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18 septiembre 2021 6 18 /09 /septiembre /2021 08:59
  

 Lo cierto es que es el primer libro que leo de Santiago Alba (aunque adoro sus artículos en la revista digital CTXT) y me ha sorprendido no tanto la erudición que muestra sin exageraciones y de manera atinada, sino la frescura y el garbo de su estilo (en la carrera de larga duración de un ensayo voluminoso), que comienza siendo un poco dramático e incluso trágico y poco a poco va dejando percibir su irónico sentido del humor que equilibra la balanza. Su autodisciplina de lectura del librote intenso y desmesurado (del antropólogo Stephen Jay Gould) y su sillón de orejas, tiene ecos en la sensibilidad de cualquier lector que se precie (yo mismo sin ir más lejos) y el armazón que ingenia para usarlo como estructura operativa de su propio libro, es de una calidad  de muy alto nivel. Oigan, les confieso que he disfrutado con su lectura. Y, además, he aprendido.

En nuestra hiper tecnificada y digitalizada sociedad estamos perdiendo la conciencia de tener un cuerpo (excepto cuando las necesidades cotidianas, una enfermedad o un  accidente nos lo recuerda dolorosamente) pero aún así,  la estrafalaria vida cotidiana y nuestras costumbres nuevas de relacionarnos, móvil, ordenador, teletrabajo, enseñanza virtual, están sitiando el sentido de la corporalidad, con lo que, de una forma u otra, nos dice Santiago, estamos constantemente huyendo de nuestro propio cuerpo.

Pero el libro que les recomiendo no se queda en lo obvio, en una queja razonable sobre algo nefasto, sino que ahonda en algo más profundo: la delgada linea que separa nuestra percepción del cuerpo como algo desnudo, debil y vulnerable, como carne, un regreso a los tiempos en que eramos la comida preferida de ciertos depredadores. El concepto de ciertas religiones, prefiero no señalar, a que el cuerpo es algo sucio, frágil, problemático (ellas dirían pecaminoso)  y la presa inevitable de ese horror siempre negado al que llamamos muerte ( a no ser que se convierta "milagrosamente" en la puerta a una "vida mejor") han configurado un rechazo que parece sintonizar perfectamente con el doble mensaje de nuestra civilización:  el cuerpo sólo como consumo deseable aunque efímero y el cuerpo como problema. Dos obsesiones  lo complementan: la velocidad, todo más rápido, más huidizo  y la salud como negocio global para los pudientes. El resto del mundo, inmigrantes, pobres, multitudes castigadas por los jinetes del Apocalipsis, son dígitos, imágenes olvidadas tras el último telediario, "vita nuda", cuerpos sin derechos, desnudos y olvidados de inmediato.

El bagaje de referencias bibliográficas, de lecturas y reflexiones a su estímulo  es abrumador (lea el lector la "Bibliografía caprichosamente razonada" que se nos ofrece al finalizar la lectura y se descubre que el sardónico humor, le erudición, la ironía, el sarcasmo y la inteligencia del autor corre parejas a su honestidad como pensador y su habilidad, casi mágica, de estimular las neuronas el lector hasta límites notables. Cito para ello a un colega  que resume en su opinión sobre el libro muy semejantes parámetros a los que yo he disfrutado. En homenaje a mi colega y al autor del libro, añado esta nota  ajena pero que suscribo como propia: " Veremos temas como esa ya referida obsesión por clasificar y etiquetar, la velocidad, el dolor, la vergüenza, la compasión, el tratamiento de la metamorfosis como rebelión ante las etiquetas… la permanente huida de nosotros mismos, la expansión al universo de Internet sin la que ya parece que no se sostiene nuestra civilización, la prevalencia de la imagen sobre la realidad y lo material. Muy interesante también esa digresión entre imaginación y fantasía, el significado del mito de Ícaro, la fantasía del mundo “masculino” en contraposición a la corporalidad e imaginación del mundo “femenino”… ciencia, política, psicología, historia, mitología… este ensayo filosófico es un “batiburrillo” donde parece caber cualquier cosa y donde se puede apreciar una y otra vez la capacidad de la filosofía para extenderse como una ameba por los más dispares temas, sin perder de vista naturalmente el motivo principal del libro." 

El estilo, insisto, coloquial pero ameno, correcto y enjundioso, como siguiendo el célebre consejo (entre periodistas) de un personaje de El Quijote, "llaneza muchacho, no te encumbres que toda afectación es mala" . Y para terminar una cita del libro:"Relatamos con el cuerpo, queremos con el cuerpo, cuidamos con el cuerpo y por eso es tan peligrosa la huida hacia la velocidad y la imagen. Pero relatamos con la nacionalidad, odiamos y matamos con la nacionalidad (o con la identidad religiosa) y por eso son también peligrosos los relatos encarnados en los Plurales Comunes". -Pues eso, adelante Santiago, !y abre España!

FICHA

SER (O NO SER) UN CUERPO.- Santiago Alba Rico.- Ed. Seix Barral





 

 
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