"Alien, el octavo pasajero" constituyó una memorable fita en el camino de perfección de las películas de ciencia-ficción. Dirigida por Ridley Scott, el mítico director de "Blade Runner" (otra obra maestra del género) o la eficaz "Gladiator", nos llevaba a bordo del "Nostromo", una nave espacial dirigida por oscuros intereses de grandes corporaciones, a un lugar sin esperanza donde el terror era sabiamente dosificado y se creaba una atmósfera de pesadilla servida con una escenografía dantesca, un monstruo de una maravillosa maldad natural y de una presencia exquisitamente brutal (una mezcla de gigantesco lagarto-serpiente humanizado con letal armazón telescópico en las fauces siempre babeantes) dentro de la enormidad de su diseño. Servida además por actores en estado de gracia, desde la dura y atractiva teniente Ripley (Sigourney Weaver) a John Hurt el vulnerable primer huésped del terrorífico espécimen o el androide Hash encarnado por Ian Holm (que años más tarde sería Bilbo Bolsón en "El señor de los anillos"). Fue "Alien" una de esas películas que marcan un "antes" y un "después" en la historia específica del cine de género, dejando su impronta en generaciones posteriores de directores y filmes.
Pues bien, "Prometheus" es el fallido intento de ese mismo director Ridley Scott de realizar una película que fuese la madre generativa de un nuevo impulso a la ciencia ficción en particular y al cine en general. Le ha perdido la desmesurada pretensión filosófica. Ahí es nada, responder a preguntas clave para la humanidad como, ¿quienes somos?, ¿de donde procedemos? ¿Quienes fueron nuestros creadores?,lejos del darwinismo común o de la respuesta religiosa. Todas quedan subsumidas en otra, ¿por qué intentan destruirnos nuestros creadores?, con lo que nos hurtan las preguntas trascendentes para pasar a la intencional, que genera la trama ya banal.
Asombra la chocante debilidad de Scott al contagio de su anterior obra maestra. "Prometheus" es una precuela no confesa de "Alien", con mayores y mejores medios técnicos cinematográficos, un guión que se complica y se vuelve oscuro y banal a medida que transcurre la película, firmado por Damon Lindelof y Jon Spaiths, una escenografía delirante que no logra superar la asfixiante de "Alien" y un desarrollo de la trama que, con la excepción de alguna secuencia particularmente dura pero eficaz (como la cesárea de la protagonista), reitera elementos argumentales como el de la traición del androide encargado del control de la nave (en este caso un impecable Michael Fassbinder, que termina descabezado como su homólogo en "Alien") el sexo del indiscutible protagonista, en este caso Noomi Rapace (una excelente elección) y otros que no vamos a desvelar.
La evidente voluntad de dejar la obra abierta para la inevitable segunda parte hace que "Prometheus" a pesar de su innegable belleza formal (el espectador archivará en sus recuerdos algunas de las imágenes más bellas e impactantes de la ciencia ficción, tras ver esta película) produzca una sensación de "dèja vu", de algo ya visto, aunque envuelto en un lujoso y llamativo envoltorio. Así, las secuencias de apertura de la película tienen la dramática belleza de una obertura wagneriana, aunque los personajes no logran atraer el interés o la empatía del espectador, tal vez contagiados por la frialdad de la propuesta. Tanto Noomi como Fassbinder (el robot David) y la inquietante Charlize Theron, se llevan todos los méritos y no deja de ser curioso que tanto el robot humanizado como la hija del patrocinador de la expedición, Charlize, sean dos prodigios de frialdad e insensibilidad. Eso se contagia al espectador que, aun seducido por la forma despampanante del producto, termina pensando "muy bien ¿y ahora dónde vamos? indiferente ante el fin de la historia.
La suerte de la "Prometheus" no nos conmueve como lo hizo la "Nostromo" de la teniente Ripley que, por cierto, también acaba embarazada del monstruo en otra entrega de la saga, vaya por Dios, aunque Segourney no recurre a la cesárea.
Para los cinéfilos,hago especial mención a la secuencia del androide David (Fassbinder) seducido por la película "Lawrence de Arabia" de David Lean, imitando a Peter O'Toole en sus gestos, su voz y sus frases, mientras en la nave "Prometheus" todos los tripulantes humanos duermen a la espera de un terorrifico despertar.
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