En 1962 el historiador de la ciencias, Thomas S. Kuhn, nos advirtió ("La estructura de las revoluciones científicas" ) que la historia, la ciencia y la sociedad se movían a golpe de paradigmas (sistema de creencias y conocimientos de una determinada época, aunque Kuhn lo definía de forma restrictiva así: "realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica"). En forma un tanto esquemática podríamos mostrar el proceso con sencillez: : el paradigma actual entra en crisis lentamente a causa de sus propios defectos y del progreso de la ciencia y al final cae en picado y desaparece (aunque no en todas sus facetas) siendo sustituido por el paradigma triunfante que, en un tiempo variable, desde unos años a unos siglos, y en esta época quizá en meses, también será eliminado del mapa (aunque también no en todas sus facetas) y otro paradigma se instala en el trono de la realidad consensuada.
En nuestra época los "profetas del cambio de paradigma" han desbancado a la ciencia-ficción en su habilidad para pronosticar cambios de paradigma. En historia y economía hemos conocido a varios. ¿Se acuerdan del japonés Francis Fukuyama y su "Fin de la historia" y de un nuevo paradigma ascendente sobre el fin del capitalismo avanzado? Pues bien, un historiador israelí llamado Yuval Noah Harari que publicó "Sapiens" hace un par de años, arrasando las librerías con un éxito espectacular sobre la historia de la humanidad y su progreso, ahora publica "Homo Deus" vaticinando un "optimista" futuro a pesar de los muchos problemas que la humanidad está causando de forma absurda e irresponsable. ¿Optimista? No. Sería una lectura banal. En realidad lo que predice es absolutamente preocupante y...discutible.
Siguiendo la tríada hegeliana (en realidad el primero en formularla fue Fichte y después Marx y Engels) de la tesis, antítesis y síntesis, Yuval Noah nos ofrece una historia ambiciosa sobre nuestro posible futuro de la Humanidad, escrita por las leyes de los algoritmos y la religión del "dataísmo" : la unión entre la tesis del algoritmo químico al que pertenecemos todos los seres vivientes, la antítesis del algoritmo electrónico que nos impone el actual proceso informatizador de la vida del siglo XXI y la preocupante y visionaria síntesis en suponer una deriva del ser humano hacia otra especie más cercana al tópico de la divinidad y los super-hombres que conviviría como minoría junto a una mayoría restante deprimida, explotada y decadente.
El libro es osado, divertido, tan apasionante como discutible y de una franqueza y amenidad indiscutible. Redactado con la inquieta pluma de un divulgador bien informado, se lee como si fuera una novela de éxito aunque deja un regusto amargo como si uno estuviera leyendo al Voltaire de "Cándido", el Swift de "Los viajes de Gulliver" o una de las obras inquietantes de Beckett. Este audaz inventor de distopías, utiliza el sentido común y la lógica en su continuo barajar de datos y aunque lejos de la galanura literaria de un Russell o un Huxley, sus escenarios futuros son todo menos absurdos o excesivos. La idea de que la primera revolución cognitiva que hace setenta mil años llevó al mono a erguirse y convertirse en el "homo sapiens" ya ha cubierto plenamente su proceso natural y que estamos en el punto de abrirnos a una segunda revolución que llevará (gracias a los algoritmos electrónicos, sintonizados con los nuestros) a nuestra mente y nuestros cuerpos (al menos de algunos) a rozar el poder tópico de los dioses, está respaldada por los datos, revelaciones y argumentos de 430 páginas nutridas.
Adios pues al viejo y carcomido orden espiritual y bienvenida -se supone- la era tecnológica de los bits y la realidad virtual, la globalización internáutica y la nanotecnología que podría elevar la esperanza de vida del ser humano hasta límites insospechados, quizá rozando la inmortalidad. El "Seréis como dioses" de la serpiente a la mujer (Génesis 3:5) o el la mefistotélica promesa, resuenan en las páginas de este libro con una alegría y complacencia absurda y poco razonable. La filosofía, la ética y la espiritualidad más la ciencia menos ensimismada por el poder y la inteligencia analítica, podrían argumentar "ad absurdum" contra las síntesis apocalípticas de Harari si éste mismo no dejara escapar aquí y allá la preocupación por el desarrollo previsible de sus argumentos. Es cierto que todo avanza de una manera vertiginosa y descontrolada, que estamos encastados en un engranaje letal, que las estructuras políticas y morales del pasado se deterioran u transforman (¿hacia qué?) con una ineluctable irresponsabilidad suicida, gracias a la confluencia pragmática de las ciencias de la vida y la ingeniería informática ( el hecho evidente de una cierta confluencia entre nuestros algoritmos bioquímicos -- procedimientos de almacenar datos --y los algoritmos electrónicos de la informática avanzada, sujetos ambos a las mismas leyes matemáticas). El futuro previsible nos habla de máquinas pensantes que "podrán conocer los secretos de la vida y gestionar mejor que nosotros el ámbito intersubjetivo del que dependió hasta hoy nuestro poder". Es la nueva religión de lugares como Silicon Valley, el «dataísmo». La utopía que nos describe Harari lleva el sello del "Ángel caído", si Dios ha muerto hay que ocupar su lugar, ¿quién mejor que el hombre cibernético del siglo XXI? Como ya dijeron Heráclito y Parmérides en el siglo VI antes de Cristo, "el cambio es una necesidad inexorable". Y uno de los universos probables de dicha utopía bien podría ser el que nos propone Harari. Sólo que eso no se puede probar argumentalmente, porque el inteligente autor de "Homo Deus" nos hurta limpiamente un elemento dialéctico de primer orden que transforma lo posible en probable: ese cambio ineluctable puede ir en otra dirección (y de hecho seguramente lo hará) empujado por la "x" de la ecuación planteada, donde una cierta fuerza, energía o instancia natural (nadie habla de Dios, que sólo es una palabra-baúl), un elemento no conocido ni sospechado pero sin duda existente (nadie habla de fe, basta con tener en cuenta los cambios profundos provocados a lo largo del tiempo y la historia por elementos variables no tenidos en cuenta) puede cambiar el sesgo hacia un horizonte distinto.
La ciencia que nos presenta y evoca Harari de continuo aún no sabe con qué mecanismos el hombre ha "logrado" tener conciencia de sí mismo y los algoritmos que tratan de explicarlo son auto referenciales y por tanto poco convincentes. Nos mandan a una "terra ignota" de la que no sabemos nada y en donde puede anidar el proceso que convertirá en papel mojado la utopía del "datismo".
No obstante, el libro es apasionante. El recorrido evolutivo es analizado en las tres partes del libro. Desde la erradicación de la "tríada letal" de la Humanidad en otros tiempos, la guerra, la peste y el hambre, pasando por un demoledor ataque a la filosofía pragmática del humanismo y sus logros, para empujarnos a una sociedad crecientemente sumisa y dependiente de todo tipo de máquinas y a un almacenamiento masivo de datos que nos facilitará patrones y esquemas que nos darán respuesta "adecuada" a los problemas, elecciones y exigencias de la vida, ya sea una enfermedad, la elección de carrera u oficio, la formación de gobierno o la pareja más idónea. Y como colofón la descripción del mundo futuro en el que la subjetividad humana delegará sus capacidades y privilegios a la "más perfecta" inteligencia artificial. Un mundo en el que las personas entonarán un "que vivan las cadenas", privados de esa incierta libertad que, a pesar de sus carencias y defectos, ha sido la luz que ha guiado a los hombres durante siglos. Todo a cambio de la "seguridad" y la "facilidad" (que no felicidad) que nos proporcionan los ordenadores, los tablets, los móviles, los algoritmos, el mundo digital, los cerebros electrónicos, la Red de Redes en las que solo somos un algoritmo relacionado virtualmente con todos los demás. La autonomía humana vendida por un plato de lentejas-bits. Y en la cima de ese mundo ante el que palidece el mundo perfecto de Huxley o el vetusto "1984" de Orwell, una minoría que sacará el máximo beneficio de todo ello: el poder absoluto. Pero como dijo Lord Acton, el liberal inglés del siglo XIX, "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y en esa corrupción se podría engendrar el bacilo o el virus que acabe con la utopía cibernética que nos propone (o más bien advierte, me parece a mí) Harari, ese imitador trasnochado de Spinoza en el siglo XXI.
FICHA
«Homo Deus». Yuval Noah Harari Ensayo. Trad. de Joandomènec Ros. Debate, 2016.496 páginas. 23,90 euros.