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1 diciembre 2021 3 01 /12 /diciembre /2021 10:17

 

Publicado en La Comarca, 301121

Durante más de cuarenta años viví, escribí y me relacioné en Barcelona –y pertenecía al gremio literario y periodístico, fundamentado en el respeto a la lengua- usando un castellano cotidiano y un catalán tímido, pero respetado. Mi “en catalán, si us plau” desternillaba a mis amigos y hacía florecer sonrisas por doquier. Era mi  petición a las personas con las que hablaba, desconocidos o  conocidos, como forma de respeto a su lengua. A algunos les divertía que dijera, “en catalá, si os place”, traducción literal del “por favor” en catalán.

Politizar una lengua es una salvajada indigna del siglo de la globalización. La diversidad de las lenguas, de las razas, de los géneros, en un plano de igualdad, justicia y solidaridad, es una asignatura pendiente del género humano. Utilizar el catalán como arma arrojadiza y justificación de la violencia y del sinsentido por unos y otros, es peor que un error, es un virus de destrucción social, político y económico mutuo. En cuestiones de lengua no hay vencedores ni vencidos, todos sufrimos la falta de razón, inteligencia y comprensión.

En Cataluña el giro crítico no lo marcó la primaria represión franquista –que al final ya era agua de borrajas- sino la instrumentalización política del catalán por el pujolismo y la ERC, contestados por la paralela impugnación españolista que sacaba réditos políticos victimizando, contra toda lógica y realidad, al castellano en las tierras catalanas. Meter a los jueces en el debate –a remolque del Estatut- fue otro error de los redactores del manifiesto catalán, aupados por el Tripartito de Maragall, ya que en principio la judicatura no cuestionaba la política lingüística de la Generalitat.

¿Cuál es el problema en estos momentos? Como gráficamente escribe mi colega y excompañera Susana Quadrado, “el magreo político de un asunto que revuelve las tripas”.  Ni el absurdo “155 lingüístico” del inefable Casado, ni las cretinadas de ciertas asociaciones catalanas y su reflejo especular opuesto entre los ultras más descerebrados, llevarán a buen puerto el asunto. Señores políticos, “seny” (sensatez) y sentido común (cordura); con la que está cayendo entre pandemia, calentamiento y crisis económica, dedíquense a lo que importa y dejen tranquilas y respetadas a las lenguas.

ALBERTO DÍAZ RUEDA

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