Delicada, poética muestra de cine de animación japonés, estilo manga, sobre la figura real de un par de artistas del pincel, padre e hija, en el Japón feudal de principios del siglo XIX. No hay un desarrollo argumental progresivo, sino un muestrario de secuencias sin aparente cohesión que van mostrando la vida de un genial pintor japonés, Tetsuzo Hokusai, pero sobre todo, de su hija O-Ei, que tiene un dominio semejante sino superior al de su padre, de las personas que les rodean, de las circunstancias familiares donde surge el drama. La acción se desarrolla en Edo, la actual Tokio y se nos muestra la caleidoscópica vida de esa ciudad y ese tiempo, ilustrando la vida de campesinos, artistas, comerciantes, criados, vagabundos, cortesanas, nobles y plebeyos en un ambiente en el que de vez en cuando surgen cosas maravillosas o misteriosas. A pesar de ese aspecto poco corriente en una película, la desordenada y aparentemente caprichosa trama logra atraer, fascinar y someter la atención del espectador. Dirige Keiichi Hara.
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