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Giulio Ricciarelli dirige con escaso nervio una película basada en hechos reales que logran interesar fuertemente al espectador: el velo de silencio y ocultación que protegió a los nazis desde el fin de la guerra hasta los años sesenta prácticamente, el silencio culpable y la presunta ignorancia de la población alemana sobre lo que ocurría en los campos de concentración establecidos por los nazis en Austria y Polonia. "La conspiración del silencio" es una obra menor del cine alemán, aunque es valiente y trata de ser honesta, cuando podría haber sido un filme de referencia sobre esa temática.
La ambientación, la dirección de actores, el vestuario, la música y la localización -escasa pero cuidada- de exteriores, están en el grado de lo correcto aunque desaprovechado. La pretendida asepsia y neutralidad fáctica del guión no acaba de insuflar energía a la película. El reparto, cumple bien su papel aunque el protagonista Alexander Fehling, no acaba de conmovernos. No obstante todo lo apuntado la recomendación es positiva: recoge una página de la historia del siglo XX relacionada con la guerra mundial de la que se han realizado escasas películas con vocación documental e historicista. Es una película que hace reflexionar, como dice el protagonista en una secuencia capital: "No sé lo que hubiera hecho yo bajo esas circunstancias". La masacre de judíos, gitanos, polacos o "desafectos" por ese psicópata llamado Adolf Hitler y su régimen maléfico y contagioso, justifica la famosa frase de Anna Harendt sobre la "banalidad del mal" y nos hace pensar. La película, en el aniversario de Auschwitz, Treblinka y otros campos de exterminio, es una llamada de atención que no hay que minimizar..
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