Melancolía. Más que con la cinta de Van Triers, ese estado de ánimo emana en su estado más puro y sencillo de "El Ilusionista", esta excelente película de animación realizada por Sylvain Chomet (quien en su haber solo tiene la no menos magnífica "Bienvenidos a Belleville"). La película deviene un ejercicio virtuoso de filmación animada, con unos dibujos apastelados y simples en la linea del Tintín pero con una complejidad de trazo y dramatismo superior, que dejan asombrado al espectador desde la primeras secuencias. "El ilusionista" es un genial homenaje a Jacques Tati el imperecedero director e intérprete de "Mi tío" o "Las vacaciones de Monsieur Hulot" cuyo humor elegante y comedido representa la quintaesencia de los gags que hizo clásicos en el cine Keaton, Chaplin y llevó al histrionismo el absurdo y trepidantemente destructivo Mr. Bean.
Es un espejo de la comedia slapstick de Tati, donde el diálogo queda en un segundo plano y se impone la gestualidad, los sonidos ambientales y la finura de los detalles. El director, Chomet, introduce una secuencia de "Dia de fiesta" uno de los clásicos de Tati, en su primera película (de 2002) y debido a ello conoce a la hija de Tati, Sophie, quien le habla de un guión no publicado de su padre, que diez años más tarde llevará este director a las pantallas. Se trata de "El ilusionista", un libreto en el que Tati destila la profunda y humanista melancolía del mundo del espectáculo, un poco mezclando los hallazgos de Chaplin en "Candilejas" y "El chico", pero cambiando al pequeño hombrecito del bigote y el bastón por el larguiducho, comedido y ceremonioso Tati, aquí menos torpe que M.Hulot, más tierno en su pasividad y aparente inexpresividad y más cercano a Keaton que a Chaplin.
Esta pequeña joya del cine animado recurre al paisaje lluvioso y nostágico del Edimburgo y la Escocia rural de los años cincuenta o sesenta, como lugar y ambiente de fondo. El protagonista, un ilusionista venido a menos que malvive con actuaciones poco o mal recibidas, que lleva el apellido de Tatischeff, verdadero nombre de Tati, es un mago en el ocaso al que se le acerca una jovencita simple y pobre que trabaja de criada en una aldea de los higlands rurales escoceses donde hace una memorable actuación ante los lugareños. La chica, maravillada por los trucos y la bondadosa amabilidad del mago, le sigue a Edimburgo y se va a vvir con él, en una relación paterno-filial que acaba cuando ella encuentra a un joven a quien amar. Luego, la soledad y la marcha del mago, quien deja a la chica una nota que dice: "Los magos no existen".
La trayectoria epigonal del protagonista se inserta en las ultimas boqueadas del music hall, cuyos artistas van desapareciendo en la ruina y el alcohol, retratos dolorosos y patéticos de unos personajes a los que ya nadie quiere, el payaso que busca suicidarse, los trapecistas que pintan carteles o el ventrilocuo que se ve obligado a empeñar a su muñeco y se abandona a la muerte en un callejón.
No hay complacencia, ni tampoco tragedia a gritos, son lacerantes dramas en sordina, sin gradielocuencia, casi de reojo, a hurtadillas. Esta absoluta maravilla de la animación estaba nominada al Oscar el año en que venció "Toy Story 3", animación por ordenador, ni de lejos comparable pero también efectiva y sobre todo mas acorde con los tiempos. Un paralelismo no deseado con ese mago que fracasa ante el grupo de musica pop del que es telonero. Para redondear el transparente paralelismo, una secuencia de la cinta nos muestra al Tati animado entrando en la sala de un cine donde proyectan la citada escena de la pelicula del Tati- Hulot real.
Por tanto el final era el esperado, el coherente con la trayectoria de Tati por un lado y la de su falta de ubicación en una cultura que ya le sobrepasa: no hay amargura, pero si decepción en ese adios sin palabras y sin contacto entre el mago y la jovencita protegida, a la que deja esa nota en la que con afecto paternal le advierte de que no cabe esperar maravillas y magia en la vida y en el tiempo que viene, sino el realismo hirsuto y exigente de la simple supervivencia. Lo dicho, melancolía en un vehículo bellísimo de dibujos animados realizados con sensibilidad extrema. Absolutamente de visión necesaria.
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