Dicen algunos historiadores que un sentido básico de la democracia moderna se basa en el principio planteado por Abraham Lincoln de que “puedes engañar a toda la gente en algún momento y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente todo el tiempo”. Si un gobierno es corrupto y demagógico y no logra mejorar la vida de la gente, sino más bien pone en peligro los logros democráticos vigentes en ese momento, creía Lincoln, un número suficiente de ciudadanos acabarán por darse cuenta y lucharán por cambiarlo. Tal vez en el siglo XIX lo que sostenía el asesinado presidente de Estados Unidos tenía cierto sentido. Pero traten de aplicar esa ingeniosa fórmula a los tiempos actuales. ¿Ustedes se imaginan lo que los omnipresentes medios de comunicación y manipulación pueden hacer para impedir que los ciudadanos se percaten de cómo y por qué les están engañando? ¿han seguido de cerca la impostura global -quiero decir, desde los dos polos del problema- de cierto proceso político planteado como conflicto en nuestro país? Es un ejemplo flagrante de lo que ahora se llama "posverdad" (neologismo que encubre la palabra "mentira"), un engendro pseudo filosófico que hace posible aquello de que "una mentira repetida el suficiente número de veces y por el suficiente número de personas acaba siendo una verdad". Y esto no es política-ficción o teoría conspirativa. Recuerden simplemente cómo en el nazismo, "la machacona repetición de un concepto brutal e inhumano produce bajo un régimen cercano al totalitarismo de la clase que sea, un consenso social aprobatorio, fanático y compulsivo". Y ahora sumen, dos partes "convencidas" de que "el otro" es un enemigo despreciable, más otras dos, formadas por la manipulación y los intereses inconfesables de cada uno, dan un cuatro imposible de cuadrar. ¿O NO?