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18 mayo 2012 5 18 /05 /mayo /2012 07:21

almayna-cartel.jpg

El abuelo Hüseyin, un jubilado turco que vive y trabaja en Alemania desde los años sesenta, con una familia muy integrada en la forma de vida alemana, pretende volver a sus orígenes, Anatolia, y recuperar sus raíces culturales con su familia nacionalizada alemana. Para ello compra una "casa" en el pueblo de donde salió cincuenta años antes y pide a su familia que le acompañen durante las vacaciones de verano a fin de "arreglarla" y disponer toda la familia de un lugar propio donde impedir que se difuminen las señas de identidad turca.

Entre renuencias y rechazos, el abuelo se lleva a su reticente familia a Turquía. En el camino, una de sus nietas --embarazada de un inglés, vade retro Satanás-- va contando la historia de la familia a otro nieto más joven, para que comprenda el empeño del abuelo en que todos sigan considerándose turcos, aunque vivan en Alemania y ya bajo la ley sean alemanes.

Es un poco como aquellas películas, tipo "Vente a Alemania, Pepe" y todas las que protagonizó el inefable Alfredo Landa, un estereotipo de hispano, no ya feo, catolico y sentimental como el marques de Bradomin de Valle Inclán, sino en versión cutre "bajito, inculto y obsexo". Aunque en aquéllas solía brillar, más por carencias que por presencias, cierta mala uva crítica disfrazada de humor de trazo grueso. En la que ha dirigido Yasemin Sindereli se trata más bien de un producto buenista y complaciente, con aspiraciones sentimentales, a la manera de la francesa "Bienvenidos al norte" o de la clónica italiana "Bienvenidos al Sur".

No hay intención crítica alguna en la película turca, que recurre a los tópicos y clichés de nacionalismos, racismos desvaídos, tipismos varios y floklores de la parte más exótica (la vida rural turca en Anatolia y las paradojas que nacen en su contacto con una sociedad avanzada) aunque por vida del humor infantil nos hablen de "un pueblo sádico que adora a un hombre torturado hasta la muerte, come carne de cerdo y veranea en Mallorca", un pueblo disciplinado, sucio, grande y que los domingos hacen ritos de antropofagia comiéndose trozos del "cuerpo de Cristo".

Todo ello da para secuencias memorables, como el sueño lisérgico de uno de los niños. hijos del abuelo cuando era papa joven, en un paraiso de coca-colas y asaltado por un horripilante crucificado sediento de venganza. Hay una voluntad de conciliación e integración que llega a su cumbre con ese acto de homenaje a los antiguos inmigrantes en presencia de la canciller Angela Merckel. Esa voluntad positivista y un poco ingenua va contagiando toda la película de un buenismo que se abre por parte de los turcos a un deseo de integrarse y forzar una trasculturización sincrética poco probable. Asuntos como el embarazo no deseado, el trabajo de las mujeres o su independencia, la unión sexual con sujetos de otras etnias, no ya alemanes, mal menor, sino etnias tan rechazables historicamente como la inglesa para los turcos, van siendo reducidas a anécdotas ingenuas y sin malicia crítica, con la suavidad respetuosa que refleja la inculturación navideña, cuando los niños turcos piden a sus padres que celebren la Naviudad con un arbol navideño y la llegada del papa Noel.

Como en "La pequeña Miss Sunsine" un acontecimiento luctuoso ocurrido durante el viaje familiar en el pequeño bus alquilado por el abuelo, deberá reorientar toda la acción, las actitudes de los personajes y sus ideas frente a lo que fue y a lo que es o será. Ese cambio, positivo, tendrá su reflejo en la foto familiar con la que se cierra la película, en la que cada personaje adulto se encuentra con su réplica joven (a los dos los hemos conocido con los tres grandes flash back que va configurando la narración de la joven nieta) durante una fiesta que se celebra en la "casa" comprada por el abuelo en el pueblo de Anatolia, que apenas es más que una fachada con el interior, sin paredes, abierto hacia un paisaje idílico y bellísimo.

El simbolismo, tan apreciado por esta directora turca (no en vano está filmando su propia historia familiar), se completa: la casa, el hogar por construir entre todos, dados los muros y la tierra y el lugar y la confluencia armónica y coherente entre el pasado, el presente y el futuro que se debe construir desde la única realidad sólida que existe: la familia. Lo demás, el hogar de acogida, el buenismo con el que se contempla la autocomplacencia prepotente alemana (a años luz de la dureza del humorista judío Sacha Baron Cohen, en "Borat", fustigador de los estereotipos transnacionales). Todo en "Almanya" es políticamente correcto, incluso un poco untuosamente correcto.

 

 

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12 mayo 2012 6 12 /05 /mayo /2012 07:36

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  Imagínense que el Diablo Cojuelo de Quevedo, experto en fisgonear en las casas por el método de levantar el tejado y mirar dentro, le da por montarse un escenario semejante en una casa del profundo oeste norteamericano, mostrándonos la interacción áspera y a veces violenta de los miembros de una familia típica y tópica de la clase media, un padre desaparecido a la buena de Dios, una madre permanentemente drogada por pastillas a fin de aliviar el dolor que le  produce un cáncer de boca, tres hijas más o menos a la deriva de sus fracasos sentimentales, la hija adolescente de una de ellas, la hermana cotilla de la dueña de la casa y su marido, el hijo de ambos y el amante de otra de las hermanas, un tipo impresentable y chulesco.Se abre el telón y se nos presenta una casona, un hombre que filosofa en una hamaca al calor de agosto y al calor de un continuo ingerir de whisky. Una chica, de raza india, cheyenne, viene a emplearse como sirvienta y cuidadora de la esposa del hombre, enferma de cáncer.Tras un largo monólogo del hombre, este hace mutis y la chica entra en la casa, todo el armazón se desplaza por el escenario y el espectador tiene frente a sí la casa completa de tres niveles, como si la pared que la protege de nuestra mirada fuera de cristal o de aire. Comienza la acción...

Hay libros, muchos, en uno de los extremos, el hombre desaparecido es profesor universitario, hay el continuo tintineo de las pastillas que la dama trasiega sin cesar, cigarrillo tras cigarrillo, y hay una mesa de salón donde cenan cada noche, de verdad, once personas, en el segundo acto. Da igual que vea usted esta obra en Chicago, en Buenos Aires, en Paris o en Barcelona. Sólo cambia el idioma. Todo lo demás es semejante. Tres actos para una representación que abunda en momentos jocosos, la mayoría discutiblemente jocosos, en gritos, chillidos, denuestos, insultos, algo de música y una trama que circula por el abuso de drogas, el alcoholismo, la pedofilia, los enfrentamientos generacionales, el racismo, el incesto, la infidelidad, el suicidio y hasta el amor. Se estrenó el 28 de junio de 2007 en Chicago, seis meses mas tarde en Broadway con un éxito de año y medio en cartel. Ha obtenido el Pulitzer y otros siete premios en 2008. Su autor, Tracy Letts, actor y escritor, nacido en Tulsa, Oklahoma, (lugar donde acontece la acción de "Agost, osage County"), ha barajado con pericia componentes dramáticos y cómicos de la tradición teatral americana y europea, desde Eugene O' Neill y Miller por un lado, hasta Wilde (sin su elegancia) y De Filippo, pero sobre todo Tennessee Williams. Se nota también la huella perfeccionista de la Steppenwolf Theatre Company de Chicago. Esta compañía de Illinois, fundada en 1974, es hoy un grupo estable de 41 miembros, al que Tracy Letts pertenece como actor y dramaturgo. 

Hay una energía incesante en la acción y la obra resulta un desafío para los actores, que se ven obligados a hacer excesos de voz y gestos en los que suelen caminar en la cuerda floja entre el patetismo y el ridículo (cosa que provoca no pocas risas equivocadas e innecesarias entre el público). Uno no ve que sea cosa de mucha risa el farfullar dolorido de una enferma de cáncer de boca o la estúpida charlatanería de una adolescente. Lo asombroso de esta situación elevada al máximo desde el segundo acto es que acabamos aceptando esa dureza expositiva, esos gritos y nos parezca impostado y falso lo más auténticamente humano de la obra, las intervenciones y la persona de la india, la joven "nativa americana". Paradojas del exceso.

Desde los gritos de Violeta, la esposa del desaparecido profesor (se ha suicidado y se sabe muy pronto) delirante y excesiva, llena de dolor y rabia, hasta sus hijas o su nieta, esta es una obra de mujeres. Los hombres son meros comparsas que acompañan y provocan la acción de las mujeres, su rechazo o su amor.

Bajo la asfixiante atmósfera de la cerrada casona en pleno agosto, en las calcinadas llanuras de Oklahoma, se desarrollan los sentimientos de los personajes con unos diálogos incisivos, ingeniosos, duros y cortantes como navajas de afeitar. El desmoronamiento de la familia --y añadidos-- es atroz. La tragica desaparición del padre no es más que una excusa que lleva a la luz el desconcierto de todos y cada uno, en la que surgen las dos líderes familiares, Violet como reina destronada (una Anna Lizarán, gran trágica de la escena catalana, en pleno y a veces excesivo disfrute de su poder como actriz de carácter) y su hija Bárbara (Emma Vilarasau) que acaba el segundo acto con un desafiante "¿Aún no te has enterado? Yo soy ahora la que manda aquí".

Dicen que es la primera gran obra americana del siglo XXI (la manía de los norteamericanos por lo grande llega a sonar a guasa metafísica), yo no sé, pero si creo que es la consecuencia lógica --no muy distinta moralmente-- de obras como "Quién teme a Virginia Woolf" o "Un delicado equilibrio", que ya les comenté en su día. No hay nada excesivamente nuevo en "Agosto" como imagen de la decadencia ética de una familia norteamericana, impulsada por una manera de vivir y unos valores, o sus ausencias, que quedan muy lejos de los que se presentaban, por ejemplo, en "La muerte de un viajante", de Miller.

La obra, con una Sala Gran del TNC repleta de un público entregado y a veces inoportuno, ha sido dirigida por Sergi Belbel, el que fue "enfant terrible" de la escena catalana, y sostiene la fuerza de la historia con las contundentes interpretaciones --y sobreactuaciones--de dos mujeres, ya citadas, Lizarán y Vilarasau. Abel Folk, Rosa Renom, Clara de Ramon (necesita un hervor de saber estar en un escenario), Karen Westen, Manuel Veiga (un cheriff flojito) Almudena Lomba (la india), Maife Gil, la dicharachera metomentodo, Frances Luchetti como muy acertado cuñado de Violet y Charlie Aiken, que borda su monólogo del principio de la obra, sin olvidar a los dos añadidos varones, Albert Triola, el hijo desquiciado lleno de complejos y Oscar Molina, que hace odioso a su personaje, como era de esperar.

De todas formas hay que conceder a "Agost" un mérito, aquí y ahora, es una pieza de peso en un acontecer teatral lleno de materiales livianos, casi volanderos (sin contar, claro está, con los clásicos, siempre resultones). Y un defecto: falta una más habil dirección de actores que limite un poco el histrionismo de la mayoría de los actores. ¿O es un defecto de la escena catalana? Pero no, hemos visto este año obras donde tal histrionismo no existía y la obra resultaba. "Se de un lugar", "Els dolents", "El tipo de la tumba de al lado", meros juguetes escénicos si queréis, pero interpretaciones ajustadas a la naturalidad y la fuerza de los personajes y la trama. En fin...

 

 

   

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6 mayo 2012 7 06 /05 /mayo /2012 08:57

 

 

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Un magnífico elenco de actores británicos avala la fuerza de "El exótico Hotel Marigold", una comedia dirigida por John Madden, bastante lejos de su soberbio "Shakespeare in love", pero en absoluto desdeñable. Unir a Judy Dench (cada vez más segura en su apacible poder de representación) el soberbio Tom Wilkinson, la siempre apreciable Maggie Smith, Bill Nighy o Celia Imrie, en una deliciosa farsa de enfrentamiento de culturas, de costumbrismo exótico o de profundas realidades humanas que tienen relación con la vejez, la necesidad de afecto, los recuerdos, la bondad o la mezquindad, debería dar como resultado una memorable película.

¿Qué es lo que impide que estos excelentes actores, la localización magnifica en la ciudad india de Jaipur, con toda su enorme carga de pintoresquismo y variopinto color y la historia coral de un grupo de jubilados británicos que se retiran a vivir sus vidas en declive en Jaipur, por distintas y variadas razones, no alcance la fuerza y la convicción que cabría esperar? Ignoro si en la novela "These foolish things" de Deborah Moggach, queda más visible el posible fallo o carencia que limita el valor de la película. Porque es evidente que es un fallo de guión, un desequilibrio facilmente perceptible de ese tenue "tempo" que marca la narración, de esa tensión en lo que vemos y lo que nos cuentan que hace que nos interese todo ello y que esperemos una y otra secuencia para calmar nuestra sed de saber lo que hacen los personajes o los hechos y razones que justifican la trama...

Creo que ese grupo de veteranos ingleses que emigran en busca de una mejor rentabilidad de sus pensiones a un país, antigua colonia del Imperio, donde recuperar ciertos privilegios de raza y clase, es una propuesta interesante de entrada. Pero nos hacen pasar por toda la historia del viaje, el acomodo en el destartalado hotel y las peripecias de los maduritos británicos, de una forma liviana, superficial, amable y poco comprometida, a pesar de algunas pinceladas de compromiso con una visión más seria o crítica que cabría esperar de unj tal choque de culturas con toda su trastienda histórica de abusos, sufrimientos, sangre e injusticias y revanchas como afligió la reciente historia de la independencia de India de la Corona británica. Así la delicada historia de la joven sirvienta de la clase "intocable", la de los "apestados" sociales, que monta una fiesta familiar en su barraca, en uno de los barrios más pobres de la ciudad, a una gruñona y racista clienta del hotel porque cree que la trata con dignidad, cuando en realidad la desprecia. O la relación otoñal entre el juez gay y su amor hindú de juventud al que abandonó en situación dramática, treinta años antes, y trata de recuperar en su vejez por una fidelidad trasnochada y aplazada, como si se tratara de una historia de manual romantico, más que un lamentable episodio de superioridad y abuso étnico y flaqueza moral. Lo único positivo es que ambas historias, patéticas y lamentables, son protagonizadas por los dos actores más capaces del elenco, Maggie Smith y Tom Wilkinson.

Las demás historias de los maduritos excolonialistas rozan en todo momento una crítica suave, no comprometida, tratando de hacer una película de tono amable, en la que incluso la anunciada muerte del personaje del juez gay toma un carácter de "justicia" divina, entre el perdón del amante hindú, la comprensión de su esposa y la puesta de sol sobre la cremación a orillas del Ganges.

Asi que uno sugiere que los que sepan inglés hagan lo posible por ver la versión original dada la altura de los intérpretes y los que no, que disfruten de las interpretaciones por separado, sin tratar de valorarlas en el conjunto de la película, que sabe a poco o a demasiado, segun nos refiramos a la calidad exigible o a la extensión. El joven actor hindú (Dev Patel) gesticulante en exceso y su novia, dan la nota localista, ilusionada y joven, aunque producen, sobre todo él, cierta irritación. Magnífica también la actuación de Penélope Wilton, por el eficaz patetismo que imprime a su papel de odiosa esposa de Bill Nighy. El romance invernal entre éste y la magnifica Judy Dench logra parecer posible a pesar de las excesivas diferencias de edad y talante.

Película que agradará a los nostálgicos del Imperio británico y  la India colonial que aún suspiren por los ambientes de las novelas de Kipling ("fíjate en lo que se han convertido estos hindúes, estaban mejor con los ingleses"), a los aficionados al cine de maduritos que reviven el amor y a los amigos del cine coral con ínfulas humanitarias y buenismo de ong. Y, por supuesto, a los admiradores de los buenos actores británicos, aunque sea en envoltorio de tarjeta postal.

 

 

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4 mayo 2012 5 04 /05 /mayo /2012 18:43

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De la historia de una persona a la que un trauma cerebral de la clase que sea le quita la memoria de su vida pasada y le obliga a afrontar la existencia como viene sin el bagaje de los recuerdos de su vida anterior, argumento clásico donde los haya, se pueden hacer grandes películas como "Niebla en el pasado", "El enigma Gaspar Hauser", "Recuerda" o "El gran dictador" (el drama paralelo del barbero judio amnésico que es físicamente idéntico al dictador Heinkel-Hitler) o se pueden hacer películas fallidas como "Todos los dias de mi vida", en  la que la banalidad más superficial derrota el dramatismo planteado de entrada.

El guaperas televisivo Channing Tatum y Rachel Adams forman una pareja mas bien indigesta, pero muy "cool", cuyo maravilloso matrimonio casi perfecto se va al traste debido a un accidente de coche en el que ella recibe un golpe traumático en la cabeza que le hace perder la memoria reciente. Y así, de un plumazo, o mejor de un tortazo, se evaporan los años de recién casada y su enamoramiento resultón de su hermoso marido. ¿Hay alguien que dude que todo volverá a ser como antes? Bueno, así será pero habrá que currárselo...y mucho (sobre todo por parte de él). Con su nueva-vieja identidad la joven casada redescubre que era una pequeño burguesa de lo más pijo e insoportable, rodeada por unos padres ultraprotectores que ademas tienen sus inconfesables secretos en el armario, aprovechando de esta manera que la memoria de su hija no registra ya el motivo de un supuesto y olvidado alejamiento familiar.

Michael Sucsy firma ese elemental ejemplo de indigesto cine pretendidamente romántico, en el que al espectador le queda la duda razonable de quién es de verdad esa chica tan mona y tan superficial, si la artista atormentada por el amor y la creatividad o la pánfila que rie las gracietas abominables de las "compas" de instituto y recuerda vivamente su descafeinado romance con el guaperas de turno de pelo cardado y sonrisa de anuncio. Parece que las angustois del marido desdeñado y las previsibles anecdotas de los intentos de re-enamorar a la esposa semidescerebrada (en todos los niveles de la metáfora), han tenido un exito feroz en la patria del bodrio, Estados Unidos. En fin, supongo que tiene su público y no hay nada más que decir. Con tal de que se llenen las salas de cine...

La etiqueta de "basada en un hecho real" no hace más que abundar en la sorpresa y la alarma del espectador consciente de que tratan de darle gato por liebre. En fin, lástima. El asunto sobre el papel merecía tener un mejor producto fílmico. Piensen en lo que hubiera hecho con esto un Billy Wilder, por ejemplo. Y aún mejor, un Ernest Lubicht. Imaginen a Gary Grant en el papel del tontorrón e inexpresivo Channing Tatum y una Cat Herpburn en el de la tontorrona desmemoriada, con Gary Cooper como su ex novio. Uf, qué delicia imposible.

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30 abril 2012 1 30 /04 /abril /2012 07:31

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No estamos tan lejos. Me refiero a los padres franceses de jugadores de rugby alevines que dan espectáculos de agresividad, falta de deportividad y educación y de brutal presión hacia los hijos. En parecidas circunstancias he visto a especímenes hispanos en la civilizada, es un decir, Barcelona, machacando verbalmente a un pobre árbitro infantil o a jugadores contrarios a sus hijos, que no levantaban un metro del suelo y miraban con horrorizado estupor como aquellos adultos desconocidos les insultaban por una jugada.

Hay un subgénero del cine que es el supuestamente deportivo, al que los norteamericanos son muy aficionados. Rugby, beisbol, equipos en linea de desastre que se salvan milagrosamente y ganan al lider por obra y gracia de un jugador que logra superar el desastre personal y deportivo o un entrenador borrachin que vuelve a la dignidad del deporte o un grupo de gamberros juveniles que de pronto deciden jugar de maravilla o...o... una familia de legendarios jugadores de rugby en una zona rural francesa cuyo ultimo representante, el hijo de un ex gran jugador, se siente tan agobiado por la presión de su padre que decide dejar de jugar al deporte familiar.

Cójase este comienzo argumental de muy previsibles desarrollos y consecuencias, adobemoslo con los sencillos y buenistas pero muy humanos personajes de la clase media de un pueblo francés, un par de historias paralelas, el amigo del prota, tonto pero bueno y entrañable , y como guinda el CAMBIO, la milagrosa transformación de un equipo sin garra en el lider de la competicion con un último partido en el que se juegan el titulo y que mantiene la intriga del resultado hasta el ultimo momento, ¿quién ganará? ¿Pero todavía lo dudaban? Los buenos, por supuesto. Y el chico se lleva a la chica y todos tan felices.

Pues bien, esto es, a grandes rasgos, "Mi hijo y yo", comedia de ambiente deportivo rural de Philippe Guillard, con un inexpresivo y supuestamente feo-atractivo Gerard Lanvin, interpretando a la ex estrella fracasada de rugby y con Jertmie Duvall como su frustrado hijo. El primero menos maduro que el segundo, y bastante mas irritante. Es como un "Invictus" en tono muy menor y sumergido en la melaza picante del costumbrismo francés, sin pizca de critica, autocomplaciente y orgulloso de haberse conocido.

En fin, película para ver en familia, en la que el tono blandengue y buenista no obstaculiza mucho un final previsible y unos personajes- tipo que intentan por todos los medios sernos simpáticos y a veces lo consiguen..

 

 

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29 abril 2012 7 29 /04 /abril /2012 07:55

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Es que no tienen remedio.Cuando un norteamericano se pone en plan barras y estrellas hay que correr a esconderse o colrrer el peligro de toparse con el 7º de caballería, los marines desneuronados o, en este caso, la Armada en plan "La Marina te llama". Peder Berg podía haberse sacado del coleto un "Transformer" en plan guerra naval y todos los que aman estos videojuegos estelares pues ,!hala!, a disfrutar con el cerebro en estado de reposo y las palomitas invadiendo con sus grasas sobresaturadas nuestra panza. Pero no, tenía que dedicar un asombroso numero de miles de dolares en diseñar una producción que si no fuera por el despliegue de efectos especiales y los siempre resultones planos de los buques de guerra surcado el azul del mar, debería ser catalogada en el apartado de bodrios supermillonarios que de vez en cuando da a luz el inconstante Hollywood.

"Battleship", amigos, es un sonrojante producto masivo destinado a los jóvenes que quieran alistarse en la Navy. Prescindiendo de esa minoría muy localizada, no interesará a nadie más, excepto los consumidores obsesivos de palomitas, los que van al cine con su novia o similar y los que quieren comprobar a qué nivel de estulticia poueden llegar los guionistas y su reflejo en los diálogos que mantienen los supuestos actores.

Taylor Kitsch es el protagonista, joven alelado, estúpido y hortera (espero que solo sea su papel) de este engendro patriotero que podría haberse salvado con un poco de humor y otro poco de sentido del ridículo. Brooklyn Decker, la hija del almirante Liam Neeson (te apuntas a todo Liam, no siempre es una buena idea) pasea su palmito estilo playboy de una forma tan obvia que uno llega a añorar a Gracita Morales. El supuesto mensaje universalista, tan caro a este cine cuando nos plantea la lucha contra la destruccion de la raza humana,ahí es nada, se salda con algunas rafagas de telediarios en distintas lenguas, porque en la pelicula solo queda clara la presencia de Japón (y con la mayor desverguenza la cosa sucede en Pearl Harbour, ¿lo pillan? El enemigo ha dejado de ser el hermano nipón, ahora gastan cataduras más bien desagradable aunque antropofórmica y proceden de otra galaxia.

Y asi pasamos del interés que nos producen los muy buenos efectos especiales, al aburrimiento y verguenza ajena al conocer a los  protagonistas y al desarrollo de la historia intima paralela a la bélica. Todo es un juego de mesa, aquél de la guerra en el mar, tocado, hundido. El problema es que el espectador resulta tocado ya en el inenarrable comienzo de la película y resulta hundido total cada vez que la cámara pasa a los personajes humanos y se olvida de la batalla. En fin, hay bastante buen cine por ahí...¿lo pillan?, busquen y encontrarán.

 

 

 

 

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28 abril 2012 6 28 /04 /abril /2012 07:55

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La verdad es que uno se siente muy bien cuando visiona una película española que, a pesar de la penuria de medios, no tiene absolutamente nada que envidiar a otras producciones foráneas en las que los medios algunas veces  (no en exceso) van en consonancia con una cierta calidad madura en la presentación de trama y personajes. En esta ocasión, conociendo al director, Nacho Vigalondo, por su pelicula anterior, "Los cronocrímenes", una película gamberra, divertida e imaginativa, cabia esperar que dado que no se prodiga, el joven director nos saliera con alguna cosa sorprendente. Y así ha sido.

"Extraterrestre" es, por encima de todo y a pesar de ciertos pequeños defectos en el guión y en el desarrollo de algún personaje, una película diverida, imaginativa, en algunos momentos desternillantes y en esencia una dinámica travesura en la que nos las vemos con marcianos, a los que no veremos jamás y nos bastará con algunos planos de la supuesta nave alienígena. Todo lo demás es cómo lo vive una pareja con dos hombres añadidos más, una historia de tres hombres y una mujer encerrados con un solo juguete: la supervivencia ante la supuesta presencia de marcianos en un contexto de rivalidad amorosa, de infidelidades y de humor erótico-festivo. 

 Tanto Julián Villagrán (el amante) , como Michelle Jenner, la casada infiel, bordan sus respectivos, frescos, naturales y espontáneos personajes, desde un principio gamberro y magistral, mientras Raúl Cimas (el marido) y Carlos Areces (el vecino enamorado de la casquivana mujercita) dan una despiporrante réplica a la fogosa pareja protagonista.

La supuesta invasión marciana es el "mcguffin" de la película, es decir el pretexto, cuyo desarrollo no tiene la menor importancia, para que esos cuatro personajes nos revelen el mensaje humano, lleno de agudeza y de humor, que suele rodear a todo lo que tiene que ver con las relaciones amorosas y su compleja casuística.

No hay heroicidades, efectos especiales, imagenes apocalípticas...un poco en la linea de "Monsters" de Gareth Edwards, todo va discurriendo de una forma lánguida y sin imágenes de desastres o violencia. En "Extraterrestre" hay que sumar el elemento del humor y de detalles llenos de malicia y mala uva facilmente  reconocibles por cualquier espectador en su vida cotidiana. Es decir, ni una invasión alienígena que busca acabar con la vida humana, es suficiente para sacarnos de la gozosa y divertida contemplación del ombligo amoroso de la especie, entre la mezquindad y el descontrol emotivo. Comedia híbrida entre la scfi y el costumbrismo amoroso de nuestros días, "Extraterrestre" tiene en su propia indefinición el sello de su calidad y también el peligro de cara a espectadores poco sensibles a estas sutilezas de género.. Hay muchos espectadores que no aceptarían como "lógico" el hecho de que a ese grupo de treintañeros sin excesivas luces, les preocupe más llevarse a la chica a la cama que encontrarse con un marciano liquidador. Pero no hay aquí ni recursos faciles a la comedia bufa o al mal gusto, ni secuencias sexuales de alta tensión, todo es --y ese es su principal mérito-- como si viviéramos la trama en el piso del al lado, viendo por un agujero como se lo montan, con un poco de envidia y otro poco de divertida sorpresa. "Con lo serios y buenos chicos que parecían"...

 

 

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26 abril 2012 4 26 /04 /abril /2012 07:20

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Divertido montaje de Els Comediants de Joan Font para el Liceo de la ópera magna de Mozart. "La flauta mágica", ese cuento iniciático de superación de peligros y dificultades por el amor en los que las claves "secretas" masónicas son tan evidentes como el romanticismo algo ingenuo que las anima. Como suele suceder en la mayoría de las óperas la música y la voz de los cantantes tiene un superior interés al de los argumentos, casi siempre obsoletos y escasamente complejos y profundos. Y este caso no es muy distinto a despecho del interés añadido de la ingenua masonería mozartiana.

El coliseo de la Rambla presentaba un lleno absoluto, aunque el público era más variopinto que el que suele ser habitual y seguramente por ello más complaciente (dos o tres fallos menores en las voces y en la ejecución orquestal no dieron muestras de haber sido percibidos). Aparte de esas asumibles anécdotas, la representación, muy enriquecida por el colorista montaje con sus surrealistas atrezzos y las vestimentas oníricas (muy a tono seguramente con el aspecto de juego que Mozart imprimió a su obra) se desarrollo de una forma placentera con algunos momentos logrados por cantantes y musica. Me parecieron innecesarias ciertas complicidades de Papageno (Joan Martin Royo) hacia el público en busca de la risa fácil que rompían el clima mágico de la obra y eché de menos un punta más de dominio de la difícil aria de la Reina de la Noche (Erika Miklosa) que en un par de momentos quedó escasa de voz (disculpable quizá por la genial complejidad y exigencia que Mozart creó para la célebre pieza).

Georg Zeppenfeld compuso un Sarastro imponente y rotundo, Pamina (Susanna Philips) bordó sus intervenciones, Tamino (Pavol Breslik) se mantuvo en una fría normalidad y Papageno y Papagena(Ruth Rosique) sobreactuaron con algunos detalles gestuales irreverentes de cara  a la galería que cosecharon risas y un poco de estupor en quien esto escribe (aunque me parece percibir la mano traviesa de Joan Font, el disculpable y divertido aire infantil y algo obsceno de los Comediants). Algunos momentos, como el de los animales --magnífica el avestruz-- llenaron de excitante colorido al escenario venerable del Liceo. Dos horas y media de la lírica y excitante musica del genio de Salzburgo.

Pablo González dirigió la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC).

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25 abril 2012 3 25 /04 /abril /2012 07:42

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Me fascinó la pequeña novela de Alessandro Baricco. La leí de un tirón --su reducido tamaño lo permite de sobras-- y unas semanas más tarde volví a leerla para comprobar si mi percepción literaria habia cambiado. No. Como con "El perfume", la novela traía consigo un mundo propio, distinto, exótico e interesante.Curiosamente ambas novelas no dejan de estar basadas en dos lujos del gusto humano, dos sensualidades unidas al objeto en cuestión: ya sea la sensualidad del olor, ya la del tacto y le sutil belleza a la vista. Me he enterado gracia a "Seda" de muchas cosas sobre ese fabuloso tejido y sobre su historia  que me han apasionado.

Por eso me ha decepcionado la película.  Ni siquiera se salvan los interesantisimos personajes, con la excepción del comerciante Baldabiou (fenomenalmente interpretado por un soberbio Alfred Molina, en realidad el único actor, junto con el japonés jefe del clan y su hermosa mujer, Koji Yakusho, los únicos que parecen estar a la altura de su cometido). Ni Michael Pitt ni Keira Knightley (no se acaba de sentir algún "feeling" entre estos dos actores), logran que nos interesemos por sus personajes, lo cual en Pitt es doblemente penoso ya que es el protagonista de la película, ensombrecido por Molina cada vez que se juntan ante la cámara.

Se nos habla de la epidemia de pebrina, una enfermedad del gusano de seda que atacó a los criaderos europeos en 1860 y se extendió por Asia y Africa. Solo en Japón, entonces un país muy aislado donde no se permitía que entrara el comercio europeo o americano, tenían huevos de gran calidad para producir seda. Así que, impulsado por el ambicioso Baldabiou, nuestro amigo emprende viajes penosísimos y muy largos al misterioso país del Sol Naciente, donde  logra contactar con el poderoso jefe de un clan que le proporciona no sólo los huevos a buen precio, sino que le da ocasión para enamorase de su mujer, una joven enigmática que parece corresponder a los deseos del extranjero (aunque durante toda la película solo compone un gesto, muy hermoso pero algo reiterativo).

En Francia queda a la espera la esposa del viajero, una hermosa pero algo alelada Keira Knightley, que busca ansiosamente un hijo de su marido sin lograrlo y con la sospecha de que existe otra mujer en esos repetidos viajes. Pues bien, este argumento no demasiado complejo, se convierte en la novela en un juego magnífico y sugestivo de sensualidades comparadas. Uno no se explica el desaforado amor obsesivo del joven Pitt en la película, a no ser que haya leido la novela. El filme no  llega a apasionarnos y en consecuencia la historia de amor de "Seda" se nos hurta visualmente, siento tan eficaz y potente en la narración.

Quizá Francois Girard pensó que una novela tan corta, tan clara y tan "fácil" de entender era pan comido para hacer una pelicula con ella. Craso error. "Seda" tiene una engañosa simplicidad. En eso se parece al arte japonés, a la caligrafía o a la poesía, los haikus. No hay nada más difícil que ofrecernos un instante congelado de eternidad con una docena de palabras o con un trazo de pincel. Hay muchas cosas en el libro "Seda" que no capta, ni de lejos, la película. Lo único que logra conmover de este filme es su bellísima fotografía, unas localizaciones excelentes. especialmente en Japon, y las fascinantes secuencias de los baños  en plena naturaleza nipona y los viajes del comerciante.

Sinceramente, me parece que Giroud ha puesto todas sus bazas en esa galanura de la imagen mas que en la historia sentimental y romántica, entre las dos mujeres y el joven. Fotografía  con la calidad de un documental del National Geographic, cuidadísima, desde la luz al encuadre, acompañada de una banda sonora agradable y pegadiza. Y eso es todo. Película romántica con plateamientos clásicos y factura esteticista que se queda corta de vuelo y aterriza en el olvido tras media hora después de verla.

 

 

     

 

 

 

 

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24 abril 2012 2 24 /04 /abril /2012 07:24

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 Rodrigo Cortés es un cineasta capaz e inteligente, como quedó de manifiesto ensu primera película "Concursante" (2007), confirmado en la angustiante "Buried" (2010) con el "tour de force" que supone el rodar una película sobre un sujeto que está vivo dentro de un ataúd (Hitchcock que era un genio se limitó a rodar en una habitación en un solo plano "La soga" o en el reducido ambito de una barca llena de personas "Náufragos"). Como prueba añadida de su prestigio sólo hay que ver el elenco de actores que ha reunido para "Luces rojas": Robert de Niro, Sigourney Weaver y Cillian Murphy, uno de los rostros más intranquilizadores "per se" del cine actual.

Se  trata de algo tan intrigante como de moda: las experiencias paranormales, los misterios, creíbles o no, que rodean a todos los elementos de la llamada parapsicología, ese juego perverso de la imaginación y la inteligencia del hombre montado en la suposición, por nadie desmostrada, de que más allá de la muerte hay otro tipo de existencia y que es posible acceder a las personas fallecidas que han pasado a formar parte de esa "población flotante". No es tanto el desafío de los archiconocidos juegos espectrales de fantasmas y potencias infernales, sino algo más sutil a medio camino entre la charlatanería o la actuación teatral y la ciencia "contagiada", es decir los observadores con formación científica que tratan de buena fe y con conocimientos técnicos de aplicar formas de validación científica en unas circunstancias, por definición, muy difíciles de controlar.

A partir de ese principio, Cortés dirige una película que se revela como una inteligente variación de la historia de género. ¿En qué consiste esa hábil manipulación de las convenciones del género de terror? Pues en que como en un buen thriller psicológico, los dos investigadores, la madura doctora Matheson y el joven Tom Bukley  (la Weaver y Cillian Murphy), irónicos e implacables descubridores de todo tipo de supercherías, guardan ambos secretos dentro del armario que pondrán en cuestión todo el trabajo que realizan y cómo lo realizan. Es decir, Cortés se queda con nosotros: primero azuza nuestro escepticismo mostrando lo que casi todos pensamos de esas "actuaciones"  de "personas con poderes paranormales" y nos dará un trepidante final donde, voilà, todo se trastoca, se abren los interrogantes y nos quedamos pensando qué diablos ha querido decir Cortés con ese final. Punto que naturalmente no les desvelaré, pues "Luces rojas" merece un visionado atento, aunque acaben estando ni poco ni nada de acuerdo con la tesis -si hay tesis- de la película.

Mientras, se habrán interesado, y mucho, en ese duelo que se plantea entre el maduro y experimentado "espiritista" que interpreta. con sus tics y solvencia  habituales el gran Robert de Niro y el inquietante joven Murphy, un auténtico duelo interpretativo y de concepto, ya que  vemos a la verdad frente a la mentira, a lo real contra la superchería. Y que lo que está en juego rebasa ese duelo y se convierte en una especie de venganza personal y en la consecución del reto intelectual y espiritual que el personaje del joven investigador tiene planteado.

Magnifica dirección de actores, sólida dirección artística y de edición, ambiente y fotografía a tenor con el nivel, en el que el sonido también es clave y la música se ajusta perfectamente con el dramatismo de las escenas. Mención especial al actor Toby Jones, que hace de melifluo profesor universitario, rival de la Weaver. Interesante película.

 

     
   
  

 

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