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20 abril 2013 6 20 /04 /abril /2013 09:25

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Constituye un placer para este crítico poder reseñar una película española digna de ser recomendada con entusiasmo, si no excesivo, si suficiente. Poder afirmar que el guión es atractivo, imaginativo, chispeante en ocasiones y desde luego interesante para el espectador. Que las interpretaciones de un plantel de maduros y jóvenes actores españoles, con algún notable añadido hispanoamericano, como el soberbio Ricardo Darín, llegan a entusiasmar. Que los aspectos técnicos, fotografía, música, ambiente, son correctos y no desentonan en modo alguno con las excelencias del filme. Y que el ritmo de la  narración fílmica no decae en ningún momento. El director de esta excelente y ligera comedia es Cesc Gay que, a mi personal parecer, no ha acertado con el titulo, que parece desentonar respecto a la película: "Una pistola en cada mano". El secreto de éste titulo-remedo de película del oeste lo desvela Candela Peña en uno de los "sketchs" que componen este filme de episodios entrelazados, a la manera de los clásicos del cine italiano y frances de los setenta.

Se trata de una película de tesis tópica y de desarrollo también tópico pero con guiños pícaros y divertidos por todo el metraje: la "guerra" entre hombres y mujeres (tema que los italianos nunca dejan de frecuentar: en febrero de este año se estrenó "Hombres contra mujeres" una comedia desmadrada que habla de las relaciones) es el nudo gordiano del filme. Cuando acaba la película, si pudiéramos entrevistar a los espectadores en la sala, presumo que la estadística de identificaciones con algunos de los personajes rozaría el 90 por ciento. Y ahí está el acierto, ya que a diferencia de la citada cinta italiana, todo se mantiene en un tono de normalidad cotidiana y personajes como vecinos, amigos o parientes de cada uno de nosotros, sin gritos ni aspavientos, con una ironía amarga y un humor austero.

Por supuesto son los actores los que logran dar ese tono a las secuencias, en las que se producen auténticos duelos de robaescenas, de seductores de cámaras, rostros conocidos por  el espectador español  que se enfrentan entre sí, en una lucha fratricida por llevarse al espectador: Eduard Fernández, Candela Peña, Eduardo Noriega, Clara Segura, Javier Cámara, Luis Tosar, Ricardo Darín, Cayetana Guillen Cuervo, Alberto San Juan, Jordi Mollá, Leonor Wating, ¿quién da más? Hay, por supuesto, vencedores y vencidos con mucha dignidad, pero soy consciente de que eso es un juicio muy personal e invito al lector a que haga sus propios juicios y diagnósticos. Es un encanto añadido de la película. Solo por poner un ejemplo: ¿quién diria usted que gana en el duelo interpretativo entre un "monstruo" establecido como Darín y un "monstruo" español sólo para conocedores, Luis Tosar?.

¿Cuál es el único "pero" que se puede poner a "Una pistola en cada mano"? La poco ambición de Gay en el planteamiento de sus tesis relacionales y sus historias. Todo es esencialmente divertido, irónico, fácil, de esa dificil simplicidad, pero le falta una pizca de genio, de trascendencia, de solidez humoristica, quizá eso que algunos llaman el "toque Lubitsch" o el "guiño Wilder". Confidencias amorosas con diálogos inteligentes. Sí, pero un poco más  de sarcasmo, de autocritica, de ese humor duro y algo cruel que da la lucidez. Todo ello, en una Barcelona filmada con mimo de barcelonés. Ciento por ciento mejor y más agudamente brillante que la del premiado Woody Allen. Y no es baladí citar al norteamericano genial que cada vez lo es menos (genial), ya que hay mucho de Allen en esos personajes desencantados, confusos, mentirosos, tiernos o bellacos con simpatía, solitarios, de vuelta de todo pero al mismo tiempo vulnerables e inocentes esclavos de sus pulsiones. Hay personajes patéticos, inmaduros y...todos son hombres. Ellas son otra cosa. Esta es una película de hombres y de mujeres que juegan con ellos, los soportan, los aman y los detestan, porque se sienten incomprendidas y engañadas, aunque generalmente son las que llevan las riendas de todas las situaciones. Y así, vemos la película con simpatía aunque nos deje al final -- bastante previsible y también bastante patético-- con la sensación de que falta un detalle: quizá apretar el gatillo de esas pistolas que los varones suelen llevar en cada mano cuando se acercan a una  mujer (o a más de una a la vez).

 

 

 

 

 

 

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