Ayer volví a visitar "Irish" la película biográfica que Richard Eyre dedicó a la escritora Iris Murdoch, con un formidable terceto de actores: Kate Winslet y Judi Dench dando imagen de la juventud y la desdichada vejez de la escritora y Jim Broadvent prestando su físico inigualable de bondad e inteligencia a John Bayley, el marido y compañero de Irish durante más de 40 años. Precisamente en el libro de éste "Elegía a Irish" de 1999, se basa el guión de la película (un libro y un guión ligeramente manipulados al parecer por Bayley debido seguramente a que para esas fechas era una persona muy mayor y olvidadiza, y no había olvidado los disgustos y problemas que le causó cuidar a Irish durante sus últimos años, derruidos por el Alzheimer) Este año se cumple el centenario del nacimiento en Dublin de Irish. Fue una joven provocadora, libre sentimentalmente hasta el extremo (entre sus amoríos más sonados está la relación con el judío Elias Canetti, que no la trata muy bien en sus memorias) sumamente inteligente y brillante en sus novelas y ensayos. Recuerdo con placer la lectura reciente de "El fuego y el sol", un ensayo sobre la paradoja de un Platón que ansía la Belleza y al mismo tiempo destierra a los artistas como un peligro en la búsqueda de la Verdad. Y, en novela, "Bajo la red", su primera novela, no la mejor desde luego, rescatada por Impedimenta el pasado año por la proximidad del centenario, supongo. En ella, una especie de "Ulises" con Londres como escenario y un protagonista que lo recorre como si fuera un Bloom más joven y desorientado, una mezcla de Tom Jones y de David Copperfield, nos muestra con ojos de pícaro las calles, rincones, pubs y gentes de un sucio Londres recién salido de la guerra, bohemio, desternillante, promiscuo y escasamente moral. De aquella lectura saqué una notas que dejan bien clara la calidad intelectual de Irish: "Toda teorización es una huida. Debe dirigirnos la situación en sí, y eso es inexpresablemente concreto. Desde luego, es algo a lo que nunca podemos acercarnos lo bastante, por mucho que intentemos, por así decirlo, meternos bajo la red". ¿De qué red habla Iris y su personaje? Del lenguaje, por supuesto. Algo que vemos en este otro fragmento de diálogo entre dos personajes de la novela: "Hay situaciones que no se pueden desenredar nunca-dijo Hugo- tienes que dejarlas a un lado. Tu problema, Jack, es que quieres comprenderlo todo con empatía y no puede ser. Uno debe andar a trompicones aunque se equivoque. La verdad reside ahí. -Oh, al infierno la verdad... Las acciones no mienten; las palabras siempre...pero ya veo que todo ha sido una alucinación." (pág. 311). Y más adelante: "¿Cuándo conocemos a un ser humano? Tal vez sólo cuando uno ha comprobado la imposibilidad de conocerlo y ha renunciado al deseo de ello y al final ni siquiera siente su necesidad. Pero lo que uno consigue ya no es conocimiento, es simplemente una especie de coexistencia; y esa es también una de las máscaras del amor". (pág. 325). Y en otro lugar añade: "solo hay una cosa que haga a una mujer perdurar y es la inteligencia". o "encontrar a alguien inagotable es la definición del amor".
Pienso que la inteligencia como elemento básico para "perdurar" es necesario pero no suficiente. En estas cosas el azar, la oportunidad y el "kairós" o "momento adecuado" tienen mucho que decir, según afirmaba el viejo Epicuro basándose en Aristóteles nada menos. Y esto es válido para hombres y mujeres (sólo que éstas últimas también necesitarán superar los prejuicios ancestrales en contra). Y en cuanto a la "inagotabilidad" (lo siento por los "machos alfa"), no se refiere a la sexual, sino a la genuinamente basada en el intelecto, la sensibilidad, la empatía (del griego empathéia: capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos): , la creatividad, la generosidad y la compasión. Miren a su alrededor y si ven a alguien que tenga ese tipo de inagotabilidad, no le dejen que desaparezca de su vida. Hay muy pocos seres humanos así.-ALBERTO DÍAZ RUEDA
Cuando hace varios decenios encontré los primeros libros de zen editados por editoriales sudamericanas, en traducciones bastante objetables, pero con un contenido intrigante, brillante y al mismo tiempo oscuro, o leí los libros del alemán Dürckheim, el norteamericano "El zen de la motocicleta" o los apuntes del jesuita Thomas Merton, para pasar más tarde con la editorial Kier a los tomos de budismo zen de Suzuki, el término de "lo insípido" comenzaba a serme muy familiar. El zen no tiene sabor, como un sorbo de té japonés, me decía mi maestra Berta Meneses, una monja católica y maestra zen reconocida. Al estudiar filosófica e históricamente los textos de la sabiduría china que junto a la india, dieron lugar al budismo zen, comprendí que todo nacía en el principio del Tao Te Ching. "El Tao del que se puede hablar no es el verdadero Tao". Y las palabras enigmáticas de Lao Tsé "Al pasar por vuestra boca, el Tao es insípido y desabrido". También el zen afirma que la práctica del zen es insípida, no lleva a los fastos y gloria de la iluminación cristiana o a las visiones de las prácticas vedantas, del taoísmo mágico o la apertura hindú del chakra místico en el cerebro (la kundalini).
Los chinos y el zen más puro lo tienen claro, la insipidez se encuentra en el punto de partida de todos los posibles, pasa desapercibido, se transforma infinitamente y como dicen los maestros taoístas "todo el mundo es capaz de distinguir los diferentes sabores, pero la insipidez del centro de todo (el Tao) es lo más difícil de apreciar, pero eso sí, se aprecia infinitamente". Allí radica el fondo indeferenciado de las cosas, neutral y pleno, o vacío y disponible, dispuesto a decantarse hacia un lado o al otro con la brevedad de no tomar jamás postura. Todas las escuelas de pensamiento chino, entre ellas las tres principales, taoístas, confucianistas o budistas, coinciden en ese punto, no de una forma mística o intelectual, aunque sí artística, pintura, caligrafía, poesía. Jullien hace un complejo, a veces oscuro, siempre sugerente viaje al interior de esas expresiones del pensamiento tan ajenas y a veces contradictorias o paradójicas con nuestra racionalista educación greco-romana. Nos llevan hasta el límite de lo sentido, de la palabra que lo define, de su estructura filosófica, y nos dejan desnudos delante de la insipidez: es otra dimensión que está en esta en la que vivimos.
Leer a Jullien es un ejercicio deleitoso a menudo pero también en ocasiones opaco o difícil de entender, aunque siempre nos deja con la sensación de que hay algo detrás del discurso que nos concierne y que entendemos aunque nos cuesta digerir. En la última frase del libro nos queda claro lo que se nos ha tratado de explicar: "La insipidez es la experiencia de la trascendencia reconciliada con la naturaleza y dispensa de la fe". Y es que como Jullien afirma "todo el mundo es capaz de distinguir los diferentes sabores, pero la insipidez del centro(¿el Tao?) es lo más difícil de apreciar". Pero el que lo logra accede a lo infinitamente apreciable.
La sensación que nos deja la lectura de este libro tiene que ver con aquél axioma tan caro a este autor, la mayoría de cuyas obras he disfrutado a lo largo de los años, "no importa la sabiduría ni el conocimiento que puedas adquirir, importa "la tensión y el afán de la búsqueda". O como dijo T.S. Eliot, "No cesaremos de explorar/y el fin de todas nuestras búsquedas/ será llegar donde comenzamos/y conocer ese lugar por vez primera./A través de la puerta desconocida y recordada/cuando lo último por descubrir en la tierra/ sea lo que fue nuestro comienzo".
La insipidez nos recuerda el autor, tiene que ver, está unida al desapego interno respecto a todos los motivos y motivaciones posibles, en una tendencia permanente hacia unas mayores simplicidad y sobriedad, El Sabio, nos dice, "saborea el desabor, actúa sin actuar y se ocupa de la desocupación...percibe que los opuestos lejos de estar bloqueados en la individualidad no dejan de condicionarse unos a otros y comunicarse entre ellos...el arte y la sabiduría consisten en dejarse llevar de un polo al otro, interviniendo lo menos posible, con el fin de disfrutar plenamente de la lógica de la realidad...y prestas atención a las cosas cuando aún son fáciles de manejar".
Lecciones de estrategia vital que están en el polo opuesto de nuestra manera occidental de acercarnos a lo "real". Pero aún con esa dificultad inherente, Jullien logra interesarnos y persistir con paciencia y tozudez en ese modo de percibir y actuar -o no actuar- en el que el concepto difícil de entender (para nosotros) de la insipidez tiene un papel clave. De lectura obligada (y trabajosa a veces) para todo estudioso o aficionado a la cultura milenaria china, a su arte, filosofía y psicología social y personal.
FICHA
ELOGIO DE LO INSÍPIDO.- François Jullien.- Trad. Anne-Helene Suarez.-172 págs. Ed Siruela.- ISBN 9788478443888
El cuerpo ha sido el gran ausente de la filosofía occidental, sobre todo después de Platón. El cristianismo lo anatematizó destruyendo los desnudos artísticos, inventando la autotortura y colgando la rueda de molino del escándalo en el cuello del pobre y virtuoso Epicuro. El cuerpo ha sido el gran sospechoso, la urna de los "pecados" más sombríos. Desde los estoicos, Plotino, Agustín, Leibniz, Spinoza... hasta Kant, Wittgenstein, Cioran, el cuerpo era un obstáculo para la "salvación" del alma por supuesto y para los filósofos más serios, un modo de acceso bastante dudoso para el conocimiento de la realidad, como nos mostró Descartes.
Pero somos cuerpo, fundamental, inevitable, esencialmente. Aunque no sólo cuerpo, por supuesto. Pero ese "algo" más tiene el sello de la sospecha que provoca la metafísica. Por eso me gusta la intuición ancestral, legendaria, de la filosofía taoísta. La disponibilidad del ser como ser, pasa por su cuerpo o más bien por su "ser constitutivo" que es una unidad absoluta en la que para entendernos, están integrados cuerpo físico y ese "algo" inmaterial o más bien indefinible que lo sustenta. En la filosofía moderna parece que solo Nietzsche criticó esa ignorancia del cuerpo y precisó, como los maestros taoístas, que la respiración es la esencia del vivir ahora. Respirar es renovación permanente, sin un antes ni un después, respiras luego eres, entra en una alternancia continua que define la existencia, la expresión vital del ser y la realidad de la que forma parte, marcando mejor que la mente -tan difusa por lo general en esa cuestión primordial- un "afuera" y un "adentro" que propicia la "apertura" del cuerpo, por sus orificios, al entorno con el que se inter-relaciona. Pura lógica físo-orgánica. Pienso, luego existo. No. Empecemos por respiro, luego existo. Y para filosofar, dice el taoísta, respira por todo el cuerpo, desaparecerá la crispación del ahogo, de la falta de aire que es la falta de visión, y el pensamiento florecerá desde ese hálito necesario para poder pensar, precisamente. Todas las filosofías occidentales han empezado por analizar la percepción y no se han percatado que hay un "antes" que cambiaría la trayectoria del pensamiento y quizá su eficacia: empezar por una "filosofía de la respiración". Parece banal. ¿pero lo es? El taoísmo y el budismo, contemporáneos mas o menos de los presocráticos, se ajustaron a ese "pliegue" de la razón natural y orgánica y en él cimentaron una filosofía brillante (a la que estamos obligados a volver una y otra vez conforme avanzamos en nuestro camino de la razón y el logos y el universo cuántico). Ellos empezaron por lo más básico del hombre para buscar la excelencia y el bienestar sel ser. Nosotros nos desviamos por caminos que han pasado por dos guerras mundiales, infinidad de conflictos y una tecnología que nos va anulando mientras nos posee. Muchos desconfían de esa deriva consumista y tecnológica. Ya no se puede mirar hacia oriente. Han sido conquistados y adoran a los mismos dioses de los bits. Es hora de pensar, informarse y mirar hacia dentro. Estamos en el mejor de los mundos para hacer eso posible. El budista diría "usa la fuerza del enemigo para volverla contra él". Respira profundo y piensa.-ALBERTO DÍAZ RUEDA
Este mes dedicamos este espacio de libros a un compromiso esencial que constituye en cierta forma la conexión más directa con la vida de todo cuanto alienta en este mundo: las plantas, los árboles, las flores, los bosques, los alimentos que proceden de la tierra, la interacción no siempre positiva e inteligente con esos elementos naturales tan llenos de vida como los seres humanos y considerablemente más gratificantes, generosos y humildes en su conjunto. Para ello contamos con una revolucionaria mirada al mundo de las plantas desde la ciencia, la de Stefano Mancuso, uno de los más interesantes neurobiólogos vegetales con rara habilidad para contarnos desde un punto de vista científico la vital importancia del mundo vegetal. Para ello he leído dos obras suyas, "Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal" escrito en colaboración con la periodista Alessandra Viola y "El futuro es vegetal". Las advertencias y proposiciones científicas que se nos brindan, me han convencido de que si el mundo no cambia su actitud ante el género vegetal en su conjunto , además de los horrores que vaticinan algunos sobre el cambio climático, la escasez de agua y alimentos y la deshumanización tecnológica, acabarán haciendo profética aquella película distópica de los ochenta que se llamó "Soylent Green", en la que una humanidad que ha acabado con los recursos naturales, sobrevive alimentándose de las galletas energéticas que llevan el nombre de la película y que proceden de una horrible e inesperada fuente "natural". Pero, si dejamos de lado el humor negro, los datos que se nos brindan caen de su propio peso y lo que más sorprende es que los gobiernos no hagan campañas bien diseñadas para informar y mentalizar a la población de que hemos de cambiar nuestra visión del mundo vegetal por simple cuestión, y esto no es broma, de supervivencia.
El estudio de la inteligencia vegetal nos permite observar nuestra mente con otros ojos y aplicar lo que observamos a los déficits de nuestros comportamientos. Así por ejemplo, las plantas manifiestan los comportamientos "emergentes", es decir las "actitudes de rebaño o enjambre" en los que la individualidad no cuenta más que lo colectivo y éste trabaja en común y con una gran eficacia para conseguir determinados objetivos. El hecho básico es aceptar (y se puede desmostrar empíricamente) que las plantas son sensibles, tienen más sentidos que nosostros (por ejemplo miden la gravedad, analizan compuestos nutritivos, los saben localizar, etc.) se comunican entre ellas y con los insectos y otros animales, duermen, memorizan e incluso son capaces de manipular, dominar y explotar a otras especies. Por tanto, son organismos inteligentes a todos los efectos.
Por ejemplo, las raíces constituyen una avanzadilla de busca y captura de agua y nutrientes en permanente avance y como las plantas no están formadas como nosotros, en forma piramidal, con un centro de poder y gestión en el cerebro, sino con con innumerables centros de mando en ramas, hojas y raíces, de suerte que está más dotada para sobrevivir en determinadas condiciones y no depende de un sólo órgano de decisión (con lo que el ataque de un depredador que devora una roma o unas hojas, no supone dificultad alguna para la planta (imaginen lo que nos ocurre a los humanos si nos dañan el cerebro). Ellas tienen un fina percepción de parámetros físicos y químicos, eléctricos o magnéticos que muy pocos animales y humanos perciben. Parece demostrado que las raíces disponen de sensores que pueden percibir funciones de más de veinte parámetros físicos y químicos. Ya que aunque carecen de órgano olfativo específico, esa percepción está presente en el propio tejido vegetal u son sensibles a moléculas volátiles que les dan toda la información que precisan.
Como dice Mancuso : "Los vegetales no tienen pulmones ni hígado ni estómago ni páncreas ni riñones, y aun así son capaces de llevar a cabo todas las funciones que estos órganos realizan en los animales. ¿Por qué, entonces, la ausencia de cerebro debería impedirles ser inteligentes? Fijémonos en el caso de la raíz, la parte de la planta a la que, como hemos visto, incluso Darwin otorgaba capacidad de decisión y guía (…) Darwin estaba convencido de que las diferencias entre el cerebro de un gusano o el de cualquier otro animal inferior y la punta de una raíz no son tan sustanciales ".
Si una de las definiciones más conocidas de la inteligencia es "la facultad de resolver problemas" y otra "la capacidad de adaptarse al medio" , nadie en su justo juicio piuede negar la inteligencia de las plantas ante el cúmulo de datos empíricos que nos ofrece la ciencia. En las raíces existen células muy parecidas a nuestras neuronas y cumplen la misma función en unos y otros: usar impulsos eléctricos para comunicarse entre sí y gestionar una cuestión compleja. Esos millones de células "neuronas", trabajan en red no sólo en la misma planta sino también comunicándose con el entorno y las otras plantas. En realidad qué mejor metáfora del sistema de comunicación de las plantas, en red, que internet . Algunas escuelas de negocios están estudiando el modelo vegetal para diseñar nuevos modelos de gestión en las empresas sin jerarquías de mandos piramidales. Y si además nos dedicamos a mejorar la interacción del se humano con el mundo vegetal, creo que todos saldríamos ganando.
Mancuso y su equipo de investigación han concluido a través del análisis de las posibilidades del mundo vegetal que "las plantas pueden calcular con precisión sus circunstancias, utilizar sofisticados análisis de costes y beneficios, así como adoptar acciones definidas para mitigar y controlar diversas agresiones ambientales. Son capaces de una percepción auto gestionada y colectiva, exhibir comportamientos territoriales y complejas habilidades comunicativas....las plantas interactúan con los animales atrayéndolos con flores de colores o deliciosas frutas para asegurarse de que sus flores son polinizadas y sus semillas se dispersen. y entre ellas tienen una rica vida social".
Desde un punto de vista práctico piensen que el ser humano conoce apenas el 5% o 10% de las especies vegetales del planeta y que de éstas se extrae el 95 por ciento de todos sus principios activos medicinales. Pensando en ello recordé aquella película de los 80 "Medicinal Man" con Sean Connery como biólogo vegetal, que logra encontrar en el Amazonas una planta rara cuyos elementos analizados podrían haber eliminado bastantes clases de cánceres humanos. El avance de una empresa maderera devastando la selva amazónica destruye las plantas. Cada día desaparecen muchas especies, sin ni siquiera haberlas conocido y descrito científicamente, y con ellas se pierden casi seguro muchas soluciones a los problemas de la Humanidad.
En el prólogo de "El futuro es vegetal" hay unos párrafos de una claridad y sencillez impresionantes: "...respiramos gracias al oxígeno que producen los vegetales y toda la cadena alimentaria, por consiguiente los alimentos que nutren a todos los animales de la tierra tiene su base en las plantas. Además el petróleo, el gas y el carbón, lo que llamamos "recursos energéticos no renovables", no son más que energía solar almacenada por las plantas hace millones de años. Los principios activos de nuestros medicamentos son de en gran parte de origen vegetal. La madera, aun hoy, es el material de construcción más utilizado en muchos lugares del mundo...más de 38.000 especies distintas tienen uso documentado... " y acaba asegurando, "las plantas encarnan un modelo mucho más resistente y moderno que el animal, son la representación viviente de cómo la solidez y la flexibilidad pueden conjugarse...sin centros de mando, capaz de resistor catástrofes sin perder la funcionalidad y con capacidad para poder adaptarse a gran velocidad a cambios ambientales drásticos".
Es preciso comprender la innovación vegetal en la vida del planeta Tierra. Aprender de su forma de generar energía gracias a la captación de la radiación solar, fijar emisiones de carbono, copiar su diseño modular y replicativo incluso en su inteligencia. "Son una fuente de conocimiento para la ingeniería, el diseño y multitud de disciplinas”. Mancuso nos recuerda también que nuestro planeta está cubierto en su mayor parte por agua, por tanto podemos aprender a cultivar el mar y analicemos y apliquemos las desconocidas propiedades de las algas y las plantas acuáticas.
Está comprobado que las plantas son capaces de aprender de la experiencia y, por tanto, poseen mecanismos de memorización y los miles de apices de sus raíces intercambian información no sólo entre los que forman parte de una planta, sino con las que la rodean. Los investigadores han comprobado que en los bosques los ejemplares más sanos transportan alimentos a los más envejecidos y a los jóvenes. De la eficacia de su planteamiento evolutivo, afirma Mancuso: “Todas las ideas novedosas que tenemos sobre la sociedad del siglo XXI y la era de la globalización y de internet, como la inteligencia distribuida, el conocimiento compartido, los contenidos subidos en la nube, la configuración de internet como una red sin centro definido... todas esas habilidades que demandamos para la sociedad del siglo XXI son la forma que tienen las plantas de funcionar”. En su laboratorio Mancuso ha desarrollado robots diseñados siguiendo el esquema de los vegetales, es decir, unos “robot plantoides”. Defiende que la exploración espacial se beneficiaría de usarlas como modelo. “No tiene sentido gastar enormes cantidades en un solo robot exploratorio, esos Rover marcianos que solo pueden explorar una pequeña parte de terreno y que funcionan según nuestras estructuras mentales. Mancuso defiende que sería más útil enviar cientos de pequeños robots y hacerlos llover sobre el planeta, que fueran capaces de abastecerse de energía y de extender sus ‘raíces’ robóticas en el subsuelo para medir y analizar el planeta y comunicarse entre ellos.
Mancuso se plantea como reto para el futuro la respuesta del mundo vegetal al cambio climático. Y asegura que "las plantas están sometidas a cambios rápidos en su entorno generados por el impacto humano sobre el clima. Están mostrando cierta elasticidad para adaptarse a la subida de CO2 y capturando más cuánto más hay; sufren con el aumento de temperatura y más todavía con las variaciones en las precipitaciones y el acceso al agua. En el contexto mediterráneo, como Italia o España, la suma de aumento de temperaturas y falta de agua es el factor que más las estresa. Cómo responderán estas maestras de la ingeniería al nuevo panorama es algo que veremos en las próximas décadas."
Realmente, "el futuro o es vegetal o no es".
FICHAS
SENSIBILIDAD E INTELIGENCIA EN EL MUNDO VEGETAL.- Stefano Mancuso y Alessandra Viola.- Trad, David Paradela.-140 págs. Galaxia Gutemberg.- ISBN 9788416252312
EL FUTURO ES VEGETAL.- Stefano Mancuso.- TRad. David Paradela.- 240 págs. Galaxia Gutemberg.- 19,50 euros. ISBN 9788417088170
"Sin pasear estaría muerto". Lo escribió el suizo de lengua alemana Robert Walser (1878-1956). Yo llevo desde mi adolescencia hasta hoy mismo pensando lo mismo, sin elaborarlo. Walser fue un poeta y un filósofo nato, un hombre que respiraba a través de la reflexión. No es muy conocido en el mundo popular de las letras o de la filosofía. Solía escribir microgramas, pequeñas reflexiones sobre lecturas, pensamientos sobre hechos de cada día, lo más cotidiano o lo más banal. Los "logoi" nacieron como una reacción mimética a los "propos" de Alain y a los "microgramas" de Walser. Fue respetado por talentos tan soberbios como Robert Musil ("El hombre sin atributos"), Herman Hesse ("Narciso y Godmundo"), Thomas Mann ("La montaña mágica") o Franz Kafka ("La metamorfosis", "El proceso"). Su obra está editada por Siruela en España. Pero me interesa resaltar hoy "El paseo" (publicada en alemán en 1917). Como escribe Menchu Gutiérrez en el prólogo de la edición española de 2016: "Todo resplandece en los paseos de Walser, en los que se mezclan arrebatos y caídas, en los que las ideas se elevan y abisman con la más extraña naturalidad...Walser defiende las miniaturas de la cotidianidad... él dota de materialidad a los fantasmas sin cuerpo del camino y, a su vez, éstos lo animan a él y le dan forma...el amante del vagabundeo vuelve una y otra vez al camino, ese que se ve siempre como si fuera la primera vez". Walser sigue a los clásicos del "tempus capere" (aprovechar la ocasión). Un tiempo que hay que saber esperar tanto como no perder. Y es el tiempo que se hace camino. en el que coincido plenamente con el autor. Es ese momento que nunca es neutro ni indiferente, que lleva en sí la marca de la oportunidad, que te invita a percibirla, que se abre para que te adhieras, pues es cuando las cosas que te rodean en tu camino comienzan a ser lo que son. Por eso cada camino es distinto, aunque geográficamente sea el mismo. Como totalmente diferente es el camino de subida a la montaña del que sigues para descender de ella, aunque topológicamente se trate de la misma senda, así lo constatamos todos los caminantes. Walser merece una lectura atenta. Y no se trata del "peri patós" de Aristóteles, el paseo reflexivo en compañía, dialogando sobre filosofía. Ni las sosegadas caminatas por el Jardín epicúreo, ni el "flaneur" parisino de Baudelaire o de Balzac. El paseo de Walser es otra cosa, es una especie de comunión sensual, poética e intelectual con el complejo y variado medio ambiente por donde pasa: "su cuidadosa mirada tiene que vagar y deslizarse por doquier, desinteresada y carente de egoísmo; tiene que ser siempre capaz de disolverse en la percepción y percepción de las cosas y ha de postergarse y olvidarse de sí mismo, sus quejas, necesidades o privaciones..." ¿Excesivo? Quizá si. Tal vez lo que más desconcierta al lector de hoy sea el estilo narrativo de Walser, su caótica sensibilidad aplicada a paletadas sobre el lienzo de la página, su tendencia a la disgresión disparatada, el surrealismo de las figuras que va mostrando y los diálogos y monólogos rebuscados y retóricos en los que se aprecia un cierto desequilibrio, una desmesura que recuerda al Nietzsche más desbordado o un Kafka sin la brida de su lucidez. No es un autor para cualquier lector. En cuanto al motivo central estrictamente, el pasear, el caminante, atestiguo después de decenas de años de practicar esa forma de andar por senderos y montañas de toda España, que esa actividad es más que un deporte o una actividad saludable...es el reflejo activo de una forma de vida. -ALBERTO DÍAZ RUEDA
Este libro o mas bien panfleto político o ensayo político -social del gran Tolstói fue escrito unos diez años antes de la muerte del genial escritor 1828-1910), cuando ya su vida había dado un importante bandazo hacia lo místico, la ayuda a la pobreza y la miseria de la gente del pueblo y sus descendientes se disputaban una cuantiosa herencia que Tólstoi se empeñaba en donar a los más necesitados. El escritor se sentía ya muy lejos de aquellas grandes obras, "Guerra y paz" o Anna Karerina" que habían cimentado su fama mundial, pero aún no se había producido la segunda Gran revolución rusa, la de octubre de 1917 (sería el 7 de noviembre de ese año según el calendario vigente en Europa, el gregoriano) que habría de cambiar la faz de su país y aterrorizar a la confiada Europa (y seguramente también a él que era un pensador moralista, utópico y bienintencionado).
"Contra aquellos que nos gobiernan", forma junto a ""¿en qué consiste mi fe?" o "El reino de Dios está en vosotros" en una trilogía que da forma a su voluntariosa crítica al poder y en un llamamiento a una rebelión no violenta proclamada con acentos apostólicos y cristianos, pero también con gran lucidez y un realismo irónico que mostraba los defectos sociales y políticos que provocaban miseria, injusticia y amargura en la gran población rusa que apenas podía sobrevivir, ante el dispendio y el lujo de una minoría privilegiada, poderosa y sin ningún tipo de moral.
Escrito con un estilo claro y contundente, con precisas descripciones y situaciones vividas por el propio escritor y con un ánimo de denuncia que convierte el texto en una irritada y conmovedora protesta contra la vida miserable que era moneda corriente en su país, nos va mostrando estampas de la vida cotidiana de las elementos mas humildes de la población rusa, desde los braceros de la estación moscovita de Kazán, a la durísima vida de las obreras de una fábrica cercana a la casa del escritor, como una serie de reportajes donde abundan las preguntas pero no se da ninguna respuesta, donde apunta la brutal injusticia pero no se indica un camino eficaz para solventarla, ya que la religión no ayuda a esas personas sino que de alguna manera tolera y justifica todo ese horror popular.
Su lucidez le permite vaticinar que la socialización de los medios de producción no sería viable para el progreso de las clases más oprimidas, mientras que las nuevas tecnologías de producción no favorecerían a los humildes sino que enriquecerían aún más a los poderosos. Las leyes van siendo dictadas por los poderosos que como siempre tienen el poder de controlar la policía y el Ejército los medios tradicionales de la "violencia organizada" para mantener una mayoría oprimida de humillados y ofendidos.
La propiedad de la tierra sigue siendo un activo en un país de grandes extensiones rurales y Tolstoi preconiza el reparto de las grandes propiedades de terratenientes entre la población (él mismo libera a sus sirvientes-esclavos y trata de repartir sus tierras con la oposición legal de sus familiares). En plena efervescencia visionaria Tolstoi asegura que si la población se niega a trabajar en esclavitud, a formar parte de la policía o el ejército, a apoyar en forma alguna a los Gobiernos de los poderosos, todo colapsará y podrá iniciarse una revolución auténtica, pacífica por y para el pueblo.
Como más tarde harían Gandhi, Thoreau o Luther King, Tolstoi clama por la resistencia pacífica, el negarse a pagar impuestos, el rechazar la explotación o las levas de soldados. Su fallecimiento y su edad le impiden ver el destino aciago de esos profetas de la paz (en el caso de Thoreau, sólo fue la cárcel de la que fue prontamente liberado por sus amigos, los otros dos fueron asesinados).
A pesar de todo la crítica contra la clase política y la financiera, los intelectuales, juristas y economistas que apoyan los abusos e injusticias que se cometen, son de plena actualidad y atañen con igual contundencia al sistema capitalista como al marxista (en realidad son los mismos perros con distintos collares) y a sus utopías que sostienen la evidencia de una imposibilidad de ejecución real y efectiva.
Quizá lo más permanente en estos días del mensaje revolucionario y crítico del viejo escritor ruso sea su llamamiento al respeto a la Naturaleza, la promoción y el sostenimiento general de bienes tales como la salud, la simplicidad de vida, la dignidad, la moralidad y una visión del trabajo como algo que suponga poder mantener una vida sin necesidades básicas sin cubrir, que no socave la autoestima de la persona y le permita prosperar hacia una existencia razonablemente feliz.
Para Tolstoi, "no hay más que un remedio, abstenernos de practicar la violencia: la violencia física, la enseñanza sistemática de la violencia y toda justificación social de la violencia".
FICHA
CONTRA AQUELLOS QUE NOS GOBIERNAN.- Lev Tolstoi.- Trad. Aníbal Peña.- 125 págs. Ed. Errata Naturae.- ISBN 9788415217633
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Cuando las palabras llegan al límite de su significado y los conocimientos se vuelven operativamente inservibles, la historia humana vuelve los ojos a la sabiduría y esta señala al silencio como respuesta. Con Chuang Tze, Confucio o Lao Tse por el mundo oriental, Aristóteles, Kant, Nietzsche o Wittgenstein, por el occidental, la filosofía ha conocido ese punto límite en el que el discurso deviene retórica vacía. Con ellos y otros grandes la alternativa ha apuntado hacia la hermana secreta de la filosofía, la sabiduría. Y ella ha mostrado el silencio no como solución o respuesta, sino como única posibilidad de seguir en el SER y no quedar sepultado en el ESTAR con su pliegue circunstancial de contradicciones y paradojas.
Cuando el príncipe Hamlet muere, exhala su último aliento con una frase "Lo demás es silencio". Ese "demás" está repleto de razones, explicaciones, dudas y certezas, amor y odio, venganza y celos, errores y maldades. Justamente la materia de estudio de la filosofía, tan ocupada en estructurar el "ser" y el "deber ser" de los humanos que trata de ignorar la presencia obsesiva de la sabiduría y del silencio que preconiza, de ese estar "entre", de ese vivir en el pliegue del tiempo, sin decantarse por nada, inclinándose a lo correcto en el momento oportuno. Los chinos lo sabían bien en la antigüedad. algunos presocráticos también. Los epicúreos y los escépticos y estoicos la rozaron. Nietzsche, un romántico del exceso y Wittgenstein, un Hamlet del lenguaje, la encontraron tarde para ellos, su Ser ya les había devorado.
El silencio es el muro que cierra el paso de la lógica china taoísta o exige ser superado en el koan zen. Wittgenstein llega a sospechar que el muro del silencio es, en realidad, una ventana. Como ciertos poetas ha comprendido que al límite del lenguaje no reina la oscuridad sino un mudo resplandor. Poetas y místicos sienten la tentación del silencio por razones distintas a las que Hannah Arendt, Rusell o Primo Levi exigen ante el horror del siglo XX con sus símbolos aplocalípticos, Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao, Ceaucescu, Pinochet, Saddam, Amin o el genocidio de los kurdos o armenios, los palestinos, las hambrunas de Africa, el éxodo hacia la muerte de millones de personas, los campos de refugiados...un escenografía espantosa que parece reflejarse en el cuadro de Eduard Munch "El grito", una de las obras de arte que resumen la desazón del espectador ante el horror implacable y gratuito del mal. Ante eso la sabiduría reclama silencio. Y humildad para cambiar en base a lo que hemos aprendido: el mal absoluto es un muro. Solo la sabiduría puede abrir una ventana en él.-Alberto Díaz Rueda
No tiene sangre inglesa en las venas pero domina el idioma hasta tal punto que está escribiendo novelas de tanta valía que le llevaron a lograr el Premio nobel de Literatura. Su origen japonés no ha sido obstáculo para escribir una novela tan fuertemente british como "Lo que queda del día" donde sabe mostrarnos los recovecos más ocultos del talante británico en sus diferentes clases sociales y de crear a unos personajes dotados de una profundidad y una humanidad casi shakesperiana. Además del Nobel (2017) se ha llevado los prestigiosos Whitbread (por "Un artista del mundo flotante" o un Booker por "Lo que queda del día",
"Cuando fuimos huérfanos" es una novela híbrida que comienza como una narración de detectives, se va convirtiendo en una novela bélica y acaba siendo un experimento literario en el que la psicología y los sentimientos de los personajes van hipnotizando al lector en una acción -y reflexión- de un dinamismo y un talento descriptivo excelentes. El protagonista es un detective que intenta conocer el paradero de sus padres en un docudrama bélico que nace tras el nacimiento del protagonista , Christopher Banks, en Shangai a comienzos de siglo. Su padre trabajaba para una empresa británica que siguiendo la política colonialista de Inglaterra estaba envenenando China con el mercado del opio. La desaparición misteriosa de sus padres cuando el niño tenía nueve años, lleva a éste a un internado en Inglaterra. La narración arranca en 1930, cuando Banks ya trabaja como detective y se ha labrado una gran reputación. Llega a Shangai en los momentos previos a la guerra con las amenazadora presencia japonesa en la colonia británica. Una vez allí se enfrenta a una situación caótica y pre-bélica y las escasas pistas de que dispone están basadas en recuerdos y la manipulación de la propia memoria. Compañeros de estudios, uno de ellos japonés, débiles recuerdos que el narrador -el detective en primera persona- no logra estructurar de una forma coherente. Las implicaciones psicológicas de todo lo que le rodea, el momento duro de la confrontación chino-japonesa, la necesidad de tomar partido, son elementos que van aumentando la complejidad de la trama que deja de ser la de una novela de género para convertirse en una novela de alta literatura.
La historia. a pesar de una cierta ingenuidad nostálgica y familiar del protagonista, se ve inundada por el asfixiante clima de corrupción que desde que llega a Shangai va envolviendo al detective. No hay héroes, Banks es un muñeco trágico que va mostrando la orfandad en la que vive, de sus padres, de sus amigos, del pasado en la ciudad y de la propia Shangai que se convierte en un escenario del Bosco. No hay salidas. Solo un desarrollo perturbador y un final triste y sin posible redención. Un drama personal que es la tragedia de una época. Y una brillante obra de Kazuo Ishiguro, en la que ,con un poco de cuidado, se pueden percibir ciertos detalles que nos recuerdan el origen del escritor, mucho más que en ninguna otra de las novelas que he leído de él.
FICHA
CUANDO FUIMOS HUÉRFANOS.- Kazuo Ishiguro.- Trad. Jesús Zulaika. Anagrama, 2001. 404 págs,
Aristóteles señala en su "Ética a Nicómaco" que no es posible moverse, hacer algo, actuar, si no es en el tiempo. Paradójicamente sostiene que hay una actividad que es independiente del tiempo. Se trata del placer que, asegura, "lo que tiene lugar en el instante de placer es un todo completo". Todo movimiento progresa en el tiempo hacia un cierto fin que tomará la forma del objetivo buscado. Pero en el placer la forma se cumple en cuanto se ejercita, se obtiene el placer: no hay paso de la potencia al acto, el placer es el cumplimiento del acto en sí. Ya no se trata de un punto seguido por otros en la línea del tiempo, sino que el placer se cumple en sí mismo y es completo, está "fuera del tiempo". Y eso es así porque es una experiencia "total" en la que el sujeto no tiene en cuenta su extensión o su duración. Una vez cumplido el proceso del placer obtenido, se relaja la tensión, acaba la actividad y todo vuelve a ser envuelto por el tiempo. Vuelve a caer en la cadena del "instante" presente que sólo cobra sentido al relacionarse con otro instante perteneciente al pasado o al futuro más próximo.
Epicuro cifra en el placer el máximo anhelo del hombre. Pero no se trata de un placer vulgar, sujeto a la carnalidad y al exceso. El placer para los epicúreos es la vida buena desde un alma buena, comprensiva, sabia y tolerante. Entre uno y otros hay una considerable diferencia. Platón y los estoicos (y después el cristianismo) anteponen la disciplina que lleva al disfrute de la "eternidad" a los placeres que, para ellos, toman un aire pecaminoso y bastante hipócrita.
El punto de vista aristotélico permite una reflexión más libre, menos dogmática y enriquece el pensamiento filosófico (que respecto al tiempo, parece encogerse después de Agustin y Plotino). Y es que el placer, entendido por encima del sexo, los banquetes y las borracheras, la caza y otras actividades que halagan pasiones más bajas y oscuras, se convierte en el disfrute del arte, la amistad, el afecto sensual y respetuoso a personas, arte, música y otras actividades que conciernen, por ejemplo, al deporte, la naturaleza, la cultura. Quién no ha podido comprobar en sí mismo esa "dispersión" del dogal del tiempo mientras escribía o leía una novela o una poesía, en una charla con un amigo querido, en tanto disfrutaba de un paseo por el bosque o escalaba una montaña? El placer es el cumplimiento del acto en sí. Aristóteles tenía razón. Y una nota jocosa: Aunque no se ajustó mucho a Aristóteles, nuestro buen Juan Ramón, Arcipreste de Hita, escribía en el siglo XIV: "Aristóteles dijo y es cosa verdadera//, que el hombre por dos cosas trabaja, la primera// es por el sustentamiento y la segunda era// por conseguir ayuntamiento con hembra placentera"
-ALBERTO DÍAZ RUEDA
El comisario Maigret es un clásico popular de la novela policíaca. Para mí no llega a la altura de Sherlock Holmes, pero si a la del padre Brown y está por encima de Hércules Poirot o la señora Marple de doña Agatha. También el estilo literario y psicológico de Simenon no tiene nada que envidiar al de los autores ingleses citados. Justamente los seguidores de Maigret encontrarán algún detalle literario enriquecedor en este "caso", en el que pululan personajes del inframundo de pobreza y delincuencia que como ocurre en otras zonas de opulencia, el la cara oscura de la Costa Azul.
"Liberty Bar" es una novela corta de 1932 (la edición que manejo tiene 136 págs) y en ella el Comisario Maigret abandona su escenario habitual, sale de la compañía y la presencia de su esposa y vida familiar y es enviado a la Costa Azul a resolver un caso que involucra a un ex magnate australiano, va solo y con espíritu -disculpable- de pasar unos días de relativo asueto en la prestigiosa zona de descanso millonario. Uno de esos, el rico australiano, vive su retiro poco dorado en una mansión de segunda en compañía de dos mujeres, su amante y la madre de ella, en un tipo de vida empobrecido y casi miserable (aunque él recibe una cantidad respetable cada mes desde Australia). El australiano ha sido asesinado de una puñalada en la espalda cuando regresaba a su casa tras una de sus frecuentes escapadas en las que bebía hasta la inconsciencia.
Maigret va desgranando a los sospechosos, empezando por la amante y su madre, dos patéticas mujeres, los locales que solía frecuentar y la gente de esos locales. El caso podía haber sido algo sórdido relacionado con la extorsión, la bebida, el juego, los celos o la codicia, pero se añade un motivo distinto: el australiano habia trabajado para el servicio de espionaje francés durante la Gran Guerra. El misterio está servido y Maigret va mostrando su tranquila astucia para desmontar el móvil político e afrontar el humano, demasiado humano. Es en el Liberty bar, un extraño local regentado por una vieja madame donde conoce a una joven prostituta y a su chulo, donde la madeja comienza a desenredarse. En fin, hasta aquí podemos contar. El resto es guardado para placer del lector, que se encuentra con una novela distinta a las habituales del Comisario socarrón y minucioso.
Parece que Acantilado va a publicar la obra completa de Simenon sobre el comisario. Es una buena noticia, para los amantes de la novela francesa policiaca de calidad literaria.
LIBERTY BAR.- Georges Simenon.- 136 págs. Trad, Nuria Petit.- Ed. Acantilado.- ISBN 9788417346355