Pues bien, otra película de fogones, cocinillas, platos de delicioso aspecto, mandiles blancos y esa histeria organizada, un aparente caos donde todo vuela, que es la cocina de un restaurante de fama. Un joven cocinero vasco Daniel (Unax Ugalde) que va a Zurich a hacerse una carrera en el local de un prestigioso chef internacional, Thomas Wackerie (Giulio Berrutti). No se por qué no dejaba de recordar la magnífica "Rattatuille", esa delicia en dibujos animados que ha hecho más por la alta cocina que muchas películas más pretenciosas y autocomplacientes, pero lo cierto es que la primera película de David Pinillos ha constituido una magnífica sorpresa. En ese restaurante de alto copete Daniel va a encontrar la oportunidad de su vida como chef y el amor con la sumiller del local, Anna (Nora Tschirner).
La maestria de Pinillos consiste en hurtarnos la evidencia: ni Daniel va a conseguir su ambicionado puesto en la alta cocina internacional (por propia decisión) ni tampoco su gran amor ( Anna, a la que ama pero por la que no es amado). Y ni siquiera eso importa: el mensaje de la película tiene que ver con la soledad, de uno en uno, en pareja y la busca de un sentido de la vida que tal vez no tenga que ver con la posesión, sino con la aceptación, la sinceridad y la paz interior. El trepidante comienzo de la lucha del joven por labrarse su puesto, el apoyo de su amigo italiano, jefe de cocina, la presencia castradora de un dueño, figura de la cocina, demasiado pagado de si mismo y el amor jugueteando al gato y al ratón entre los dos jóvenes, devienen circunstancias melodramáticas que se mantienen bien tensadas al final por la mano del director y un guión irrregular e indeciso pero al fin sincero y poco acomodaticio.
Amor, desencanto y amistad, son los tres ingredientes utilizados entre los cuatro protagonistas, en el que el rechazo al triunfo profesional a cualquier precio marca un punto de inflexión que convence al espectador y deja via libre a la guinda agridulce del final. Un buen plato el preparado por los fogones primerizos pero muy maduros de David Pinillos.
Buena música, mejores interpretaciones, sobre todo la naturalidad en gestos y miradas de Unax Ugalde, una fotografía clara que oscila entre la calidez frenética de la cocina y la fría belleza serena y ordenada de los exteriores suizos, pasando por el también cálido ambiente familiar de Ugalde en Bilbao. Seis premios en el Festival de Málaga, entre ellos el de mejor actor, y una sensación amable y agradable al acabar el visionado de la cinta.
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