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8 abril 2018 7 08 /04 /abril /2018 08:17

Empecemos por asegurar que Javier Traité es un cachondo inveterado e irreverente, con un léxico de armas tomar y una escatología burda y faltona a prueba de bombas. Lo segundo que uno nota muy pronto es que el impío autor sabe literatura por un tubo y que ha leído, no es un solapillas (ni un meapilas). Y lo tercero, y acabo, es que se ha limitado a autores más o menos canónicos (de canon, no en vano habla de "los grandes clásicos") y se ha guardado mucho de dirigir el estilete a escritores del momento en que vivimos y que se creen ya "clásicos" (salvando a Cela, claro está y a Marcial Lafuente Estefanía). Con ello, se libra del sanbenito y el ostracismo con los que el llamado mundo cultural galardona a los que como Victor Moreno (ya citado en esta y otras páginas mías) se atreve con ironía, un poco más elegante pero no menos cáustica, a guiar al lector por los vericuetos egoicos de la literatura patria. Por cierto, la diatriba contra los empeños "pedagógicos" de hacer leer el Quijote a los niños goza de todas mis simpatías (y soy un lector reincidente e inmoderado de la obra de Cervantes que, a mis años, aún me despierta carcajadas y reflexiones).

Me encanta la falta de inhibición y el sentido del humor de los que Traité hace gala en su recorrido universal por la literatura, desde la épica de Gilgamesh (Traité debería leer, y el lector también, el "Gigamesh" que Stanislaw Lem se saca de la manga en "Vacío perfecto") al gran Shakespeare (cuya autoría debería corresponder a Marlowe, según nuestro autor), pasando por Sterne (que liquida con unas graciosas muestras de surrealismo tipográfico), o define la inacabada "El hombre sin atributos" de Robert Musil como "la historia de un vago que no sabe qué hacer con su tiempo libre", y expresa su admiración por Celine, del que, muy en su papel, Traité destaca la impagable frase siguiente de su "Viaje al fin de la noche": "Os lo aseguro, buenas y pobres gentes, gilipollas, infelices, baqueteados por la vida, de sollados, siempre empapados en sudor, os aviso: cuando a los grandes de este mundo les da por amaros, es que van a convertiros en carne de cañón".

En fin ¿qué les voy a contar? El viaje que nos propone Traité es una divertida gamberrada literaria con sus puntos y ribetes de razón y sentido común. Definir "Los viajes de Gulliver" como "un clásico de la mala leche y la ironía en forma de cuento de aventuras" puede  parecer algo soez e insolente, pero tiene más razón que un santo. O que "los escritores del Siglo de Oro español se caracterizaron por ser en una mayoría unos golfos de cuidado" parece un tanto simplista, pero un repaso a nuestros grandes autores deja la observación en su justa medida. Comparto su admiración por Maupassant y suscribo su "estaba loco, el cabrón, pero era un genio al menos para todo aquello que no fuera suicidarse" o por Poe, Stevenson, Conan Doyle o Chesterton e incluso Agatha Christie, Zweig, o Wells.  Y comparto también la sospecha sobre la extraña y banal muerte de Zola tras haberse convertido en la conciencia humana de Francia y azote del Estado. Me divierte la sinceridad de Traité que se atreve a apostillar "Con Moby Dick me pasa lo mismo que con "Guerra y paz". Aún no he sido capaz de decidir si me fascina o me aburre". Algo, querido amigo, que resolvemos muchos con la frase: es una obra fascinante a la que le sobran algunas páginas. Y suscribo también el juicio demoledor sobre el tan alabado como poco leído "Finnegan's Wake" de James Joyce que "no se lo leyó ni el mismo autor al acabarlo y debía estar borracho cuando se le ocurrió"

Con Traité me ha ocurrido lo mismo que con su compañero de "torciderías" Luis Soravilla: estimo que estos trabajos desenfadados y volterianos pueden enfadar a unos pocos pero satisfacer a la mayoría de los lectores por dos razones: una, el tono y el estilo con los que escriben estos dos autores atraen a muchísima gente (poco expertos en literatura o filosofía entre ellos, casi seguro) pero los temas y escritores que citan acaban por ser atractivos y uno tiende a buscar algunas de sus obras. Dos, estudiantes y profesores se enriquecen tras la lectura con razones para hacer más interesantes sus estudios o enseñanzas.
Clásico, pues, no es sinónimo de aburrido y como reza el subtítulo del libro, cuando lo leas descubrirás "los grandes clásicos como nunca te los han contado", solamente recurriendo, como hace Traité (y Soravilla) a desmitificar sin banalizar a los grandes escritores y sus obras más o menos "maestras". Y, en el fondo, lo que ambos nos dicen es "lee, por favor". No lo que te "vendan" los mal llamados críticos, reseñistas, gacetilleros o solapistas (de solapa) sino lo que te salga de las neuronas, el capricho o la intuición (o la recomendación de aquel amigo tan cachondo que no respeta a santón literario alguno y suele tener un buen criterio). Quizá lo esencial que marca la diferencia es que lo que lees no te deje indiferente. Te deje huella, en suma, cuando has cerrado el libro al final.

FICHA

HISTORIA TORCIDA DE LA LITERATURA.- Javier Traité.- Ed. Principal de los Libros.- 311 págs.- ISBN 9788416223879

 

 

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