Está bien contada, es agradable de ver, no tiene el menor fundamento científico, es edulcorada, se queda en las hojitas de fuera del frondoso árbol temático que nada menos trata con uno de los anhelos imposibles del ser humano: vencer a la muerte, no envejecer, el elixir de la eterna juventud, aquí simbolizado en un rayo y un galimatías genético absurdo. Pero da igual, se trata de mostrarnos la enésima versión cinematográfica de la eterna juventud, sin la profundidad angustiosa de un Dorian Gray ni la crítica acerba y sarcástica de Jonathan Swift y su país de los inmortales.
Ambientación elegante, buena musica de fondo, un nivel técnico implecable, pero lo que podía haber sido un drama con enjundia y profundidad intelectual y humana queda en una desvaida historia anecdótica incluso menos lograda que el Benjamin Button que vive la vida al revés, de la vejez aparatosa a la juventud y la niñez. Lee Tolan Krieger dirige con oficio a los dos jovenes protagonistas Blake Lively y Michel Huisman, y se rinde a lo que salga con monstruos como Harrison Ford, Ellen Burstyn, Kathy Baker y Amanda Crew (po supuesto sale de fábula). El final está un poco forzado por exigencias del "happy end" que tantas películas ha desvalorizado. Esta es una de ellas.
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