Jason Statham comienza a aceptar papeles que no añaden nada especial a una carrera basada en la gestualidad corporal más que en las dotes de un gran actor. Es simpático, austero y siempre da juego porque imprime carácter, confianza y honestidad a sus personajes. Aquí Statman es el mismo de la ultima media docena de cintas con un añadido dramático: es un ludópata en Las vegas y malvive como guardaespaldas, sin una pequeñla dosis de humor. A partir del primer tercio de la película la cosa se pone reiterativa, tan violenta como de costumbre pero con poco humor y un aire cansino de estar repitiéndose. Casi se nos olvida al actor simpático que reparte mamporros a lo Charlie Chan sin despeinarse (es un broma fácil, lo siento). Roza lo patético y eso es una pena. No es un gran actor pero nos cae bien a la mayoría con su aire de chulillo legal que tiene un fondo bueno visible. Cameo de Sofía Vergara y pequeño recital de Stanley Tucci. Bueno, para una tarde de palomitas.
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