Overblog
Seguir este blog Administration + Create my blog
2 mayo 2024 4 02 /05 /mayo /2024 16:05

 

¿Cómo podríamos combatir a esa dictadura del consumo, la banalidad de la prisa y el trabajo sin límites? Tal vez sería necesaria una mentalización individual, personal, íntima, de cultivar el respeto y el goce del instante, en cualquier momento, cada día, sin permitir que la prisa instituida nos devore. Aunque también es precisa una toma de conciencia social –global- y una educación basada en el amor y el respeto a la existencia humana, sus valores y principios, sus tradiciones familiares y una ética insobornable donde sea más importante ser que poseer y donde el extraño, el distinto, el otro, sea integrado en las comunidades en igualdad de condiciones y respeto, sea cual sea el color de su piel, sus creencias y sus orígenes. Y donde el conocimiento convierta el utilitarismo en un producto secundario y no en algo esencial. Quizá sería el comienzo de la desaceleración existencial en busca del placer y el provecho. Parece un mensaje utópico pero, en realidad, ha sido evocado por pensadores de nuestro tiempo, siglos XX y XXI, del fuste de Hannah Arendt, el coreano-alemán Byung-Chul Han, Hartmut Rosa, Primo Levi, Günther Anders, Joan Carles Mèlich, Zygmunt Bauman, Heidegger, Giorgio Agamben, Sloterdijk...y otros muchos más del pasado, como Nietzsche o Cicerón.

Todos sufrimos de una forma creciente una distorsión, una ‘disincronía’ que ha atomizado el tiempo. Cuando ésta se incrusta en la vida del ciudadano de la sociedad avanzada, provoca que tengamos la  sensación de que el tiempo y con él la vida se han acelerado. Envejecemos sin “hacernos mayores”, como si la senectud fuese un indeseable y corto paso inmediato a la muerte. Los abuelos de antaño han desaparecido de la ajetreada vida urbana (sólo en el mundo rural más aislado se mantienen las viejas tradiciones ligadas a la vejez) y también el respeto y el cuidado de los ancianos. Cada vez más las familias no tienen ni tiempo ni lugar para sus ancianos y se les encierra en lugares donde no molesten hasta que desaparezcan. Vivimos bajo  el imperativo del trabajo, con el  tiempo crono limitado bajo la demanda utilitaria y el pragmatismo del rendimiento y el consumo adyacente. El filósofo germano-coreano Byung Chul-Han ofrece una posibilidad de superación de esta carrera hacia un solo final verdadero: “La crisis temporal solo se superará en el momento en que la vida activa acoja de nuevo la vida contemplativa en su seno”. Es decir, la capacidad de aceptar la demora,  desterrar la prisa establecida como estilo de vida y volver a ajustarnos al tiempo de las estaciones naturales, a la tranquilidad y a las tradiciones en las que todo tenía un ritmo sosegado y un respeto sacralizado. Lo malo es que todo el sistema tecnocapitalista en el que vivimos está montado en una doble constante que se fagocita mutuamente: la producción incesante y el consumo creciente, estimulados por un intervencionismo digital publicitario e informativo permanentes. Somos solo “ser libres para la muerte” decía Heidegger. Todo lo que nos ofrece la vida de posibilidades, de bienestar, queda anulado por una fragmentación del tiempo condicionada por una masificación y homogeneidad cada  vez mayores. El presente se reduce a picos de actualidad, las cosas envejecen muy rápido y se vuelven obsoletas, se trata de consumir más y más rápido, sin continuidad posible. Las cosas han perdido su prestigio y con él su valor. Nadie conserva nada y cuando alguien lo hace pretextando  “cuestiones de tradición y recuerdo” se le mira con prevención y se le juzga senil de inmediato.

En el siglo II a.C. el comediógrafo romano Plauto escribió: “Que los dioses maldigan al primer hombre que descubrió cómo señalar las horas y maldigan a aquél que erigió aquí un reloj de sol para cortar y despedazar de forma tan infame mis días en pequeños trozos”. A menudo quien esto escribe –admirador de Plauto- añora a los inuit (unas tribus que habitan todavía en el Ártico oriental canadiense) que tienen una lengua en la que no existe el concepto de tiempo y lo miden por los ciclos naturales y los movimientos de las estrellas. En el libro del bioquímico Carlos López Otín, se analiza la función del tiempo en el envejecimiento y la longevidad. Se nos explica con una prosa empática e ilustrada que el flujo del tiempo podría ser una percepción ilusoria de nuestra mente, pero que nuestros cuerpos reciben de forma fáctica el paso del tiempo, somos en nuestro interior biológico relojes celulares y, de una forma evidente, recibimos, respondemos y, como estamos viendo, nos afecta de manera grave ese tiempo inasible pero no rechazable. La visión científica, médica y filosófica de López Otín logra ofrecernos un relato apasionante sobre el recorrido cultural del concepto tiempo en la historia. Especial interés tiene la descripción de los intentos históricos de comprender, ordenar, medir, dominar, ignorar, olvidar y asesinar al tiempo (como en la época de la Comuna francesa, en la que se disparaba contra los relojes públicos parisinos) y también los estudios crecientes sobre la longevidad y las enfermedades asociadas  a la pérdida de la noción del tiempo. Una de las pruebas evidentes del impacto de la noción de “tiempo” en la cultura es la enorme cantidad de películas, novelas y libros dedicados a él. Este cultísimo autor adjunta en el epílogo una lista de piezas musicales, novelas, obras de arte y películas dedicadas al tema. Recuerden: “Interestelar”, “El curioso caso de Benjamin Button”, “Regreso al futuro”, “Atrapado en el tiempo” (“El día de la marmota”), “39 escalones”, “Fahrenheit 451” o “Horizontes perdidos” o “La máquina del tiempo” o “Los viajeros del tiempo”. Como muestra del estilo de este admirable libro, les adjunto un párrafo del epílogo: “El tiempo nace con el cosmos en un instante singular de un día sin ayer, atraviesa como una flecha invisible el universo, se erige en fuerza motora de la Gran Historia, rechaza a los viajeros que quieren acelerarlo o revertirlo, se deja medir por los humanos para luego dominarlos, elimina  a los rebeldes que quieren menospreciarlo y se infiltra en los seres vivos, creando relojes biológicos que se vuelven imprescindibles para sobrevivir...”. Insuperable.

Lo cierto es que ya a principios del siglo XX, E.M. Cioran clamaba: “¿No ha llegado la hora de declararle la guerra al tiempo nuestro enemigo común?” El filósofo rumano-francés erraba el tiro: el tiempo no es nuestro enemigo. Lo es el sistema que hemos aceptado instaurar, responsable de haber convertido el tiempo en una herramienta capitalista de explotación. Y el auténtico enemigo –mortal de necesidad- de lo humano es la aceleración: es como el hámster haciendo girar interminablemente la rueda sin desplazarse jamás, nos dice Luciano Concheiro en su obra ”Contra el tiempo”. Vivimos en una época de inmovilidad frenética. Y es que el tiempo es un concepto difícil e intrincado. Agustín de Hipona, el agudo santo pensador, decía “Si nadie me pregunta, sé lo que es el tiempo; si quiero explicarlo al que me pregunta, no lo sé; pero sin vacilación afirmo saber que si nada pasase no había tiempo pasado; si nada hubiera de venir no habría tiempo futuro y si nada hubiese, no habría tiempo presente”. 

Pero en nuestra sociedad actual, se produce una aceleración histérica de la sucesión de acontecimientos parciales que se extiende a todos los sectores de la vida cotidiana. La omni-información, servida de inmediato sin razonamiento o explicación a través de los móviles y las redes sociales, se relativiza, no llega a entrar en nuestra sensibilidad y mucho menos en nuestra capacidad de análisis y razonamiento. No hay tiempo. De ahí la creciente potencialidad de las noticias falsas o exageradas de forma tendenciosa: es el reinado de lo emocional, de las exclusiones de lo otro o lo distinto, es el creciente poder de las ideas totalitaristas, neofascistas y neonazis sobre una “clientela” cada vez más joven y menos formada: desmoronamiento de las tradiciones  familiares, las sociales –la cortesía, el respeto, la buena educación-  y también las políticas y las económicas. Todas caen bajo el nuevo estilo: la prisa, la utilidad inmediata, el consumo y el placer huidizo pero exigente y poderoso.  Eso crea una falta de sentido a la vida, una vez se la desliga del  presente continuo, sin memoria y sin objeto, en una aceleración continua y una paralización interna: “cuando no es posible determinar qué tiene importancia, todo pierde importancia”.

El sociólogo alemán Helmut Rosa percibe tres tipos de aceleración: la de los desarrollos tecnológicos, la de los cambios sociales y la del ritmo de la vida diaria. Y en este último apartado que es el que más nos concierne, podemos ver –si abrimos los ojos- el tipo de subjetividad que produce: individuos dispersos, ansioso, deprimidos, adictos a todo tipo de sustancias estimulantes, encerrados en la falsa comunidad digital de sus móviles y ordenadores, devoradores compulsivos de series televisivas, de relaciones insatisfactorias, sexualidad fetichista y desviada al acto pornográfico y la brutalidad de la cosificación femenina...

Vamos hacia una sociedad muy parecida a la de dos distopías literarias conocidas: la del “Mundo feliz” de Aldous Huxley y la de “1984” de George Orwell. Pero aún las hemos “mejorado” en efectividad y deshumanización crecientes. Zygmunt Bauman nos dice que ya no hay ritmos ni ciclos sociales estables, el individuo es “libre” para seguir forzosamente su camino marcado, aunque le falta orientación y le sobra velocidad por lo que no puede demorarse, única forma de pensar en el camino, observar  y orientarse, en lugar de avanzar de forma atolondrada. Le sostiene “el miedo a perderse cosas valiosas” que  intensifica el ritmo vital ya que el sistema le asegura el “disfrute de las opciones del mundo”, experiencias, viajes. En definitiva, dice Bauman, el sujeto tiene una vida plena si logra vivir con más rapidez y aumentar el número –no la calidad- de las vivencias. Y así un viaje exótico no importa nada de forma sensible o experiencial, pero sí lo hace cuando uno envía “selfies” a todas sus amistades. Uno no se divierte en una fiesta si no “demuestra” en las redes que se “está divirtiendo”. Uno no vive su vida si no  transforma sus vivencias en instantáneas para que los otros lo atestigüen. Y la red es un espacio sin caminos, por eso se surfea o se explora, no deja poso ni recuerdo. Es de uso y disfrute instantáneo. Conceptos como la verdad y el conocimiento no tienen sentido en la red pues remiten a la duración. Y nosotros “vamos haciendo zapping por el mundo y la vida a tenor de esto”. Hemos perdido el aroma del tiempo, la duración, decía Proust. Y ese aroma no es narrativo, algo que comunicar de inmediato, sino contemplativo.

En esa línea Concheiro propone una “resistencia tangencial” al estado de cosas que, aunque no puede transformar la realidad circundante, nos permita aminorar los efectos negativos de la aceleración. Y no se trata de la simple lentitud de acción, (el movimiento slow) que no tiene poder frente a la lógica acelerativa, sino en una suspensión voluntaria y dinámica del flujo temporal. Concebir y crear el ejercicio de valorar, percibir y cercar al instante. Ese fragmento de no-tiempo que definía Wittgenstein de forma magistral: “Si tomamos la eternidad no como la infinita duración temporal, sino como la intemporalidad, entonces la vida eterna pertenece a aquellos quienes viven en el presente”. Es decir, en el instante. En el siglo anterior, el XIX, el gran Lewis Carroll, en su “Alicia en el país de las maravillas” esboza la misma idea en un célebre diálogo paradójico entre la niña y el Conejo Blanco: “¿Cuánto dura la eternidad?” pregunta Alicia y el sabio conejo responde “a veces sólo un segundo”.

Decía Heidegger que vivimos con “desasosiego distraído” y “falta de paradero”. Hoy diría que vivimos “zapeando” por el mundo. Y él murió en 1976, por lo que sus palabras resultan más que actuales que entonces. En ausencia de la  duración, la aceleración se impone. Y aún más, en “Ser y tiempo” su obra cumbre, asegura que el ser “está disperso en la multiplicidad de lo que pasa diariamente. Está perdido en la presencia del hoy...este “no tener tiempo es un mayor perderse  a sí mismo que aquél desperdiciar el tiempo, que deja tiempo.” El pensador alemán –mucho más interesante cuando se le despoja de ciertos aspectos político-históricos de  su biografía- recomienda transformar el “no tengo tiempo para nada” en un “siempre tengo tiempo” como una estrategia de la duración para recuperar el dominio perdido sobre el tiempo.

El dramaturgo y poeta Peter Handke se pregunta “¿por qué nunca se inventó un dios de la lentitud?”. Ya que el pleno disfrute del tiempo no sugiere acontecimientos ni cambios, sino simplemente duración. Y es que el hombre que pierde toda capacidad contemplativa se reduce a un “animal laborans”. Más allá de tiempo laboral, solo queda “matar el tiempo”. En esa labor se produce la contradicción entre el consumo y la duración: el ciclo de aparición y desaparición de las cosas es cada vez más breve por imperativo el capitalismo que acorta el plazo de producción y el de consumo. Vivimos en una sociedad compulsiva en la que el trabajo, la producción y el consumo, se convierten en una norma  de obligado cumplimiento. Cronos devora a sus hijos.

Nietzsche dejó escrito “Si creyéseis más en la vida, os lanzaríais menos al momento. ¡Pero no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera. Y ni siquiera para la pereza.” Y así la inquietud hiperactiva, la agitación y el desasosiego de la vida no permiten el libre recurso del pensamiento, la calma y la demora de la observación acompañada por la reflexión y la amabilidad de permitir que las cosas sucedan sin intervenir, sólo contemplar. Pero no hay tiempo para esa “especie de lujo en la cabeza” como lo llamaba Kant. Y Nietzsche aseguraba que “Por falta de sosiego nuestra civilización desemboca en la barbarie”. El propio Marx definió al capitalismo como “un apetito insaciable de ganar”, de incrementar la riqueza. Por tanto la aceleración es esencial en el sistema: cuanto menor sea el tiempo en que se complete el ciclo Dinero-Mercancía-Dinero, mayor es la ganancia. Ese dinamismo voraz e incansable impulsa la sucesión permanente de innovaciones técnicas y tecnológicas encaminadas a acelerar los tiempos de producción y de circulación: la máquina no sólo no puede detenerse sino que debe acelerarse... ¿hasta dónde y hasta cuándo? Nadie –y menos los que rigen el sistema- se hace esa pregunta de una lógica aplastante. La voraz máquina devora personas, fortunas, tiempo; los inventos se fagocitan unos a otros; todo acaba volviéndose obsoleto, caduco y reemplazable. Pero el sistema ha logrado lo que siglos de filosofía no lograron: dar un “sentido de la vida” al ciudadano de las sociedades avanzadas: vivimos consumiendo y consumimos para sentirnos vivir y en esa rueda el deseo nunca puede ser saciado, pero tampoco nos causa ninguna satisfacción permanente. Las cosas obedecen a una exigencia del mercado: la planificación deliberada del ciclo de vida útil de una mercancía. Todo se vuelve mercancía mensurable y explotada: desde nuestros datos más íntimos a la permanente aparición de “actualizaciones” de los sistemas y herramientas digitales, que ya constituyen una extensión de nuestros cuerpos y cerebros. No podemos escapar de los algoritmos, que ya gobiernan diferentes aspectos de la vida personal y de los negocios (como la “high-frecuency trading”, la computarización de los intercambios financieros, en la que ya no intervienen los humanos sino la IA).

¿Adivinan ustedes cuál podría ser la trompeta del juicio final?: un “gran apagón” planetario, producido por alguien o por algo o por simple sobresaturación de demanda de energía que nos volviera a la edad media de un solo plumazo.

Pero volvamos a los efectos secundarios de la aceleración. Ya nadie tiene en casa una enciclopedia o libros de historia. Y el llamado “efecto Google” comienza a preocupar a los neurólogos y psicólogos. Nadie tiene tiempo para consultar manuales y enciclopedias. Todos nos vamos directos a la pantalla. La memoria, la capacidad de recordar, empieza a ser problemática a todos los niveles. Desde los niños a los jóvenes y menores de 60 años, han supeditado su memoria a la “ayuda” cada vez mayor de la información “en línea”. Dependemos crecientemente de la “memoria externa”. Y eso nos lleva a un doble problema, como todos los que conciernen a lo digital, casi “invisible”: el primero, una creciente falta de memoria, no sólo de datos, también episódica y nominal (¿cuántos números de teléfono puede memorizar usted? ¿Cuántos memorizaba hace veinte años?). El segundo,  una falta de narrativa: la velocidad con que nos bombardea la aceleración de noticias y ofertas es tal que es casi imposible estructurar una trama que dé sentido a los hechos y nos permita urdir una trama coherente. No hay manera de tener una visión de conjunto que de sentido a lo que está pasando. Las noticias, vertiginosas, se solapan unas a otras y queda una sopa sin sentido con la que no es posible sacar conclusiones...ergo nos dejamos llevar por las emociones que nos suscitan. No hay tiempo para reflexionar. Somos fáciles pasto para los demagogos  (de ahí el auge de la extrema derecha, por ejemplo) y aquél estado de cosas en lo público que Giorgio Agamben calificaba de “vivir en un umbral de indeterminación entre democracia y absolutismo”  o lo que define como “un estado de excepción permanente”.

Todo lo que antecede tiene unos efectos visibles en las personas. Miren las estadísticas de consumo de fármacos “situacionales”: tranquilizantes, insomnio, calmantes y otros productos más o menos adictivos para controlar los efectos casi globales de esa aceleración en los organismos de quienes la sufren: un cansancio orgánico y psicológico en todos los ámbitos que adopta nombres diversos: neurastenia, fatiga crónica, ansiedad, ‘burnout’ laboral, o el que llama la OMS “encefalomielitis miálgica”. Usted mismo o muchos de los que le rodean sufren alguno de estos síntomas: agotamiento físico y mental durante largos ciclos, pérdida de memoria, desconcentración, y desasosiego, insomnio o dificultades para dormir, dolores musculares o articulares y todo tipo de disfunciones digestivas o sexuales desde la diarrea al estreñimiento crónico y la impotencia. Y los que no recurren a la farmacia, buscan el remedio –otra vez la prisa- en las drogas o el alcohol, más “efectivos” a corto plazo. Un panorama desolador.

Para luchar contra eso, hay que instituir, nos dice Concheiro,  “una nueva concepción del tiempo que desencadene otra forma de estar en el mundo, otra manea de relacionarse con los otros –sean objetos o individuos – que permita otro estilo de existencia”. Pero es difícil encontrar un medio que pueda resistirse a la fuerza dinámica de la aceleración en todos los órdenes de la vida. Uno de los autores de libros de autoayuda que popularizó el “movimiento slow”, la lentitud como forma de vida,  dijo al presentar uno de sus libros: “La ironía más grande de publicar un libro sobre la lentitud es que tienes que ir promocionándolo muy rápidamente...todo el mundo quiere saber cómo frenar...pero quieren saberlo de manera muy rápida”. La lentitud en sí se vuelve una mercancía.

Quizá por eso la apertura al instante que sugieren algunos de los autores citados, sea el camino individual, personal, una experiencia que nadie puede tener por nosotros, que suele ser incomunicable y difícil de lograr, Requiere, como todo acto de profundo conocimiento, un trabajo reiterativo, una conciencia-de-sí  intensa y profunda, ya que el instante es efímero y requiere un enorme esfuerzo de atención y energía para mantenerlo. Pero es la única forma de escapar a la vorágine de la aceleración. Y debe ser  un ejercicio reiterado, consciente y frecuente que se relaciona con momentos y detalles de una gran simplicidad. Son acciones de atención cotidiana y contingentes. Nada especialmente místico y menos esotérico (aunque algunas tradiciones orientales o místicas occidentales pueden facilitar el camino).  Es aprender a “dejarse ir”  en el disfrute del “tiempo cero”, cuando no advertimos el paso del tiempo, cuando no podemos medirlo”, como decía el compositor Christoph Wolff.  “Es el arte de esperar que las cosas se revelen, que el tiempo de detenga”. “Lo primordial –escribe Concheiro-  es hacer surgir una temporalidad que disloque la aceleración: lograr experimentar el instante, en el que los minutos dejan de transcurrir, en el que la velocidad sea algo imposible”.

Y para terminar, un volumen interesante y práctico escrito por expertos en la psicología del tiempo. “La paradoja del tiempo” de Zimbardo y Boyd. El punto de vista de análisis de ese limitado recurso del tiempo es innovador, divertido, ameno y práctico, con una base científica bastante sólida. Los autores escriben sobre las diversas maneras de concebir y tratar con ese fenómeno universal desde el pasado, la memoria, el hoy (ese instante en el que todo es real), el mañana y la trascendencia de la muerte. Muy interesantes y prácticos son los capítulos dedicados a enseñarnos cómo hacer que el tiempo trabaje a nuestro favor. Y como guinda nos ofrece una serie de consejos sobre “la perspectiva temporal ideal” que pasa por “poner a cero el reloj psicológico”. Punto en el que conecta con el texto que están ustedes leyendo y su valoración del “instante”. Para terminar les cito un párrafo final de este libro: “Buscamos sin cesar conocimientos nuevos, conjugando la gratitud por los que hallamos ayer, el asombro ante los que hallamos hoy y la esperanza en lo que hallaremos mañana.”

LIBROS RECOMENDADOS

EL AROMA DEL TIEMPO.- Byung-Chul Han. Ed. Herder.-CONTRA EL TIEMPO.-Luciano Concheiro.- Ed. Anagrama.-EL SUEÑO DEL TIEMPO.-Carlos López Otín y Guido Kroemer.-Ed. Paidós.-SER Y TIEMPO.-CAMINOS DEL BOSQUE.- Los dos de Heidegger.- Trotta y Alianza.-LA PARADOJA DEL TIEMPO.-Philip Zimbardo y John Boyd.- Paidós

Compartir este post
Repost0
30 abril 2024 2 30 /04 /abril /2024 17:42

LOGOI 352

TECNOADICCION

El ensayista, filósofo y psicólogo, norteamericano Jonathan Haidt ha estudiado un tema candente en nuestros tiempos: los efectos pésimos e incluso psicopatológicos que las nuevas tecnologías están causando entre  todos los ciudadanos y particularmente los jóvenes e incluso niños. Estos forman lo que él califica como “generación ansiosa”. Este experto en emociones y ética social, es moderadamente optimista. Sugiere que la desconfianza generada por las nuevas tecnologías –NT-  (incluida la IA) comienza a llegar a un punto crítico a partir del cual comenzará la toma de medidas serias para acabar con esta peligrosa adicción disfrazada de central de ayudas. Pero hay que gestionar la forma de ayudar a “desengancharse”. Las llamadas, muy acertadamente, “redes” sociales están convirtiendo a la juventud en un gigantesco “conejito de pruebas” y los resultados están a la vista: desde 2010 los niveles de ansiedad de niños y jóvenes han aumentado en 161 % en chicos y un 145% en ellas (datos para la órbita de países desarrollados en América, Europa,  India y China).

Las N.T. en sí son muy útiles, pero por el uso excesivo que se hace de ellas (y no sólo en mentes en formación, sino en maduros/as de todas las edades) son pésimas. Hay responsabilidades compartidas: usuarios y sus familias, empresas (con mayúsculas) y Gobiernos que lo permiten y no lo regulan. Todo el mundo está “infectado” en mayor o menor medida: sólo en sociedades que mantienen tradiciones sólidas, locales y familiares, están más protegidos los niños y jóvenes. Hay una falacia interesada que defiende el uso indiscriminado de las N.T. en nombre de la “libertad”.

Algunos investigadores constatan el uso de ciertos portales, como Instagram o TikTok, por niños, desde los 11 años. Haidt asegura que los preadolescentes son un “objetivo valioso” para las principales compañías tecnológicas. Seamos consecuentes: ¿Cuántas personas conoce- de todas las edades- que no estén prácticamente “pegados” todo el día y todos los días a la pantallita de su móvil, su tablet o su ordenador? Y no por obligaciones de trabajo, sociales o familiares. Es como una extensión de su propia mente y cuerpo. A veces incluso de superior interés. Y se constata que muchos adictos sufren episodios depresivos, ansiedad límite, tendencias al suicidio, falta de atención, declive de habilidades sociales... La exigencia adictiva -de la que no nos percatamos- supera a la del alcohol o las drogas, precisamente por su aparente banalidad no nociva. Los niños de la generación Z están siendo “educados” en la omnipresencia de las pantallas. Los juegos individuales o de grupo desaparecen. Haidt sugiere que la regeneración empiece en las familias. Que se unan entre sí para promover el uso racional de las N.T. Y de ahí se pase a asociaciones locales y nacionales que presionen a los Gobiernos para intervenir.-ALBERTO DíAZ RUEDA

 

Compartir este post
Repost0
23 abril 2024 2 23 /04 /abril /2024 18:28

LOGOS 351

¿TIKTOK?

La plataforma china arrasa entre los jóvenes occidentales. La facilidad de comunicación activa, creativa e inmediata que supone y su versatilidad en los servicios e imágenes que proporciona, son muy tentadores. El problema, como en todas las plataformas y en general en el mundo digital, es que es un instrumento de enorme captación de datos personales gracias a la amplia red de algoritmos que envuelven a dicho usuario, volviéndolo “transparente” para las empresas propietarias. Algo soñado por todos los gobiernos (totalitarios o no) y sus Agencias Tributarias.

Lo que amplía el problema es que el propietario de TikTok es...China. Bueno, la empresa china ByteDance. Es decir, el Gobierno chino. Ese que tiene listados completísimos de cada ciudadano, hasta el punto de que hay un sistema de castigo y recompensa por actos o acciones más o menos privados de esos ciudadanos que disgusten o complazcan a la Autoridad absoluta. En Estados Unidos, la Cámara de Representantes ya ha aprobado una ley que prohibiría la aplicación, a no ser que TikTok se separe de ByteDance. La ley ha de ser aprobada también por el Senado y eso va para largo. El incombustible Trump, que siendo presidente estaba a favor de prohibirla, ya ha hecho saber que si gana las elecciones no habrá problemas con ella. Todo por el voto de 170 millones de usuarios, con mayoría joven.

En el mundo ya hay varios países con prohibición total de TikTok (India, Nepal, Somalia, Afganistán, entre otros); censurada o con restricciones en Irán, Jordania y en la Comisión Europea y la OTAN, EE.UU., Canadá, Taiwan, Australia, Nueva Zelanda, Noruega, Reino Unido, Francia, Bélgica, Países Bajos, Austria, Dinamarca, Estonia, Letonia, Malta e Irlanda. Los funcionarios del Gobierno de esos países no la pueden usar.

Lo cierto es que es más que un problema comercial o social. Lógicamente   atañe a la seguridad nacional. Los datos personales de los usuarios que TikTok almacena retratan al individuo, no sólo en sus gustos y preferencias respecto a la plataforma, sino información personal de todo tipo y hasta usos y costumbres de la vida particular o social del usuario. Hay una opción para pedir que se descarguen todos los datos. Pero eso no quiere decir que desaparezcan de la memoria de TikTok. También se guardan datos de todas las actividades del usuario, los videos que ha visto, el tiempo que está en uso, se recopilan los videos favoritos del sujeto y se maneja comercial y publicitariamente las preferencias de cada uno. Retiene los datos bancarios, en caso de compra de algún producto en la plataforma, las direcciones de entrega y los artículos adquiridos. Aunque, lo cierto es que no es muy diferente de otras redes sociales. Todas tienen los mismos criterios de obtención de datos. ¡Vivimos en el imperio del algoritmo!

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Compartir este post
Repost0
18 abril 2024 4 18 /04 /abril /2024 18:45

LOGOI  350

OCÉANOS, S.O.S.

Las generaciones que hemos heredado -desde el siglo XX hasta hogaño- la Tierra y sus tesoros y recursos podemos sentirnos torcidamente orgullosos. Ningún otro siglo, desde que el hombre surgió de las orillas ancestrales del mar, hasta el nacimiento de la era industrial, ha destruido, saqueado, arruinado y perdido tantos elementos naturales que enriquecían el planeta, en el mundo animal, el vegetal y al mineral.

En Barcelona se ha celebrado otra Conferencia internacional de las que pretenden implementar medidas para rectificar errores humanos: estamos extinguiendo todo aquello que nos permite sobrevivir en un mundo cada vez más esquilmado y arrasado, por explotaciones excesivas, contaminación, guerras y un estilo de vida basado en el consumo irresponsable. Esta vez le ha tocado a los Océanos: defender las aguas marinas de la contaminación, el calentamiento climático y la sobrepesca y la explotación minero-industrial de fondos marinos. Y se ha recordado que cuidar la salud de los mares es cuidar de la Humanidad y que la supervivencia de los océanos está ligada a la de la voraz criatura humana.  

Se ha vuelto a advertir contra los efectos perniciosos del vertido de fertilizantes agrícolas en las aguas marinas que convierte grandes extensiones de océano en zonas muertas por el crecimiento excesivo de plantas acuáticas que empobrecen las aguas. Sumen a ello la brutal presencia de plásticos que forman enormes islas flotantes y los microplásticos que envenenan la vida de peces y ecosistemas (incluido el humano). Y para coronar el despropósito, la sobreexplotación pesquera, principalmente la industrial (con el arrastre de fondo, que destruye ecosistemas enteros) Es preciso, pide la Conferencia, “llevar la ciencia a la gestión pesquera”.

Los científicos y biólogos marinos reunidos en Barcelona  han acentuado el impacto del cambio climático en los océanos y han insistido en una labor científica, económica y política común para salvaguardar la superficie acuática del planeta, un ecosistema complejo del que dependemos en mayor medida de lo que el ciudadano corriente cree. Se pide el aumento de las inversiones oficiales y privadas en el campo de las ciencias oceánicas. Y también de la conciencia común de la defensa de los océanos. Trece ciudades costeras de todo el  mundo han formado una plataforma con ese objetivo, aunque debería aumentar ya que el 75 % de las megaciudades del planeta están situadas en las costas y, por lo tanto, millones de seres humanos están en primera línea de los desastres que el cambio climático o la mala gestión de los mares pueden provocar.

Una vez más el conocimiento científico –prioridad de la Unesco- puede ayudar a, si no detener, si paliar, problemas como la acidificación de los océanos, los aumentos del nivel del mar, la extinción de la biodiversidad en sus fondos y el arrase de especies marinas.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Compartir este post
Repost0
26 marzo 2024 2 26 /03 /marzo /2024 18:45

...y el mundo no deja de parir guerras. La revista “The Lancet” ha publicado un  estudio multidisciplinar en el que, consultando estadísticas de población en todo el mundo, se ha llegado a la conclusión de que para el 2050 (dentro de 26 años) más del 75% de los países del planeta no podrá mantener el tamaño actual de su población. Decrecemos a un ritmo como no se había visto en la historia de estas mediciones. Solo seis países mantendrán tasas superiores a 2,1 hijos por mujer y posiblemente más de la mitad de los bebés nacerán en África. Parece ser que en un futuro próximo de baja fecundidad dependeremos de la cuna prehistórica de la Humanidad. Esa tendencia demográfica provocará cambios lentos pero evidentes en la economía del planeta y en el equilibrio geopolítico del poder. Y así mientras el rico occidente va reduciendo su población activa y aumentando la de ancianos, en casi todos los países del hemisferio el número de muertos superará con creces el de nacimientos. En España, se compensa ese fenómeno con un mayor número de inmigrantes, ya que el índice de fecundidad de las españolas ha bajado de 2,47 hijos por mujer en 1950 a 1,23 en 2021.

Pero a esta situación crítica, añadida a las que ya existen, hay que oponer un razonamiento lógico: ¿de verdad en las sociedades y países de nuestra actualidad histórica se pueden aplicar estimaciones objetivas de proyecciones estadísticas, cuando no podemos, en rigor, ni siquiera imaginar por donde nos llevarán mañana los cambios que se producen a una velocidad casi imposible de evitar? Tampoco se puede caer en el optimismo de los que piensan que este “invierno demográfico” puede ser una oportunidad para establecer un equilibrio sostenible en la población. En 2022 se alcanzó la cifra récord de 8.000 millones y parece que ese será el pico y pronto comenzará la bajada, gracias al efecto guillotina de las víctimas de las guerras, hambrunas y catástrofes, unido a la tendencia en muchos países de parejas jóvenes sin hijos o con uno o dos a lo sumo.

También en China y en Rusia el envejecimiento de la población y la merma de nacimientos alterará el equilibrio de los dos gigantescos países, ya que el declive demográfico tiene efectos negativos sobre el mundo laboral y económico. En los últimos tres años Rusia ha perdido dos millones de habitantes más de los que ordinariamente hubiera perdido  a causa de la guerra, las enfermedades y la emigración o el exilio.

En conclusión, no estaría de más que, en España, los partidos políticos en lugar de pelearse como energúmenos por el poder, establecieran una política consensuada de apoyo económico y sanitario a la natalidad. Es un problema real y será acuciante.-Alberto Díaz Rueda

Compartir este post
Repost0
12 marzo 2024 2 12 /03 /marzo /2024 19:24

LOGOI  345

CORRUP…¿QUÉ?

¿Cuál es el problema? Como me dijo un probo trabajador que vino a instalarme unas estanterías, “yo ni leo periódicos, ni veo los telediarios y en cuanto sale alguien en la red hablando de política cambio de web. Es como lo de la guerra que todo el mundo anuncia. ¿Que resulta que alguien se ha forrado vendiendo mascarillas defectuosas y que además era del Gobierno? Pues es lo normal. Mi padre, el abuelo, no para de hablar del caso Koldo o Ábalos,  o de uno más antiguo, Gurtel. O de Putin y Ucrania y de los israelíes y Gaza, y me tiene hasta la coronilla. Con Franco no pasaba esto, le digo, para picarle (era un obrero “progre”). Y él suelta una carcajada. “Lo único diferente es que no nos enterábamos”.

Le digo al joven que el coste de la corrupción en España, en datos ya antiguos, se cuantificaba en 45.000 millones de euros anuales. Bastante más del coste sanitario o de educación. El dinero “bajo mano”, las “mordidas”, las “comisiones”, dañan al país más que la pandemia. Y ahí entran todos los partidos (no todos los políticos, por supuesto). El “quien la hace la paga” que se usa como proclama auto disculpatoria, no se la creen ni ellos.  Y la del “y tú más”, suena a patio de recreo de instituto. Es un problema de ética política y de moralidad personal. Y de siglos de práctica (no es cosa de hoy): los prevaricadores son legión, desde las altas esferas del  Estado hasta el funcionario de a pie, esa peste que nadie controla de los “asesores” o la Administración o la Justicia y sus servidores. Y quizá no sean muchos, pero hacen mucho daño.

No se trata de señalar a ningún partido, sino de comprobar si la corrupción forma parte del “caldo de cultivo” genético del género humano, no sólo los españoles. Nuestra historia rebosa de datos y anécdotas vergonzantes. Igual que en casi todos los países. Por tanto, si  queremos erradicar ese mal –nunca lo lograremos del todo- quizá deberíamos resucitar en la enseñanza  hasta la universidad, en el seno familiar, las costumbres sociales, el mundo laboral,  en el profesional, en las relaciones de amistad, sentimentales y de trabajo, un horror terapéutico a esa deshonestidad casi genética que es la corrupción. Todo eso, que es lo más importante, amparados por medidas legales sujetas al escrutinio de comisiones éticas permanentes (e independientes por ley) con medios coercitivos a su alcance. Y unas ventanillas abiertas cada día –sin precisar cita previa y con funcionarios nunca permanentes, sujetos a una disciplina ética y laboral inviolable – para recibir quejas documentadas y garantizar la protección del denunciante. A lo mejor cambiaba algo.

Compartir este post
Repost0
12 marzo 2024 2 12 /03 /marzo /2024 19:10

LOGOI 344

RETROTOPÍAS

El fenómeno de la aceleración del tiempo es una percepción inducida por la saturación de estímulos que nos envían los móviles, ordenadores, televisión y las redes sociales. Se une a un “aplanamiento” del interés, una especie de narcosis de la emotividad: fíjense en lo que poco que conmueven las matanzas de Gaza o de Ucrania…o los casos más cercanos de violencia, muertes, enfermedades o suicidios: desde adolescentes a ancianos. Se vive un colapso de la sensibilidad, un rechazo al hoy y una nostalgia de un pasado manipulado. La consiguiente impotencia y el pesimismo, nos hacen muy vulnerables a lo que el filósofo Zygmunt Bauman llama “retrotopía”. Es decir el falso recuerdo de un pasado irreal. Reconstruido para aliviar –y condicionar-  el presente con ese supuesto camino al futuro. Volver a un “atrás” que fue un infierno para muchos, pero parece una solución para cambiar el presente, porque ofrece “soluciones” de control y autoridad. Un ejemplo claro es el de ciertos políticos ofendidos por el asunto catalán: “Con Franco esto no hubiera ocurrido”, dicen. También se evoca la “autoridad” de los nazis en muchos piases, incluso en Alemania, o la pujante extrema derecha en otros muchos países, cuyas proclamas invitan a la falta de solidaridad, el aislacionismo (véase Trump), al rearme y las “soluciones bélicas”, a cerrar las fronteras y devolver a emigrantes desesperados a sus países o dejarlos morir a manos de las mafias o los “accidentes” en el mar.

Las “retrotopías” son un autoengaño colectivo que facilita la vuelta al poder de los mismos que en ese pasado, instigaron y protagonizaron los desastres que conocemos. Y pueden imponerse porque, sin percatarnos de ello, los medios, las películas, las series, incluso los articulistas que con la mejor de las intenciones tratamos de informar y mentalizar a la gente de que estamos haciendo las cosas mal y corremos peligro, propiciamos esa angustia del cataclismo inminente, en la que falta un ingrediente esencial: esperanza. Por eso cada vez hay más personas que creen resolver la cuestión negándose a saber, acelerando la vida más cómoda posible, ignorando los problemas de los que están fuera de su círculo personal. Esa paradoja convierte a los individuos  en islas absortas en su propio bienestar. Solo importa consumir más y mejor, viajar, divertirse. Un “carpe diem” que conduce a una “lógica de muerte”,  como la que nos muestran las películas y los programas plagados de fake news: todo se acaba, disfruta el tiempo que resta. A la espera de las retrotopías que nos invaden.

Para evitar esto sólo hay una posibilidad: alimentar el pensamiento crítico, la conciencia colectiva de la necesidad de un cambio y…  recordar honestamente lo que en verdad fue ese pasado. - ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

 

Compartir este post
Repost0
12 enero 2024 5 12 /01 /enero /2024 18:36

LOGOI 336

EMIGRACIÓN Y ODIO

La educada y culta Europa, patria de la primera declaración de los Derechos humanos, sigue aquejada por las fiebres del egoísmo y la inseguridad. Prospera por el continente un severo ataque del virus extremo derechista (desde el neo-trumpismo al nazi-fascismo)  que afecta a muchos países y considera a los inmigrantes como causa de todos los males. Ahora resulta que el mayor problema para el desarrollo y el progreso son las oleadas de inmigrantes que huyen de sus tierras arrasadas por un ‘climaticidio’ que ellos no perpetraron, por el hambre y por la represión de sus Gobiernos corruptos. Durante diez años se han realizado negociaciones en la UE sobre cómo gestionar los procesos migratorios y se ha dado a luz –bajo presidencia española- un Pacto que más bien es un aborto, criticado por todas las ONG. Se trataba de equilibrar el peso del fenómeno entre los países que reciben mayor impacto migratorio (España, Italia, Grecia) que se han visto colapsados en algunas ocasiones, a base de cuotas de asilo y gestiones de entrada (7 días para tramitar solicitudes y seis meses para tomar una decisión), en caso de aducir causas aceptables o devolución a los países de origen).

En 2023 llegaron 273.642 personas a las puertas de Europa (cifra de la OIM, Organización Internacional de Migraciones) sin contar a los que se perdieron en el mar -21.164 personas sólo en el Mediterráneo- o a manos de las mafias. En 2016 tras la crisis de refugiados de 2015, llegaron 389.000 personas. A partir de ese año la política europea se limitó a dificultar los trámites de acogida y a asegurar las fronteras, pagando a los países limítrofes para que rechazaran  y detuvieran a los que intentaban ir a Europa o subvencionando a las mafias que se dedicaban a transportar emigrantes y ahora los reprimen.  Y no olvidemos la polémica Frontex, Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y costas, organismo creado en  2005 con una financiación de 6 millones de euros y que el 2023 recibió  845 millones. Los asesinatos, abusos y bandidaje sobre los emigrantes aumentaron desde que algunos países aceptaron la vigilancia de fronteras: Turquía, Libia, Túnez, Marruecos, entre otros. La situación en el Sur Global, Siria, Iraq, Afganistán, Yemen, el Sahel, Egipto o Sudán está provocando salidas de población aterrorizadas hacia otros países. Siete de cada 10 personas desplazadas proceden de países vulnerables al cambio climático: hambre, falta de agua potable, enfermedades, sequía, inundaciones. Y para redondear el desastre, la eclosión global de las derechas y ultraderechas en demasiados países. Francia, antes de cerrar el año, aprobó una ley por amplia mayoría, calificada como la más regresiva de los últimos 40 años que, entre otras medidas, considera la migración irregular como un delito sancionable. Al estilo de la italiana Meloni, o el inglés Sunak. A los emigrantes no sólo se les odia, se les teme. Llegará un día en que se les necesite.

ALBERTO DIAZ RUEDA

Compartir este post
Repost0
7 enero 2024 7 07 /01 /enero /2024 10:52

LOGOI 335

2023, VAYA AÑO DE M…..

Reconozco que después de 50 años de profesión como periodista y escritor es la primera vez que me atrevo a usar la palabra “mierda” en un titular. Así que me perdonarán por los puntos suspensivos. Lo que nos trajo el año 2023 en el ámbito internacional justifica el “palabro” (quizá en el ámbito nacional, también estaría justificado).

Empecemos por la “vendetta” israelí del señor Netanyahu y el alargamiento del genocidio palestino que sigue sumando décadas ominosas. La última hornada ha provocado más de 35.000 víctimas palestinas…con especial virulencia hacia las mujeres y los niños. Por una sospechosa “carambola” la trágica incursión de Hamas era conocida y desestimada por el Gobierno israelí  y había sido apoyada por Irán con la aquiescencia de Rusia. El resultado ha sido un alivio para Putin ante el enfriamiento de la atención europea y mundial hacia la guerra en Ucrania.

Sin mencionar las guerras permanentes y  de las que nadie habla en sitios más o menos remotos del mundo, ni los Estados y gobiernos dedicados a la provechosa tarea de esquilmar a sus ciudadanos y embolsarse las ganancias o simplemente practicar la tiranía por razones étnicas, económicas  o tradicionales (China, Pakistán, demasiados países árabes, africanos, asiáticos).

Tal vez no por estas razones apuntadas pero sí debido a la forma depredadora de nuestro estilo de vida el planeta se está quejando hace tiempo, pero en 2023 lo hizo de una manera notable: no sólo hemos tenido el período más caluroso jamás registrado (y llevamos meses con una escasez de agua no insólita pero si alarmante) sino que arreciaron las megatormentas y el hielo marino se ha fundido a unos niveles nunca vistos. En 2023 rompimos el récord de emisiones de combustibles fósiles, que ya ni siquiera la Amazonía logra absorber. Pero que nadie nos quite nuestros viajes de placer: el tráfico de aviones también aumentó. Aún así la principal causa de muerte en el mundo no son las pandemias o las guerras (aunque con Gaza y Ucrania este dato podría variar) sino dolencias relacionadas con la contaminación y  la alimentación (comida basura y ausencia progresiva de verduras y frutas frescas).

Este bendito año también ha producido un endurecimiento hacia la inmigración. El Pacto Europeo de Migración y Asilo, pone coto a la tolerancia inmigratoria, olvidando la Declaración universal de los Derechos Humanos. Se podría seguir un par de páginas más, con los “logros” de 2023 pero prefiero apuntar una “guinda” que coronará el pastel de desastres: la llamada Inteligencia Artificial (un oxímoron descarado). Hace un mes, se celebró la I Cumbre Internacional de la IA para controlar el uso y prevenir sus peligros: será tan poco efectiva como la 28º Cumbre del clima. La IA, carísima de mantener –usa más agua para funcionar que la población mundial para beber- sigue su exitoso y rápido rumbo de colisión con los humanos. Hay más, pero con lo dicho es suficiente.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Compartir este post
Repost0
30 diciembre 2023 6 30 /12 /diciembre /2023 17:00

LOGOI 334

“CERVANTINA”

Un amigo catalán, médico de profesión, que vive en Lleida, con el que compartimos charlas sobre la perenne actualidad del Quijote y su tesoro de humanidad, sabiduría, humor y melancolía, me hace llegar una noticia lamentable (al menos para mí): el Ayuntamiento de la bella ciudad del Segre ha decidido cambiar el nombre de uno de sus colegios. A partir de ahora se llamará Colegio de la Seu Vella. El nombre anterior era Colegio Cervantes.

Uno se mantiene un poco al margen de la mostrenca política nacional y su “pragmático” escollo catalán, con la dichosa amnistía. Pero cabe preguntarse, ¿de verdad consideran esos funcionarios municipales que el nombre de nuestro (digo bien, nuestro) más admirable escritor hispano, ensalzado en todos los países cultos de nuestro planeta, debe  desdeñarse en estos momentos a causa de la penosa circunstancia política actual (por cierto, más penosa para el Gobierno y el pueblo español que para el separatismo)?

Supongo que estamos hablando de cultura literaria y ya sé que ese es un valor en decadencia. ¿Hay algún/a prócer político de esa Comunidad que haya leído “El Quijote? Y no llego tan lejos, ¿hay alguno/a que no sepa quién fue Cervantes? ¿Creen esos señores/as ‘lleidatás’ que quitar el nombre de Cervantes a un colegio muestra su fervor catalanista? ¿Saben que Cervantes amaba Cataluña y puso en las playas de Barcelona fin a la gloriosa aventura de su héroe?

Para quitarme el mal sabor de boca que me ha dejado esa majadería político-municipal leridana y como reparación a la memoria del sublime escritor manchego, déjenme citarles un párrafo del  Quijote que viene como anillo al dedo a los responsables del “denomicidio”. En el cap. XXVI de la 2ª parte, maese Pedro le advierte a don Quijote: “No mire vuesa merced en niñerías, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo que no se  le halle.”  Es decir, hay que tener un poco de sentido común. Es como prohibir citar o hablar de Tolstoi, Chejov o Dostoievski, porque son rusos y han invadido Ucrania. Ese tipo de medidas atadas a la coyuntura política resultan risibles y dañan la imagen pública de un país y de sus gentes. Señores, devuelvan su nombre al colegio citado y, en reparación, organicen lecturas comentadas de la gran novela cervantina. Harán un favor a sus alumnos y a ustedes mismos. En ese libro hay enseñanzas éticas, filosóficas, históricas y literarias al alcance de cualquier lector sensible. Y además echarán unas risas, cosa que a nadie le hace daño y menos en estos tiempos. Y sepan que está en marcha una versión digital de “El Quijote” manuscrita por más de cinco mil lectores de todo el mundo: cada uno ha copiado de su puño y letra, en castellano, la tres líneas de texto que le han asignado.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Ver comentarios

Compartir este post
Repost0

Présentation

  • : El blog de diariodemimochila.over-blog.es
  • : Ventana abierta al mundo de la cultura en general, de los libros en particular, mas un poco de filosofía, otra pizca de psicología y psicoanálisis, unas notas de cine o teatro y, para desengrasar, rutas senderistas y subidas montañeras.
  • Contacto

Recherche

Liens