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16 noviembre 2022 3 16 /11 /noviembre /2022 13:02

Publicado en "La Comarca" 15XI2022

Uno siente que se le rompe el corazón. ¿Exagerado? Quizá una pizca de exceso sentimental, pero justificado, al menos para el que suscribe. Las librerías Alibri (Herder), Bosch, Bastinos, la antigua Casa del Libro, Carroggio de Caspe-Paseo de Gracia, la de la cafetería del Drugstore del citado Paseo que permanecía abierta toda la noche y donde llegaban éxitos literarios de Francia y el Reino Unido o lo último de Argentina o México… todas han cerrado, forman parte del pasado añorado. La Alibri de Balmes (ex Herder, en Barcelona, desde principios del siglo pasado) se cierra a falta de tres años para celebrar sus cien años. En Barcelona, una de las ciudades más amantes del libro que conozco, junto a Paris, Londres, Nueva York o Buenos Aires, entre otras, las librerías están desapareciendo (como en todas partes, por desgracia). Desde mi lejana adolescencia ir “de libros” por las calles barcelonesas fue una de mis actividades más preciadas. Y puedo decir que éramos legión los peregrinos del libro. En mis tiempos de Universidad, la librería Herder (que muchos años después se convertiría en Alibri, manteniendo su alta calidad y un fondo espectacular de clásicos y de filosofía) era el paradigma de lo que debía ser una librería. No sólo por la seguridad de tener o conseguirte cualquier título que necesitaras o desearas, sino por la soberbia formación de los dependientes que podían competir contigo en conocimientos especializados de filosofía, filología o  literatura clásica. Tanto es así que la Universidad de Barcelona le otorgó el título de librería académica.

¿Entienden mi pesar? Es como si de un plumazo se tachara una gran parte de mi vida y de la de incontables “lletraferits” más. Para muchas personas los libros son los testigos y hermanos que siempre han acompañado tu existencia. Cuando una librería se cierra, significa, entre otras cosas, que están desapareciendo los clientes, los lectores, la fraternidad misteriosa, pero viva y dinámica, de las personas que leen y que prefieren, con mucho, el papel a la pantalla digital. ¿Signos de los tiempos? Con todo mi respeto por los ebooks y las compras de libros por internet, permítanme lamentar el hecho de que con las librerías desaparece una de las más profundas y vivas vertientes humanas del interés cultural. Y quien lo probó lo sabe. ¡Socorro!

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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