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6 abril 2018 5 06 /04 /abril /2018 07:11

Caso de que no recuerden la trama de la obra teatral de Ibsen “Un enemigo del pueblo”, háganme el favor de entrar en Internet y mirar en la Wikipedia de qué va la cosa. Así, si les digo que el protagonista es tan “enemigo” de ese pueblo, (donde los intereses económicos mandan sobre los éticos o de salud pública) como Víctor Moreno es un “enemigo” del pueblo de la literatura y la lectura, los escritores, editores y los libros en general, entenderán el meollo de lo que viene a continuación.

Todo podría empezar con una cita que este autor navarro, Víctor Moreno, (escritor y profesor de literatura) aborrecido por algunos de sus lectores  y admirado por muchos más (entre ellos el firmante de estas líneas) coloca en la contraportada del primer libro suyo que tuve el gozo de leer (1). "...en última esencia quien elige la crítica se denuncia a sí mismo: suele ser hombre de orden, que ama las reglas, que nada le emociona tanto como la validez universal de un principio, la infalibilidad de una doctrina, la sacralización de un nombre o la eternización de un valor: esto es, todo aquello contra lo que la cultura (tal vez la única actividad del hombre que lo pone todo en entredicho y, en principio, nada debe respetar) ha luchado siempre". La frasecita se atribuye a  Juan Benet y la antecede en el mismo lugar la admonición : (Este libro...) "no se trata de un análisis sistemático y riguroso sino de un acercamiento a las maneras y modos con que algunos críticos realizan su sacerdotal tarea...escritos contra quienes se consideran guardianes de la 'buena, verdadera y responsable crítica' y, más aún, de la 'auténtica y legítima literatura'".

Quevedo, Jovellanos, Larra o, sobre todo, Gracián, podrían firmar no sólo esas líneas sino todo el contenido de los siete libros, siete, que les voy a presentar, por su mensaje y por su estilo, por su mala uva y su ironía, pero sobre todo, por su humor, a menudo cáustico y la traviesa oportunidad de sus citas textuales, debidamente fechadas y con su lugar de publicación en cursivas. En algunas páginas, entre risotadas, me he representado a Víctor (al que no tengo el gusto de conocer personalmente) como una especie de Guillermo Brown crecidito dotado de un muy inglés arsenal  jocoso heredado directamente de Jonathan Swift, cuyas descripciones de las sociedades humanas (inglesas desde luego, aunque extrapolables a las hispanas) y sus pretensiones (recuerden a Gullliver en al pais de los houyhnhnms  o a los académicos e inventores de la gran Academia de Lagado en la isla flotante de Laputa) alcanzan resonancias críticas que vemos reproducidas en casi todos los libros que hoy les comento, desde los círculos de escritores, críticos, poetas y algunos editores hasta los políticos y sus desvergüenzas aireadas y un soplamocos  de carácter descomunal -marca de la casa Moreno- a las religiones en general y muy en particular a la católica y romana aposentada desde hace siglos en nuestro país y a sus más egregios representantes (7).

 

 Una mirada lúcida, crítica, a veces sarcástica, alguna vez compasiva; una voz que clama en el desierto contra la hipocresía literaria, la fullería, el mal hacer, los rebuscamientos, engolamientos y cursilerías, el amiguismo y, en esencia, contra aquellos autores y obras que traicionan el mandamiento básico: escribe y que lo que publicas sea lo más auténtico posible, seduzca, divierta, sugiera y deje en el lector una cierta semilla de pasión por persistir en la lectura como ejercicio de placer o de conocimiento (da lo mismo que se trate de una propuesta filosófica, una búsqueda científica, un paseo por los sentimientos y las pasiones, un repaso claro y lúcido a lo que ocurrió o lo que puede llegar a ocurrir), que lo que leas pueda ser una clave sencilla y correcta que mejore, siquiera sea en un átomo, tu existencia (aunque este deseo, en el que yo creo hasta cierto punto, es fustigado corrosivamente por Víctor Moreno, que considera que la lectura en sí, no hace mejor a nadie). (4).

Víctor analiza con bastante acritud muchas veces, a determinados críticos y autores de los que considera que olvidan el ejercicio honesto de su oficio o se conforman con pasar el listón de la mediocridad. En "De brumas y de veras" que leí hace muchos años, en el siglo pasado, pone la mirada de halcón en los escritos de gentes memorables (algunos han desaparecido con la cruz por delante, otros han prosperado o se han dedicado a otros menesteres) del alcance y prosapia de Ignacio Echeverría, Andrés Trapiello, Panero, Luis A. de Villena, Cela, Goytisolo, Muñoz Molina, Saramago, Molina Foix, Leopoldo Azancot, Jaime Siles, Rafael Conte, Martínez Sarrión, García Posada (quizá la mayor "bète noir" de este fustigador de vocablos), Darío Villanueva, Santos Sanz, García Nieto o Pere Gimferrer entre otros. Detrás de estos nombres circulaba el poder y la gloria de las instituciones editoriales o políticas. Confieso que yo mismo (entonces escribía reseñas literarias en "La Vanguardia") estuve buscando mi nombre mientras leía y me juré que si  lo encontraba me acercaría a la localidad navarra de Alesués-Villafranca a invitar a comer o a tomar unos vinos a Víctor Moreno. Este látigo de herejes es, en realidad, un regalo de los dioses y las musas: nos obliga a cuantos empuñamos la pluma (o tecleamos ante un ordenata) de una manera pública y más o menos notoria,  a centrarnos en nuestro oficio y a buscar la "aristós", la excelencia, que debiera ser el propósito de toda persona honesta digna de ese nombre.

Para que no quede lugar a dudas (o a demandas por libelo) nuestro autor se toma la molestia de insertar en sus páginas reproducciones fotográficas de las páginas de diarios y revistas donde aparecen las declaraciones  y los comentarios imputados a dichas "personalidades", con la fecha bien clara, tal como se publicaron. En  "Fuera de lugar" (3) escrito 15 años más tarde, la nómina de celebridades se amplía (aunque hay "repes" que indican una verdad lamentable: la gente que prefiere ignorar sus propios fallos están condenados a perpetrarlos aún mayores) a Antonio Gamineda, Umbral y "Jeremías" Muñoz Molina, Carmen Rigalt,  José Antonio Marina ("profesor de filosofía, que no filósofo"), Suso de Toro, Félix de Azúa, Jorge Martínez Reverte, Elvira Lindo, Soledad Puértolas, Vidal-Beneyto, Antonio Gala, Pérez Reverte, etc. En el último capítulo del libro, Moreno publica unas necrológicas de los autores que habían fallecido entre bromas y veras: Greene, Celaya, Benet (cuyo "Volverás a Región" tanto hizo sufrir a Víctor), Donoso, Cela o Isaac Montero, entre otros. Tenga en cuenta el lector que para Moreno la necrológica es "un género ideal para revelar no la soledad en la que se quedan los muertos, sino la inmediata estupidez que asola y pasma a los  vivos". Y, "los críticos, metidos a necrólogos, muestran casi siempre una especial tendencia a la uniformidad en los ditirambos y sarcasmos acerca del amigo o enemigo que se va".

Tanto en "La manía de leer" (2) como en "Metáforas de la lectura" (4) Víctor Moreno se nos vuelve socrático y aplica cinismo y escepticismo a raudales. Las campañas de "fomento de la lectura" y el abuso de frases como "Quien no lee no piensa", "Quien no lee no puede ser libre" o las milagrosas consecuencias psico somáticas e incluso éticas y místicas de los libros, el poder transformador de la lectura y todos los tópicos que se endilgan por un "quítame allá esas pajas" ponen "estupendo" a nuestro autor. Y así, cuando se habla de la presunta influencia que los libros ejercen sobre los lectores nos dice muy juiciosamente: "Habría que empezar por investigar si tal influencia existe. Si es real y no una petición de principio y un deseo...de qué estamos hablando cuando decimos influencia...y saber quién es esa persona lectora, influenciable e influenciada;  conocer por qué lee, cómo llega a leer lo que lee y qué efecto tiene en ella la lectura y, sobre todo, qué hace con los libros que lee, y que dice leer, aunque nunca diga cómo los lee".

El examen de algunas de las metáforas habituales sobre la lectura, que es una "aventura", una "conversación o diálogo", un "viaje", "una ventana abierta al mundo", "un espejo a lo largo del camino" (¿o eso es cosa de la novela?) "una forma de felicidad" o de pensar o una amistad verdadera, permite a  Moreno hacer gala de su muy acreditada y jocosa ironía, trufada de sentido común (y gracias a los dioses, de humor) y recordarnos una frase de Penac que viene al pelo: "el verbo "leer" no admite el imperativo" o a Steiner "Ni la gran lectura, ni la música, ni el arte han podido impedir la barbarie total. Han llegado a ser el ornamento de esa barbarie, si hay que decirlo todo". Y para que veamos por donde van los tiros, cita también a Schopenhauer: "La lectura no es más que un sucedáneo del pensamiento personal. Con ella deja uno que sea otro quien lleve las ideas propias a la otra orilla del pensamiento". No se trata de libros contra la lectura y los libros, eso sería un absurdo esencial, (en todo lo que escribe Moreno se desprende una evidente y reivindicativa pasión profunda por la lectura, sino ¿de qué tanto libro sobre lecturas?) sino contra el uso malicioso, torcido, maniqueo, de tópicos y fórmulas que enmascaran la manipulación del placer de leer (la necesidad, para algunas personas) con fines ajenos a la sencilla complejidad (y perdonen el oxímoron) de la lectura y de la confortable existencia de los libros.

Harina de otro costal son los libros de Víctor Moreno sobre  la religión, la cristiana y dentro de ella la católica. Aquí se nota la influencia de Bertrand Russell en Víctor (sobre todo de su libro "Por qué no soy cristiano"). Desde "El soborno del cielo" (6) en el que se nos pregunta de entrada, "¿en qué ha convertido al hombre la religión?". Y se nos da una respuesta contundente y luego razonada "ad libitum" durante 187  páginas: "como no me asiste la fe, sino los datos de la propia historia, me atrevo a decir que, globalmente, la religión ha constituido el más formidable bisturí para cercenar de cuajo todo tipo de tolerancia, de ciencia, de investigación, de libertad y, en consecuencia de responsabilidad. La religión ha castrado el intelecto y la sexualidad...ha constituido el fundamento de casi todas las conspiraciones habidas contra la inteligencia, contra la racionalidad, contra el progreso y contra la felicidad del género humano". En la misma línea nos habla de la blasfemia como "desorden social" (5). En cuanto a "Los obispos son peligrosos" , "Así en la tierra como en el cielo" (7), donde Víctor vuelve al "modus operandi" de los libros sobre literatura, se trata de más de setecientas páginas de comentarios jugosos (en el sentido vitriólico- jocoso del término) sobre las cosas que han llegado a decir y publicar purpurados como Rouco Varela, Martínez Camino, Cañizares, Osorio y muchos otros altos dignatarios de la Iglesia, respaldados por la reproducción textual y no manipulada de frases y razonamientos que han sido publicados en España por los medios de comunicación (nuevamente con fechas, orígenes y reproducciones fotográficas). Dada la trascendencia de los temas y sobre todo de las consecuencias y realidades que delata, la cosa no tiene tanta gracia como en el caso de críticos y escritores. Uno acaba tan acosado por la sensación de vergüenza ajena y de indignación, que la lectura requiere tiempo y periodos de abstinencia. Prefiero, pues, dejar los comentarios a estos tres libros para otra ocasión.

Leer a Víctor Moreno constituye un ejercicio saludable. Y una constatación: la suerte de este autor es que viva en este siglo (incluso a pesar de los pesares, en este país) y que haya tenido la habilidad y el juicio de "no inventarse nada". Por mucho menos que esto a Sócrates le prepararon un cóctel de cicuta, a Séneca le invitaron a cortarse las venas, a Spinoza le acuchillaron y ningunearon, a muchos les quemaron sus libros en la hoguera y a otros,  aprovecharon el fuego para meterlos dentro, a aquéllos los desterraron y a esos les ofrecieron vacaciones de lujo en un gulag o en un campo de exterminio. ¿Cuál es el precio que ha tenido que pagar Víctor por sus libros? Una conspiración de silencio. Para el gran público y los principales medios de comunicación, Víctor Moreno no existe. O quizá sí...

 

LIBROS INDISPENSABLES (con perdón)

(1)   DE BRUMAS Y DE VERAS.- La crítica literaria en los periódicos.- Ed.  Pamiela, 1994. 236 págs.

(2) LA MANÍA DE LEER.- 396 PÁGS. Ed. Caballo de Troya, 2009

(3) FUERA DE LUGAR.-Lo que hay que leer de críticos y escritores.-443 págs.-  Ed. Pamiela, 2009

(4) METÁFORAS DE LA LECTURA.- Ed. Lengua de trapo.-222 págs.-2005

(5) EL DESORDEN SOCIAL DE LA BLASFEMIA.- Ed. Upaingoa Erdaraz.- 123 págs. 2004

(6) EL SOBORNO DEL CIELO.- Ed. Pamiela.- 189 págs.-2005

(7)LOS OBISPOS SON PELIGROSOS.- Ed Pamiela. 733 págs.2010

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