LOGOI 233
FINDAÑO
Llega el nuevo año. Pasaron 365 días en los que hemos seguido el carrusel natural y cotidiano de luz y oscuridad, vigilia y sueño, actividad y descanso. Un proceso nada monótono, porque las acciones humanas nos han echado encima pandemias, crisis financieras, energéticas y climáticas. Todos somos responsables, sin duda. Por tanto, lo difícil para el común de los ciudadanos es poder conciliar la vigilia, el descanso y la actividad con los condicionamientos agobiantes que nos impone nuestro sistema capitalista neoliberal: el egoísmo individualista, la insolidaridad, la codicia o la estupidez.
Somos la consecuencia de nuestros actos y actitudes. Y eso es una regla que se cumple a todos los niveles. De nada sirve que escribas, siguiendo la “magia” de la Nochevieja, tus deseos en un papel y que enciendas solo una punta con la llama de un vela y esperes que se realicen los que queden sin quemar; o que cenes lentejas, bebas una copa de champán con un objeto de oro en el fondo, lleves una prenda interior roja, estrenes unas medias o unos calcetines, abras las ventanas de la casa para que salgan los malos auspicios y enciendas todas las luces para “alumbrar a los buenos”. Así que nos llega el 2022, en el que cosecharemos los errores personales o globales cometidos y algunas –pocas en general- alegrías o satisfacciones. Ni el día comienza inocente y limpio cada amanecer, ni los años cambian de sesgo tras la supuesta magia de la Nochevieja. El fin de año no genera el fin del daño.
La filósofa germano-judía, Hannah Arendt, decía que en los “tiempos de oscuridad” nos suele llegar una cierta iluminación que no proviene de libros, conceptos y grandes pensadores, sino de “la luz incierta, titilante y a menudo débil que irradian algunos hombres y mujeres en sus vidas y en sus obras, bajo casi todas las circunstancias y que se extiende sobre el lapso de tiempo que les fue dado en la tierra”. Los llamaba “luciérnagas”.
En estos días me gusta rememorar a las “luciérnagas”, y la delicada luz de su solidaridad, paciencia y amor por los demás, que evita que la oscuridad en el mundo sea total y definitiva.
ALBERTO DÍAZ RUEDA