Publicado en La Comarca 070622
El hambre es el “grado cero” de toda existencia, que todos los seres vivos compartimos. Es algo universal: si no te alimentas, mueres. Nutrir el cuerpo, es el nivel irrenunciable de las necesidades que la sobrevivencia nos impone. Usar el hambre como arma política, como artefacto de eliminación, es un crimen de lesa humanidad; pero permitir que las hambrunas terminen con millones de vidas por una cuestión de negocio, beneficios, dinero, indiferencia, racismo o egoísmo, es una abominación: confirma al ser humano como el depredador más letal y estúpido del planeta.
Stalin, Mao, Ceaucescu, Hitler con los judíos, los polacos o los gitanos, y ahora Putin chantajeando a los “aliados” con no permitir la salida de grano de los puertos ucranianos, castiga a 250 millones de personas de diversos países, principalmente africanos (y por tanto alejados de las partes en guerra), que para finales de año estarán muriendo de hambre.
Primo Levi, Vasili Grossman, Simone Weil, Knut Hamsum, nos hablan de la muerte por inanición, en primera persona. La muerte por hambre, como por sed, es la negación de lo humano: ante su presencia el hombre pierde la dignidad, la inteligencia, la memoria, la razón…todo aquello que le hace humano. Se sume en un nivel vegetativo o se deja morir.
Según la FAO y las ong’s especializadas, 190 millones de personas están cerca del nivel de “hambre extrema”, inseguridad alimenticia grave, de las cuales 44 millones, de 38 países, están en el nivel más alto: la hambruna (cuando ya se ha rebasado el punto de retorno). La agencia de la ONU sobre la situación alimentaria global, ha lanzado una alerta máxima sobre la fragilidad del sistema alimentario en muchas zonas del mundo. La suma de desastres naturales ocasionados por el cambio climático (sequías, inundaciones, incendios) y la coincidencia con las secuelas de la guerra en Ucrania, provocan por un lado carestía y siguiendo la lógica capitalista, un aumento desenfrenado de precios de alimentos considerados básicos (cereales, carne, lácteos, aceites y azúcar) que ha llegado a un máximo histórico con tendencias alcistas.
La pregunta no es, “¿quiénes se están lucrando con esta situación inhumana?”. Es, “¿por qué los Gobiernos del mundo no se unen para evitar este brutal genocidio del hombre por el hambre?”. Hay suficiente dinero y recursos en el mundo de hoy. Falta voluntad política o conciencia de la común humanidad.
ALBERTO DÍAZ RUEDA