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1 noviembre 2017 3 01 /11 /noviembre /2017 09:20

Andrés Aberasturi, ese maestro de periodistas, aposentado en la humildad y la eficacia de los auténticos, escondía un drama personal que ha lanzado al mundo a través de un libro enternecedor, valiente, honesto y alejado de sentimentalismos fáciles. Aunque me he cruzado con él en mi vida profesional en algunas ocasiones no había sabido --ni siquiera en los encuentros distendidos de esta profesión de chismosos- del fuerte drama familiar que  Andrés ha llevado con ejemplar entereza y discreción durante más de treinta años.Treinta y seis años compartiendo -es un decir- la vida con un hijo, Cris, que nació con parálisis cerebral y ha sido víctima constante de todo tipo de hospitalizaciones urgentes, absolutamente dependiente, de relación y comunicación imposibles. Cualquier reflexión filosófica sobre una situación así es más que difícil, es un error. No hay culpables, de ahí el lacerante patetismo del "perdóname" (pág. 47) que Andrés susurra entre lágrimas ante el cuerpo postrado y sufriente de su hijo.

Leer este libro es todo un desafío emocional. En el último de sus capítulos, los cuales integran un rosario de instantes, de reflexiones, de dolor y sufrimiento, de protesta, de indignación, de vergüenza, de ira, nunca de odio, Andrés escribe "No he venido a dar ejemplo ni a tranquilizar conciencias; no he venido a predicar ni mucho menos a buscar explicaciones filosóficas o respuestas religiosas". No, realmente no has escrito nada que lo abonara. Lo que nos cuenta va de corazón a corazón, como en la enseñanza zen. Y logras estremecerlo muchas veces, como cuando protestas de algunas intervenciones bienintencionadas pero inadvertidamente crueles y inhumanas, cuando te rebelas contra una situación que es "una injusticia objetiva al margen de cualquier amor, de cualquier origen de cualquier razón, cuando bendices la escasas veces en que oyes la risa de tu hijo "aunque nunca sepamos su misterio" y cuando respondes a esos que se atreven a insinuar con una retórica fácil e insidiosa vestida de "cristiana resignación" que tener un hijo en esas condiciones de doliente "sujeto" sin conciencia apreciable, "es un motivo de aprendizaje espiritual": "renuncio y maldigo todo cuando haya podido aprender de ti de la misma forma...que niego...el valor moral de tus supuestas enseñanzas... cualquier supuesta experiencia positiva nacida de tu sufrimiento". Y añades: ¿Cómo puede ser un consuelo o un intercambio el haber ahondado en la reflexión a costa de esta injusticia? Aceptar eso o justificarse con ese pensamiento sería moralmente monstruoso".

Particularmente emotivo es el momento en que se le plantea a Andrés la dura elección de permitir que una fuerte crisis siga su curso natural que desembocaba en la muerte, sin intentar superarla (oferta de un médico compasivo). Su mujer y su otro hijo rechazarán esa salida. Durante muchos años y en numerosas ocasiones vendrá una y otra vez esa posibilidad a la conciencia torturada del periodista. Algo tan humano y comprensible se convierte con los años en un motivo de sufrimiento moral, superado por el amor y la entrega. 

Lo cierto es que no sólo no es posible explicar este mundo a Cris, tampoco es posible explicárselo al autor y nos cuesta entenderlo a sus lectores. Porque el pobre muchacho vive en un mundo sin palabras ni pensamientos, con dolor y algún  momento de pasividad o de excitación motora. Sólo queda comprender y compadecer el mundo íntimo de esa familia, de esa pareja y su otro hijo, el hermano de Cris, el de algunos amigos y personas que pasan por el mismo horror. Y sus dificultades y su radical dedicación y la inutilidad de todo ello. Por  eso el libro de Aberasturi llega muy adentro.

FICHA

CÓMO EXPLICARTE EL MUNDO, CRIS.- Andrés Abersaturi.- La esfera de los libros.- 200 págs.-16,90 euros.- ISBN 9788490607176

 

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