Desde aquélla "Tigres de papel" de los sesenta, Fernando Colomo ha seguido una carrera más o menos errática, con algunos aciertos y bastantes errores. Pero la edad y la experiencia para algunos es un grado de excelencia posible y así es en el caso de Colomo. Su "Isla bonita", particular homenaje de este director a la isla de Menorca, es una delicia, irónica y algo salvaje, con algunas obviedades y guión no demasiado elaborado ("espontaneidad" pide el realizador de cortos publicitarios que interpreta el propio Colomo) y lo que es peor, un final que desmerece la buena factura del filme. Estamos ante una película coral, como era de esperar en Colomo, que trata de reflejar la particular manera de concebir la vida que parece existir en la isla. La historia va evolucionando a través de la vivencia de una joven y sus amores, de su madre, una artista plástica viuda y aún joven, de un publicista jubilado y su poco firme relación con una más joven ejecutiva de su agencia y del citado Colomo, que hace el papel de un enamoradizo y ya casi anciano personaje (con tres divorcios a la espalda), al cual borda con su habitual simpatía el director.
Realmente la espontaneidad y la franqueza son la norma de la película en la que todos los actores se interpretan a sí mismos, más o menos. La película no llega al astracán cómico y se queda en una intimista visión de los problemas sentimentales de una serie de personajes, muy reales en sí mismos, incluso demasiado humanos, con sus mezquindades, sus errores y su buena o mala fe, pero sin moralinas, con aire de comedia de situación, bastante amabilidad en el tratamiento y cierta tendencia a la buena fe y al positivismo, un humor sano, sin críticas tensas y cierta complacencia en la buena vida. Me ha llamado la atención lo poco que aprovecha Colomo los paisajes idílicos de la isla. Están claros sus objetivos. Es una película de personajes y de sus vivencias, que sólo se queda coja en el final, demasiado casual y rápido.