Aunque no tan redonda como la primera entrega de la saga, una notable cinta de acción en la que la contundencia de la trama envolvía al espectador haciéndole partícipe de la angustia y la agresividad vengativa del personaje, el carisma de Liam Neeson logra perfilar una especie de antihéroe que ejecuta su trabajo si abandonar en ningún momento una cierta dignidad personal. En esta tercera entrega digamos que el asunto ha perdido espontaneidad, pero sigue siendo trepidante la acción y convincente el trabajo, un tanto ya exagerado y acercándose a un Bond o a un Bourne madurito y más humanizado.
Quizá en esta ocasión el argumento (la ex-mujer del protagonista, Liam, es asesinada y él resulta ser el máximo sospechoso) un estilo de trama repetida hasta la saciedad desde aquella serie de televisión de los sesenta, "El fugitivo", el doctor Kimbel perseguido semana tras semana por el asesinato de su esposa que no cometió por supuesto) a pesar de la pericia indudable de los guionistas Robert Mark Kamen y Luc Besson, no logra evitar la sensación de que es un producto de encargo realizado a toda prisa para terminar con la saga de una forma rentable.
Ni tan solo Forest Whitaker., como agente de policía, logra convencernos a pesar de sus tics, secundando a un Neeson que parece ya un poco aburrido con estos papeles demasiado activos para su edad. El director Olivier Megaton no refleja tampoco especial pasión ni en el montaje ni en el ritmo, siguiendo la tónica habitual en este género de acción ya tan trillado, abundando en la irrealidad y poca verosimilitud de algunas secuencias.
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