Desde muy joven he sido un convencido
partidario de la unión de
todos los pueblos que habitan la
Península Ibérica. Creo que Portugal unido
a España nos completaría como país. Tenemos
mucho que aprender de ellos, de su innata
cortesía, de su sencillez y de su honestidad
política. Mientras que nuestros políticos
siguen dando la nota, desde un Sánchez
enrocado en su sillón de líder carismático
hasta un Casado que parece desear
tanto como el poder a cualquier precio (justamente
lo que mantiene a Sánchez) ser
capaz de "darle la puntilla" a un individuo
cuya prepotencia iguala a la suya. Cada uno
es la sombra negativa y fratricida del otro. Y
así ambos olvidan al Covid y éste les convierte
a los dos en sus mejores aliados para
hundir al país. La política errática e indecisa
y poco clara del Gobierno en la gestión del
Covid, no obstante, está dando algunos resultados
apreciables y esto encona aún
más la inflexibilidad de uno y la inconsciente
agresividad del otro (voluntariamente
prefiero ignorar al resto de formaciones
políticas: los dos gallitos del corral no les
dejan capacidad de juego, incluido Torra, el
"marciano" (que sigue actuando como si el
Covid lo hubiera inventado su odiada España).
¿Cuesta tanto apreciar y tomar nota de
la actitud y comportamiento político de
nuestros vecinos peninsulares? ¿No se perciben
los buenos resultados que están dando
en la gestión del virus y en la percepción
unitaria y coherente que tienen los portugueses
de sus dirigentes? El socialista Antonio
Costa tomó desde el primer momento
una actitud responsable, eficiente, compartida
y cooperativa con la población y con el
resto del espectro político. El líder de la
oposición, el conservador Rui Rio, dejó de
lado las diferencias y se puso de inmediato
al servicio del Gobierno, por una causa mayor
que requería unidad, dejando las críticas
para cuando pasara la pandemia. Trabajar
conjuntamente, ese era el objetivo. Ni
exceso aislado del poder ni socavar al contrario
desde una oposición ombliguista.
Concordancia. Nada de gobernar a golpe de
tentativas y tener que dar marcha atrás o.
reconsiderar órdenes precipitadas. Nada de
ofrecer el lamentable espectáuclo del combate
incesante entre un líder ensimismado
en su poder y un oponente histérico por
hundirle.
¿Por qué no proponer, cuando salgamos
de ésta y suspendamos a los políticos que
tenemos, un cambio constitucional al modelo
alemán, la eficaz administración de los
"länder" que, en caso de crisis global, se
convierte en un Gobierno único con una cabeza
y una gestión confederada? Porque,
me temo, que si esta crisis no cambia nuestro
modelo de vida, vendrán más y peores...
y tendremos que gestionarlas. A la espera
de un Gobierno mundial, utópico para
nuestra especie egoísta, podríamos
apañarnos con una Iberia unida en múltiples
länder autonómicos pero unidos, no revueltos,
con un poder central, en casos de extrema
necesidad e interés común. Sin tentaciones
dictatoriales ni salvadores de la
patria. Velando por el bien común, es decir
el bienestar de la ciudadanía.
Alberto Díaz Rueda
EL