Wadja o "La bicicleta verde", es una película amable, crítica y realista sobre la situación femenina en los países árabes, concretamente en Arabia Saudí, inscrita en una serie de cintas como la magrebí "La fuente de las mujeres", la iraní "Persépolis" o la afgana "La piedra de la paciencia", todas ellas de distinta factura pero todas ellas animadas por un loable y difícil cometido, mostrar, más que denunciar, al mundo la peculiar y lamentable situación de las mujeres musulmanas en sus países en nuestra época (situación no tan alejada de las vividas en occidente en otras épocas y cuyos maniffestaciones más encubiertas persisten aun en nuestro tiempo).
La película ha sido dirigida por Haifaa Al-Mansour, una joven saudí, octava hija de un poeta afamado en Arabia, Abdul Rahman Mansour, que se ha formado profesionalmente en Australia y se muestra en esta su primera película muy cercana estilísticamente y en su afán de denuncia --suave-- al cine iraní.
Vivimos la historia de una niña que quiere una bicicleta verde, una niña que calza deportivas junto a la exigencia del pañuelo en la cabeza, el chador, y la represión permanente a su sexo que es enseñado y asumido en la escuela y tiñe la vida cotidiana de todas las mujeres, de niñas a ancianas, en una sociedad que privilegia al hombre y reprime y esconde a las mujeres. Para lograr obtener la bicicleta debe transitar continuamente por el borde de la navaja de lo prohibido y lo tolerado, luchar contra la tradición que prohibe a las niñas montar en bicicleta --por razones de índole sexual--, la hace participar en un concurso de recitación de versículos del Coran para obtener el dinero que vale la bici y la enfrenta en definitiva al estamento escolar y al social, hasta llegar a un final poco verosímil en la realidad social que vive Arabia Saudí --uno de los países árabes más tradicionales y fundamentalista-- pero sí enaltecedor: cuando la mamá de la niña cede en su prohibición, compra la bici a Wadja y la anima a que siga defendiendo su derecho a ser diferente.
La jovencísima Waad Mohammed da vida, muy convincente y encantadoramente, a esa protagonista pícara e inteligente que trata de pasear su ansia de libertad --simbolizada en ese uso de la bicicleta-- por un país donde las personas de su sexo están brutalmente discriminadas, bajo las cadenas de los velos y el silencio. Con una inteligencia descriptiva de gran alcance, la cineasta deja en el aire el final de la película, con la niña montando su bicicleta, parada ante un carretera muy transitada, dudando entre cruzar o no. Final simbólico abierto que el espectador observa en suspenso, completamente seducido por la osadía y vulnerabilidad de la niña y sensibilizado por la situación social descrita.
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