Isabel Coixet es una directora española muy valiosa y controvertida. Hay fans y críticos de sus películas por partes iguales. En este caso ha facturado una cinta compleja, hermosa y con un fondo ambiguo y una forma espectacular como corresponde a los gélidos escenarios polares donde se desarrolla. Se basa en unos hechos reales de principios del siglo XX que conciernen a un célebre explorador inglés Robert Edwin Peary, teórico descubridor el Polo Norte (posteriormente se especuló sobre si lo consiguió realmente, se supone que se quedó a unos 40 km del lugar exacto) pero sobre todo a su esposa Josephine Diebitsch Peary, (interpretada por Juliette Binoche) real protagonista de la película, que con gran arrojo y determinación fue en su busca. La odisea de la intrépida mujer y su dramática experiencia de espera en el negro invierno polar en compañía de una mujer esquimal, Allaka, que parece haber sido la amante del explorador, con quien tuvo un hijo. Esta parte del filme no es histórica y más bien es una especulación dramática de la Coixet. Con esa licencia la directora construye una historia de valor, resistencia y lucha femenina contra la Naturaleza.
Aunque es discutible, yo percibí cierta displicencia cultural en el planteamiento de la rivalidad femenina, desde un punto de vista racial, a pesar de una frase de Juliette Binoche (excelente trabajo de la actriz francesa) sobre la presunción de la supremacía blanca en un medio tan hostil frente a la paciente resistencia y sabiduría natural de los esquimales inuit. Esta, interpretada por Rinko Kikuchi, una mujer de esa etnia, hace un trabajo muy verosímil y dotado de gran fuerza. Dudo mucho que sea un gran éxito de público pero, sin duda, merece un visionado atento.
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