
Mary Karr es una tejana de sesenta y pico años, profesora de literatura, que en 1995 (con 40 años) revolucionó el panorama literario norteamericano de aquella época con su primera obra, una autobiografía novelada. La pujante y descontrolada sociedad tejana de los años sesenta a través de los ojos de una niña de siete años sumamente inteligente y razonablemente desdichada por decirlo de una forma paradójica, a la que en última instancia salva el humor y una ironía a la altura de las desmesuras familiares que debe vivir, en un arriesgado recorrido entre el drama y la tragedia, entre la potentísima figura de la madre, un personaje estrafalario y desorbitado y el caótico (y etílico) padre y una hermana protectora y sólida. Todo bajo una realista lente más compasiva y con brochazos de irónico humor que triste, sentimental o nostálgica y mucho menos condenatoria. En realidad creo que la razón más evidente de su éxito es un sentimiento que aflora aquí y allá entre las 500 páginas de este libro absorbente: una cierta manera de amar.
El "club de los mentirosos" es la fauna de tipos estrambóticos, muy años sesenta, que se reúnen en un bar cutre tejano después del trabajo. Entre ese grupo hay un hombre y su hija de siete años que asiste como si fuera una testigo privilegiada a las narraciones de mentiras elaboradas que hace su padre (y los demás), como si aquel bar de barrio fuera un remedo del palacio de Harum el-Rachid donde la mítica Sherezade se dedicara a pasar las noches contando cuentos fascinantes. En ese ambiente y esas mentiras la niña se siente feliz y se recupera del insano caos que le espera en su hogar, regido por una madre aparentemente destructiva, llena de traumas y depresiones. Un personaje que el lector irá conociendo mejor conforme avanza la novela (fascinado con el magistral y progresivo control narrativo aclaratorio de la autora).
La complejidad equilibradora de la historia está resuelta de una forma ingeniosa y lúcida: la niña, inspirada por el club de los mentirosos, diseña todo un entramado de mentiras que tienen la función de convertir las desdichas y malestares cotidianos, incluso los comportamientos y actitudes que debe sufrir en la caótica familia a la que pertenece, en una réplica ficticia pero creíble de una "normalidad vital" que sólo existe en la imaginación infantil y cuyas contradicciones debe solventar con ingenio pero que no la libran del desasosiego y la tristeza que causa vivir una mentira permanente que se pone a prueba con el divorcio de sus padres.
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