Artículo publicado en La Comarca, 260923
No abundan, pero de vez en cuando se ve alguna pareja de personas mayores, incluso ancianos, pasear, cogiditos de la mano. Muchas personas se sorprenden y lo achacan –maliciosamente- a efectos de la vulnerabilidad psíquica o física de alguno de ellos o de los dos. Pero a pocos se les ocurre que van así porque necesitan de forma emocional estar en contacto permanente para sentirse bien, completos. Sencillamente porque ese contacto forma parte de su vida, desde que se conocieron y amaron.
Cuando veo a una de esas parejas, enfrascados en su charla, sonrientes, suelo recordar el mito del Andrógino que Platón hace relatar al gran Aristófanes durante el “Banquete”. Nos cuenta Platón en este, uno de sus más grandes “Diálogos”, que en el origen de los Tiempos había tres clases de seres humanos: hombres, mujeres y andróginos. Estos eran seres perfectos, completos, de una enorme fortaleza e inteligencia: eran de forma circular, tenían cuatro piernas y cuatro brazos y dos rostros en el cabeza cuyo pensamiento y voluntad eran unísonos y su energía cuadruplicaba la de hombres y mujeres. Y naturalmente dos sexos, masculino y femenino. Eran tan autónomos y poderosos que decidieron destronar a los dioses del Olimpo. La rebelión salió mal y Zeus partió por la mitad a cada andrógino, convirtiéndolos en hombres y mujeres “normales” y condenó a las dos partes de cada uno a no encontrarse jamás…excepto a algunos pocos, escogidos, por exclusiva decisión de la diosa Fortuna. En estos pocos casos se satisfaría la necesidad, compartida por todos los seres humanos y nunca satisfecha, de hallar la persona que es nuestro complemento vital. Es decir, la parte de nuestra integridad, amputada por la espada de Zeus, de nuestra completud.
Si conocen a alguna pareja como las descritas, hagan la prueba: pregúntenles sobre sus sentimientos mutuos. Indaguen discretamente en la historia de su relación. En todas habrá un elemento común: “fue como descubrir mi otra mitad. Solo con él/ella me siento completo/a. No hay que forzar nada. Cualquier dificultad es superable…a condición de estar juntos.” Son los andróginos de nuestros días.
No sólo Platón o la mitología griega, también en las disciplinas mistéricas como la Gnosis o la Kábala y en la filosofía, Schopenhauer, Kant, Montaigne; o en la psicología, Freud, Jung, Adler, Fromm, han trabajado en ese ansia de búsqueda de unidad personal, que es símbolo y metáfora de la cuestión sexual. A la cual, como dijo Montaigne, “tanto la manipulamos o la ignoramos en la vida, cuanto más la tenemos en el pensamiento”.
ALBERTO DÍAZ RUEDA