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21 marzo 2023 2 21 /03 /marzo /2023 16:56

PUBLICADO EN LA COMARCA EL 210323

Ustedes me dirán que parezco un ave de mal agüero. ¿Veo fantasmas por todas partes? La guerra, la crisis climática,  la ecología, la alimentación, el agua, problemas sociales, políticos, educativos, económicos y financieros. ..Pues sí, veo fantasmas, pero son tan reales que forman parte de la vida cotidiana de nuestra época. Mi ex compañero de LVG, Manel Pérez, un avisado e inteligente analista económico, nos recuerda a otro fantasma de larga vida: la crisis financiera del 2008 que estuvo a punto de hundir la economía mundial y puso a muchos países en bancarrota social y política (recuerden Grecia). En aquella fatídica fecha se produjo la quiebra de Lehman Brothers, en Estados Unidos, lo que azuzó  los caballos del Apocalipsis sobre todo occidente. Ahora son el Silicon Valley Bank en Estados Unidos y el Credit Suisse quienes se hunden en sus propios errores (ambos llevan dos años dando pistas de que iba a ocurrir esto). La pérdida de credibilidad de la Banca mundial es el canto del cisne del  capitalismo neoliberal, aunque no hay Plan B, no hay un sistema que lo sustituya de una forma racionalmente efectiva. El terremoto bursátil arrastra a la baja a todo el sector bancario.

Por eso han salido los Bancos Centrales, garantizados por los Estados, a dar la cara por los colegas díscolos y demasiado imprudentes. Quizá al menos el banco suizo, cuando las aguas se calmen, desaparecerá discretamente.  Mientras, el BCE, el banco central de la eurozona, ha intervenido para  controlar la situación. A la Banca  le  facilitan  una salida por la puerta trasera, a pesar de ser responsables de políticas de gestión de carteras, como mínimo discutibles y censurables.

Los inversores y clientes de la Banca Mundial desconfían de esas instituciones regidas en muchos lugares por auténticos kamikazes de la codicia y la ausencia de ética, bajo un sistema financiero no transparente y unas megabancas con un poder tan grande como su soberbia y falta de honestidad. Las finanzas que escapan a los controles más estrictos, los “rincones oscuros “del sistema financiero, forman un poder en la sombra gigantesco, inimaginable, que podría rondar los 230 billones de euros. Su lema: el beneficio más grande, en el menor tiempo posible. No saben quién debe a quién, ni cuánto, ni si podrán pagarlo. Actúan como trileros, que apoyan los espejismos de las criptomonedas  o invierten en firmas que ofrecen altos rendimientos en poco tiempo y estallan un día como burbujas con demasiado gas. Operaciones especulativas de alto riesgo que, me temo, pagaremos los de siempre, los ciudadanos de a pie.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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17 marzo 2023 5 17 /03 /marzo /2023 19:08

Publicado en "Heraldo de Aragón", 170323

En 1928 Stefan Zweig escribía: “Ya no cabe el mito en lo terreno, ni aún en las estrellas…es a sí mismo donde el espíritu siempre ansioso de saber tendrá que dirigirse: es a su propio misterio donde se verá arrastrado por la atracción de lo desconocido… así que el descubrimiento de sí  mismo, el propio conocimiento, ha de ser el tema del futuro…ahora, un enigma irresoluble para la humanidad”.  El yo ha sido un enigma que ha preocupado a. filósofos, psicólogos y pensadores espirituales de todas las disciplinas desde la antigüedad y siguen en ello con la ayuda de los neuro científicos de hoy.

Durante siglos, el Yo y la conciencia ha constituido para todos los que buscaban situarlos y definirlos,  una permanente pregunta, corrosiva e irresoluble, a pesar de aplicarse en la investigación secular todas las técnicas posibles, empeñados en la busca de una imagen sencilla y comprensible (y comunicable, claro está) de su naturaleza huidiza. Ha sido preciso dar con la nueva neurología –los años 20 del siglo XXI – para comprender que el Yo es una respuesta, no una pregunta. No “la” respuesta, sino “una”. Una corriente especulativa como el “pansiquismo”, trató de hallarla por un proceso de unión, considerando la conciencia, propiedad esencial del universo, como la velocidad de la luz o la fuerza gravitatoria. La conciencia, según dicen, está presente en todas las cosas,  en diferente medida y cualidad, por supuesto.

Parece que no nos movemos de la especulación, la física, la biología y el elemento espiritual y seguimos estancados. Pero no es así, puesto que las neurociencias han enriquecido radicalmente el escenario y aportan los elementos de una concepción nueva. Entre otras teorías, hipótesis y descubrimientos  asociados al redivivo paradigma de la relación profunda entre todos los seres vivos y la superación de la dicotomía cartesiana del cuerpo-mente en los humanos, he indagado en la bibliografía  de neurólogos y filósofos, desde un clásico como Daniel Dennet con “La conciencia explicada” (Paidós) o el reciente y clarificador texto de la neuróloga Nazareth Castellanos, “Neurociencia del cuerpo” (Kairós), o el fílósofo cognitivista del libre albedrío, John R. Searle, a las obras de Spinoza, Nietzsche, Hume o Epicuro.  El proceso de comprensión del yo y su naturaleza, es problemático. Como decía David Hume, “cada vez que penetro en lo que llamo ‘mí mismo’ tropiezo en todo momento con una u otra percepción física, orgánica…nunca puedo atraparme a mí mismo sin una percepción y nunca puedo observar otra cosa que la percepción”. ¡Y Hume nos decía esto en 1739, en su “Tratado de la naturaleza humana”! El pensador escocés se situó frente a Descartes e influyó en Kant con su empirismo lógico que sostenía que la experiencia es la fuente de todo conocimiento humano, ya sea a través de los sentidos o auto experiencia. El cuerpo pasaba a ser una vía cognitiva preferente, aunque Hume no llegó a sospechar los elementos que la actual neurociencia ha descubierto.

Empezar a comprender la naturaleza operativa del Yo, aislándolo de los fantasmas adheridos a él por la historia personal, la educación y la memoria, es un trabajo complejo que desborda el objetivo de este artículo. Pero es interesante señalar algunos datos que aportan los neurocientíficos,  que vienen a confirmar, gracias a las nuevas tecnologías, muchas intuiciones filosóficas. Digamos que el cerebro, la conciencia y el yo, de la mano de los neurólogos, aprovechan una vía amplia de comunicación neuronal, molecular, electroquímica y enzimática de dos direcciones, desde las vísceras, la piel, el estómago, los intestinos, los pulmones…subiendo a una velocidad de vértigo hacia el corazón y el cerebro y volviendo incesantemente a repetir los viajes, hasta cuando dormimos.

En esa maraña de autopistas, carreteras, pistas y senderos, que forman el Sistema Nervioso Autónomo, viajan los mensajes –en hormonas que son paquetes de información-  ante la ignorancia supina de la mente. Y el evasivo yo,  que cree saberlo todo y sólo conoce los efectos de lo que ocurre en la cocina del cuerpo, con un chef encaramado al piso superior, el cerebro y su gemelo en el corazón –a veces ayudando y  a veces estorbando- para que todo funcione bien. Recordemos que la serotonina, una de las llamadas “hormona de la felicidad” (junto a las dopaminas y oxitocinas), se sintetiza en su mayor  parte en el intestino, como también la histamina.

En el cerebro es donde “se produce” el fenómeno de la mente -y sus contenidos-: ambos son distinguibles…pero inseparables. Y sus conexiones, casi instantáneas, con el resto del cuerpo, estimulan o inhiben nuestras reacciones, nuestras actitudes, comportamientos y en otro orden o nivel, nuestras creencias, ideas o reflexiones. El yo y su esquiva sombra es, como decía Churchill de la Rusia de 1939, “un acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma”. Pero hay algunas claves…

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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14 marzo 2023 2 14 /03 /marzo /2023 12:40

Publicado en La Comarca 140323

Una neuróloga, Nazareth Castellanos, a la que sigo en sus investigaciones sobre el cerebro y el cuerpo, menciona una situación escolar que atañe a los niños españoles y que resulta nefasta para su crecimiento equilibrado. El cerebro humano siente predilección por el movimiento y le afecta negativamente el sedentarismo. Traslademos ese principio a los niños en la escuela. ¿Cuántas horas pasan los niños sentados en sus incómodos bancos o sillas, mientras el profesor camina de un lado al otro explicando sus lecciones? Son posturas y asientos nada ergonómicos que afectan a la espalda, el cuello y la cabeza.

El cole me queda ya bastante lejos  pero guardo de aquellos años la conciencia de incomodidad, tensión corporal, deseos intensos de movimiento, esperando ansiosamente el timbre del recreo o pretextando necesidades corporales para así poder estirar las piernas. Todos necesitamos movernos como una exigencia de salud corporal y mental, la vida sedentaria en exceso es enemiga de la salud física, la mental e incluso la percepción de la propia existencia. Pero en esas edades tempranas tiene una importancia capital para unos cuerpos y unas mentes en crecimiento.

Sería de agradecer que en los Consejos escolares o en el ministerio de educación, hubiese algún técnico o experto en neurología y ergonomía y sugiriera a los docentes que implementaran una serie de ejercicios físicos elementales –los profesores de yoga, gimnasia integral o artes marciales, saben a qué me refiero- intercalados en las clases, que relajaran el cuerpo y la mente de los alumnos.

Enseñar a los niños a observar su propio cuerpo, la importancia de la respiración para el organismo y la mente o algunos fáciles ejercicios de estiramientos y relajación, pueden tener tanta importancia en su futuro como personas, que la historia o las matemáticas.

Según un estudio canadiense, hacer secuencias de breves ejercicios físicos intercalados a lo largo del día es sumamente provechoso no sólo para la salud física y cardiovascular, sino para romper la incongruencia que supone para el cerebro que su plena activación no se refleje en un cuerpo estático que no se mueve de su sillón. ¿Cuántas veces en su vida, lector, tras una intensa faena mental, ha sentido el impulso de levantarse y dar saltos o correr o, simplemente y menos alarmante, ir a buscar un café o ir a charlar con un compañero de trabajo,  aunque no tenga nada que decirle? Recuerde su infancia. Cuando uno es niño, esa pulsión de moverse es aún más intensa y por desgracia no comprendida por la disciplina escolar.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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7 marzo 2023 2 07 /03 /marzo /2023 20:06

Este texto fue publicado en La Comarca, el martes 070323

El pasado sábado día 4 de marzo, en la madrugada del domingo, se ha firmado – ¡al fin!-  en la sede de la ONU en Nueva York, un tratado, conocido como el “30x30”, en el que se declara y promete cumplir con el objetivo de proteger al 30 % de los océanos del mundo, creando zonas de protección para especies marinas, para antes de llegar al 2030. Ha costado cerca de veinte años llegar a un acuerdo, dados los inmensos intereses económicos involucrados en la explotación –yo diría “arrase” y “depredación” – de los fondos marinos y las especies destruidas por técnicas invasivas de pesca, las búsquedas energéticas en el mar y en las zonas costeras y las agresiones de la minería submarina.

De todas formas, aunque es una gran noticia, debemos considerar que es un acuerdo o tratado que debe ser ratificado formalmente por los casi 200 países interesados, antes de entrar en vigor plenamente. Es preciso no dilatarlo y comenzar a trabajar en esa defensa, de forma justa y equitativa entre las naciones implicadas. Y detrás de esos Estados y Gobiernos está el Capital, los beneficios y la ceguera habitual y reiterada displicencia de los poderes económicos hacia las “amenazas” ecológicas que conlleva el cambio climático. En ese Tratado también se dirimirá el espinoso tema del reparto de beneficios de los recursos genéticos marinos futuros en esa zona internacional.

Las áreas protegidas serán creadas en zonas de los océanos que no pertenecen a ningún país (de ahí lo del 30%), es decir el espacio marino situado más allá de las 200 millas desde la costa que controla cada Estado (zonas económicas exclusivas). En esos espacios “nacionales” y que forma casi el 50 % de las aguas oceánicas del planeta, no hay normas internacionales que protejan la biodiversidad marina que actualmente está disminuyendo a un ritmo catastrófico, según los científicos. Las ONG (hay 40, entre ellas “Greenpeace”) unidas en la “Higs Seas Alliance”  han tenido un papel importante en el logro de este pre-tratado. Hasta el secretario general de la ONU, Antonio Guterres declaró en la Conferencia, “Ya no podemos ignorar más la situación de peligro del océano”.

Es un acuerdo histórico para proteger las aguas que no son de nadie porque son de todos, mientras que el 50m % restante de la superficie marina, aguas que son de algún país costero, siguen siendo explotadas  a una velocidad e intensidad depredadora que augura un futuro lastimoso.

El límite del 30% protegido antes del 2030, deja fuera a más de un 20% que podría ser un objetivo adicional para después del 2030 (caso de que el acuerdo sea ratificado formal y operativamente). Paradójicamente si en ese 30 % los recursos genéticos marinos son justa y equitativamente distribuidos –y los “grandes” aceptan ese reparto- podría aparecer una posibilidad de salvación para los océanos. Pero la codicia es el primer motor de nuestro sistema económico global. Es difícil ser optimista.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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4 marzo 2023 6 04 /03 /marzo /2023 15:49

 

UN NUEVO PARADIGMA PARA SALVAR A LA TIERRA

 

(Publicado en la revista Compromiso y Cultura, marzo de 2023

En 2015 una escritora norteamericana llamada Elizabeth Kolbert, especializada en temas científicos, publicó un libro “La sexta extinción” (Ed. Crítica) por el que recibió el Premio Pulitzer. En él, Kolbert se hacía eco de una denuncia de los biólogos del mundo entero contra la extinción continua y masificada de un gran número de especies. Es la sexta gran extinción que está sufriendo el planeta según los científicos, biólogos, zoólogos, antropólogos y geólogos, pero ésta tiene dos características diferenciales: está ocurriendo ahora y la especie humana es la única responsable. Y no se trata de la desaparición de organismos diminutos, esporas o líquenes, sino de especies más complejas y fundamentales para el bio-equilibrio. Usando datos cruzados entre los diversos centros científicos, para finales del siglo XXI, Kolbert pronostica la desaparición de casi la tercera parte de todas las especies vivas que existían en la tierra. La lectura de este libro y también el de Bill Gates sobre “Cómo evitar un desastre climático” (Plaza Janés, 2021)  me han servido de contrapeso argumental para valorar una serie de libros publicados por Kairós, “Vivificar” -2022,2016) de Andreas Weber, “Así habla la Tierra”(2022) de Jordi Pigem, el venerable “Gaia” (1987-89) de un grupo de científicos (Lovelock, Bateson, Varela, Maturana…) y el clásico “Diálogos con científicos y sabios” (1986-90) de Renée Weber, en la editorial Libros de la liebre de marzo.

Se trata como habrán podido suponer ustedes de presentar unos análisis competentes de la gravedad del momento bio ecológico que vivimos, no sólo denunciando los múltiples problemas que pueden acabar con nuestro mundo, sino facilitando puntos de vista que trabajan en pro de encontrar soluciones o caminos alternativos, incluso de nuevos paradigmas…todos ellos remando en la misma dirección: la integración de las especies en el Todo al que pertenecen, sin preeminencia ética o vital de ningún tipo, sino abogando por la causa de la interelación como fundamento de una ecología integrada y en definitiva el único camino que tendría efectividad. Curiosamente un camino que nunca ha sido seguido más que por unas minorías marginadas de las sociedades económico-depredadoras que han usurpado el poder en el planeta desde la Revolución Industrial hasta el aciago siglo XX y mucho más acá (todos los conflictos bélicos actuales, desde África hasta Ucrania, tienen un vergonzoso y evidente componente de ansia hegemónica de poder económico y de ambición depredadora).

La multicrisis que afronta nuestro mundo en esta época decisiva han formado una especie de “tormenta perfecta” que incide en aspectos tan peculiares como la energía, la alimentación, la salud humana, las sequías, todas bajo un paraguas de cuestiones económicas, como si fuera el oro de Midas. Todas están conectadas y como pregona Gates “requiere una respuesta conjunta que dé prioridad a la cooperación, solidaridad e innovación mundiales”. La guerra en Europa está agravando los síntomas de la debacle mundial: encarecimiento de la energía y los alimentos (con hambrunas en África) y la pandemia de la covid no nos ha enseñado una verdad palmaria: ningún país en solitario puede resolver los problemas globales. El hambre, la sed, la sequía, la escasez de alimentos y energía, la potencial aparición de nuevos virus, deberían reforzar la idea de la solidaridad y la cooperación como el tejido de un nuevo orden mundial que afronte todas las amenazas que parecen esperarnos a la vuelta de la esquina. Pero el tiempo pasa y la tendencia es la contraria: exacerbación de los nacionalismos y las brechas de tipo racial, sexual, económico, sumadas a  ideologías fascistas que defienden la estrechez de fronteras, de ideas y de razas. Existe una tecnología suficiente y en dinámica de crecimiento-  para garantizar un futuro, pero hay fuerzas contrarias a ello y con la miopía necesaria para defender egoísmos nacionalistas o raciales.

Por todas estas razones los libros del biólogo y filósofo alemán, Andreas Weber, “Vivificar” y del filósofo español Jordi Pigem, “Así habla la Tierra”, inciden en un nuevo paradigma que defiende la integración de los seres vivientes como una forma de desarrollo equilibrado. Ambos proponen una poética  de la vitalidad, una suerte de “ecosofía” (escucha de la filosofía de la Tierra, en los árboles, las montañas, los ríos o el océano). Como dice Pigem, “no estamos solos. Cada forma de ser es una forma de sentir. Tendemos a ignorar eso, fascinados por la tecnología y las múltiples exigencias y supuestos “dones” de la existencia actual”. El medio natural, nos recuerda Weber, es parte de nosotros y deberíamos vivir en una permanente interconexión con él. El momento actual es un rotundo mentís a ese mensaje y estamos arrasando le Tierra con nuestro espíritu depredador y sus caballos de batalla: la economía y la falsa superioridad antropocéntrica. Weber propone un nuevo paradigma, una relación de simbiosis creativa del ser humano con la Naturaleza. Eso es “vivificar”. Noble término para un presente opuesto a él: estamos matando al planeta. El mensaje de Weber y Pigem suena utópico, pero también profundamente razonable. Debemos trascender el pensamiento racional, dice Weber, - -y evitar el pensamiento “nazional”, añado yo--, y reconsiderar  la vida y la vitalidad con una perspectiva diferente: considerarnos parte intrínseca de la naturaleza y actuar en consonancia con el Todo, reconciliándonos con el mundo natural, liberándonos de nuestro antropocentrismo y creando un sistema de valores en el que se integra todo lo que vive. El ser humano no es viable de una forma aislada  -nuestra identidad se construye a través de la relación con otros seres humanos- y debe superar la lucha de todos contra todos como forma de supervivencia, oponiendo la solidaridad de todos con todo, como la única forma de progreso. Como decía uno de los ecofilósofos pioneros, Aldo Leopold: “Hay que pensar como una montaña. Es decir no pensar desde el punto de vista del individuo, sino desde una forma de vida creativa y productiva; solo así podemos comprender lo que hay más allá de nuestra limitada imaginación”.

Weber nos recuerda que se han descubierto sentimientos en otros seres no humanos y hasta ahora poco considerados. La vida, nos dice, se encuentra en el núcleo íntimo de la experiencia emocional…las plantas cooperan entre sí, se comunican y sienten dolor…las abejas se deprimen y las arañas sueñan, los delfines tiene sentido del humor y capacidad de reírse, los orangutanes comparten un 95% de nuestro genoma, los perros y los gatos tienen emociones…vivimos en el seno de una biosfera sensible, ¿cómo sostener la presente, supuesta e irreal superioridad de la especie humana? Y Weber propone “tenemos que dejar de tratar al resto de los seres vivos como objetos”. Ya que, en sí mismo, el ser humano no es un individuo, somos ecosistemas formados de trillones de microbios y moviendo hilos que ni siquiera sabemos que existen y que se comunican y relacionan con otras colonias de seres vivientes. Ya sean personas o flores, árboles o animales. Pero ignoramos esta vitalidad entrelazada. “Vive tu vida de manera que nutra la vida”. Esa idea forma parte del nuevo paradigma que podría salvarnos a los humanos y de paso salvar al planeta y las miríadas de seres vivos que existen en él. “El intercambio metabólico es siempre significativo. Es una revelación poética del Todo a través de transacciones particulares”, añade Weber.

En el delicioso libro de Pigem, donde todas estas ideas está incluidas en los aportes poéticos de ríos, desiertos, montes, selvas y océanos que toman la palabra para  mostrar su mensaje al lector, hay una cita de Coleridge que resume un poco la ecosofía que anima a muchos de los autores citados: “Recuerda que todo lo que es, vive/ una cosa absolutamente inerte es inconcebible/ excepto como un pensamiento, imagen o fantasía/ en algún otro ser”. Y otra de su maestro, Raimon Panikkar: “La vida no es un accidente que se adhiere a la materia/ La Tierra es un ser vivo; el universo es un ser vivo/ el cosmos entero está vivo/…es decir, la realidad está viva”

 

Los últimos avances de la neurobiología y el estudio científico de la conciencia avalan de alguna manera las intuiciones y reflexiones de muchos de estos estudiosos y sabios, físicos y practicantes de la nueva biología que tratan desde hace años de ofrecer un enfoque diferente e integrador de la ecología, con otras disciplinas científicas y sociales.En 2015 se celebró en Tucson (Arizona) una Cumbre internacional sobre Ciencia postmaterialista, Espiritualidad y sociedad, en la que se consensuó un manifiesto que de alguna forma resume mucho de lo trabajado por los autores que hemos citado, el famoso Proyecto Gaia e investigaciones sobre “cuestiones cuánticas” formuladas  por clásicos de las ciencias físicas como Heisenberg, Einstein, Pauli, Schrodinger, Plank o Eddington. Los puntos esenciales de la teoría alternativa propuesta, eran:

. La mente es un aspecto de la realidad tan esencial como el mundo físico. No puede derivarse de la materia ya que sólo algunos aspectos de la mente son el resultado de procesos fisiológicos. La conciencia es causal y la realidad física es su manifestación. La conciencia se extiende más allá del cerebro, lo trasciende y es capaz de existir independientemente de él.

. Todas las cosas en el cosmos están interconectadas a nivel cuántico, de manera que se influyen unas a otras. Todas las cosas son una en la gran urdimbre de la creación. Existe una interconexión profunda entre la mente y el mundo  físico. Forman una red de vida a la que informa e influye y es informada e influida a su vez por dicha red.

. Algunos aspectos de la conciencia no están limitados por el continuo espacio-tiempo y tampoco se originan enteramente dentro de la neuroanatomía de un organismo.

. El bien de uno y el bien de los muchos son simbióticos: se trata de la afirmación de la antigua sabiduría que podemos ser tan fuertes como nuestro eslabón más débil.

Pero ese cambio de paradigma es una parte de la solución del problema.  Es preciso señalar con claridad y urgencia las posibles medidas que pueden evitar el desastre climático, como hace Bill Gates en su libro, de forma bien pragmática. Hay soluciones científicas y tecnológicas a las brutales amenazas que nos vienen encima. Pero no son varitas mágicas que las resuelven de golpe.  Es una tarea titánica y requiere de algo fundamental que es menos probable que logremos: un consenso global (que está lejos de existir) y unas medidas políticas que favorezcan esa transición (a un precio de responsabilidad individual y social más utópico aún: requiere sacrificios y alejarnos de ciertos lujos y comodidades). Escribe Gates: “necesitamos que el sistema energético prescinda de todo aquello que hace daño al planeta y conserve lo que nos interesa. Es la cuadratura del círculo: que el sistema energético cambie por completo y que a la vez las ventajas de su uso permanezcan parecidas.” Estamos lanzando 51.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero cada año. Eso nos lleva al suicidio colectivo, ante el que la ciencia y la tecnología tienen muy poco campo para gestionar. Se trata de cambiar un estilo de vida en  la sociedad opulenta. Y eso requiere un cambio de manera de pensar que el ciudadano de tales sociedades no está dispuesto a asumir. La cómica paradoja del asunto es que sólo a causa de una pandemia mundial como la COVID-19 se logró bajar sustancialmente dicha emisión.

Es obvio que nuestro género sólo aprende a base de jarabe de palo. ¿Estamos asistiendo al réquiem por un planeta difunto? Como saben ustedes, el mismo réquiem nos concierne a los seres humanos. Sólo una decidida apuesta por el paradigma unificador que hemos comentado podría añadir algo de esperanza al problema. Pero como escribió Thomas Kunh los paradigmas tienen la mala costumbre de luchar denodadamente entre sí, a través del paso de lustros y decenios, para permitir que el más nuevo prevalezca. Y, desgraciadamente, no nos queda mucho tiempo.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Libros recomendados: “Vivificar” de Andreas Weber; “Así habla la Tierra” de Jordi Pigem; “GAIA” de varios autores; Todos ellos editados por Kairós. “Dialogos con científicos y sabios” de Renée Weber, Ed. Libros de la liebre de marzo; “Cómo evitar un desastre climático” de Bill Gates, Ed. Plaza Janés; “La sexta extinción” de Elizabeth Kolbert, Ed. Crítica

 

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2 marzo 2023 4 02 /03 /marzo /2023 18:55

EUROPA, VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

 

Albert Camus dijo que el talento literario puede coexistir con la ceguera, la imbecilidad y los extravíos políticos, cívicos y morales. Es el caso de Louis-Ferdinand Celine, pseudónimo del doctor Auguste Destouches, el mejor escritor en lengua francesa del siglo xx, junto a Proust, según bastantes críticos. El antisemitismo de Celine fue brutal y su colaboracionismo con los nazis, atroz. Pero su “Viaje al fin de la noche” es una obra brillante y demoledora. He escogido su novela como metáfora literaria del largo viaje hacia el desastre que están siguiendo Europa y Rusia tras la invasión de Ucrania, hace ahora un año. Celine narra su experiencia personal en la I Guerra Mundial y escribe: “…estaba rodeado de millones de seres, aquejados de una imbecilidad infernal…furiosos y armados hasta los dientes, dispuestos a destruirlo todo, todo lo que respira, más rabiosos que los perros y mucho más perversos…me había metido en una cruzada apocalíptica. Me veía cogido en aquella huida en masa hacia el asesinato en común, hacia el fuego. ..¿Cuánto puede durar un acceso de locura semejante? ¿Meses? ¿Años? ¿Tal vez hasta la muerte de todo el mundo…?”

Llevamos un año de guerra en Europa, todos muy formalitos detrás de los que mandan, un teatrillo de supuestos buenos y supuestos villanos, donde cada uno hace lo que puede o lo que le dejan y donde nadie parece darse cuenta de que en este negocio, que se dirime entre Europa, Estados Unidos y Rusia, nadie gana y todos pierden. Unos más que otros, claro está. Rusia y el resto de Europa, incluida Ucrania por supuesto, los que más. Estados Unidos y China, los otros gallitos del corral, están a la que salta, engrosando ganancias indirectas y mostrando a todos la fatuidad de su astucia y poder. El resto de los países observan y se dan codazos apostando por unos u otros como si estuvieran en un combate de lucha libre (y sucia).

El indeciso e imprevisible curso de la guerra de Ucrania (con incierto toque de veneno nuclear en el horizonte) ha puesto sobre el tapete geoestratégico mundial un conjunto de probabilidades poco esperanzadoras. Es como si la estupidez humana estuviera lanzada en rumbo de colisión hacia el desastre, con casi todos sus protagonistas políticos –y económicos- empecinados en dar saltos hacia lo oscuro, asegurando al mismo tiempo al resto del mundo que todo está controlado. Las semejanzas con la situación de los aciagos principios del siglo XX, ahora hace un siglo, es irritante y asombrosa. Incluso en la obstinada esperanza de las poblaciones de que todo se arreglaría de una manera u otra y que, aunque los problemas se descarriaran, la guerra generalizada duraría muy poco. Todos se preguntaban entonces “¿Cómo en pleno siglo XX, el siglo de los avances, el hombre va a  caer en la absurda barbarie de una guerra total?”

Pero ahora, el corazón de Europa se desangra y Ucrania y Rusia cantan victoria para “dentro de un tiempo corto”, mientras Estados Unidos y la OTAN azuzan la guerra y el lastre emocional de Putin y su Rusia imperial no admiten salidas honrosas e inteligentes. Lo importante es no dar muestras de debilidad…aunque se estén masacrando poblaciones enteras y cada día es más difícil mantener en silencio la baza nuclear, que puede pasar en un segundo de ser una provocación chulesca o un chantaje, a convertirse en un fatal descuido de lo razonable. Un billete para “el horror…el horror…”, las últimas palabras de Kurtz, el protagonista de  “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad. Eso sí, un horror  multiplicado por millones…

¿Qué nos queda del nuevo orden mundial que debía entronizarse en el planeta? China, India y el llamado “sur global” miran con regocijado desdén a “los más buenos de cada casa”, Estados  Unidos, Europa y Rusia que van, metódica e ignorantemente, destrozando todos los logros sociales, económicos y políticos, que prometían la democracia y los gobiernos liberales que surgieron del caos del siglo XX. La deriva ultra, fascista y neonazi va corroyendo a muchas democracias formales. Los problemas crecientes del desajuste climático, las hambrunas, la falta de agua potable, los ridículos -aunque sangrientos- reinos de Ubú africanos, en los que el poder y la corrupción se ostentan de forma grotesca y sobre los que Rusia va extendiendo sus tentáculos, los fanatismos religiosos y la desidia y degradación lenta pero incontestable del estilo de vida de las poblaciones occidentales, constituyen un tejido social canceroso que ya comienza a pasar factura. Si el sentido común no lo remedia, Estados Unidos no podrá acudir en ayuda de Europa, sitiada por fanatismos y  migraciones, ya que será muy difícil que el otro super conflicto pendiente –Taiwan- no entre en el juego aprovechando el desbarajuste general. El tigre chino no está adormilado, sumido en sus propias contradicciones, está enfermo del mismo virus ambicioso de Putin: el bacilo imperialista hegemónico. Y Estados Unidos sigue creyéndose y comportándose como el símbolo paródico de un Gary Cooper de pistola rápida y certera, victorioso, a pesar de estar “sólo ante el peligro” y con todo en contra (y menos mal que Trump parece medio silenciado).

El viaje que ha emprendido Europa hacia el fin de la noche o hacia el corazón de las tinieblas, significa también –si lograra conjurarse un abrupto final nuclear e, igual de difícil, acabar la guerra con un  acuerdo aceptable para Rusia, que le permitiera “salvar la cara”—que habría de reajustarse un nuevo –y distinto- orden mundial que dejara a un lado las ambiciones hegemónicas de los grandes (de “los de siempre”, repasen ustedes la historia del poder y el capital), para establecer la hegemonía consensuada de organismos internacionales de paz con la participación de todos en pro de un objetivo común: salvar a la especie humana y salvar el planeta, en esta cuenta-atrás que nadie parece tener en cuenta.

Entre tanto, la guerra se está convirtiendo una vez más en el laboratorio de prueba de las fábricas de armamento y el obcecado estamento militar,. Nuevas armas, equipos de combate, municiones inteligentes (un siniestro oxímoron) están ensayándose en Ucrania, como en el primer tercio del siglo pasado se ensayaron en la guerra de España. Pero no es sólo eso, esa guerra absurda expansionista ha cambiado el modelo político que pretendía implementar Europa, ha vuelto a militarizar a todo Occidente, está arruinando a los pueblos por los precios de energía y alimentos, se ha perdido el sueño de la globalización –a pesar de la lección siniestra de la Covid- y se ha enconado el peligroso desajuste hegemónico entre Rusia, Estados Unidos y China. Más todos los flecos, Europa, países asiáticos, África, Oriente medio, con un Israel cada vez más agresivo,  el avispero de Irán, Siria, Afganistán…mientras en el Sahel las guerrillas islámicas se disponen a invadir Europa. Hay una desorientación galopante en el mundo: cada país absorto en defender como sea sus propios intereses. Nadie habla de diálogo. A nadie parece importarle lo que nos amenaza en el desafío climático de un planeta cansado y cabreado.

En este momento hay ocho millones de refugiados en Europa, los presupuestos han superado las previsiones más pesimistas y el Banco Europeo resiste como puede, tras la sangría económica de la guerra, aumentada por el desplazamiento del centro de gravedad político europeo hacia el Este. La cuestión energética ha sido el talón de Aquiles de Europa y Putin lo sabía y se ha aprovechado de ello. En Alemania la guerra ha acabado con 70 años de pacifismo reactivo tras la debacle nazi. La consiguiente militarización del continente es una mala noticia sin contrapeso de beneficios. La seguridad ha saltado por los aires y vuelve a imperar la política del garrote y el estúpido “a ver quién es más fuerte y aguanta más”. El delirio imperialista de Putin no sólo lleva a la imposibilidad práctica de un nuevo Telón de Acero, sino que se está proyectando hacia Asia y África. Una improbable derrota rusa crearía un nido de serpientes furiosas en el Este. Y China continúa siendo por el momento la peligrosa incógnita que tiene el escenario político y económico mundial…a no ser que ceda a la tentación de afrontar los descabellados intentos norteamericanos de controlar el Pacífico. Taiwán es el espejo mágico donde quieren mirarse las dos potencias para ver que les diga cuál de los dos es el “más poderoso”.

Y que nadie olvide al creciente Sur Global: India, Turquía, Israel, Brasil, Pakistán, Emiratos…Es una reedición inquietante de los No Alineados de los 70 del pasado siglo. En la reciente Conferencia de Munich quedó claro que el Sur Global no se siente vinculado en forma alguna al problema “de Europa”. Ahora vigilan sus propios intereses y se aliarán con quien les ayude mejor en esa tarea. Y es obvio que Europa ya no está en condiciones.

En conclusión: la guerra de Ucrania ha vuelto a destapar lo peor de nuestra especie. A nivel de personas y al de Estados. No aprendimos nada de las dos guerras mundiales y mucho menos del rosario patético de errores cometidos en las guerras localizadas, desde Afganistán a Irak, desde Israel a Siria, desde el África de los Sidi Amin al Sahel de la hambruna y los terroristas islámicos, hasta la lamentable estupidez de Vietnam. Lo dijo Tucídides: “los más fuertes imponen su poder, a los más débiles les toca padecer”. El posible apocalipsis nuclear nos hace olvidar el climático. De cualquier forma, perdemos todos.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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28 febrero 2023 2 28 /02 /febrero /2023 10:22

 

LOGOI

 

DORMIR Y VIVIR

 

Hay una relación cualitativa directa entre las dos actividades  citadas en el título. Es decir, la privación de sueño de forma sistemática o la mala calidad de ese descanso, acaba acarreando disfunciones  psicológicas que pueden llegar a ser patológicas, afecta la calidad del razonamiento y la gestión operativa de nuestra vida social y genera diversas afecciones en el resto del organismo: en una palabra, poco o mal dormir se traduce en un cúmulo de problemas en nuestro cerebro y afecta a la calidad de la existencia cotidiana. Está demostrada la incidencia directa entre los estados depresivos, la agresividad, el descontrol anímico o el recurso a las adicciones y la inexistencia de un patrón de sueño constante.

Un neurólogo español, Alex Iranzo, ha estudiado muy creativamente el impacto del insomnio crónico en la obra de Kafka y la necesidad de un correcto patrón de sueño – es decir de una frecuencia y duración regular - en la vida y obra de sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes y el Profesor Challenger. De 8 a 9 horas de sueño diario como norma –incluida una horita de siesta-  es mano de santo para la salud neurológica, un auténtico seguro existencial para nuestro cerebro.

En nuestra sociedad, el escaso tiempo para dormir se ha convertido en una auténtica pandemia. El permanente parpadeo de las pantallas de moviles y ordenadores, sin fronteras ni limitaciones,  las exigencias intensas de tiempo para el trabajo y el ocio, la velocidad creciente en todas las actividades, la demanda de  atención y la plena disposición, son elementos que están afectado directa o indirectamente los baremos de salud mental en casi todo el mundo.

Los expertos en el sueño y la calidad del descanso apuntan que dormir de manera crónica menos de 7 horas al día causa defectos de concentración, memoria y atención, irritabilidad y estado de ansiedad, tono emocional apático, creciente fatiga…y a largo plazo, infartos cardíacos, ictus, diabetes, hipertensión y una amplia gama de desajustes mentales patológicos.

Y es conveniente  recordar el reciente estudio del King’s College de Londres en el que se asegura que “Los trastornos mentales no solo son causa de discapacidad sino que además empeoran el pronóstico de enfermedades como el cáncer, los infartos y la diabetes”. La depresión, por ejemplo, una de las enfermedades asociadas con la privación crónica de sueño, aumenta un 184% el riesgo de muerte o de demencia en pacientes con diabetes.

Por tanto, si quiere vivir más y mejor, duerma más y mejor. Sherlock Holmes es el rey de la deducción porque dormía regularmente de 6 a 7 horas cada día y añadía una siesta cuando podía.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

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24 febrero 2023 5 24 /02 /febrero /2023 17:30

LOGOI  290

8.000 MILLONES

Por el amor de Dios, no dejamos de crecer. Como si el planeta fuera sólo nuestro. Como si no estuviéramos terminando con todo lo que tiene vida…incluidos a nosotros mismos. Pero el ritmo de nacimientos supera, por lo visto, el ritmo de los que se van antes de tiempo, por hambre, sed, violencia, epidemias y las fórmulas letales que vamos inventando. Quizá la Naturaleza ha previsto que, como somos un género de depredadores, inteligentes o estúpidos, pero en cualquier caso, destructivos,  ya nos viene bien esa mortandad extra para equilibrar un poco el exceso de nuevos seres.

La cuestión es que, a pesar de todos los males -que son incontables y muy deprimentes-  por regla general nos cuesta mucho despedirnos de la vida así, a la torera. Nos agarramos a la existencia como a una tabla de salvación, aunque sepamos seguro que de salvación tiene poco. Más bien es pródiga en padecimientos, injusticias y dolores. Incluso la mayoría de suicidas dan el salto a la nada, no porque odien la vida, sino porque detestan determinadas circunstancias personales o generales que les hacen pensar que no vale la pena seguir respirando. Es un autoengaño que pagan demasiado caro. Es mejor que se lo piensen antes. Siempre hay un amanecer y algo bueno por lo que seguir.

 Aún así, saber que ahora ya hay más de ocho mil millones de seres humanos -en estos momentos  parece que rompemos el equilibrio entre los que nacen y los que mueren- le preocupa a cualquiera. Y bastante más a los que piensan que somos un género imbécil que nos cargamos cada día especies enteras de animales (sin contar a  humanos), vegetales, aire respirable, agua bebible y tierra para sembrar y recoger, todo ello a un ritmo trepidante, inconsciente  y lucrativo para una minoría. Un club privado que se repite y regenera a través de los tiempos con la persistencia de una maldición eterna. Una minoría que cree –desde hace siglos- que todo lo que toca es oro y convierte al mundo que le rodea, en un negocio secular. Han cambiado las gentes y los modos, pero el resultado es el mismo, la explotación de todo lo que puede dar beneficios.

A pesar de todo esto, bienvenidos los nuevos bebés a este mundo absurdo e implacable. Muchos de ellos –según donde nacen-  con un presente precario y un difícil futuro. Y son bienvenidos porque son inocentes y resilientes, no porque vayan a heredar un mundo mejor. Y porque algunos tenemos la esperanza  -algo utópica-  de que ellos, los recién llegados, sean capaces de mejorar nuestro destino como especie.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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14 febrero 2023 2 14 /02 /febrero /2023 11:22

LOGOI 289

HAMBRE

Publicado 140223 en La Comarca

¿Saben que cada 4,25 segundos alguien muere de hambre en el mundo? Suena horrible y también increíble. Sepan que el dato –de 2022- procede de los cálculos y las estadísticas cruzadas entre 238 instituciones humanitarias repartidas por  las zonas de mayor incidencia en carencia alimentaria. En los cinco segundos que ha tardado usted en leer este párrafo, una persona ha muerto de hambre en nuestro planeta.

En nuestra sociedad occidental del siglo XXI –el de mayor desarrollo tecnológico de la historia-, inmersa en la cultura del consumo desaforado y el desperdicio, pero también de la protección estatal y las sociedades de ayuda, resulta casi imposible imaginar siquiera el atroz tormento que es morir de hambre.  Y no estamos hablando de “unos pocos” millones de personas repartidas por las zonas más deprimidas del mundo –azotadas por los flagelos del hambre, la sed y la violencia-. Son 839 millones de seres humanos en 2022, casi once millones más que en 2021, las que corren peligro de inanición y muerte. Entre la pandemia de 2019, la sequía creciente, las inundaciones, la ingente deuda de los países pobres, las guerras locales y la de Ucrania, la crisis energética y los desastres de la corrupción en los países de origen de las hambrunas, la situación mundial del mapa de la inseguridad alimentaria va a ser desesperada, según fuentes de la FAO. Todos esos factores forman una tormenta perfecta que --con la impúdica subida de los precios de los alimentos por la guerra de Ucrania-- va a extenderse a las clases más necesitadas de las sociedades occidentales y agravar más la situación de esos centenares de millones de personas que viven en las zonas más castigadas por el hambre.

La FAO cree que se ha perdido una década en la lucha contra el hambre. Los expertos señalan la guerra ruso-ucraniana como uno de los factores responsables de la crisis alimentaria en estos momentos. Las exportaciones de alimentos y las reservas alimentarias están en manos de una decena de países, según la WEP (Programa mundial de alimentos). Entre estos controlan el 86% de las exportaciones de trigo, el 85% del maíz, el 78 % del arroz y el 87 % de la soja. Por ejemplo, China y Estados Unidos, las de maíz. Imaginen la capacidad de especulación que tienen  en sus manos. El caso es que en el mundo hay comida para todos. Pero no se gestiona bien. Se desperdician unos 1.300 millones de toneladas al año, que podrían alimentar a 3.000 millones de personas. Es la vergüenza de nuestra época.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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7 febrero 2023 2 07 /02 /febrero /2023 17:53

PUBLICADO EN LA COMARCA 070223

Que los  humanos, con toda nuestra soberbia de primates ilustrados, nuestro sentido depredador y nuestra cultura del consumo desmedido  y el desperdicio formamos parte de un fondo común de transformación mutua con la Naturaleza, es una hipótesis que parece pintoresca. Aunque está racional y científicamente avalada por los más avanzados estudios de signo ecológico. Grupos multidisciplinares de técnicos, filósofos y científicos de todo el mundo, tratan de encontrar una fórmula de engarce hombre-naturaleza que acabe con el panorama desolador y apocalíptico al que nos está arrastrando el Antropoceno, la era geológica planetaria actual, en la que el hombre se considera capaz de moldear y gestionar a la Naturaleza.

El filósofo alemán Andreas Weber acaba de publicar “Vivificar. Una poética para el Antropoceno” (Kairós, 2022) donde se postula una “poética” (de momento utópica) donde todos los  seres vivos que existen en este planeta forman un hogar común de materia, deseo e imaginación. Y sugiere una economía global de transformación metabólica y económica, en la que se aúnan el cuerpo, la mente y ese “alma” que contiene la vida en sí misma, desde los animales al mundo vegetal e incluso en un sentido nuclear las piedras y las montañas, los ríos, la lluvia y las nubes. Tiene ecos de un panteísmo clásico, sin dioses, razonado y argumentado de forma científica y accediendo a informaciones y datos con un alto nivel científico y tecnológico. Siguen la estela de filósofos y  poetas desde Heráclito, Parmérides, Anaxímenes o Anaximandro o Emerson y Thoreau, hasta Einstein, Lovelock,  Bateson , Heisemberg, Plank, Scrödinger, Wilber, Pauli, Bohm, Groff, Pribram  o David Peat (que ya insinuaba una nueva postura perceptiva humana con sus estudios sobre la sincronicidad, como un puente entre la mente y la materia). Ellos y los actuales  proponen al mundo un nuevo paradigma científico y sociocultural que podría  convertirse en la salvación de nuestra especie y del planeta. Se trata de una perspectiva distinta de relación del humano con la Naturaleza, alejada de los abusos, destrucciones y depredaciones que el mercado neoliberal ha llevado hasta sus más duras consecuencias. Con la complicidad y el interés miope y egoísta de las sociedades humanas de los dos últimos siglos. La única posibilidad de promover un mundo mejor  es reconciliar al ser humano con el mundo natural, todos sus miembros sintientes y los elementos que lo integran.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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