Se dice que el hombre es uno de los pocos animales que tropiezan dos –o más- veces con la misma piedra. Vivimos en los medios e internet la misma fiebre reivindicativa que en Navidad abrió las puertas a la tercera ola de la Covid y que ahora apunta para Semana Santa una recuperación basada en la falacia de que la vacuna ya nos protege a todos (aunque estemos en este país, todavía, a mínimos de vacunados).
La sociedad ya está harta de estar harta; la economía y sobre todo los sectores afectados, entre ellos el turismo y el transporte, quieren salir del estado agónico al que les ha sometido la Covid. Es justo. El desconcierto y la falta de eficacia gubernamental también son responsables. Pero el virus sigue estando activo y campando a sus anchas. Bajan los contagios, es cierto, pero la Covid se replica en cepas nuevas, sin que exista garantía alguna de que incluso los vacunados estén exentos de la posibilidad de ser elementos activos de nuevos contagios.
El Consejo Europeo se da tres meses para dar luz verde global al llamado “pasaporte” de vacunación que avalará la libre circulación entre países. A propósito de esto me parece absurda la protesta de que eso sería discriminación para los que no lo poseen (¿es que el carnet de conducir discrimina a los que no lo tienen por edad o porque no pasan las pruebas?).
Pensemos con calma. ¿Hay alguien que considere lógico que se facilite el advenimiento de una cuarta ola de la Covid porque “tenemos derecho a…”, “nadie nos puede prohibir que…”, “queremos reunirnos con amigos y familiares”, “ya llevamos mascarillas, qué más quieren”, “estamos deprimidos”, “ni los políticos ni los científicos saben lo que hay que hacer”, ”son ataques a la libertad política o de expresión”… etc.?
Cualquier persona sensata se sorprende cuando oye a los que convocan manifestaciones políticas o de género (ojo con el próximo 8M) con las excusas, por ejemplo, de que el independentismo o los indiscutibles derechos de la mujer son justificaciones válidas. ¡Por favor! No dejemos de lado la cautela y la razón. Normalicemos nuestra vida poco a poco, con sentido común. Nos jugamos todo: ser responsables es el precio de nuestra libertad.
ALBERTO DÍAZ RUEDA