UN NUEVO PARADIGMA PARA SALVAR A LA TIERRA
(Publicado en la revista Compromiso y Cultura, marzo de 2023
En 2015 una escritora norteamericana llamada Elizabeth Kolbert, especializada en temas científicos, publicó un libro “La sexta extinción” (Ed. Crítica) por el que recibió el Premio Pulitzer. En él, Kolbert se hacía eco de una denuncia de los biólogos del mundo entero contra la extinción continua y masificada de un gran número de especies. Es la sexta gran extinción que está sufriendo el planeta según los científicos, biólogos, zoólogos, antropólogos y geólogos, pero ésta tiene dos características diferenciales: está ocurriendo ahora y la especie humana es la única responsable. Y no se trata de la desaparición de organismos diminutos, esporas o líquenes, sino de especies más complejas y fundamentales para el bio-equilibrio. Usando datos cruzados entre los diversos centros científicos, para finales del siglo XXI, Kolbert pronostica la desaparición de casi la tercera parte de todas las especies vivas que existían en la tierra. La lectura de este libro y también el de Bill Gates sobre “Cómo evitar un desastre climático” (Plaza Janés, 2021) me han servido de contrapeso argumental para valorar una serie de libros publicados por Kairós, “Vivificar” -2022,2016) de Andreas Weber, “Así habla la Tierra”(2022) de Jordi Pigem, el venerable “Gaia” (1987-89) de un grupo de científicos (Lovelock, Bateson, Varela, Maturana…) y el clásico “Diálogos con científicos y sabios” (1986-90) de Renée Weber, en la editorial Libros de la liebre de marzo.
Se trata como habrán podido suponer ustedes de presentar unos análisis competentes de la gravedad del momento bio ecológico que vivimos, no sólo denunciando los múltiples problemas que pueden acabar con nuestro mundo, sino facilitando puntos de vista que trabajan en pro de encontrar soluciones o caminos alternativos, incluso de nuevos paradigmas…todos ellos remando en la misma dirección: la integración de las especies en el Todo al que pertenecen, sin preeminencia ética o vital de ningún tipo, sino abogando por la causa de la interelación como fundamento de una ecología integrada y en definitiva el único camino que tendría efectividad. Curiosamente un camino que nunca ha sido seguido más que por unas minorías marginadas de las sociedades económico-depredadoras que han usurpado el poder en el planeta desde la Revolución Industrial hasta el aciago siglo XX y mucho más acá (todos los conflictos bélicos actuales, desde África hasta Ucrania, tienen un vergonzoso y evidente componente de ansia hegemónica de poder económico y de ambición depredadora).
La multicrisis que afronta nuestro mundo en esta época decisiva han formado una especie de “tormenta perfecta” que incide en aspectos tan peculiares como la energía, la alimentación, la salud humana, las sequías, todas bajo un paraguas de cuestiones económicas, como si fuera el oro de Midas. Todas están conectadas y como pregona Gates “requiere una respuesta conjunta que dé prioridad a la cooperación, solidaridad e innovación mundiales”. La guerra en Europa está agravando los síntomas de la debacle mundial: encarecimiento de la energía y los alimentos (con hambrunas en África) y la pandemia de la covid no nos ha enseñado una verdad palmaria: ningún país en solitario puede resolver los problemas globales. El hambre, la sed, la sequía, la escasez de alimentos y energía, la potencial aparición de nuevos virus, deberían reforzar la idea de la solidaridad y la cooperación como el tejido de un nuevo orden mundial que afronte todas las amenazas que parecen esperarnos a la vuelta de la esquina. Pero el tiempo pasa y la tendencia es la contraria: exacerbación de los nacionalismos y las brechas de tipo racial, sexual, económico, sumadas a ideologías fascistas que defienden la estrechez de fronteras, de ideas y de razas. Existe una tecnología suficiente y en dinámica de crecimiento- para garantizar un futuro, pero hay fuerzas contrarias a ello y con la miopía necesaria para defender egoísmos nacionalistas o raciales.
Por todas estas razones los libros del biólogo y filósofo alemán, Andreas Weber, “Vivificar” y del filósofo español Jordi Pigem, “Así habla la Tierra”, inciden en un nuevo paradigma que defiende la integración de los seres vivientes como una forma de desarrollo equilibrado. Ambos proponen una poética de la vitalidad, una suerte de “ecosofía” (escucha de la filosofía de la Tierra, en los árboles, las montañas, los ríos o el océano). Como dice Pigem, “no estamos solos. Cada forma de ser es una forma de sentir. Tendemos a ignorar eso, fascinados por la tecnología y las múltiples exigencias y supuestos “dones” de la existencia actual”. El medio natural, nos recuerda Weber, es parte de nosotros y deberíamos vivir en una permanente interconexión con él. El momento actual es un rotundo mentís a ese mensaje y estamos arrasando le Tierra con nuestro espíritu depredador y sus caballos de batalla: la economía y la falsa superioridad antropocéntrica. Weber propone un nuevo paradigma, una relación de simbiosis creativa del ser humano con la Naturaleza. Eso es “vivificar”. Noble término para un presente opuesto a él: estamos matando al planeta. El mensaje de Weber y Pigem suena utópico, pero también profundamente razonable. Debemos trascender el pensamiento racional, dice Weber, - -y evitar el pensamiento “nazional”, añado yo--, y reconsiderar la vida y la vitalidad con una perspectiva diferente: considerarnos parte intrínseca de la naturaleza y actuar en consonancia con el Todo, reconciliándonos con el mundo natural, liberándonos de nuestro antropocentrismo y creando un sistema de valores en el que se integra todo lo que vive. El ser humano no es viable de una forma aislada -nuestra identidad se construye a través de la relación con otros seres humanos- y debe superar la lucha de todos contra todos como forma de supervivencia, oponiendo la solidaridad de todos con todo, como la única forma de progreso. Como decía uno de los ecofilósofos pioneros, Aldo Leopold: “Hay que pensar como una montaña. Es decir no pensar desde el punto de vista del individuo, sino desde una forma de vida creativa y productiva; solo así podemos comprender lo que hay más allá de nuestra limitada imaginación”.
Weber nos recuerda que se han descubierto sentimientos en otros seres no humanos y hasta ahora poco considerados. La vida, nos dice, se encuentra en el núcleo íntimo de la experiencia emocional…las plantas cooperan entre sí, se comunican y sienten dolor…las abejas se deprimen y las arañas sueñan, los delfines tiene sentido del humor y capacidad de reírse, los orangutanes comparten un 95% de nuestro genoma, los perros y los gatos tienen emociones…vivimos en el seno de una biosfera sensible, ¿cómo sostener la presente, supuesta e irreal superioridad de la especie humana? Y Weber propone “tenemos que dejar de tratar al resto de los seres vivos como objetos”. Ya que, en sí mismo, el ser humano no es un individuo, somos ecosistemas formados de trillones de microbios y moviendo hilos que ni siquiera sabemos que existen y que se comunican y relacionan con otras colonias de seres vivientes. Ya sean personas o flores, árboles o animales. Pero ignoramos esta vitalidad entrelazada. “Vive tu vida de manera que nutra la vida”. Esa idea forma parte del nuevo paradigma que podría salvarnos a los humanos y de paso salvar al planeta y las miríadas de seres vivos que existen en él. “El intercambio metabólico es siempre significativo. Es una revelación poética del Todo a través de transacciones particulares”, añade Weber.
En el delicioso libro de Pigem, donde todas estas ideas está incluidas en los aportes poéticos de ríos, desiertos, montes, selvas y océanos que toman la palabra para mostrar su mensaje al lector, hay una cita de Coleridge que resume un poco la ecosofía que anima a muchos de los autores citados: “Recuerda que todo lo que es, vive/ una cosa absolutamente inerte es inconcebible/ excepto como un pensamiento, imagen o fantasía/ en algún otro ser”. Y otra de su maestro, Raimon Panikkar: “La vida no es un accidente que se adhiere a la materia/ La Tierra es un ser vivo; el universo es un ser vivo/ el cosmos entero está vivo/…es decir, la realidad está viva”
Los últimos avances de la neurobiología y el estudio científico de la conciencia avalan de alguna manera las intuiciones y reflexiones de muchos de estos estudiosos y sabios, físicos y practicantes de la nueva biología que tratan desde hace años de ofrecer un enfoque diferente e integrador de la ecología, con otras disciplinas científicas y sociales.En 2015 se celebró en Tucson (Arizona) una Cumbre internacional sobre Ciencia postmaterialista, Espiritualidad y sociedad, en la que se consensuó un manifiesto que de alguna forma resume mucho de lo trabajado por los autores que hemos citado, el famoso Proyecto Gaia e investigaciones sobre “cuestiones cuánticas” formuladas por clásicos de las ciencias físicas como Heisenberg, Einstein, Pauli, Schrodinger, Plank o Eddington. Los puntos esenciales de la teoría alternativa propuesta, eran:
. La mente es un aspecto de la realidad tan esencial como el mundo físico. No puede derivarse de la materia ya que sólo algunos aspectos de la mente son el resultado de procesos fisiológicos. La conciencia es causal y la realidad física es su manifestación. La conciencia se extiende más allá del cerebro, lo trasciende y es capaz de existir independientemente de él.
. Todas las cosas en el cosmos están interconectadas a nivel cuántico, de manera que se influyen unas a otras. Todas las cosas son una en la gran urdimbre de la creación. Existe una interconexión profunda entre la mente y el mundo físico. Forman una red de vida a la que informa e influye y es informada e influida a su vez por dicha red.
. Algunos aspectos de la conciencia no están limitados por el continuo espacio-tiempo y tampoco se originan enteramente dentro de la neuroanatomía de un organismo.
. El bien de uno y el bien de los muchos son simbióticos: se trata de la afirmación de la antigua sabiduría que podemos ser tan fuertes como nuestro eslabón más débil.
Pero ese cambio de paradigma es una parte de la solución del problema. Es preciso señalar con claridad y urgencia las posibles medidas que pueden evitar el desastre climático, como hace Bill Gates en su libro, de forma bien pragmática. Hay soluciones científicas y tecnológicas a las brutales amenazas que nos vienen encima. Pero no son varitas mágicas que las resuelven de golpe. Es una tarea titánica y requiere de algo fundamental que es menos probable que logremos: un consenso global (que está lejos de existir) y unas medidas políticas que favorezcan esa transición (a un precio de responsabilidad individual y social más utópico aún: requiere sacrificios y alejarnos de ciertos lujos y comodidades). Escribe Gates: “necesitamos que el sistema energético prescinda de todo aquello que hace daño al planeta y conserve lo que nos interesa. Es la cuadratura del círculo: que el sistema energético cambie por completo y que a la vez las ventajas de su uso permanezcan parecidas.” Estamos lanzando 51.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero cada año. Eso nos lleva al suicidio colectivo, ante el que la ciencia y la tecnología tienen muy poco campo para gestionar. Se trata de cambiar un estilo de vida en la sociedad opulenta. Y eso requiere un cambio de manera de pensar que el ciudadano de tales sociedades no está dispuesto a asumir. La cómica paradoja del asunto es que sólo a causa de una pandemia mundial como la COVID-19 se logró bajar sustancialmente dicha emisión.
Es obvio que nuestro género sólo aprende a base de jarabe de palo. ¿Estamos asistiendo al réquiem por un planeta difunto? Como saben ustedes, el mismo réquiem nos concierne a los seres humanos. Sólo una decidida apuesta por el paradigma unificador que hemos comentado podría añadir algo de esperanza al problema. Pero como escribió Thomas Kunh los paradigmas tienen la mala costumbre de luchar denodadamente entre sí, a través del paso de lustros y decenios, para permitir que el más nuevo prevalezca. Y, desgraciadamente, no nos queda mucho tiempo.
ALBERTO DÍAZ RUEDA
Libros recomendados: “Vivificar” de Andreas Weber; “Así habla la Tierra” de Jordi Pigem; “GAIA” de varios autores; Todos ellos editados por Kairós. “Dialogos con científicos y sabios” de Renée Weber, Ed. Libros de la liebre de marzo; “Cómo evitar un desastre climático” de Bill Gates, Ed. Plaza Janés; “La sexta extinción” de Elizabeth Kolbert, Ed. Crítica