todas clases, colores, razas, sexos y parasexos. Eran libres y gozaban de plena disponibilidad para trabajar, jugar, relacionarse sensualmente, comprar y consumir artículos digitales. Con sus almas de chips y sus apariencias transformables a golpe de “click”, el ser humano del siglo XXI podía olvidarse de la humillante historia de ser el animal más depredador e inmisericorde de la auténtica Creación. Había nacido su gemelo digital. A partir de ahí se escribiría otra historia. Y el metadios se frotó las manos de puro placer, aunque en el fondo de su cerebro nació la sombra de la duda: ¿habrá siempre energía para alimentar su metaverso?

Pero esa es otra cuestión. La que nos preocupa es, como siempre, la respuesta a la pregunta clásica: “cui prodest?”, es decir, “¿a quién beneficia?”. El sector de las empresas “tech” globales ya está babeando con la simple estimación primeriza de sus ganancias. Los 2.800 millones de usuarios del imperio de Facebook y aliados, suponen el mayor mercado de clientes que ha existido jamás. Y están en alza. Los consultores de Fondos e Inversiones estiman a la baja un negocio global de 700.000 millones de euros para el 2024. ¿Beneficiados? Desde los expertos informáticos, a los que diseñen y fabriquen el hardware que va a precisar la nueva tecnología (trajes, sensores, casos y gafas), pasando por los grupos publicitarios que promocionan tantos objetos físicos como virtuales y los especuladores de las monedas digitales… hasta Microsoft se ha apuntado al metaverso y va a crear uno dedicado únicamente a las empresas, donde se trabajará en proyectos comunes y se intercambiarán archivos técnicos y financieros.

Sigamos con la parábola. Ríanse ustedes del Gran Hermano del“1984” de Orwell y de los opresivos mundos creados por la ciencia ficción distópica, tipo “Matrix” o “Los juegos del hambre” (me viene el recuerdo de “El mundo feliz” de Huxley): con la llegada del Metaverso, el Olimpoverso estará repleto de dioses y diosecillos que reducirán a una broma infantil a los caprichosos dioses greco-romanos. En principio lo sabrán todo, absolutamente, de nosotros. Y colmarán su insaciable codicia, no con un cabritillo asado, sino con el negocio añadido de vender nuestros datos al mejor postor o cederlos a los Gobiernos a cambio de que hagan la vista gorda en otros asuntos.

Uno se pregunta qué es lo que buscan los multimillonarios que forman el Olimpo. M.Zuckerberg (Meta-Facebook, Whatsapp, Instagram), Bill Gates (Microsoft), Larry Page (Youtube, Google) Elon Musk (Tesla), etc. ¿Más dinero? No lo creo. Buscan lo mismo que todos los “dioses” han buscado desde que se adoró al primero de ellos en las cavernas: el poder absoluto ejercido de una forma lo más absoluta posible. Y la aceptación y vasallaje de los infelices y vulnerables “clientes”. Señores, vamos apañados.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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28 noviembre 2021 7 28 /11 /noviembre /2021 12:59

EL “CAPITALVIRUS” CONTAGIA GLASGOW

(Reportaje publicado en “La Comarca” el 261121)

Creo que desde los tiempos de la Torre de Babel no ha habido mayor desacuerdo en una empresa humana común, como la vista en la COP 26 de Glasgow. Sólo que aquí no ha sido cuestión de idiomas diferentes sino de concepciones opuestas y enfrentadas sobre un solo y global problema: el cambio climático. Provocado, entre otras cosas, por la emisión de gases de efecto invernadero debido al uso de combustibles fósiles.  Analizando los debates habidos y las posturas de determinados países se llega a la conclusión de que cualquier tipo de diagnóstico del problema tiene que tener en cuentan la variante patológica del “capitalvirus” que ha hecho estragos en Glasgow. La Conferencia de las Partes o COP es el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). En ella, los jefes de Estado y de Gobierno, o en su nombre los ministros, toman decisiones para intentar mitigar los efectos de la crisis climática derivados de la acción humana. Eso es la teoría. Lo cierto es que la COP (deberían ser las siglas de “Coopera O Perece”) ha sido un teatro de marionetas de alcance mundial, rodeado de las marchas populares de protesta (más de 100.000 personas) los encadenamientos de científicos en el puente George V de Glasglow y los informes negacionistas o negocionistas amparados “científicamente”, contrapuestos a otros muy alarmantes de entidades científicas tan serias como el colectivo Scientist Rebellion o la famosa Climate Action Tracker que asegura que, aunque se aplicaran muchos de los acuerdos parciales, aún así rechazados por algunos países, la temperatura a final de siglo puede llegar a los 2,4 º C . Eso supondría la aparición de los nuevos Jinetes del Apocalipsis: la contaminación letal, el calor, la sequía, las inundaciones costeras, el hambre, pandemias, el estado bélico total ante las inmigraciones masivas, la escasez de agua potable y de alimentos… el Bosco y Brueghel como profetas de una realidad del horror. Y los despliegues cínicos de los “lobbyes” que se benefician del consumo de combustibles fósiles, con más poder efectivo en sus manos que  el conjunto de los países ricos.

Las medidas de “control” basadas en la  compraventa de derechos de emisión de tales gases o las por ahora utópicas tecnologías de “captura” de esos gases, se deberían desestimar por ineficaces. Incluyendo, por ejemplo, las controvertidas plantas de carbón que tienen sistemas para “almacenar” en el subsuelo sus gases residuales o los visionarios que hablan de un “casquete” de diamantes en torno al planeta que filtraría las emisiones solares). Estas parten de un principio evidente: mantener el uso de combustibles fósiles y la emisión de gases sobre todo en beneficio de países como Arabia Saudi, Brasil, Australia, EE.UU. India, China y Rusia, entre otros, que oscilan cínicamente entre el negacionismo y las fantasías de supuesto control. Y ante las evidencias de que el clima está mutando y ya empiezan a verse los efectos perniciosos, confían en un “deus ex machina” del futuro que lo solucionará todo en el último momento. Vamos, como el 7º de caballería de los western de antes.

No hace falta ser un Maquiavelo para percibir en pleno funcionamiento por los pasillos y salones, intervenciones, excusas y negaciones, incluso en los descafeinados “tratados” aprobados, los efectos perniciosos del “capitalvirus”, el poderoso caballero cuyo omnímodo bastón de mando dirige la ceguera internacional de muchos países, de toda la gama ideológica –eso en estos tiempos sólo tiene un valor testimonial-. Por aquí tenemos un dicho cuyo egoísmo, insolidaridad e ignorancia claman al cielo: “el que venga atrás que arree”. Pero ya no hay quien “venga atrás”. Las generaciones vivas son las que van a sufrir las consecuencias de la codicia de beneficios que no permite ver que tenemos una bomba de extinción programada sobre la mesa de la Humanidad.

Los acuerdos son escandalosamente hipócritas y obtusos respecto a la realidad: se pide con gran miramiento (no vayan a enfadarse los países que se lucran) que se eliminen “gradualmente” las emisiones de los combustibles fósiles y los subsidios (además las subvencionamos), se aconseja crear un fondo para compensar “pérdidas y daños” causados por los estragos climáticos  que van a llegar y, curiosamente, se mantiene “vivo” el objetivo de reducir el calentamiento global para no sobrepasar el 1,5 ºC. ¿Es una broma o es que la idiocia o idiotismo se ha apoderado del género humano? Es decir, se acepta la realidad de las crisis, pero se ajusta su percepción y contra medidas a los intereses de los países que se benefician de ella y se regatean compensaciones a los países en desarrollo que seguirán consumiendo y algunos produciendo en su territorio –beneficiando a los países ricos-  el mismo tipo de combustible fósil que nos lleva raudos a una crisis climática sin precedentes.

Se ha propuesto otra COP para el próximo año en Sharm el Sheij, ciudad balneario egipcia entre el desierto del Sinai y al Mar Rojo. Una elección que muestra la hipócrita inconsciencia de nuestros respetables –no respetados- mandamases. La COP 26 ha sido una tomadura de pelo y la 27 dará ocasión para que el Congreso se divierta. Total, sólo nos estamos jugando el futuro humano. ¿De qué nos sirve las buenas intenciones pactadas como que EE.UU. y China negocien la reducción de sus respectivas emisiones de esos gases (aunque ni Pekin, ni Moscú ni India han aceptado incluir al metano en esos pactos)? ¿O que 114 Estados acuerden acabar con la deforestación para el 2030 (quedará algún árbol  en el Amazonas para esa fecha)? ¿Saben que todo lo acordado en la COP26 no tiene carácter vinculante? ¿Recuerdan que en el 2014 ya se pactó terminar con la deforestación y no se ha hecho nada al respecto en los últimos 7 años? ¿Sabían que en el acuerdo final se cambió la frase “eliminación gradual” del uso del carbón, por el de “reducción progresiva”, gracias a presiones de algunos países encabezados por India?

No hay pactos globales, ni calendarios fijos de actuación, ni normativas de obligados cumplimientos, ni entidad internacional que los revise. Y mientras, en sólo once años,  tendremos encima la “tormenta perfecta” medioambiental. Las COP no hacen más que reducir al mínimo común denominador las disensiones entre los Estados. El tímido primer paso para reducir el uso y la extracción del carbón, el petróleo y el gas y los subsidios que hasta ahora lo protegían, en la realidad no es más que papel mojado, un mero apaciguamiento teórico sin medidas operativas. Llamar “documento histórico” a este fiasco político-administrativo internacional como hizo el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmerman, es verdad, pero en un sentido opuesto al que le dio el insigne burócrata: es histórico en la medida que es tristemente histórica la oportunidad que se ha perdido de implementar una actitud operativa eficaz para terminar con una situación que los científicos declaran “código rojo para la Humanidad”. Los “estilos de vida insostenibles y patrones de consumo derrochadores” de los países ricos como acusaba, con razón,  el delegado de la India para justificar (sin razón) su propio uso abusivo del carbón, en las últimas horas de la prórroga de la Cumbre, fue una maniobra comprensible pero no justa ni pertinente.

Quizá va siendo hora de que los países ricos y los pobres lleguen a acuerdos económicos compensatorios justos y equilibrados que enfoquen la reducción drástica, progresiva y regulada de la emisión de gases invernadero, a través de un organismo internacional transparente con capacidad jurídica y ejecutiva global que responda de una política común anti-desastre climático, por encima de Gobiernos e ideologías. Lo cual, en este momento, es utópico, aunque posible en un futuro próximo.

Tras esta COP26, la decepción y los augurios nefastos se han disparado y la meta de no superar el umbral del 1,5ºC para fines de siglo, se presenta tan utópica e irrealizable como que exista un consenso que supere la brecha riqueza-pobreza y se acuerde unos fondos que compensen la desigualdad. Ya en 2020 en Paris se aprobó un fondo anual de 100.000 millones de dólares que nunca vio la luz. Ahora se ha pedido que en 2023 se ponga en marcha por fin tal fondo. El “capitalvirus” es inclemente, ya sea por exceso o por defecto. Y como el “coronavirus”, no entiende de fronteras, de Gobiernos o de entidades supranacionales. El “capitalismo verde” es un oxímoron. El culpable directo o directo de la situación es el capitalismo estructurado desde la Revolución Industrial hasta nuestros días,  que se disfraza de tecnología verde. El problema es el sistema de vida creado por el “capitalvirus”. Hay que cambiar el sistema. Y debe ser con una dinámica evolutiva y democrática, no revolucionaria…pero sí honesta, firme y solidaria.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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18 noviembre 2021 4 18 /11 /noviembre /2021 19:38

ZWEIG, BENJAMÍN Y EL“ANGELUS NOVUS”

Publicado el 161121 en “Heraldo de Aragón”

“Para los hombres de hoy, que hace tiempo excluimos del vocabulario la palabra ‘seguridad’, como un fantasma, nos resulta fácil reírnos de la ilusión optimista de aquella generación (finales del XIX), cegada por el idealismo, para la cual el progreso técnico debía ir seguido necesariamente de un progreso moral igual de veloz”. Es la voz nostálgica y dolorida de un gran escritor, Stefan Zweig, en su obra póstuma, la bellísima “El mundo de ayer. Memorias de un europeo”. El intelectual austríaco de origen judío se suicidaría –en su exilio en Brasil- antes de ver publicada esta obra, con 61 años, desquiciado por los avances de los nazis al comienzo de la II Guerra Mundial que le hicieron presagiar un mundo fanatizado y brutal, dominado por los fascismos más crueles y un progreso técnico que cambia la vida pero no la mejora en lo más esencial: la solidaridad y la igualdad entre los hombres.

Por esos paralelismos “casuales”  de los que la historia está llena (Jung los llamaba “sincronicidades”, dándoles un valor causal debido a un orden no lógico o racional) dos años antes de ese suicidio, el 26 de setiembre de 1940, en la localidad española de Port Bou se suicidaba un filósofo y sociólogo de lengua alemana, también judío, Walter Benjamín, a los 48 años. El miedo a ser deportado por la policía española y entregado a la Gestapo provocó esa decisión fatal. Y precipitada, pues unos días más tarde hubiera podido cruzar España y embarcarse en Lisboa hacia Estados Unidos.

Un año y medio antes, en febrero de 1939, a pocos kilómetros de Portbou, en Colliure, había muerto Antonio Machado. Benjamín dejó un nota que podría haber servido para Machado: “En una situación sin salida, no tengo otra elección que la de terminar. Es en un pequeño pueblo situado en los Pirineos, en el que nadie me conoce, donde mi vida va a acabarse… No dispongo de tiempo suficiente para escribir todas las cartas que habría deseado escribir”. Era un tiempo en que la inteligencia y sensibilidad eran barridas de la faz de la tierra, por el simple hecho de ser judío o de no ser fascista.

El “Ángelus Novus”, ese grabado de Paul Klee que acompañó muchos años a Benjamín, volvía a convertirse en símbolo trágico de un proceso y curso de la historia que aterrorizaba incluso a los ángeles. En el grabado, el ángel, con los ojos y la boca abiertos de puro horror, se siente arrastrado hacia el futuro con las alas inútiles desplegadas, pero su mirada se dirige al pasado “allí donde nosotros vemos un encadenamiento de hechos, él ve una única catástrofe que acumula incesantemente una ruina tras otra, arrojándolas a sus pies”. El curso de la historia, dice Benjamin, no está dirigido al progreso de la técnica y el bienestar humanos, sino que es “una tempestad” que se ha enredado en las alas del ángel y lo empuja hacia el futuro. Una tempestad, que viene del pasado, se enquista en el presente y reinará en el futuro. “Esa tempestad es lo que nosotros llamamos progreso”, escribe Benjamin, como un eco trágico de las reflexiones y los temores de Zweig.

La parábola del “Ángelus Novus” –el grabado de Klee ahora se encuentra en Jerusalén, en el Museo del Holocausto- pertenece a las fragmentarias reflexiones de Benjamin, en su “Tesis sobre el concepto de historia”. En estos fragmentos profundos y sugestivos Benjamín hace una observación que Zweig repite a menudo con otras palabras en su libro póstumo: “Nada hay menos filosófico que el asombro porque las cosas que estamos viviendo sean ‘todavía’ posibles en el siglo XX “.   Imagínense en el actual. Por lo tanto debemos aceptar el diagnóstico de Benjamín: la concepción de la historia que tenemos no se sostiene. ¿Por qué?  Tal vez porque hemos confundido el deseo de lo que tendría que ser el progreso en nuestro tiempo con la praxis del proceso histórico que incluye la barbarie como sistema económico y como comportamiento humano. Ya que “jamás se da un avance de cultura –como tecnología-sin que lo sea también de barbarie” ya que ésta contagia el proceso de transmisión.

Como apostillaba Zweig, “Tenemos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y en nuestra civilización tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras de la barbarie. Es preciso acostumbrarse a vivir sin suelo firme bajo nuestros pies, sin derechos, sin libertad, sin seguridad”. Y es que “la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en que vivimos es la regla y hay que llegar a un concepto de historia que le corresponda” (Benjamín).

El ángel de Klee es la metáfora del momento actual que vivimos, con una crisis sistémica que subsume varias crisis. Una especie de “tormenta perfecta” planetaria. El ángel toma voz en el poema de Gerhard Scholem: “Tengo prontas las alas para alzarme/con gusto volvería hacia atrás/porque, si sigo siendo tiempo vivo,/  la desgracia me atrapará”.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

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17 noviembre 2021 3 17 /11 /noviembre /2021 19:38

ZWEIG, BENJAMÍN Y EL“ANGELUS NOVUS”

Publicado el 161121 en “Heraldo de Aragón”

“Para los hombres de hoy, que hace tiempo excluimos del vocabulario la palabra ‘seguridad’, como un fantasma, nos resulta fácil reírnos de la ilusión optimista de aquella generación (finales del XIX), cegada por el idealismo, para la cual el progreso técnico debía ir seguido necesariamente de un progreso moral igual de veloz”. Es la voz nostálgica y dolorida de un gran escritor, Stefan Zweig, en su obra póstuma, la bellísima “El mundo de ayer. Memorias de un europeo”. El intelectual austríaco de origen judío se suicidaría –en su exilio en Brasil- antes de ver publicada esta obra, con 61 años, desquiciado por los avances de los nazis al comienzo de la II Guerra Mundial que le hicieron presagiar un mundo fanatizado y brutal, dominado por los fascismos más crueles y un progreso técnico que cambia la vida pero no la mejora en lo más esencial: la solidaridad y la igualdad entre los hombres.

Por esos paralelismos “casuales”  de los que la historia está llena (Jung los llamaba “sincronicidades”, dándoles un valor causal debido a un orden no lógico o racional) dos años antes de ese suicidio, el 26 de setiembre de 1940, en la localidad española de Port Bou se suicidaba un filósofo y sociólogo de lengua alemana, también judío, Walter Benjamín, a los 48 años. El miedo a ser deportado por la policía española y entregado a la Gestapo provocó esa decisión fatal. Y precipitada, pues unos días más tarde hubiera podido cruzar España y embarcarse en Lisboa hacia Estados Unidos.

Un año y medio antes, en febrero de 1939, a pocos kilómetros de Portbou, en Colliure, había muerto Antonio Machado. Benjamín dejó un nota que podría haber servido para Machado: “En una situación sin salida, no tengo otra elección que la de terminar. Es en un pequeño pueblo situado en los Pirineos, en el que nadie me conoce, donde mi vida va a acabarse… No dispongo de tiempo suficiente para escribir todas las cartas que habría deseado escribir”. Era un tiempo en que la inteligencia y sensibilidad eran barridas de la faz de la tierra, por el simple hecho de ser judío o de no ser fascista.

El “Ángelus Novus”, ese grabado de Paul Klee que acompañó muchos años a Benjamín, volvía a convertirse en símbolo trágico de un proceso y curso de la historia que aterrorizaba incluso a los ángeles. En el grabado, el ángel, con los ojos y la boca abiertos de puro horror, se siente arrastrado hacia el futuro con las alas inútiles desplegadas, pero su mirada se dirige al pasado “allí donde nosotros vemos un encadenamiento de hechos, él ve una única catástrofe que acumula incesantemente una ruina tras otra, arrojándolas a sus pies”. El curso de la historia, dice Benjamin, no está dirigido al progreso de la técnica y el bienestar humanos, sino que es “una tempestad” que se ha enredado en las alas del ángel y lo empuja hacia el futuro. Una tempestad, que viene del pasado, se enquista en el presente y reinará en el futuro. “Esa tempestad es lo que nosotros llamamos progreso”, escribe Benjamin, como un eco trágico de las reflexiones y los temores de Zweig.

La parábola del “Ángelus Novus” –el grabado de Klee ahora se encuentra en Jerusalén, en el Museo del Holocausto- pertenece a las fragmentarias reflexiones de Benjamin, en su “Tesis sobre el concepto de historia”. En estos fragmentos profundos y sugestivos Benjamín hace una observación que Zweig repite a menudo con otras palabras en su libro póstumo: “Nada hay menos filosófico que el asombro porque las cosas que estamos viviendo sean ‘todavía’ posibles en el siglo XX “.   Imagínense en el actual. Por lo tanto debemos aceptar el diagnóstico de Benjamín: la concepción de la historia que tenemos no se sostiene. ¿Por qué?  Tal vez porque hemos confundido el deseo de lo que tendría que ser el progreso en nuestro tiempo con la praxis del proceso histórico que incluye la barbarie como sistema económico y como comportamiento humano. Ya que “jamás se da un avance de cultura –como tecnología-sin que lo sea también de barbarie” ya que ésta contagia el proceso de transmisión.

Como apostillaba Zweig, “Tenemos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y en nuestra civilización tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras de la barbarie. Es preciso acostumbrarse a vivir sin suelo firme bajo nuestros pies, sin derechos, sin libertad, sin seguridad”. Y es que “la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en que vivimos es la regla y hay que llegar a un concepto de historia que le corresponda” (Benjamín).

El ángel de Klee es la metáfora del momento actual que vivimos, con una crisis sistémica que subsume varias crisis. Una especie de “tormenta perfecta” planetaria. El ángel toma voz en el poema de Gerhard Scholem: “Tengo prontas las alas para alzarme/con gusto volvería hacia atrás/porque, si sigo siendo tiempo vivo,/  la desgracia me atrapará”.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

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13 noviembre 2021 6 13 /11 /noviembre /2021 08:38

.En estos días he trabajado en los libros de Eilenberger sobre autores y autoras de ese arco terrible de la primera mitad  del siglo XX ("Tiempo de magos" y "El fuego de la libertad") y mis lecturas de Hanna Arendt y Walter Benjamin, han provocado la relectura de "El mundo de ayer" para completar datos y percibir una vez más el cordial y atractivo encanto de este autor.

Uno de los autores que ha tenido presencia constante en mi vida, desde mi ya muy lejana adolescencia y  juventud, en los años sesenta y setenta, del pasado siglo, fue Stefan Zweig, al que leía en las ediciones baratas de Plaza Janés o Bruguera, no demasiado bien traducido y por supuesto bastante "aligerado" de páginas. "El mundo de ayer", subtitulada "Memorias de un europeo", es una obra que releo cada diez o quince años o cuando, por las lecturas del momento, resulta necesaria para completar  aspectos de la realidad histórica, que han sido tratado de forma magistral -y muy personal- por el escritor judío, austriaco de lengua alemana. Su adscripción al mundo de Weimar y sobre todo a los tiempos sombríos de las dos guerras mundiales, proporciona al lector o estudioso de esos años la opinión de un testigo de excepción.

Se trata más que de una obra autobiográfica, como se estima generalmente, de unas memorias, bastante discretas en el plano privado y sentimental del autor, en las que Zweig se explaya en el recuerdo de un mundo perdido y de sus valores y principios, el de la alta burguesía judía vienesa en los años anteriores a la llamada Gran Guerra y después en el pequeño y engañoso respiro de entre guerras. Nuestro autor escribe un extraordinario documento nostálgico y luego doloroso y crítico, sobre los cambios del mundo y en concreto de Europa  en la primera mitad del siglo XX. Aterrorizado por las victorias depredadoras de los nazis en Alemania y de los fascistas en Italia y España, y dolido por el fin de una manera de entender la cultura y un estilo de vida basado en la confianza y el "safety first",  se suicidó poco después de escribir este libro en sus últimos años de exilio (1939-1941), el 22 de febrero de 1942 en Petrópolis (Brasil), que  fue publicado póstumamente por una editorial sueca.

El libro acaba con una frase premonitoria: "El sol brillaba con plenitud y fuerza...mientras regresaba a casa, de pronto observé mi sombra ante mí, del mismo modo que veía la sombra de la otra guerra detrás de la actual. Durante todo este tiempo, aquella sombra ya no se ha apartado de mí: se cernía sobre mis pensamientos noche y día; quizá su oscuro contorno se proyecta también sobre muchas páginas de este libro". Esa sombra hace de la lectura del libro un estremecedor y patético documento de un hombre derribado junto a todo lo que valoraba, pero al mismo tiempo una profunda reflexión sobre la necesidad de superar los nacionalismos ("la peor de todas las pestes: envenena la flor de nuestra cultura europea"), de integrar las diferencias, de unirse bajo una bandera de paz, cultura, concordia y colaboración: "un mundo ordenado, con estratos bien definidos y transiciones serenas, un mundo sin odio", semejante al mundo de su juventud que creía que "el progreso técnico debía ir seguido necesariamente de un progreso moral igual de veloz!".

En cambio Zweig gime por su generación y se pregunta "¿qué no hemos visto, no hemos sufrido, no hemos vivido? Hemos recorrido de cabo a rabo el catálogo de todas las calamidades imaginables (y eso que aún no hemos llegado a la última página)" Y con terrible sencillez dice "He sido homenajeado y marginado, libre y privado de libertad, rico y pobre...por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y el exilio...". Y termina con “Si los perseguidos y expulsados hemos tenido que aprender un arte nuevo, desconocido, ha sido el de saberse despedir de todo aquello que en otros tiempos había sido nuestro orgullo y nuestro amor”.

La llegada  de Hitler al poder le convirtió de ser el escritor más conocido y venerado en su país y en toda Europa, en un autor prohibido, vilipendiado y quemados sus libros en las hogueras nazis. Sus libros desaparecieron de las bibliotecas y era un delito venderlos en cualquier librería. El exilio se impuso como una cuestión de supervivencia, pero el odio nazi parecía perseguirle por donde fuera: Londres, Argentina y luego Brasil. En el prefacio del libro Zweig se queja de no tener ninguno de sus libros o documentos a su disposición para escribir "El mundo de ayer". Debía fiarlo todo a su memoria. "Tres veces me han arrebatado la casa y la existencia, me han separado de mi vida anterior y de mi pasado, me han arrojado al vacío, en ese no sé adónde ir, que ya me resulta tan familiar".  Y todo eso por ser judío, además de escritor, austríaco, humanista, pacifista y europeísta.

Después de acabar la II Guerra mundial, Zweig fue relegado al desván de los escritores "decimonónicos", apartado por los nuevos valores y la nueva manera de entender la narrativa (Joyce, Faulkner, Mann, Hemingway). Sin embargo la enorme lucidez, la honestidad y la claridad, la sencillez y la fuerza y precisión, el ritmo ágil e intenso de la prosa de Zweig comenzaron de nuevo a valorarse a finales del pasado siglo para volver a primera fila en este que vivimos, con total merecimiento (como ocurrió con escritores semejantes a Zweig, Sándor Marai por ejemplo).

Este libro que hoy les recomiendo fue publicado por la misma editorial, Acantilado, en 2002 (junto con el resto de su obra en ediciones sucesivas) y el volumen en el que trabajo es la vigésimo tercera reimpresión con fecha de noviembre de 2017.  

No dejen de leerlo. Es una fuente de placer ver una inteligencia tan despierta recorriendo el mundo que fue y meditando sobre el mundo que debería ser mientras sufre el mundo que es. Algunas de sus observaciones son sugerentes y originales, como cuando trata de demostrar que el verdadero objetivo de los judíos europeos no era enriquecerse, sino “ascender al mundo del espíritu”. Lo cual se demuestra con que los hijos de familias judías más adineradas rechazaban hacerse cargo de los bancos, fábricas y negocios de sus padres, pues deseaban dedicarse a la poesía, el arte, la música o la filosofía. “No se debe a una casualidad el que un lord Rochtschild llegara a ser ornitólogo, un Warburg, historiador del arte, un Cassirer, filósofo, y un Sassoon, poeta", y añadiríamos a Wittgenstein a la lista. Su canto de amor y admiración a la Viena que él conoció y vivió es asombroso: “Era magnífico vivir allí, en esa ciudad que acogía todo lo extranjero con hospitalidad y se le entregaba de buen grado; era lo más natural disfrutar de la vida en su aire ligero y, como el de París, impregnado de alegría”. Y la burguesía judía era el principal sustento del arte, el teatro, los libros, la cultura en general. No es sorprendente que en el siglo XX surgieran figuras como Gustav Mahler, Schönberg, Hofmannsthal, Schnitzler, Max Reinhardt, Sigmund Freud, y Ludwig Wittgenstein, todos judíos.

Estudios (no muy apreciados por Zweig) desde la escuela a la Universidad, viajes (París, "de la mano de Rilke)” y luego toda Europa, primeros libros con un éxito moderado, una colección de manuscritos autógrafos de grandes escritores y compositores, amistades con figuras como Romain Rolland...y la primera guerra que apagará su idealismo romántico y aumentará su fervor pacifista... precariedad en la postguerra pero después, inusitadamente, el éxito. Pero un éxito enorme, de proporciones colosales. Después vendría Hitler...y el fin.

FICHA

EL MUNDO DE AYER.- Memorias de un europeo.- Stefan Zweig.- Trad. J. Fontcuberta y A. Orzeszek.-Ed Acantilado.546 págs. ISBN 9788495359490

 

 

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10 noviembre 2021 3 10 /11 /noviembre /2021 10:50

 

"Nunca el individuo ha estado tan a merced de la colectividad ciega y nunca los seres humanos han sido más incapaces de someter sus acciones al pensamiento y hasta solo de pensar...como en la forma actual de la civilización...vivimos en un mundo en el que nada se corresponde con las dimensiones humanas". Este es el realista -y tan actual- diagnóstico de la sociedad de su tiempo (primera mitad del siglo XX), realizado por una pensadora judía de renombre, Simone Weil, (1909-1943) que moriría con 34 años de voluntaria inanición y tuberculosis y tuvo una vida desolada, problemática e insatisfactoria pero dotada de una energía y una capacidad de análisis y pensamiento excepcionales. Tanto el libro de Josep Otón como  el de Wolfram Eilemberger (dedicado a Simone de Beauvoir, Ayn Rand y Hanna Arendt, conjuntamente con la Weil) nos retan a intentar comprender la trayectoria de esta intelectual judía, acomplejada y genial, cuya honestidad, rigor y misticismo final conforman una figura que acaba siendo enigmática pero estimulante.

El libro de Otón que comento tiene una deriva fuerte hacia el misticismo de la pensadora, cuya falta de sentido práctico y exceso de auto exigencia -convertido en un impulso hacia el auto sacrificio y la flagelación personal realmente notables-  constituyen un sorprendente  desafío para la coherencia y firmeza de su pensamiento filosófico y político. Y aún así la lucidez y energía de éste son tan brillantes que merecen una atención especial, lastrada por la relativa escasez del material escrito y las extrapolaciones, sobre todo en sus últimos años de su breve vida, de los elementos místicos que enriquecen la figura humana de Weil y singularizan la su teórica política y creación filosófica .

Esa fuerza interior que arrasaba de pura pasión de acción todas las barreras del sentido común, fue la que llevó a Weil a pedir a De Gaulle que aceptara una propuesta casi suicida: formar un cuerpo de enfermeras de primera línea de combate que auxiliara a los caídos en la batalla, aunque probablemente ellas irían cayendo también. De Gaulle, dicen,  que exclamó: "Esa mujer está loca" y ordenó que le dieran trabajos burocráticos que acabaron con la paciencia y el raciocinio de la brillante pensadora. En Londres y a causa de una tuberculosis agravada por la inanición voluntaria, le decía a las enfermeras que la comida y los medicamentos que le eran destinados fueran enviados a personas más necesitadas que ella, que mal vivían en los suburbios). Años antes, tras caer herida en un accidente durante la Batalla del Ebro (se había enrolado en la Brigada Durruti) se agudizaría el estado permanente de duda metafísica de Simone. Al silencio de Dios ante los horrores del Holocausto judío se unía la ausencia de su apoyo a las causas de los menesterosos machacados por los fascismos desatados en Europa.El destino de millones de personas vulnerables que padecían, eran asimilados por la Weil como un contagio de compasión e impotencia contra el que no podía oponer ni su débil persona ni su arte literario y su inteligencia social y política, ni su empatía dolorosa e inútil.

Oton analiza los aspectos místicos y espirituales que van acompañando las vivencias dramáticas de su biografiada. Muestra una evidente admiración hacia las decisiones personales que son el reflejo patético de tales pensamientos y creencias. El abandono de las comodidades económicas y reconocimiento intelectual y social que Weil merecía  por su riqueza de creatividad filosófica, profesorado, libros, conferencias, evolución de ideas y solidez de planteamiento socio político (a la altura de Simone Beauvoir o Hanna Arendt) y su dedicación plena a los más necesitados y a la defensa de nobles causas conflictivas, marcan una particularidad asombrosa en el destino de esa mujer: el sacrificio personal por unas ideas en peligro de destrucción. Como Stefan Zweig o Walter Benjamin, la Weil prácticamente se suicidó por incapacidad de aceptar vivir en un mundo donde los totalitarismos fascistas llegaran al poder.

Nuestro autor opina - y esta es su tesis principal- que "no hay ningún tipo de ruptura entre la Weil revolucionaria y comprometida con la lucha obrera y la Weil mística dedicada a la búsqueda religiosa. No son dos personas, ni dos etapas de la vida marcadas por una brecha biográfica. Hay una continuidad, se trata de la misma trayectoria con dos fases diferenciadas, no tanto por el contenido como por el lenguaje empleado, que ayuda a tomar conciencia de la dimensión trascendente de la labor social realizada a lo largo de toda su vida". 

Resumiendo: un libro imprescindible para los estudiosos de una de las mentes femeninas más interesantes del siglo XX,. Y para los lectores que se sientan inquietos ante los paralelismos entre aquellos tiempos sombríos que denunció Simone Weil y lo que nos viene en los nuestros.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

FICHA

SIMONE WEIL: EL SILENCIO DE DIOS.- Josep Otón.- Fragmenta editorial.220 págs..

             

 

 


 

 

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1 noviembre 2021 1 01 /11 /noviembre /2021 11:55

(Publicado en la revista “Compromiso y Cultura”, noviembre 2021)

El pensamiento griego lo señaló de una forma evidente: la idea de la belleza está vinculada con la idea de orden del “kosmos”. Desde Pitágoras, Anaxágoras o Sócrates, lo bello es la proporción, la armonía que preside el universo. Algo que despierta en los seres humanos el arrobo, la maravilla, un estado de contemplación que capta el orden y el equilibrio perfectos e indiferentes a la mirada del hombre, que están subyacentes a lo real en que estamos inmersos. Simone Weil afirmaba que cualquier artista genuino, escritor, poeta, escultor, pintor, músico o algunos científicos enamorados de su facultad de conocer los misterios que les rodean, han tenido en algún momento de sus vidas un contacto real, directo e inmediato con la belleza del mundo.  Un instante iniciático que ha influido en ellos de una forma esencial. Ya que en el macrocosmos del Universo destaca, por su paralelismo de complejidad, el microcosmos del cuerpo humano y de su increíble y fascinante cerebro (verdadero espejo holográfico del universo). Pues bien, tanto Caspar Henderson (“El mapa de las maravillas”), como  Camilla Pang (“Cómo ser humano”), ambos libros editados por Ático de los Libros, ilustran esta reflexión que vehicula la relación entre el mundo y la persona y lo hacen de una  forma que convierte en una fiesta intelectual la lectura alterna o consecutiva de estos libros.

Camila Pang. Doctora en Bioquímica y especialista en bio informática translacional, podría ser el paradigma viviente de esa característica del ser humano que le abre las puertas al conocimiento: la facultad de asombrarse, buscar con insaciable curiosidad el porqué de las cosas y en ese intenso camino llegar a sentir la maravilla del mundo y del propio ser. ¿Por qué el paradigma? Porque Camilla padece desde niña un trastorno del espectro autista (TEA), trastorno por déficit  de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno de ansiedad generalizada (TAG), trastorno de procesamiento sensorial (TPS) y el Síndrome de Asperger que como ella misma dice en su libro. “es una forma de autismo altamente funcional que te hace demasiado normal para ser autista y demasiado rara para ser neuro- típicamente normal”. Vive a caballo entre dos mundos diferentes. Pues bien, este prodigio de criatura ha ganado con 28 años el premio de la Royal Society Scientific Book, siendo el científico/a más joven y la primera “neuro- divergente” que lo ha recibido.

Esta inglesa de origen asiático ha usado el modelo de funcionamiento informático para analizar las actitudes, impulsos, razonamientos y comportamientos humanos, añadiendo a este análisis la mirada desde la alteridad, la extrañeza como acicate para vernos como realmente somos los humanos. Podría ser la privilegiada mirada de un “entomólogo marciano” que está abierto a todo conocimiento sin condicionantes previos sobre una especie que le es familiar, pero a la que no puede, biológica y psicológicamente, entender (y de la que está separada emocionalmente, por falta de un código compartido con ella, debido a sus propias alteraciones neurológicas).

Esa visión innovadora de la doctora Pang tiene un efecto sorprendente en el lector no aquejado de esos trastornos. Los esfuerzos que la autora hace por explicarse-nos lo que percibe nos enriquece y nos sorprende: tras leer el libro sentimos una maravillada sorpresa por la visión de ciertas complejidades nuestras para las que no teníamos una perspectiva tan nueva y reveladora.

Los capítulos dedicados a explicarnos lo que son las proteínas y su funcionamiento, el aprendizaje automático y sus claves o el comportamiento humano, con sus conflictos y perplejidades, o las relaciones humanas y las exigencias de la cortesía y las emociones, observados a través de la lente de la química molecular, constituyen una grata entrada a la Cueva de las Maravillas.

Las limitaciones relacionales que la autora sufre le permite ofrecernos una información valiosa sobre las tácticas utilizadas por ella para impedir  que el “ruido sensitivo”, los déficits de atención o los excesos emocionales logren desencajar las situaciones que vivimos. Paradójicamente resultan útiles y adecuados para los que nos consideramos “normales”. Más de 30 años de ejercer la psicología hacen que sonría con escepticismo ante esa palabra (y comprender y admirar intensamente a la autora).

La doctora Pang dedica su libro a su madre y también “a todas las demás mamás, cuidadores y padres, que tienen a alguien a quien quieren entender. Y también una carta de amor a la ciencia, para resaltar cómo la comprensión y el apoyo pueden cambiar la vida de alguien”.

Es un libro que podría considerarse un “manual de instrucciones” para relacionarse con las personas del entorno propio creado por una neurodivergente, lo cual lo hace utilísimo para cualquiera que se tome la molestia de no dar por sentadas muchas creencias y analice sin prisas y sin agobios la realidad que subyace en las convenciones sociales y personales. Si además añado que es divulgación científica escrita con un delicioso e irónico sentido del humor, con una amabilidad enternecedora y, ahí está la clave, con una sensación la maravilla que somos y nos rodea. Todo ello escrito por una mujer joven que define sus limitaciones psico neurológicas de esta manera: “tener autismo es como jugar a un videojuego sin el mando, cocinar sin sartenes ni utensilios o tocar música sin las notas”. Es como una brújula para orientarnos en la selva montañosa de las relaciones, el amor, la amistad, los compañeros de trabajo, los jefes y los desconocidos…y además divertirnos con ello.

Caspar Anderson es un escritor y periodista británico, veterano, optimista y bien informado, multipremiado y conocido por sus libros y artículos de análisis político y divulgación científica.  Con “El mapa de las maravillas”, Henderson lleva a su máxima expresión esa sensación gratificante y creativa que consiste en estar, de forma abierta y susceptible, inspirado por la maravilla de la existencia cotidiana, del mundo en que vivimos y del cuerpo que habitamos.

Pero Henderson en su libro no se limita a ofrecernos ejemplos y pruebas de esas maravillas constantes, también nos revela la necesidad de “activar” la sensación y la humildad en la mirada: “a menudo las maravillas han dejado de asombrarnos por tenerlas tan vistas”. Y añade: “se trata de prestar atención, de estar alerta, como cuando un perro oye un ruido lejano y levanta las orejas”. Es la demanda de la “atención plena” que sugieren los filósofos griegos o las disciplinas budistas, como el zen o el vedanta.

Los grandes poetas y los científicos de elite, saben de qué hablamos cuando hablamos de maravillarse. Henderson nos sugiere que el asombrarse es una habilidad que se debe cultivar, dado su incalculable valor para reafirmar nuestra humanidad y nuestro amor a la vida. Para ello propone un entretenido y asombroso viaje por los arcanos y misterios de la filosofía, la biología, la astronomía, la zoología, la geología, la religión, el arte, la tecnología y la ciencia, con un objetivo común: dejarnos absortos por el asombro, viajar con la maravilla en los ojos y en el espíritu. Comprender a través de la lectura la naturaleza exquisita del asombro y su fuerza catalizadora a través de la “simples” preguntas: ¿“qué es”, “por qué”, “cómo” “dónde”, “para qué”…? Tener ojos de bebé, curiosidad de niño, paciencia activa de artesano manual y persistencia analítica de enamorado del mundo.

Este autor nos lleva a explorar las maravillas tanto del mundo real como del imaginario activo de las culturas medievales y también esos que desde la antigüedad alimentaban la narrativa de lo prodigioso, esfinges de mirada letal, mantícoras, polifemos desmesurados, sirenas sedientas de sangre, dragones destructivos. También provoca la reflexión de que los logros asombrosos de nuestra tecnología pertenecen al mismo orden de lo extraordinario de las leyendas y sueños de la imaginación. Hace solo un siglo ni los escritores de distopías o los utópicos llegaron a proponer escenarios como el actual mundo digital. Y, al mismo tiempo, las maravillas del futuro están acercándose a pasos agigantados, empezando por las capacidades de nuestro propio cerebro, al cual estamos empezando a conocer y dibujan un mañana asombroso y posiblemente más complejo de lo que esperamos. ¿Cómo imaginar el potencial de los mil billones de conexiones que puede llegar a activar un cerebro humano?

Y permítanme que les diga que nos quedamos cortos: Henderson nos recuerda que no sólo la complejidad del cerebro es inabarcable, sino que debemos contar con que todo el cuerpo humano y sus células están interconectadas potencialmente con el entorno y forman una conexión cerebro-cuerpo-medio ambiente que confirma la intuición de las filosofías primeras y muchas disciplinas espirituales de la pertenencia y unión entre todos los seres vivientes del planeta. La leyenda de Gaia parece confirmarse: todos formamos parte de una misma entidad. A ver si dejamos de asolar al planeta, pues si lo matamos, morimos.

Nuestro autor nos sirve en bandeja una reflexión al respecto: “el objetivo de pensar sobre el futuro es cambiar cómo actuamos en el presente”. Estamos bajando demasiado rápido por un tobogán de maravillas que nos conduce a una situación inimaginable ya que, a tenor de lo que vemos y sabemos en el día de hoy, los avances tecnológicos van a transformar la existencia humana tal como la hemos conocido en los últimos siglos. Debemos preguntarnos si los avances tecnológicos que nos esperan estarán coordinados con un avance semejante en nuestra inteligencia y comprensión, en nuestra solidaridad y prudencia, en la hermandad de género entre los humanos,, sin divisiones de color, raza, educación, sexo o riqueza.

El despliegue de maravillas que hace Henderson en las 476 páginas de su libro dejan un sabor extraordinario en nuestra sensibilidad, pero también un interrogante que podría ser angustioso: ¿el ser humano tiene un papel principal y respetable en este drama de la existencia futura? ¿La tecnología será nuestra aliada o terminaremos perdiendo el protagonismo en un mundo regido por máquinas y cerebros electrónicos?¿El planeta podrá resistir las exigencias de explotación que garantizan el nivel tecnológico? La bibliografía -50 páginas- de la que hace gala nuestro autor responde a las claras de su laboriosidad y documentación. Y el talante positivo y optimista de sus reflexiones hacen de la lectura un placer añadido. Pero a pesar de eso, quizá no sea ocioso repetir la cita de otro autor que Henderson nos propone (pág. 348) y que demuestra su prudencia y cautela: “No vemos la que nos viene encima. Probablemente tampoco lo veríamos aunque lo intentásemos. Los efectos de los grandes cambios suelen estar más allá de nuestro poder de percepción. Incluso sobrepasan nuestra imaginación”. Y para terminar, dejemos libre un pensamiento relacionado con la maravilla del ser y del mundo: “la desesperanza es a menudo prematura”. Quizá estemos propiciando la formación de un modelo humano basado en la igualdad, la solidaridad y la fraternidad. Henderson termina su libro con una frase que suscribo: “cantad la canción de la vida”.

FICHAS

CÓMO SER HUMANO.-Lo que la ciencia nos enseña sobre la vida, el amor y las relaciones.- Camilla Pang.- Trad. Elena González García.- 274 págs.- Ático de los libros.

EL MAPA DE LAS MARAVILLAS.- Caspar Henderson.- Trad. Claudia Casanova.-476 págs.-Ático de los libros

 

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30 octubre 2021 6 30 /10 /octubre /2021 18:30

Robert Musil, el gran escritor austríaco autor de "El hombre sin atributos", una de las novelas clave para entender la sociedad y la política de principios del siglo XX y más concretamente cómo se gestó el tipo de ciudadano y de ser humano que permitiría que ese siglo fuera el más sangriento y cruel de la historia de la Humanidad. En marzo de 1937, Musil dio una conferencia en Viena sobre el fenómeno común, repetitivo, peligroso y omnipresente de la estupidez en la sociedad y la historia humana. Menos de un año después  de pronunciar la conferencia ante un  público vienés que no había sabido apreciar la enorme calidad y altura intelectual del conferenciante (ya se habían publicado los dos primeros tomos de su obra magna),  Musil tuvo que abandonar Viena ante la ocupación nazi y se refugió en Suiza donde murió cuatro años después como un anónimo refugiado.

La agudeza, ingenio, cultura enciclopédica y preparación técnica (Musil era ingeniero, matemático, físico y psicólogo) extrapolada a la literaria, tuvieron un tardío reconocimiento mundial, principalmente de "El hombre sin atributos", considerada como una obra cumbre de la narrativa del siglo XX a la altura del "Ulises" de Joyce o de "La recherche..." de Proust. 

Musil en esta conferencia publicada por Tusquets ED. hace muchos años nos brinda una sagaz observación, cuando escribe que el más peligroso de los idiotas, a veces uno mismo, no es el casi amable y cotidiano que no llega a más por falta de luces o  el que lo es por descuido puro y simple, sino el que hace gala de una "estupidez superior", es decir una inteligencia -puede ser muy alta- que acaba por encontrarse por su responsabilidad y voluntad frente a exigencias intelectuales a las que no está en condiciones de hacer frente (sí, exactamente: está pensando usted lector en algunos conocidos políticos). La estupidez hay que analizarla en función de las circunstancias más diversas: el apoyo de la estupidez por los que detentan el poder o los que la usan para expandir la violencia y la agresividad.

De una forma provocativa Musil nos recuerda que "si la estupidez no se asemejase perfectamente al progreso, al talento, a la esperanza o al mejoramiento de sí, nadie querría ser estúpido. Al fin y al cabo Erasmo de Rotterdam sostenía que, sin cierto grado de estupidez, el hombre no llegaría siquiera a nacer. Aunque Musil añade que "puede ser estúpido vanagloriarse de la propia inteligencia, pero que no siempre es inteligente ganarse fama de estupidez." Por tanto, resume, la cosa más sensata de este mundo es la de "hacerse notar lo menos posible". Ya que como dice el refrán "estupidez y orgullo crecen bajo el mismo árbol".

Tras un pormenorizado análisis de la estupidez, usando una terminología científica técnica más que psicológica, Musil se pregunta algo que siempre he compartido: "¿Qué noción se puede tener de la estupidez, cuando la noción de razón e inteligencia está en franca decadencia?" Y añade "no existe prácticamente ningún pensamiento importante que la estupidez no esté en condiciones de utilizar y puede ponerse todos los vestidos de la verdad. En cambio la verdad sólo tiene un vestido y sólo un camino, por lo que siempre está en desventaja". Y acaba con una confesión que es una menar de relativizar la profundidad del problema: "cada uno de nosotros es estúpido, si no siempre, por lo menos de vez en cuando".

Y para terminar ofrece dos consejos básicos: " abstente de juzgar y de decidir en todo lo que no comprendas absolutamente" y "Actúa bien cuando puedas y mal cuando debas y entretanto ten conciencia de los límites de error en tu obrar".

FICHA

SOBRE LA ESTUPIDEZ.- Robert Musil.- Tusquets Editores.- Cuadernosíinfimos.-57 págs.- 1974

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