Tres culturistas bastante descerebrados, Daniel (Mark Wahlberg), Paul (el forzudo sonriente, Dwayne Johnson) y Adrian (Anthony Mackie) deciden prosperar en la vida con el dinero "fácil"· de la delincuencia casposa y para ello no se les ocurre otra cosa que secuestrar a un millonario (soberbio Tony Shalhoub) que se revela como un secuestrado muy difícil de manipular y de asustar. Con un guión negro, negrísimo, de Christopher Markus y Stephen McFeel, digno de los hermanos Coen (hay puntos de contacto entre "Fargo", por ejemplo y esta película divertida y de una crudeza surrealista y brutal). Michael Bay, el director, nos dice al principio y al final de la película que lo que nos va a contar ha ocurrido en la vida real y para que conste, al finalizar la cinta, nos muestra los auténticos rostros de los inenarrables individuos, entre la torpeza genuina y la oligofrenia, capaces de hacer tales barbaridades sin que se les cambie la estupida sonrisa de suficiencia de la cara.
La película merecería los parabienes de Jonathan Swift, el de los Viajes de Gulliver, dado el absurdo estúpido y la cretinez elevada al cubo que los hechos nos muestran. Como dice uno de los protagonistas "Jesucristo te exalta, pero la cocaína es lo más". Y es que parece todo dictado por un morfinómano pasado de vueltas. Lo que hace interesante esta película es el hecho de que en definitiva estamos asistiendo a una crítica mordaz, inclemente, animal y grosera, aunque con toques geniales en su ironía, a la sociedad americana del dios dólar y el chillón mal gusto del Miami más cutre. Genial como siempre Ed Harris como secundario de lujo, haciendo de poli retirado, que es el único que refleja inteligencia, compasión y humanidad de todo un reparto instalado en el exceso y la ingenuidad peligrosa de los músculos como órgano mas cerca de la razón de cada uno de ellos. La verdad es que bordan sus papeles. Película, pues, sorprendente, divertida y con varias lecturas paralelas.
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