Tal vez la única propuesta original de esta película dirigida por un, para mí, desconocido Chris Gorak, es el hecho de que la acción tiene lugar en Moscú y los protagonistas principales son, naturalmente, norteamericanos jóvenes que están allí por negocios o turismo. Una peli de colegas defendiéndose de extraterrestres muy, muy malos, que tienen forma de bolas o lucecitas incandescentes de colorines formando remolinos juguetones. Los alienígenas vaporosos, sólo son detectables de noche, cuando atacan y a su paso se enciende cualquier bombilla apagada que está en su radio de acción, debido al carácter electromagnético de los invasores (por cierto, menudo pastón se han ahorrado los productores con estos invasores incorpóreos).
Emile Hirsch, Max Minghella (¿hijo del prematuramente desaparecido Frank Minghella, el de "El paciente inglés"?) junto a Olivia Thirlby y Rachael Taylor, componen el cuarteto de esforzados yanquis con algunos extras rusos muy combativos, y patrioteros que plantan cara a unos alienígenas empeñados en convertir en cenizas a la humanidad en busca de objetivos poco claros.
¿Destacable? Nuevamente, Moscú. Aparte de "Misión imposible", Jason Bourne y alguna otra, no hemos visto rodar a los americanos en las calles de la capital moscovita y la verdad es que queda muy bien con las tomas de calles desiertas y la plaza Roja llena de cenizas a disposición del gran angular. El argumento, bastante sencillito después de la propuesta de comienzo, una peli apocalíptica por obra del alienígena destructor. Curiosamente hay seis, !seis! guionistas responsables de este tebeo.
Es decir, cine-palomitas para disfrute de adolescentes y adultos anclados en la etapa visual, que solo quieren pasar el rato y asombrarse con los --pocos-- efectos espaciales. Las actuaciones, absolutamente desechables: todo tiene un aire a telefilme de horario basura pàra programar los sabados o domingos a primera hora de la tarde.
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