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9 mayo 2023 2 09 /05 /mayo /2023 19:03

LOGOI 302

LUZ, MÁS LUZ

                                           Dedicado a Anna, una luciérnaga cuya luz ha iluminado mi vida

Goethe murió, o así lo quieren sus hagiógrafos, pidiendo luz, más luz. “Licht! Mehr licht!”, dicen que susurró con lo que serían sus últimas palabras. ¿Era la metáfora última de más conocimiento o la luz de la razón iluminando el término de su existencia?  Quizá el hombre solo pretendía que le acercaran el candil para recibir a la Dama Oscura leyendo. Lo cierto es que la frase se ha convertido en el símbolo de una demanda intelectual frente a la turbia realidad y la franca oscuridad de muchos aspectos de nuestro tiempo. La luz del pensamiento crítico racional frente a la ignorancia agresiva  que nos rodea desde los medios a la Red, la política, la educación y la familia.

Necesitamos más luz, más luciérnagas. Me refiero al animalito luminoso como metáfora. Annah Arendt, María Zambrano, Passolini o el filósofo Didi-Huberman  la usaron para nombrar a esas personas fugaces, intermitentes, casi siempre anónimas, que aparecen en un ambiente dominado por la codicia, la insolidaridad, la ignorancia y a menudo la barbarie;  ellas llevan en sí una suave luz, como testimonio de actitudes y comportamientos a contracorriente respecto al caos ético habitual. Son seres íntegros, “resplandores del contrapoder”, lucecitas que iluminan las oscuridades del mundo.

En mi larga vida he conocido algunas “luciérnagas”. Ahora, cada vez menos (ni  animalitos, ni personas). Annah Arendt  decía que siempre aparecerá alguna de esas personas en los momentos duros. Son las portadoras de una luz que suaviza las tinieblas de la época. Personas que cumplen su deber sin aspavientos, con puntillosa corrección; que no esperan reconocimiento y piensan que los demás son como ellas, a pesar de las abrumadoras pruebas en contrario. Lo normal es lo opuesto: personas que siempre se quejan de lo mucho que trabajan o exigen que se les reconozca todo lo que hacen y cuya propia valía sobredimensionan, que creen su deber poner obstáculos y presumen de una fastuosa ineficacia que sólo ellos valoran. ¿Las reconocen? Son legión.

Por eso la presencia de “luciérnagas” en nuestra sociedad es la única razón para esperar que el género humano pueda superar las actuales dificultades que comprometen su futuro. Nunca tanto ha dependido de tan pocos. Las personas desinteresadas, serviciales, modestas, eficientes sin presunción, eficaces y útiles sin demanda de pago, educadas, corteses y con vocación de servicio anónimo, son tan escasas como abundantes las que practican lo contrario. ¿Pesimismo? No. Creo que siguen ahí, a pie de trabajos y  ayudas, sin hacerse notar. Incluso en ámbitos de cierto poder…cosa difícil, dada la servidumbre que tiene la política respecto a la fama y la vanidad. Confío  que en algún momento crítico aparecerán las luciérnagas para salvarnos de nuestros errores. ¿Es solo una ilusión?

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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4 mayo 2023 4 04 /05 /mayo /2023 10:45

Ensayo publicado en la revista "Compromiso y Cultura", mayo de 2023

“Si una noche un viajero leyera estas páginas: homenaje al centenario del escritor italiano”

En 1980 la editorial Bruguera editó “Si una noche de invierno un viajero” (1979); en 2023, la editorial Siruela ha reeditado los principales libros de Italo Calvino, incluido el citado, en una nueva colección, la Biblioteca Calvino, que recoge toda la obra de este autor italiano, cuyo centenario se cumple este año. Son libros rediseñados en base a una estética que parece haberse inspirado en el mundo fantástico e intemporal de Calvino, en el que los vizcondes demediados, los barones rampantes o los caballeros inexistentes crean en el lector una curiosa e insistente necesidad de participar y convivir con sus historias.

Calvino nació en Cuba en 1923, donde sus padres, italianos, trabajaban como agrónomos y botánicos. Dos años más tarde la familia vuelve a Italia y se instala en San Remo, donde dirigen una estación experimental de floricultura. En los convulsos 40  Italo realiza una licenciatura en Letras –presenta una tesina sobre Josep Conrad- y durante la ocupación alemana lucha como partisano de la Columna Garibaldi y se inscribe en el PC. Esta vida comprometida tiene un fruto literario “Los senderos de los nidos de araña” (1947) y le lleva a un estilo de vida relacionado con la literatura y los libros (gracias a Cesare Pavese –otro grande de la literatura italiana- , trabaja como editor en la famosa editorial Einaudi). En 1985 murió, con 62 años, de una embolia cerebral.

Así que relájate, lector. Estás leyendo un artículo sobre la nueva colección de los libros de Calvino. Adopta una postura más cómoda, alarga los pies sobre un cojín, regula la luz, en cuanto te hayas sumido en la lectura, ya no habrá forma de moverte. El Cronista te informa de que ha salido la nueva colección de los libros de Calvino y ya  programas una visita a tu librería preferida. Un día, compras tres volúmenes de la nueva colección, que hablan de “Nuestros antepasados”,  una serie de entrevistas realizadas a Calvino con el título de “He nacido en América” y  “Si una noche de invierno…”. Pero  te dispones a leer este artículo y antes de entrar en él, miras si es muy largo, echas un vistazo rápido a las ilustraciones y te preguntas si el Cronista te va a contar algo que no sepas o interesante sobre Calvino, o sobre su novela o alguna novedad que ignorabas en sus entrevistas realizadas desde 1951 a 1985, el año en que el autor italiano falleció. En 1980 el Cronista había leído en una edición de Bruguera  “Si una noche de invierno…” y se había sentido atraído por Calvino. Ahora, en 2023, en el centenario del autor, recupera esas lecturas. Y es que este girar en torno a los libros de Calvino forma parte del placer de los tres libros nuevos que tú, Lector, ya tienes sobre la mesa. Aún en la bolsa de papel de la librería, los libros de Calvino te esperan con sus hermosas portadas, prometiendo unos placeres que han de consumarse con la lectura. Tú, Lector, aún no te has dado cuenta de que el Cronista, que es un admirador de Calvino, está siguiendo contigo el mismo juego que el novelista italiano establece con el Lector y la Lectora de su novela “Si una  noche del invierno…”.  En esa novela, tras el primer capítulo, el Autor provoca consecutivas  inmersiones  en nueve nuevas novelas totalmente distintas a la que el Lector había empezado a leer. Y es que, se produce un problema muy enojoso: tras  leer unas pocas páginas, el Lector descubre que el libro está defectuoso. Va a la librería  para cambiarlo y allí se encuentra con  Ludmilla, la Lectora. Pero el incordio vuelve a aparecer. Una u otra vez, cada vez que comienzan la lectura del nuevo libro engastado en el anterior, se volverá a frustrar la lectura en el momento más apasionante, para iniciar una nueva novela igual o más atrayente. Y así  en nueve ocasiones. El Lector no llegará a completar la lectura de ninguna de ellas. Y este proceso acabará  junto a la Lectora, que le ha acompañado desde la segunda inmersión en esa aventura literaria  --con ecos de “Las mil y una noches” --y con la que más tarde se unirá en matrimonio y descubrirán ambos, en la última página, que hay otra novela que tiene como título la suma de los títulos de las nueve anteriores.

Y ahora añadimos a todo esto una pequeña variación: el Cronista no hará ir al Lector de un inicio de novela a otro -como ocurre en “Si en una noche de invierno…”-  sino de un libro de Calvino a otro. Y para seguir con el paralelismo sólo te dará algún detalle esencial de cada uno de los libros para llamar tu atención y provocarte para que vayas a una librería y te hagas con ellos para leerlos cuanto antes. Así ganamos todos: Italo Calvino, por ser más conocido; el Cronista para que las personas que le lean descubran y gocen de un escritor genial y el Lector, para vivir un tiempo con la obra de un novelista que estimulará su fantasía, su imaginación y su inteligencia. Y, puede que el Lector de estas páginas de “Compromiso y Cultura”, conozca a través de comentarios intercambiados sobre este artículo a una Lectora de dicha revista y se embarquen ambos en leer las novelas de Calvino que vamos a recomendar. Y, tal vez, acabe casándose con ella. Cosas más asombrosas ocurren en las obras de uno de los mejores narradores italianos del siglo XX.

Quizá  la más original obra de nuestro autor sea la trilogía “Nuestros antepasados”, formada por las novelas “El vizconde demediado” (1952), “El barón rampante”  (1957) y “El caballero inexistente”  (1959) –publicadas cada una de ellas en la década de los cincuenta y reunidas por Calvino en dicha  trilogía en 1960-. Las narraciones transitan por los tiempos de Carlomagno en  la Edad Media;  la guerra de Bohemia contra los turcos, en el siglo XV  o el final del siglo XVIII, en la época  de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas. Calvino diseña en la trilogía una genealogía fantástica del individuo contemporáneo a través de tres personajes dotados de características singulares. Estos tres personajes encarnan aspectos de la naturaleza social y política popular italiana que quedaron afectados por el desencanto de la posguerra  que vivió el país. De ahí el juego de preguntas y respuestas que el autor propone a sus lectores, reflejadas en imágenes que sugieren significados sorprendentes. Una dialéctica imagen-palabra que constituye una de las características más llamativas del peculiar estilo poético narrativo de Calvino. Él, dice, escribe y publica la trilogía para “salvar la esperanza”  en el humanismo de la época, a través de tres personajes alegóricos y unas anécdotas surrealistas: una figura partida por la mitad, una armadura deshabitada y un hombre que vive su vida subido a un árbol.

Recordemos: el vizconde  Medardo de Torralba recibe un cañonazo y queda partido en dos. Ambas mitades sobreviven por separado. Y no solo el cuerpo, también su espíritu. De ahí que una de las mitades es malvada y la otra tan buena que parece tonta. Se trata de la dicotomía del mal y del bien en una sola persona, como el doctor  Jekyll  y el malvado señor Hyde de Stevenson. En la fábula, el Lector verá reflejarse nítidamente la naturaleza humana. En “El caballero inexistente”, Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, Caballero de Selimpia Citerior y de Fez, tiene una digna prosapia familiar histórica, pero un pequeño inconveniente: en el interior de su armadura, tras la celada empenachada  no hay ningún rostro y bajo el formidable aspecto de fuerza y poder de su armadura no existe ningún cuerpo. Agilulfo no tiene “ser” pero si una voluntad profunda y una fe intensa en “querer ser”. Calvino derrocha imaginación, humor e ironía en esta parábola que, una vez más, induce al Lector a encontrar paralelismos. Y, para terminar, la historia increíble de Cósimo Piovasco di Rondó, el Barón Rampante, que el día de 15 de junio de 1767, con doce años de edad, sube a un árbol y decide no volver a poner el pie en el suelo. Dotado de una gran inteligencia y de medios suficientes para mantener su decisión, Cosimo se convierte en Enciclopedista, como cabía esperar de un personaje ilustrado en la Europa del Siglo de las Luces. En su atalaya natural, el Barón es testigo del paso de la historia de su tiempo, conoce el amor, la violencia y la muerte y se convierte en una figura dinámica en la guerra y la revolución…sin bajar de su árbol. Todo ello a través de una imaginación poética extraordinaria y un dominio del absurdo filosófico, la alegoría, el simbolismo y la fantasía. Calvino nos ofrece, tras el espejo deformado de su fuerza narrativa, una visión crítica del hombre contemporáneo, de su soledad, sus temores, sus mentiras y la busca de la libertad que justifique su existencia.

Esta misión de intelectual comprometido  con su tiempo es aún más evidente en otra trilogía temática: la que forman las obras “La especulación inmobiliaria” (1957) “La nube de smog (1958) y “La jornada del interventor electoral” (1963). Calvino novela los paisajes disruptivos de una Italia inmersa en un progreso económico que arrasa con su identidad cultural. El asedio inmobiliario de los paisajes y las costas italianas a finales de los 50 y 60, provoca que el talante crítico de Calvino nos muestre los problemas sociales y psicológicos que provoca un crecimiento económico especulativo y fuera de control.  En “La nube de smog”, una novela extrañamente actual, plena de ironía y humor, se nos cuenta los entresijos del problema de la contaminación industrial, la población sometida y los medios de comunicación financiados por el consorcio de industriales. En la época en que Calvino publica estas tres novelas, finales de los 50, el escritor ha perdido su confianza en el comunismo y abandona el partido públicamente, hastiado y confuso, tras la invasión de Hungría por la URSS.Y refleja su estado en “La jornada de un interventor electoral” que se desarrolla en el Cottolengo de Turin y refleja la manipulación electoral que se hace de la pobre y enferma humanidad de la zona. Esas tres obras muestran el compromiso intelectual crítico de Calvino contra la alienación y corrupción de su tiempo.

Dentro del formidable catálogo de la obra de Calvino en Siruela –casi cuarenta novelas y ensayos-  hay algunos dedicados a los libros y los autores en sí mismos, no sólo a la lectura –como el volumen de correspondencia “Los libros de los otros”, “Los cuentos populares italianos”, “Cuentos fantásticos del XIX”  “Mundo escrito y mundo no escrito” o “Por qué leer a los clásicos”.  En este último aseguraba: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Y precisamente eso es lo que ocurre, por ejemplo, con su obra  “Las ciudades invisibles” (1972).  Tengo sobre mi mesa la edición que Minotauro (Edhasa) hizo en el 1983 de esa curiosa y onírica novela, en la que un triste y melancólico Gran Kan o Kublai Kan, recibe a un Marco Polo cansado y crepuscular para que éste le cuente sus viajes a ignotas y extraordinarias ciudades perdidas en la vastedad de los dominios del gran conquistador. En brevísimas descripciones, Marco Polo va desgranando un firmamento de legendarias ciudades inexistentes, todas con nombres de mujer, como estrellas en el cielo impasible del Fin de los Tiempos. En todas ellas pervive algún elemento lleno de belleza y misterio y otros como pesadillas del Bosco, hasta ir conformando la megalópolis informe y monstruosa que como una ameba gelatinosa va cubriendo el planeta. “Creo haber escrito –dijo—algo como un último poema de amor a las ciudades… lugares de trueque de palabras, deseos y recuerdos”. Lugares donde se intercambian los rescoldos de la memoria, del pasado y los reflejos del presente huidizo. Un libro de nostalgia donde flota eterno e inexistente el espíritu de un escritor universal.

Como afirma Calvino en “Seis propuestas para el próximo milenio”: “En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas o lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de la vida”.  Esa es una lúgubre impresión que más o menos vamos compartiendo todos los que nos dedicamos al análisis y comentario del curso actual de las cosas del mundo y del talante de los ciudadanos sometidos a todo tipo de crisis sistémicas. Pues bien, quizá la obra de Calvino, y la de unos pocos clásicos más, sean un remedio homeopático y casi salutífero para equilibrar un poco a los ciudadanos del siglo XXI. La inyección de optimismo, imaginación y humor irónico pero contagioso que proporciona la lectura es, en sí misma, un suplemento vitamínico espiritual para tiempos de agobio como los que nos infligen y los que nos esperan en un horizonte cercano.

 

Con esto, amigo Lector y amiga Lectora, este artículo en “Compromiso y Cultura” dedicado a Italo Calvino llega al final. El círculo se cierra con unas palabras del escritor italiano, surgidas del libro de entrevistas “He nacido en América”. Nos dice Calvino: “Requiero de un gran esfuerzo de voluntad para empezar a escribir algo, porque sé que me aguarda la fatiga, la insatisfacción de intentarlo una y otra vez, de corregir, de reescribir…pero lo más importante es dar una impresión de espontaneidad”.  Y esa confesión engrandece la figura de Calvino, ya que la impresión que prevalece  durante su lectura es que uno asiste a un derroche de espontaneidad creativa.  Y se cierra el broche que el Cronista había abierto con “Si una noche de invierno, un viajero”. Porque al igual que Calvino es un Autor dotado de las alas de la fantasía y la imaginación y de un espíritu simbólico y alegórico borgiano, el Lector y la Lectora se han trasmutado de seres de ficción en una novela de un autor italiano de mediados del siglo XX, en unos personajes reales parejos del siglo XXI , lectores de una revista llamada “Compromiso y Cultura”, que casi seguro no conocen la obra de Calvino y a los que el Cronista ha desafiado a que lo hagan, con la confianza en que el Autor nos llevará a todos por buen camino. Es decir: nos contagiará el maravilloso virus de la lectura.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

FICHAS

Casi cuarenta obras de Italo Calvino, editadas en la nueva colección que lleva su nombre por ED. SIRUELA. He trabajado con dos de esos libros  “Nuestros antepasados”, “He nacido en América” y con ediciones antiguas de mi biblioteca particular con el sello de Ed. Bruguera y Ed. Edhasa. “Si una noche de invierno, un viajero”, “Las ciudades invisibles”, “La nube de smog”, “La especulación inmobiliaria” y “La jornada de un interventor electoral”.

 

 

 

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2 mayo 2023 2 02 /05 /mayo /2023 10:55

LOGOI 300

Los 300

Publicado en La Comarca, 020523

Trescientas semanas con ustedes, cada martes, en esta esquina de la página de “La Comarca”. Trescientos ‘logois’, algunas veces amables y optimistas; otras veces, sombríos y doloridos…peticiones para que pensemos juntos, para que agudicemos nuestro espíritu crítico en estos tiempos inciertos, llenos de dificultades y amenazas. Que si el cambio climático; que si la violencia en las calles, en las Redes, en el ámbito político; que si la necesidad de leer, de sonreír, de amar, de respetar; que ojo con los jóvenes y con los niños, con el sexo fácil y distorsionado, con la fatal tentación del suicidio, con las drogas químicas y con las drogas informáticas y digitales. Que las nuevas tecnologías son instrumentos útiles, pero no hay que permitirles que controlen nuestra existencia cotidiana. Que hay que hacer deporte, mover el cuerpo seducido por las pantallas y salir a relacionarte cara a cara con los demás.

En el primer ‘logoi’ que publiqué, hace 300 semanas, les decía: “El vocablo griego ‘logoi’, designa la palabra ‘que cura’, los argumentos racionales que nos obligan a pensar. El propósito es sugerirles ciertas formas de reflexión crítica. Quizá que se planteen un estilo de vida, una manera de percibir el mundo que nos acerque al bienestar que la filosofía ha buscado siempre. La ‘vida buena’, que uno examina cada día según aconsejaba Sócrates. Ofrecerles elementos de reflexión serena, de indignación o de curiosidad en torno a lo que nos hace compartir este siglo  XXI tan vertiginoso”.

Un lector, historiador y además amigo, me dice con cierta guasa  que estos 300 escritos son como los 300 espartanos que, con Leónidas a la cabeza, lucharon en el Paso de Termópilas contra la invasión de los persas al mando de Jerjes, el sátrapa asiático que como un Putin cualquiera quería someter al mundo libre. En esta comparación jocosa de mi amigo,  los 300 logoi publicados intentaban defender al mundo de la razón, la lógica, el sentido común, el humanismo en suma, de la dictadura de los extremos y abusos de nuestros tiempos. Desde los tecnológicos hasta la ignorancia y la brutalidad que se infiltran en todos los ámbitos sociales. Claro que Leónidas y sus 300 perecieron, debido a la traición del deforme pastor Efialtes y durante unos años toda Grecia gimió bajo la esclavitud. Hasta que se liberó. La historia nos enseña a mantener la esperanza. Como decía Gramsci, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”.

Alberto Díaz Rueda

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28 abril 2023 5 28 /04 /abril /2023 18:10

OBSERVORIO POLITICO INTERNACIONAL (publicado en La Comarca el 280423)

Un proverbio político-histórico bien conocido viene a decir que si la necesidad estimula el ingenio, la guerra es la comadrona de la innovación tecnológica, del cambio de costumbres sociales y de la sustitución de los principios y los valores morales. Una prisa angustiosa y poco reflexiva impulsa esos cambios. Siempre hay quien cree que lo nuevo es mejor, sólo por ser distinto.

La guerra de Putin no rescatará a Rusia de su declive, ni cambiará el desconcierto político internacional en Europa, Asia. África y Estados Unidos. Las innovaciones en todos los aspectos marcarán la lucha por la hegemonía mundial (es decir, por el enorme negocio de sacar cada vez mayores beneficios al menor gasto posible). Uno de los muchos factores-incógnita en esta demencial ecuación global más económica que política, es la respuesta planetaria a la demencial carrera ciega hacia el desastre ecológico. La miopía de las naciones que cuentan y su renuencia a abandonar unos estilos de vida basados en el consumo sin freno, el desperdicio y el arrase de elementos naturales (calificados de “estratégicos”) llevan a la Naturaleza a un peligro de extinción.

Ucrania está sobreviviendo y afronta al poderoso oso ruso con cierta capacidad de neutralizarlo gracias a un aspecto del que se habla poco: la superioridad tecnológica de los ucranianos (y, sin duda, la ayuda militar occidental y las represalias económicas que van debilitando las arcas rusas, poco a poco) y, por supuesto, la inesperada debilidad del poderoso ejército ruso que se revela anticuado y con una jerarquía militar anquilosada y burocratizada. La sangría en vidas humanas está siendo una de las más horribles pesadillas de estos tiempos que provocará en un próximo futuro un brutal ajuste de cuentas. La consecuencia de esa “guerra” de innovaciones que acompaña la situación bélica, es que la situación de crisis sistémica que ha agudizado la guerra y sus secuelas financieras, bancarias, comerciales están propiciando un cambio profundo de paradigma, igualmente sistémico, en espejo con las crisis: el tecnológico, dotado de una potencia auto perpetuadora jamás vista. La IA no sólo abre puertas al nuevo conocimiento en todas las áreas, sino que multiplica la capacidad de los científicos e ingenieros para avanzar en innovación tecnológica y ello está cambiando y remodelando el mundo.

En relación con la sensación amarga y premonitoria que provoca la situación, reflexionaba sobre el desafío global que supone la alianza entre un estado de guerra en Europa y el asalto progresivo de las nuevas tecnologías. Ello provoca la impresión cada vez más acentuada de que la Humanidad se enfrenta por primera vez en la historia a un paradigma muy especial, diferente al de los anteriores cambios históricos, culturales, económicos y científicos (desde Copérnico, Newton, Freud, Einstein, la Revolución Francesa, la revolución industrial o la era digital). Eliot estaba fascinado por la violenta muerte de una época y de un sistema de valores y horrorizado por el ignoto futuro que vendría y cuyo motor había sido una guerra mundial devastadora. Las circunstancias del momento actual, tras una pandemia de la que no hemos aprendido nada, diseñan un escenario mundial amenazado y cuyos recursos y defensas han quedado obsoletos, así como su arrogancia. Pero es donde la fuerza innovadora de las nuevas tecnologías emiten cantos de sirena: resolveremos todos vuestros problemas si os ponéis en nuestras manos. Es la misma promesa envenenada y populista de los dictadores totalitarios de nuevo cuño, que nada tienen que envidiar a las de los líderes nazis o soviéticos en los 40 del pasado siglo.

El lingüista y filósofo Noam Chomsky reivindicaba en una entrevista reciente el “optimismo de la voluntad” ante lo que calificaba de “cuatro jinetes del apocalipsis actual: las pandemias, inevitables –no invencibles-  en un futuro próximo; la crisis climática, que nos supera por falta de voluntad económica; el exterminio nuclear, cuyo “border line” ha cruzado Putin; y la destrucción de las democracias por el populismo infiltrado en los Parlamentos, con el lamentable ejemplo norteamericano, el duelo Biden-Trump y la deriva protofascista, de gran parte de su sociedad. Y el escenario se complica si tenemos en cuenta el “poder chino”, emboscado pero activo, que se está desplegando poco a poco pero con firmeza por África, Asia y el Pacífico. Con un Trump en la Casa Blanca, las provocaciones a China, vía Taiwan, podrían desencadenar una guerra que se extendería como una mancha de petróleo.

¿Qué haría Europa ante esa posibilidad nada descartable? Lo más sensato sería no tomar una postura de apoyo a Estados Unidos y aplicar un “perfil cero” en esa situación, como sugiere el presidente francés, Macron. No en vano la “troika” europea, Alemania, Francia e Italia, son los principales socios comerciales de China en la UE. Con lo cual el escenario del cambio de paradigma en Europa y en el mundo se complica un poco más, ya que China no es precisamente una democracia ni va camino de serlo (aunque actualmente Estados Unidos comienza a desviarse hacia una democracia que, con un no descartable Trump, sería irreal o simplemente formal).

Una célebre novelista de ese país, Ursula K. Le Guin, escribía: “Vivimos en el capitalismo: su poder parece ineludible” y añadía: “También lo era el derecho divino de los reyes”. El mismo Chomsky, que empezaba un análisis con la frase “Me parece poco probable que la civilización pueda sobrevivir al capitalismo y la democracia debilitada que le acompaña. ¿Podría una democracia operativa cambiar la situación? Hay razones para pensar que sí:” Y cita: “hay que aumentar la conciencia y la reflexión y remodelar nuestras instituciones básicas. Y, por encima de todo, superar la crisis inmediata y urgente a la que nos enfrentamos, a través de unas acciones corporativas y organizaciones sociales que privilegien la educación y la información honesta, con medios de comunicación independientes sostenidos por instituciones populares”. Como decía Gramsci, el activista obrero italiano de izquierdas, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Hay que aprovechar todas las oportunidades disponibles para superar los síntomas malsanos del viejo mundo que se derrumba y avanzar hacia un mundo más justo y decente. No nos queda otra opción. Busquemos la forma de apoyar a esas grandes masas de seres humanos que viven en la más atroz supervivencia básica. Grupos de ayuda, de educación, de promoción, promover una revolución de los oprimidos por la vía del conocimiento y la información.

La realidad actual es testaruda. El mundo va a ser multipolar. Y en la anciana Europa –cada vez más con menos peso en el poder global—ni siquiera sostenemos el principio del humanismo con el que nacimos. Las políticas antiinmigración del continente, con el ejemplo sangrante de Italia y su gobernanta de extrema derecha, la señora Meloni, comienza a ser una evidencia de inhumanidad. Pero es que con una población europea crecientemente envejecida deberíamos volver al criterio tradicional de acogida. Es una cuestión de sentido común, haciendo salvedad de su talante ético. En cambio permitimos que el instinto xenófobo depredador de los populismos extremos, dé auge a una política de suicidio colectivo. O peor, ya que en Italia se ha abolido la llamada protección especial, que había permitido la acogida, la integración y,  el acceso a un empleo a millares de inmigrantes sin asilo político y en condiciones de grave vulnerabilidad. Anular esa protección convierte a esas personas en clandestinas e ilegales, lo que enriquecerá a las mafias, con todas sus secuelas de delitos, injusticias y opresiones.

Europa ha dejado de ser un lugar ansiado.  Hay odio contra nuestra sociedad y nuestras instituciones. Se criminaliza la solidaridad y las ayudas humanitarias, se multa y amenaza a los barcos de salvamento marítimo y las ONG. La sociedad comienza a “normalizar”  la inhumanidad, la falta de ética y la indiferencia ante los sufrimientos y las muertes en el mar y en las fronteras valladas. Se está produciendo un efecto contagio que las legitima, secunda y alimenta. Siembran el miedo y el odio hacia los diferentes. Y socavan los principios de humanidad que constituyen la base esencial de la democracia. ¿No ven la semejanza con el mecanismo diabólico que los nazis sembraron en la sociedad alemana de los años 30, que provocaría una cierta complicidad e ignorancia culpable hacia los campos de exterminio?

El cambio de paradigma lleva plomo en las alas. Porque los fallos éticos apuntados crean cierta desidia en el pensamiento crítico de las sociedades europeas y el mundo desarrollado. Hay una evidente  contradicción entre los principios constitucionales de libertad e igualdad de nuestras democracias y las políticas de exclusión de principios éticos en el comportamiento y actitudes, sociales o particulares, que son la clamorosa negación de tales principios. Eso nos puede llevar, cuando aparezcan las carestías y los problemas causados por las crisis sistémicas, a una relativización de los derechos humanos fundamentales, que son universales e indivisibles, o no son. ¿Vivirá nuestra generación la vergüenza de asistir al fin de los valores de Occidente, esa conquista de la Humanidad, en perjuicio de gran parte del género humano?

 

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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25 abril 2023 2 25 /04 /abril /2023 18:08

Publicado en La Comarca el 250423

Hay mucha gente  que cree lo de que “una imagen vale más que mil palabras”. Y si la imagen es de uno mismo, más que un libro entero. ¿Es narcisismo desbocado o simple pereza de pensar? Lo cierto es que el mundo de hoy va de la mano con la imagen, ya sea la foto o el video. El reinado del móvil y la foto inmediata está desnaturalizando la mirada humana ante la belleza, el arte o la imagen de lo terrible. No solo son las legiones de turistas que desgarran la geografía de lo hermoso con sus prisas, su miopía estética, sus ruidos y sus móviles. Todos estamos sometidos a la despótica exigencia de “poseer” la cosa que vemos, sólo en imagen desde luego, pero indiscutiblemente  “nuestra”. Es un hecho que la acción del observador y su móvil alteran de forma sutil el objeto fotografiado. El problema es que el sujeto, una vez realizada la foto, olvida completamente la importancia del escenario que había tras él, cuya imagen forma parte de una trivial publicación en las redes. Ya sea el Cañón del Colorado, la catedral de Santiago o el recinto criminal de Auschwitz.

Si analizamos la costumbre del “selfie” -- palabra del año para el diccionario Oxford ya en 2013-- hay al menos, dos elementos esenciales entrelazados. La fotografía a uno mismo, la ‘selfie’, es en la prueba documental de que “hemos estado allí”, en el sitio más o menos preciado y  lo pregonamos “urbi et orbe”. Es el principio cartesiano adaptado a nuestra época: aparezco en una ‘selfie’, luego existo. Al menos para el anónimo testigo de la Red de redes. Hay una valoración absurda pero evidente de la imagen propia, por encima del lugar o el hecho fotografiado. El segundo  elemento es la cosificación objetual de lo que primero admiramos y luego banalizamos y olvidamos. Se ha convertido en un objeto de consumo para todos los que navegan en la red y se cumple la ley de nuestra sociedad neocapitalista de explotación  de recursos y derroche: la vulgarización radical de sucesos luctuosos,  lugares hermosos o asuntos culturales.

En estos tiempos de relativismo ético y del “todo está permitido”,  suelen repetirse escenas como la del turista sonriente que se hace una ‘selfie’ bajo el cínico cartel de entrada de Auschwitz  (“Arbeit macht frei : el trabajo os hará libres”), hasta el individuo que se auto fotografía con el fondo dantesco de un paisaje urbano destruido por bombardeos o terremotos Y luego lo “cuelga” en la Red. Es evidente que el mensaje terrible que muestra la imagen tras su cuerpo, no les afecta lo más mínimo.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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24 abril 2023 1 24 /04 /abril /2023 19:02

Publicado en La Comarca 180423

Están aumentando de forma alarmante las agresiones sexuales perpetradas  contra niñas por niños o adolescentes, a menudo en grupo. De 2016 a 2021  los delitos sexuales infantiles múltiples han pasado de 371 a 573, según las estimaciones  de denuncias efectuadas, pero los expertos coinciden en afirmar que esta cifra es sólo la punta del iceberg ya que, ocultas o sin denunciar, hay muchísimas más. En 2023 el crecimiento se estima escandalosamente mucho más alto. Basta con leer los periódicos.

¿Cuáles son las razones de este brutal incremento? Se insiste en que la causa es el acceso mal regulado a redes de pornografía , en la que la exigencia de una edad adulta para su ingreso es fácilmente evitable. A mi entender, esa razón evita la auténtica reflexión que debería hacerse para afrontar un problema de enormes consecuencias para la salud mental y emocional de nuestra juventud y para la persistencia trágica de convertir el cuerpo de la mujer en un objeto utilizable hasta límites aberrantes. Creer que aumentando las dificultades de acceso al porno se resuelve el problema, es casi como prohibir el uso de cuchillos de cocina para evitar que los menores de la familia se corten accidentalmente. En las redes siempre ha habido y habrá ese tipo de negocio lucrativo. Y tratar de poner vallas a eso es como ponerlas en el cielo.

La cuestión necesita de una auténtica y radical toma de postura educativa, social y familiar. Solo se cambiará algo si en las escuelas, las familias y los medios sociales de información se diseña una línea clara y desinhibida de rechazo -argumentado y racional- de esas prácticas  y agresiones en un ámbito de educación sexual. Mostrando el sexo no como algo escandaloso sino como algo natural y necesario. Enseñemos sexología desde el respeto  y el conocimiento, fuera de lo vergonzoso o aún peor, lo pecaminoso, que crea culpa y rechazo. Una sociedad sin hipocresía en ese tema no tendrá niñas violadas por niños en grupo, ni  comunicará una concepción de la sexualidad como un ritual degradante, de humillación y violencia contra la mujer.

El ámbito de ese tipo de educación imprescindible debe abarcar todas las clases sociales, empezando por las menos blindadas cultural y educativamente. Es una necesidad global, del país entero (y debería de ser del mundo, pero eso es una utopía aún) y tiene una importancia  humana y social que debería superar los artificiales límites de los partidos y las ideologías. Y enriquecer el discurso tan en boga –a veces excesivo y poco realista- de las diferencias sexuales.

 

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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12 abril 2023 3 12 /04 /abril /2023 18:04

Publicado en La Comarca  110423

Roald Dahl, el creador de “Charlie y la fábrica de chocolate”, de “Matilda”, de los “Gremlins” o “El señor Fox” y de cientos de cuentos para adultos y para niños inteligentes y traviesos, se ha librado de que sus textos sean manipulados y convertidos en puré de lo “políticamente correcto” (un oxímoron: lo político raramente es lo correcto). Se ha levantado tal polvareda que los editores ingleses han renunciado a cambiar ni una coma de la obra de ese escritor, fallecido en 1990.

En el mundo editorial, el cine, el teatro y la ópera se perpetran gamberradas con las versiones de las obras literarias,  tratando de imponer lo “políticamente correcto” en textos creados con modas y estilos que reflejaban su época natal, el pasado. Ahora otro “iluminado” inquisitorial les mete mano a las novelas de Ian Fleming, tratando de convertir a James Bond en un modelo de corrección “feminista”. Por Dios que me espanta tanta estupidez. Ni siquiera Orwell, el distópico autor de “1984”,  pudo imaginar que las reformas de la “neolengua” iban a caer tan bajo: ya no se trata de cuestiones ideológicas, sino de franca y descarnada idiotez amparándose en el desbarajuste normativo que los “pro” y los “trans” dictan. No conozco a ninguna mujer con sentido común, o algunos/as de las variedades de lo trans, que no opinen que “nos estamos pasando” con tanta directriz de lo correcto y lo protegido. Imponer la moralidad vigente a esa convención irreal que es el pasado podría terminar con él para las generaciones actuales, convirtiendo algo tan importante desde el punto de vista humano, en un supuesto lamentable, la pálida sombra de nuestro presente sobre algo que la memoria rechaza por postizo: un “pasado” totalmente inventado.

Pronto, el lobo no devorará a la abuela de Caperucita, ni los niños serán abandonados por su padre en “Hansel y Gretel”, nadie cortará cabezas en “Alicia”, las palabrotas de Sancho serán expurgadas del Quijote y en “La Cabaña del tío Tom” el racismo histórico quedará convertido en una merienda de negros (con perdón). La “neolengua” que se impone consiste en  expurgar en los textos clásicos y modernos todo epíteto, frase o mención que resulte política y socialmente incorrecta.  En la vida real, se impone la pornografía al alcance de todos, incluido niños de 10 a 12 años, las violaciones grupales o los abusos en fiestas y saraos. Las redes se alimentan de insultos y persecuciones mediáticas que destruyen a sus víctimas. En esta sociedad “ejemplar” se expurgan ciertas palabras y menciones en libros clásicos. Eso se llama hipocresía.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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4 abril 2023 2 04 /04 /abril /2023 15:15

Artículo publicado en La Comarca 040423

Si Plutarco hubiera vivido en nuestra época, en sus “Vidas paralelas” colocaría a Donald y Laura como pareja de destinos y talantes políticos. Y eso que son dos vidas, las de Donald Trump y Laura Borrás, totalmente diferentes. Un ex presidente de Estados Unidos  y una ex presidenta del Parlament de una autonomía española, no parecen tener mucho que ver. Pero si uno analiza –con algo de humor e ironía- las actitudes públicas y políticas de ambos, la intolerancia de sus inflados egos, su ambición y la auto convicción de ser intocables, más la irracionalidad de sus seguidores que parecen justificar la absurda tendencia de ambos en constituirse como encarnación de todos los valores e ideales de sus ciudadanías…señores, tenemos unas “Vidas paralelas” a la altura de las de Alejandro y Julio César, o las de de Hitler y Mussolini.

Trump ha sido imputado por soborno a la actriz porno Sroemy Daniels. En plena campaña de las presidenciales de 2016, Trump pagó 130.000 dólares para que la Daniels no hablara de la aventurilla extramarital del estrambótico expresidente, el primero en la historia del país sometido a una causa penal. La primera reacción de Trump fue amenazar que su inculpación provocaría “muerte y destrucción” en el país, seguramente a la altura de lo que provocó el ataque al Capitolio de sus violentos partidarios, siguiendo sus instrucciones. Lo inconcebible es que la mayoría de esos partidarios no duden en seguir siéndolo.

Por su parte, Laura Borrás, emula al americano en su maniobra básica de irresponsabilidad: olvida su culpabilidad  probada en los delitos de prevaricación y falsedad documental y asegura que es una maniobra estatal contra el independentismo y la sacrosanta autoridad parlamentaria catalana. Junts, el partido que sigue presidiendo Laura B., no forzará su dimisión “por intereses electorales” .Y también siguen ese guión tóxico los radicales “indepes”. Ella asegura, al estilo mesiánico y excesivo de Trump: “esa sentencia no se hubiera dictado nunca si no fuera quien soy”. En ambos casos el desastre ético público es semejante, aunque en EE.UU puede originar una tragedia y en Cataluña, sólo una farsa. Pero angustia el egocentrismo patológico de Laura B. (como en Trump)  y preocupa que ésta insista en un victimismo trasnochado e ignore que no se ha juzgado al independentismo, sino su conducta corrupta al frente de una institución. No se condena a Laura B. “en defensa de la unidad de España”, sino debido a una praxis personal ilegal al frente de una institución de la Generalitat.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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1 abril 2023 6 01 /04 /abril /2023 17:22

Texto publicado en la revista Compromiso y Cultura, abril 2023

Es el símbolo del escritor judío del siglo XX, profeta ignorado y víctima de la locura humana

 

No hay ni un escritor, filósofo o crítico literario  del siglo XXI que cuando descubre la obra de Stefan Zweig –uno de los grandes “olvidados” de la literatura en los últimos cuarenta años—no se sorprenda  ante la dimensión gigantesca de este escritor, pensador, ensayista y novelista que fue uno de los grandes intelectuales idolatrados en todo el mundo durante los primeros setenta años del pasado siglo. La trágica circunstancia de su muerte –se suicidó con 61 años, junto a su esposa Lotte, de 34, en Petrópolis (Brasil) en febrero de 1942—fue uno de los hechos infamantes que cabe apuntar en la gigantesca lista de oprobios indirectos de la  demencia furiosa nazi, (esa cagarruta “ideológica” de ciertos seres humanos, que parece resurgir en nuestros días), descrita en su novela “Amok” por  Zweig

La primorosa edición que Páginas de Espuma ha hecho de su narrativa breve, “Cuentos completos”, (aprovechando la ola de rescate de este autor tras la liberación de los derechos de edición) con traducción de Alberto Gordo, sólo tiene un defecto, en opinión de este viejo lector acostumbrado a un tipo de editores que  no abundan ( los “viejos” Plaza Janés, Planeta, Bruguera, Alianza, Muchnik  o Seix Barral): ¿hubiera encarecido mucho la edición haber añadido un estudio, siguiera de una decena de páginas, sobre el autor, su obra, su historia y su regia importancia en la literatura?  Por favor, muchos de los que nos dedicamos al oficio de la pluma, estaríamos dispuestos a hacer ese trabajo “gratis et amore” con tal de rendir un servicio al lector y un homenaje al escritor que amamos los “lletraferits” del siglo XX).

Stefan Zweig (1881- 1942) era un todoterreno literario: cuentos, novelas, biografías, historia, crítica literaria, ensayo, poesía, teatro…Ameno, bien informado, con un pensamiento sólido y bien razonado, brillante, poético, inteligente y dotado de sentido del humor, sencillez y un gran respeto hacia la belleza, la razón y la magia de la creación artística. Su discreción, modestia y pundonor personal y profesional, virtudes unidas a su genio creativo, le convierten en un ejemplo poco habitual de escritor importante que también era una buena persona, recta y compasiva  y un ciudadano consciente de su tiempo y con criterios éticos .

En estos cuentos que hoy glosamos y en la totalidad de su obra Zweig nos regala uno de los mejores conjuntos  literarios dedicados al ser humano, su complejidad, sus defectos y mezquindades, pero también su grandeza, su búsqueda del amor y su debilidad ante las emociones. Para los que conocen y aman a Zweig, esta edición nos brinda la oportunidad de conocer relatos  poco editados y alguno prácticamente inédito  para el lector español. Y también propicia el reencuentro con piezas como “Los ojos del hermano eterno” o “Mendel, el de los libros”, un cántico este último a algo que el escritor viviría de una forma discreta toda su vida,  pero que le llevaría al prematuro final: su condición judía. Pero es en el aspecto emocional donde el romanticismo y la sensualidad nostálgica de Zweig, brilla con fuerza: “Veinticuatro horas en la vida de una mujer” o “Carta de una desconocida”.

El sesgo trágico de Zweig, que le hacía ver el suicidio como un recurso válido contra la injusticia y el sufrimiento, le acompañaría desde muy joven. Su primera mujer, Fridericke (se divorció en 1938), escritora a su vez y autora de una biografía de su exmarido, conocía esa pulsión suicida, una expeditiva forma  de rechazo total a la vida –en determinadas circunstancias-  que Zweig contemplaba con  frialdad racional. En muchos  de sus novelas y relatos los protagonistas acaban suicidándose. Tal como la vida de exiliado y el temor a un triunfo global de los nazis le empujaron a tomar los barbitúricos-veronal-  que acabaron con él y su esposa. “El mundo de mi lengua ha desaparecido y mi patria espiritual, Europa, se ha destruido a sí misma”, rezaba la nota que dejó junto a sus cadáveres.

En su hora más triste y a la espera del trágico final, Stefan Zweig trata de hacer de la necesidad virtud y escoge para ello, como consolación filosófica, al austero Montaigne cuyo mensaje vital se concentra en la voluntad persistente de mantenerse al margen, independiente y seguro ante el mundo brutal y violento que le rodea (paralelismo histórico con el momento que vive Zweig, aterrorizado ante la vesanía nazi que amenaza comerse al mundo entero). El libro está lejos de ser un académico ensayo filosófico. Muy al contrario, destila la emoción, el miedo, la inteligencia y las dudas de un intelectual que parece hundirse poco a poco ante una situación a la que no ve salida. Como Boecio busca una consuelo en la filosofía que la filosofía no puede darle y como Boecio se siente en una prisión y esperando la ejecución. Por eso en su carta de despedida antes de suicidarse escribe: "Saludo a todos mis amigos. Ojalá lleguen a ver el amanecer tras esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes que ellos". Y recuerda una frase de Montaigne: "La muerte voluntaria es la más bella. La vida depende de la voluntad ajena; la muerte, de la nuestra". En una carta a Herman Hesse, al que considera un alma gemela, escribe "En ocasiones la amargura nos impregna como el agua a la esponja". Y  menciona la ruina del mundo que él ama en el caos nazi en Europa. Hesse compartía la extrema decisión de su amigo, ya que él mismo intentó en dos ocasiones recurrir al suicidio como vía de escape a situaciones no aceptables.

Especialmente significativo es su bellísimo relato sobre  Jakob Mendel, un original, tímido, introvertido, solitario y excéntrico librero de viejo que durante más de treinta años acude, cada día, desde primera hora de la mañana y hasta la noche, justo antes del cierre, al café Gluck de Viena, donde ocupa siempre a la misma mesa y consume dos cafés y unos pocos bollos de pan. Es una institución cultural del local. En su rincón lee, escribe, estudia y se ocupa de su negocio, vender libros y por supuesto buscarlos primero, gracias a ser un desconocido -- pero famoso en círculos minoritarios de eruditos -- experto en libros, en fechas y lugares de publicación, en editores, en autores, en géneros. Es como un ordenador humano, una biblioteca ambulante, una autoridad bibliófila, una eminencia dotada de un cerebro portentoso. Vive para los libros y ellos son toda su vida, ajeno a lo que ocurre en el mundo, en su ciudad, a dos metros fuera de su mesa. Ni tan sólo se ha enterado de que en torno suyo el mundo se derrumba a causa de la I Guerra Mundial. Esa será su perdición. Por un motivo fútil, dos postales enviadas a dos países enemigos, Inglaterra y Francia, reclamando catálogos de libros, pondrá en marcha la absurda y fatal maquinaria represiva de la policía y el ejército, en un país de tradición prusiana. Terminará en un campo de concentración y comenzará la caída hacia el olvido y la muerte. Mendel parece surgido de una novela de Kafka. Pero nace de la pluma de Zweig, un hombre que comienza a montar en su mente una historia semejante que reflejará su propio final.

Stefan Zweig  ha sido para mí, desde mi juventud, un amigo leal al que recurrir en las situaciones más variopintas y por ello  adquiría las rústicas ediciones de Plaza Janés, que aún conservo, subrayadas y anotadas. Después Zweig cayó en el olvido desbancado por inquietudes literarias más afines con el tiempo y la edad. Por tanto, la aparición del volumen "Novelas" en Acantilado, hace algunos años, me atrajo como un imán. Ya sabía de las ediciones en ese sello de la obra de Zweig --de hecho tengo en mi biblioteca algunos de los títulos que ha ido sacando en los últimos años -- pero la presentación en un solo volumen de 1560 páginas en papel biblia de sus mejores once novelas fue irresistible.  Este escritor que resume como pocos el talante y características de los escritores clásicos de centro Europa (quizá a la par de otros menos conocidos pero de excelencia semejante, como Sandor Marài) nos ofrece las claves para entender los cambios que llevó de la Europa previa a la Primera Guerra mundial al caos ideológico y social que propició la Segunda Guerra (y preparó el terreno para el actual desbarajuste sangriento que aflige a buena parte del mundo en que vivimos).  Hay quien opina que Zweig es un escritor menor respecto a aquellos que respiraron con él la existencia de aquellos años, como Robert Musil, Thomas Mann o Kafka. Una relectura de alguna de sus novelas, nos convence de inmediato de que no es así. Yo creo que estos autores no son comparables. Que no se puede --ni se debe-- establecer juicios de valor entre aquellos monstruos literarios y Zweig. Simplemente hay que leerlo y disfrutar con la justeza  y elegancia de expresión, el dominio de la tensión narrativa, el buen gusto y habilidad para la descripción de ambientes y personajes. Es como ver una buena película de época (de hecho Zweig ha inspirado con sus novelas algunas grandes películas). Pero en sus novelas, que el lector devorará como alimento del alma, nos fascinará la precisión psicológica de los retratos de los personajes, el análisis no carente de humor de la burguesía de la época (no tan alejada de la de nuestro tiempo), las facetas románticas de una sociedad (de eso ya nos queda poco hoy día) que pensaba que podría evitar la hecatombe a pesar de la evidencias en contrario.

En “El exilio imposible” el soberbio libro de  George Prochnik se estudia el duro proceso del exilio y en la suerte variada, esquiva y generalmente dolorosa que sufrían los que debían abandonar pasado, bienes, nombre y raíces para enfrentarse con un futuro casi siempre indeciso y problemático. Una suerte muy diferente a la de otros escritores en lengua alemana como Thomas Mann, Hannah Arendt y Bertolt Brecht que supieron convertir el exilio en una forma de afirmación, resistencia y defensa de sus valores personales y los de su tierra lejana. Zweig, con un corpus literario de enorme fuerza y valor, se rindió a sus 60 años en una depresión que le llevaría a la muerte. George Prochnik, profesor de Literatura inglesa en la Universidad Hebrea de Jerusalén, no realiza una biografía al uso, sino un apasionado y personal desafío para desentrañar las causas psicológicas y ambientales, la mala fortuna también, que llevarían a Zweig a su dramático final. El biógrafo, también descendiente de judíos alemanes que huyeron de los nazis, viaja a Brasil, Viena y Westchester, en busca de elementos causales que aclararan la sorprendente decisión de Zweig, aunque también muestra la dificultad inherente a un intelectual de esas características siempre escudando su interior tras las páginas de su obras (algunas de la cuales como las biografías de Erasmo o Freud, parecen jugar con elementos concomitantes con la actitud personal y vital del escritor). Y define: "Zweig, el exiliado fracasado por excelencia, ofrece una fórmula precisa para la emigración tóxica, lo que podría llamarse 'síndrome de la mujer de Lot': no podía dejar de mirar atrás por encima del hombro hacia un pasado feliz e irremediablemente perdido, desdeñando y descuidando el presente y el futuro" . Y nos ofrece un retrato preciso y poco complaciente el escritor “acaudalado ciudadano austriaco, un incansable judío errante, un autor magníficamente prolífico, un infatigable defensor del humanismo paneuropeo, un anfitrión impecable, un histérico en casa, un noble pacifista, un populista barato, un hedonista remilgado, un amante de los perros, un aborrecedor de los gatos, un coleccionista de libros, un dandi, un depresivo, un adepto a los corazones solitarios, un ocasional donjuán que se comía con los ojos a los hombres, un sospechoso de exhibicionismo, un adulador de los poderosos, un defensor de los desvalidos, un cobarde frente a los estragos de la edad, un estoico ante los misterios de la tumba” .

El libro ahonda en todo ello y trata de encontrar una razón suficiente que explique el drama. Hay fuerza en esta narración de curso a veces errático, apasionado, con páginas llenas de exaltación (el lector se encontrará con párrafos sobre el amor a los libros, una de las razones de vivir de Zweig que conmueven). La nómina de amigos célebres y conocidos de Zweig resulta abrumadora (Einstein, Freud, Theodor Hertz, Karl Kraus, Jules Romains, Joseph Roth,Hendrik van Loon...) que pasan de forma fugaz y errática por el trabajo de Prochnik (lamentamos la falta de un trato más claro y documentado o reflexivo) Falta una estructura y un sistema, pero eso no es un defecto, dada la apasionada visión que nos ofrece el autor de un novelista por sí mismo, errático y poseedor de mil rostros diferentes.

En “El mundo de ayer”, Zweig acaba con una frase premonitoria: "El sol brillaba con plenitud y fuerza...mientras regresaba a casa, de pronto observé mi sombra ante mí, del mismo modo que veía la sombra de la otra guerra detrás de la actual. Durante todo este tiempo, aquella sombra ya no se ha apartado de mí: se cernía sobre mis pensamientos noche y día; quizá su oscuro contorno se proyecta también sobre muchas páginas de este libro". Esa sombra hace de la lectura del libro un estremecedor y patético documento de un hombre derribado junto a todo lo que valoraba, pero al mismo tiempo una profunda reflexión sobre la necesidad de superar los nacionalismos ("la peor de todas las pestes: envenena la flor de nuestra cultura europea"), de integrar las diferencias, de unirse bajo una bandera de paz, cultura, concordia y colaboración: "un mundo ordenado, con estratos bien definidos y transiciones serenas, un mundo sin odio", semejante al mundo de su juventud que creía que "el progreso técnico debía ir seguido necesariamente de un progreso moral igual de veloz!".

En cambio Zweig gime por su generación y se pregunta "¿qué no hemos visto, no hemos sufrido, no hemos vivido? Hemos recorrido de cabo a rabo el catálogo de todas las calamidades imaginables (y eso que aún no hemos llegado a la última página)" Y con terrible sencillez dice "He sido homenajeado y marginado, libre y privado de libertad, rico y pobre...por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y el exilio...". Y termina con “Si los perseguidos y expulsados hemos tenido que aprender un arte nuevo, desconocido, ha sido el de saberse despedir de todo aquello que en otros tiempos había sido nuestro orgullo y nuestro amor”.  Su canto de amor a la Viena que conoció es asombroso y decididamente utópico: “Era magnífico vivir allí, en esa ciudad que acogía todo lo extranjero con hospitalidad y se le entregaba de buen grado; era lo más natural disfrutar de la vida en su aire ligero y, como París, impregnado de alegría”. Y la burguesía judía era el principal sustento del arte, el teatro, los libros, la cultura en general. No es sorprendente que en el siglo XX surgieran figuras como Gustav Mahler, Schönberg, Hofmannsthal, Schnitzler, Max Reinhardt y Sigmund Freud, y Ludwig Wittgenstein, todos judíos.

En el prefacio de su último libro, Zweig se queja de no tener ninguno de sus libros o documentos a su disposición para escribirlo. Debía fiarlo todo a su memoria. "Tres veces me han arrebatado la casa y la existencia, me han separado de mi vida anterior y de mi pasado, me han arrojado al vacío, en ese no sé adónde ir, que ya me resulta tan familiar".  Y todo eso por ser judío, además de escritor, austríaco, humanista, pacifista y europeísta. Quizá nadie podría personificar mejor al protagonista de “El hombre sin atributos”, la gran novela de su compatriota Robert Musil (que nació y murió casi en las mismas fechas que él). Zweig fue “el genio sin atributos”. Y, como escribe  con cierta dureza Prochnik, la vida de Zweig invertía el orden del comentario de Marx sobre la historia que se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. La historia de Zweig coquetea con la farsa primero, para terminar como tragedia.

LIBROS : CUENTOS COMPLETOS.-Stefan Zweig. Trad. De Alberto Gordo. Ed. Páginas de Espuma. 1348 págs. –EL EXILIO IMPOSIBLE.-George Prochnik. Trad. Ana Herrera.- Ed. Ariel.413 pág. NOVELAS. Ed. Acantilado. Varios traductores.1550 págs.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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28 marzo 2023 2 28 /03 /marzo /2023 12:34

(Publicado en La Comarca el280323)

Homero cita en la Ilíada el mito de Pandora (nombre que en griego significa “llena de dones”), un regalo envenenado que Zeus hizo a los hombres. La bellísima Pandora se casa con el hermano de Prometeo y el jefe de los dioses como regalo de bodas le da un ánfora o tinaja sellada, con la orden de no abrirla jamás. Lo primero que hizo Pandora, tras la boda, fue destaparla. De ella salieron todos los males que afligen a los humanos, desde la guerra o la enfermedad a la locura, la pobreza y el crimen. En el fondo quedó la esperanza, el único bien que había en la tinaja. Fue la venganza de Zeus por el gesto de Prometeo de robar el fuego a los dioses para que los hombres dispusieran de calor y energía para prosperar. Es la metáfora mítica de la crisis climática. El hombre ha abierto ese “ánfora de Pandora” - a pesar de las advertencias  de los científicos-  a causa de su actividad contaminante, irracional y codiciosa en el planeta, un consumo sin límites y un insensato estilo de vida.

El IPCC, grupo intergubernamental de expertos en el cambio climático, ha dado a conocer sus conclusiones. “La ventana de oportunidad que la humanidad tiene para asegurarse un futuro habitable y sostenible para todos, se está cerrando”. Los límites fijados por el acuerdo de Paris de 2015 no se han cumplido y nos acercamos al punto de no retorno. El decenio  clave para evitar el desastre está acabando sin haber logrado implementar las medidas para evitar el calentamiento global. Este informe –el sexto- pide acciones profundas, rápidas y sostenidas, para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Y avisa que aunque lográramos hacerlo, la desaceleración perceptible del calentamiento global no sería inmediata y tardaría “dos décadas al menos”.  Lo impactante del aviso es que… en estos últimos meses, están creciendo las emisiones letales (un 1% en 2022).

¿Ceguera? ¿Ignorancia? ¿Estupidez? Todos somos, de alguna manera, responsables. El cambio climático es obra del ser humano. Las olas de calor, las sequías, las inundaciones y los ciclones, llevan el sello de nuestra especie. Entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en lugares cada vez más vulnerables al cambio climático. Conocemos las consecuencias: hambre, pandemias, migraciones, violencia política, falta de agua potable. Pensar en ello no lo resuelve, es cierto. Pero no pensar…lo agrava. Y no actuar, nos condena.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

 

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