Cada día ofrece su particular noticia con sus ecos de humanidad o de inhumanidad. Somos una especie curiosa, atrabiliaria, sorprendente, vergonzante o detestable. Como norma suelo reflexionar en lo que refleja un esfuerzo de ayuda, generosidad, solidaridad, cordialidad, belleza o compasión. La parte oscura no la sopeso, trato de comprenderla y paso a otra cosa. Mientras escribo suena en los altavoces del pueblo la música bellísima de Bach, Vivaldi, Handel o Albinoni. Esa es una ayuda psicológica relajante que no tienen esos millones de indios colapsados en las grandes ciudades, Bombay, Delhi, Jaipur y otras, porque el Gobierno, ante la pandemia, ha decretado, con cuatro horas de antelación, la suspensión de los transportes público. Millones de personas con trabajos precarios viven en pueblos distantes entre 40 y más de 100 Kms. de sus empleos. Y ahora están colapsados en las salidas de las ciudades y crean un éxodo dantesco de hombres, mujeres y niños caminando con sus hatillos por las carreteras. Estas pobres personas no están para músicas.
De los 195 países inscritos en la ONU, 180 están en estado de alerta por el virus y muchos de ellos con medidas de confinamiento. España ocupa la cuarta posición en contagios, detrás de Estados Unidos, China e Italia. Mientras, ese oxímoron inaceptable que es la Unión Europea (unión y europa son dos conceptos opuestos) empieza a mostrar los agudos dientes de la insolidaridad y el abuso del capitalismo salvaje obcecado con las ganancias. Son media docena de países de los 27 que formamos la Unión. Alemania, Países Bajos, Austria, Finlandia (que había sido uno de mis países preferidos por cómo gestionó las crisis de 2010 y 2015 llevando a la cárcel a banqueros e inversionistas piratas) vuelven a exigir medidas como las que llevaron a Grecia a la ruina y desesperación. La mayoría comparten la lengua alemana y aceptan el liderato indiscutible de la líder carismática (¿les suena eso?). Alguien dijo que el que no sabe aprender y recordar sus errores está condenado a repetirlos.
Y un ruego: no caigamos en el exceso de represión. No nos volvamos "comités de vigilancia" de barrio, al estilo de los cubanos de Fidel o de Stalin o de Ceausescu. Un poco de cautela. En las grandes ciudades ha habido trifulcas vecinales desde los balcones contra personas que salían con niños o jóvenes al parque o a pasear. Muchos de ellos, no todos (siempre hay espabilados que van a la suya), son personas afectadas por los TEA (trastornos del espectro autista) o discapacitados con alteraciones conductuales a los que el confinamiento provoca agravamiento de sus síntomas y dolencias. Se ha pedido por la Red que, mientras esté vigente la orden de confinamiento, lleven un brazalete azul para que la gente sepa que son casos excepcionales.