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9 agosto 2019 5 09 /08 /agosto /2019 18:53

 

 

Publicado en Diario de Teruel, julio de 2019

 

 

Parece que la existencia de Teruel no constituye ya un problema ontológico. A tenor de lo que ocurre, con este Patio de Monipodio que configura la clase política y en esta hora confusa en la que ahora más que nunca el desconcierto del ciudadano respecto a su lugar en el mundo está limitado y condicionado por un poder sin rostro que nos somete a todos, lo que está en juego no es reivindicar que Teruel existe sino insistir en que se nos diga qué clase de existencia se nos permite tener.

Los partidos se descuelgan con ambiciosas falacias programáticas que más que mostrar caminos operativos, nos dicen una y otra vez que lo que ocurre no es bueno, la despoblación (palabro ahora de moda en los”media”) y que se trata de fijar la población en el medio rural (se olvidan de decirnos con qué medidas concretas y operativas), la creación de empleo y lo que es aún más pretencioso y utópico “vertebrar” los medios rural y urbano de manera que exista sinergia entre ambos con vista a la igualdad de oportunidades. Aquí ya rozamos el mundo angélico. Escribió Chesterton “los ángeles pueden volar porque ellos mismos se toman a la ligera”.Y este es en el fondo el problema: los políticos vuelan sobre el problema de Aragón, Castilla, Extremadura y amplias zonas de Cataluña y otras regiones, en lo que concierne al vaciamiento de una España carencial, porque en el fondo se lo toman a la ligera. No creen que sea algo que  tenga solución y vuelven la mirada esperanzada hacia el suicidio social, humano y económico que son las megalópolis.

Estamos en una de las provincias en las que los micro municipios abundan y tratan de sobrevivir ante un supuesto “café para todos”, en el que prima el número de habitantes, con lo que a los pequeños no nos llega ni para azucarillos. Y aún así no se trata sólo de dinero y subvenciones. Se trata de algo intangible, aparentemente, que se llama esperanza en el futuro. No es el “pan para hoy y hambre para mañana”.  Existe un egoísmo institucional que afecta hasta los rincones más “ocultos”. No hay un “Teruel somos todos”. Los alcaldes de muchos pueblos grandes y pequeñas ciudades, bien surtidos de representantes de partidos, lo tienen muy claro: “hay que barrer para el pueblo, el propio”. Y si sobra algo, una migaja, para el pueblecito de al lado. No hay una visión global, de conjunto, de hermandad comarcal, regional, provincial. Los pueblos diminutos son considerados como los perros en los banquetes medievales. De vez en cuando se les echa un hueso para que no alboroten.

Teruel existe, pero no insiste. Empecemos por los más desamparados. Vamos a insistir en que, paradójicamente, en los pueblos pequeños anidan las grandes soluciones para un futuro cada vez más cercano, en el que los excesos, los errores y la ignorancia, humanos, políticos y sociales, están configurando un mundo atravesado por problemas tan candentes como el cambio climático, la contaminación, la sobrepoblación urbana, la falta de principios y la ausencia de ética relacional. Es la “ansiedad por el colapso” que comienza a ser una epidemia psicológica del siglo XXI. Envíen a dos centenares de ansiosos apocalípticos a uno de nuestros pueblos y en un mes se los devolvemos sino curados, al menos serenos y activos positivamente. Insistimos, necesitamos apoyos, creatividad empresarial, apertura hacia nuestras ideas de desarrollo, mejoras de carreteras, de redes de tecnología de comunicación e información, capacidad  de gestión económica y financiera para atraer familias  e implementar proyectos. Insistimos, debemos apostar por un futuro para el que deberemos estar preparados para responder al reto de acoger a una población tránsfuga ofreciéndoles mayor calidad de vida y las mismas posibilidades de trabajar y prosperar de las que tienen en cualquier megaciudad. La distancia es un concepto elástico y subsanable en el mundo de la virtualidad.

Insistimos, aquí en Teruel nos falta algo más de ese elemento básico que llama Solidaridad. Si en la Polonia dictatorial el movimiento Solidarnosc fue capaz de terminar con un régimen, si en Portugal la solidaridad de los claveles terminó con una dictadura militar de medio siglo de existencia, qué conseguiríamos en la pequeña y semi olvidada Teruel si abriéramos nuestros espíritus y nuestras mentes a sentirnos todos los ciudadanos de esta tierra solidarios entre nosotros. Los pueblos grandes con los pequeños, las ciudades con todos, la capital encabezando un movimiento de “todos somos Teruel”. Vienen tiempos oscuros, encendamos la antorcha de la solidaridad.

Empecemos por los micro municipios (menos de 500 habitantes). Una alianza entre nosotros redundaría en una fuerza política a tener en cuenta. Aspiremos a que se nos escuche, en principio. A que se nos comprenda, después. A que se nos ayude, en definitiva. Con espíritu solidario. Como se ayuda a un hermano pequeño. Somos el último y más débil eslabón de la cadena. Justo por donde radica la debilidad de la unión provincial. Fortalezcamos la cadena íntegramente.-

 

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Alcalde de La Torre del Compte

 

 

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