SALUD MENTAL EN CRISIS
Publicado en La Comarca el 171221
Vivimos alimentando un tabú absurdo: de los trastornos mentales nadie habla o se esconden como una vergüenza o se ignoran “pudorosamente”. Es como el cuento del lobo feroz. Los profesionales de la salud no han dejado de avisar: oigan, que existe el lobo de la insania, la demencia, los trastornos psíquicos, las manías, las psicosis, chifladuras, cuelgues, desatinos, desvaríos, delirios… que ya vienen, ¡que están aquí! La Covid los ha catapultado en toda su amplia gama de niveles, desde los más leves a los que acaban en suicidio o internamiento.
A pesar del asfixiante predominio de los datos en nuestra cultura, hacemos oídos sordos a las estadísticas que se nos facilitan, o miramos hacia otro lado, dando por sentado que eso “no nos atañe” de forma personal (como con la vacuna). Hasta algunos políticos, dotados de una piel muy dura, solo sensible a los arañazos que se haga a sus intereses propios, comienzan a dar muestras de alarma (esperemos que no se queden en eso y busquen soluciones urgentes).
Y las soluciones pasan, en primer lugar, por cuidar y tomar medidas para proteger el trabajo de los profesionales de la salud) a fin de que estén en condiciones de realizar un trabajo de tal magnitud que no podemos ignorar más. Conozco varios informes sobre los efectos perniciosos que la Covid está teniendo sobre ellos. No en vano están en primera línea.
El deterioro de la salud mental en la población española (y sólo somos una parte del problema global), tanto por trastornos graves como leves, está sufriendo un agravamiento progresivo. Los datos desnudos son explícitos: cada día como promedio se suicidan diez personas en nuestro país: se ha convertido en la causa de muerte no natural por encima de los accidentes de tráfico. Y el suicidio no es el exceso emocional del romanticismo, es el efecto de un trastorno psíquico. Uno de cada 4 ciudadanos padece algún tipo de trastorno, 6 de cada 10 tienen síntomas de ansiedad o rozan la depresión y más de un 11% de la población consume fármacos ansiolíticos o antidepresivos. La pandemia y sus crisis sistémicas, el tele martilleo constante de datos negativos y las mentiras víricas en las redes o en cierta prensa, también ayudan a menoscabar el equilibrio mental de personas ya “tocadas” por problemas económicos o laborales. Miremos cara a cara la falta de salud mental. No hay que avergonzarse y tampoco ignorarla. Piensen: en el centro de control del cerebro y la mente se gestiona la salud del cuerpo. Y la vida.
ALBERTO DÍAZ RUEDA
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