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3 diciembre 2017 7 03 /12 /diciembre /2017 11:01

Pierre Hadot ya nos deslumbró con "Plotino o la simplicidad en la mirada" y más tarde con "La ciudadela interior". El libro que hoy comentamos, "La filosofía como forma de vida" es el resumen de unas conversaciones que mantuvo el pensador francés con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson, dos filósofos universitarios y el segundo traductor al inglés de la obra de Hadot. Una de las cuestiones más reveladoras en este libro es la convicción de Hadot de que hay que entender la filosofía antigua, más que como un serie de sistemas y estructuras de pensamiento, como la verbalización de una sistema, una forma, un estilo de vida, en suma, una manera de vivir. Y aduce de una manera bastante comprobable la característica de "oralidad" de los libros de los principales filósofos de aquélla época dorada, desde Platón hasta Epicuro, Epicteto o Marco Aurelio, Pirrón o Anaximandro, Jenofonte o los pitagóricos. Eran más unos manuales recordatorios para uso de alumnos y discípulos aconsejándoles cambios en su forma de vivir, que doctrinas, conjuntos de teorías abstractas para uso de eruditos y estudiosos de historia de la filosofía.

Hadot sugiere que esos libros eran los textos preparatorios para unos auténticos "ejercicios espirituales" (los griegos usaron esa expresión con bastante antelación al cristianismo y otras religiones que acabaron monopolizándola para sus intereses pedagógicos y doctrinales) con los que el iniciado iba logrando alcanzar ciertos cambios en pos de la "vida buena" y la moralidad de lo correcto. Cualquier estudioso de la filosofía antigua terminará percatándose que en el entramado de los libros clásicos hay una urdimbre bastante clara y explícita de prácticas y ejercicios destinados a mostrar el camino al lector de un estilo de vivir coherente con los principios que se han tratado de demostrar en el texto.

Esta brillante y seguramente cierta hipótesis de trabajo  de Hadot, profesor del prestigioso College de France, le  fue inspirada, (¡sorpresa para el estudioso de filosofía!) a finales de los 50, por las lecturas que realizó de un semidesconocido Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Con gran habilidad Hadot analiza la famosa frase del pensador alemán al final de su "Tractatus" (1921) "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse", y la relación que este mismo autor revolucionario descubrió entre los "juegos de lenguaje" y las formas de vida (expuestas en sus "Investigaciones filosóficas", para diseñar un planteamiento filosófico que va desde la "sabiduría silenciosa" a la aplicación del escepticismo pirrónico con su "suspensión de juicio" ante cualquier valoración, es decir, "dejar de lado la filosofía y adentrarse en la sabiduría", actitudes que sin duda simplifican la vida y sugieren una forma más cómoda de vivir. Evitando "los juegos de lenguaje" que  los filósofos difícilmente pueden evitar por la imbricación permanente del discurso filosófico en tales juegos. Por ello los textos de los filósofos antiguos no deben leerse aislándolos de sus contextos históricos, sociales y las condiciones de sus vidas cotidianas. Y ello redunda en el carácter de prácticos "manuales de ejercicios espirituales".

Como recuerda Hadot no eran sólo ejercicios intelectuales con finalidades éticas, sino que eran "una serie de prácticas destinadas a transformar el yo a fin de que alcance un nivel superior y una perspectiva universal". Y apara ello son ejercicios holísticos, es decir, no sólo referentes  a mejoras psíquicas e intelectuales, sino que entendía también de cuestiones como vida sana, ejercicios, alimentación correcta, cuidado del cuerpo en la ingesta de alimentos y bebidas, una actividad incesante de introspección: crear una suerte de escultura de sí, "esculpir tu propia estatua" decía Plotino (en el que coincidían en muchos aspectos los platónicos, estoicos, epicúreos, cínicos, escépticos, aristotélicos o neoplatónicos, pese a sus fuertes diferencias). 

Para ellos, la filosofía no era solo teoría o discurso, era una manera determinada de vivir, "una opción existencial y una distinta y coherente visión del mundo". Y así, para los epicúreos de nada servía la filosofía si no lograba curar el alma y transformar al individuo en su relación con los otros o con el cosmos. Para ello decían, se debía prescindir de los deseos innecesarios, optando más bien por los necesarios y por la moderación del placer.  Los estoicos -muy prácticos y generadores de máximas excelentes para recordarnos cómo realizar la "vida buena"- se preocupaban de mantener una "terapia de las pasiones", pues consideran que son las pasiones las que hacen desdichado al hombre. Se trata de enseñar al hombre a distinguir entre lo que depende de él y lo que no. Ante lo primero, trabajo honesto y fortaleza, ante lo segundo indiferencia y aguante resignado.También para Epicteto y Cicerón la filosofía es una especie de medicina del espíritu que posee su propia terapia para sanar al hombre.

Hadot nos recuerda que la consolidación del cristianismo y su logro de ser convertida "religión de Estado" cambió radicalmente -y no para bien- la situación de la filosofía (pasó a ser una "sierva" de la Teología) y, lo que tan grave como eso, separó la filosofía de la vida, el ejercicio  de la filosofía como "arte de vivir" Tendrían que pasar lo siglos hasta llegar a Montaigne, Bacon, Pascal o Erasmo de Rotterdam para volver a recuperar la mirada estoica y epicúreos sobre una filosofía con poderes salutíferos para el alma y el cuerpo.

La tradición de la vida filosófica no ha muerto desde entonces y la encontramos en Kant, en Nietzche y entre los más cercanos en Onfray, María Zambrano o Peter Sloterdijk y, en cierta forma, en Wittgenstein. Hador insiste en que hay que rescatar la sabia vital de la filosofía, volver a los "ejercicios espirituales" como los diseñaban los estoicos o los epicúreos y escépticos, apuntar a esa "conciencia cósmica" de la que hablan Bergson y otros, buscar ese ideal de  perfección humana y progreso espiritual que nos inserta en un esquema evolutivo que concierne a toda la humanidad. Sin olvidar, por supuesto, en qué mundo vivimos, la importancia de la geopolítica, los movimientos sociales, la globalización informática y los radicales cambios de costumbres y creencias que con gran velocidad se  están produciendo bajo las nuevas tecnologías. Nunca como hoy es tan necesaria la filosofía, único "noray" al que se puede asegurar el desarbolado navío de la humanidad telemática. Hora de vivir como personas, hora de pensar. ¿Cuál es la mejor herramienta del pensar? La filosofía.

 

FICHA

LA FILOSOFÍA COMO FORMA DE VIDA.- Pierre Hadot.- Trad. María Cucurella.- Alpha Decay.-266 págs.-29,50 euros.- ISBN 9788493654016


 


 

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