LOGOI 214: CORTESÍA
Michel de Montaigne, decía que aprender a ser cortés es algo necesario en la vida social y familiar. Y añadía “al igual que la gracia y la virtud, engendra mutua simpatía”. A través de los años uno aprende a saborear la certeza de esas palabras y aún añadiría que también es muy gratificante aprender a ser cortés con uno mismo. ¿Cuántas veces se regaña usted por algún error o unas palabras inoportunas? O siente fastidio o indignación ante cualquier falta de cortesía que alguien tiene con nosotros o con otros, delante nuestro.
Es problema muy actual: la pérdida de la cortesía como virtud social, la creciente e imparable ausencia de buenos modales, el aumento de la grosería, las palabras soeces, los malos modos y la ausencia total de delicadeza en el trato, sin que la edad, el sexo u otros factores de indefensión, tengan algún efecto suavizador o “exculpatorio” para la persona que pierde los estribos o simplemente abusa de su supuesta “razón” o “superioridad”, buscando el aniquilamiento moral, la vergüenza o la burla sobre otra persona...
Vivimos una época en la que el “tú” se impone por costumbre, las galanterías con el otro sexo son desdeñadas y sujeto de sospecha, la vejez estorba y en el mejor de los casos es ninguneada, el otro, el extranjero o el menesteroso, son como el “hombre sacer” (sin derechos) de los romanos o reflejos de la “vita nula” (sólo cuerpo) de Giorgio Agamben o Hanna Arendt, puros seres humanos sin atributos.
Hoy, la mutua tolerancia y el respeto que deberían regir una sociedad pluralista, variada y globalizada, brillan por su ausencia. Anthony Grayling define la cortesía como “conjunto de costumbres, etiqueta, educación y rituales informales que facilitan nuestra interacción y nos proporcionan un estilo de vida en paz y mutua consideración”.
La desaparición de la cortesía nos hace la vida tan incómoda, insegura y ultrajante, que uno se indigna con la hipocresía social que instaura “tribunales públicos digitales” de una beata moralidad (nauseabunda, porque solo obliga a los otros) o permite libertades agresivas y destructivas en nombre de la “tolerancia” a jóvenes y adultos porque es una muestra de “libertad”. La pregunta clave es: ¿en nombre de qué razón se ha dejado de enseñar –y exigir- cortesía y buenos modales a los ciudadanos?
ALBERTO DÍAZ RUEDA